Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Donald
Trump tiene —entre otros— el dudoso honor de esta en la tercera posición empezando
por la cola de los presidentes norteamericanos en diferencia de votos respecto
a sus rivales. El próximo presidente tiene una diferencia negativa, según
muestra el estudio de The New York Times,
de un -2'1% respecto a su rival. Quiere esto decir que sacó casi tres millones
de votos menos que Hillary Clinton, pero que el peculiar sistema americano del
colegio electoral, un "vestigio" —como lo acaba de calificar el
presidente Obama—, le permitirá acceder
a la Casa Blanca si así lo estiman los delegados.
Lo que
esto supone en el conjunto de los votos lo recoge el diario:
Reflecting Mr. Trump’s loss in the popular
vote, only 29 percent of Americans say that Mr. Trump has a mandate for the
agenda he offered during his campaign, according to a Washington Post-Schar
School of Policy and Government poll.*
Pese a los analistas restar importancia al voto popular —lo
importante son los votos en el colegio electoral, tienden a decir—, lo que
está ocurriendo en estos momentos es justo lo contrario. La situación, como
anticipábamos, ha hecho aumentar su importancia. Los estados eligen sus delegados,
pero puede darse la paradoja de que resulte elegido quien menos votos han
obtenido en las elecciones, pero lo han hecho en estados menos poblados, que
son los que hacen más rentables sus votos. La democracia, que siempre es
compleja, lo es mucho más cuando se buscan criterios que tratan de garantizar
representatividad a los territorios. Si solo fueran los votos, Hillary Clinton
estaría ahora preparando sus maletas para ir a la Casa Blanca.
Pero la función del colegio electoral es recogida por The New
York Times:
The primary purpose of the Electoral College,
however, was nothing so high-minded. It was to facilitate political compromise
and shore up the power of slaveholding states by allowing them to count
three-fifths of their slaves toward their allotment of votes. That sorry
history does not clarify or constrain how a member of the college should behave
today.**
El voto popular pasa a ser esencial en esta legislatura
porque, aunque no consigan impedir que llegue a la Casa Blanca, si podrán armar
moralmente una defensa frente a las tropelías que se avecinan.
La idea es sencilla: para un populista como Trump, los argumentos se le dan la vuelta cuando
gana por una argucia del denostado "sistema" contra el que ha
clamado. La candidata del
"pueblo" pasa a ser Hillary Clinton. Ella es la más votada. La
presión sobre las futuras cámaras es mayor y, especialmente, dará alas a los
estados en donde ganó Clinton, que harán lo que esté en su mano para resistirse.
Como toda persona acostumbrada a que no se le resistan,
Trump sabe que tiene por delante mucha oposición y que su mandato, sin haber
comenzado todavía, será el más polémico de la historia de los Estados Unidos.
El argumento del voto, como se está viendo, será importante porque los votantes
están escribiendo a los miembros del colegio para decirles que van a votar en
contra del "pueblo", que no voten a Trump y que elijan otro
republicano.
A esto se añaden las insólitas agravantes de la participación rusa en la campaña,
avalada ahora por las dos agencias de inteligencia, la CIA y el FBI, a las que
el todavía presidente Obama ha encargado un informe antes de salir de la Casa
Blanca. Cuando Trump llegue, ya se ha advertido, las descabezará.
Ser el candidato de
Putin, como está demostrando además con los nombramientos realizados,
varios de ellos vinculados por negocios con Rusia, proclives a rebajar
sanciones, tampoco está ayudando demasiado a los delegados, cuya presión
aumenta. Puede que Trump haya perdido el voto popular, pero quienes le llevarán
a la presidencia serán los republicanos, cuya responsabilidad histórica no
había alcanzado niveles de presión tales. Llevar a Trump a la Casa Blanca es un
riesgo para ellos: el de destruir al partido republicano como estalle un escándalo
—un riesgo posible— de proporciones grandes.
Las piezas que junta Trump son cada vez más peligrosas: las
provocaciones a China han sido las primeras, porque lo de Nigel Farage era más
un insulto a Europa; la cuestión del traslado de la capital de Israel de Tel
Aviv a Jerusalén es otra cuestión incendiaria. Eso sin tener en cuenta lo que
puede hacer con Siria.
Hay algo que se desprende de lo ocurrido y que es importante
entender. Los partidos políticos —incluidos los republicanos— han quedado
desbordados ante una nueva situación que no tiene parangón. Trump es el primer
presidente norteamericano que ha logrado salir adelante con el manejo real de
las redes sociales. Obama hizo un uso comunicativo de las redes; con Trump se
ha avanzado un grado más: se han pegado los fragmentos de opinión para lograr
un voto unido.
La sociedad de la Información es doble: atomiza y aglutina,
en un movimiento fulgurante. Trump ha ganado por lo mismo que nadie para al
Estado Islámico: tiene la capacidad de mantener unidas las partes que tienden a
la dispersión. Igual que los yihadistas han encontrado la forma de amplificar
sus poderes para lograr eso que llamamos "radicalización" de las
personas, Trump ha hecho lo mismo con sus votantes: los ha ido radicalizando y absorbiendo.
Trump se ha puesto en manos de unos grupos radicales que
dominan los medios "alternativos", término que habrá que empezar a
emplear con la prensa o la televisión convencionales. Ellos saben manejarlos y
el mundo paranoico acepta esas versiones conspirativas mientras ignora las
verdaderas trampas que se preparan ante sus ojos.
Las cifras de Trump son de las peores de la democracia norteamericana. Pero ha sido suficiente. Muchos, una mayoría, son conscientes de lo que Trump representa y puede suponer para USA. ¿Pueden hacer algo? Lo hicieron cuando votaron, pero no ha servido de mucho. El viejo sistema desconfiaba del pueblo y daba el privilegio final al colegio electoral. Casi siempre ha funcionado, pero esta vez el margen entre el voto popular y el colegio son casi tres millones de votos.
La reciente queja editorial de The New
York Times por la necesidad del periodismo de calidad para asegurarse una
opinión pública bien informada y sensata es un canto del cisne de la información y
puede que del tipo de democracia que se sostenía en ella. El futuro es la
mentira convincente, el bulo, la difamación aparecida en los caracteres de un
tuit repetido millones de veces. El futuro es del luchador mediático que provoca
desde las cuerdas del cuadrilátero al público, del que prende el fuego y llega
después con el extintor.
*
"Trump’s Electoral College Victory Ranks 46th in 58 Elections" The
New York Times 18/12/2016
http://www.nytimes.com/interactive/2016/12/18/us/elections/donald-trump-electoral-college-popular-vote.html
**
"Why G.O.P. Electoral College Members Can Vote Against Trump" The New
York Times 15/12/2016
http://www.nytimes.com/2016/12/15/opinion/why-gop-electoral-college-members-can-vote-against-trump.html?mabReward=A6&recp=2&moduleDetail=recommendations-2&action=click&contentCollection=Politics®ion=Footer&module=WhatsNext&version=WhatsNext&contentID=WhatsNext&src=recg&pgtype=article
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