Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
The New York Times le dedica un interesante
artículo — "Extremists Turn to a Leader to Protect
Western Values: Vladimir Putin"* — a algo ya conocido, pero no por ello
demasiado entendido en sus orígenes e influencias: la admiración de la extrema
derecha mundial por la Rusia de Vladimir Putin. No son los únicos admiradores.
En
el mundo árabe, Putin le ha estado ganando la partida a la administración de
Obama que ha sido incapaz de entender lo que estaba ocurriendo debajo de sus
zapatos. John Kerry ha tratado de apagar fuegos allí donde ha podido, pero no
ha sido suficiente como para evitar el ascenso de Rusia en muchos escenarios.
El
cambio ideológico hacia el populismo, los ultranacionalismos religiosos, proteccionismo,
etc. solo se entiende con el ascenso de Rusia, a la que Obama cometió el error
de considerar una "potencia regional". Rusia ha aparecido allí donde
se canalizaban los odios contra los Estados Unidos (p.ej. Oriente Medio,
Filipinas, Turquí), aunque fueran socios o aliados. En Europa, los partidos
ultraderechistas y nacionalistas no ocultan su fascinación por Putin y el modelo ruso, aunque no se entienda muy
bien cómo funciona.
Rusia
está recomponiendo lo que se derrumbó tras la Guerra Fría con unas
características particulares. En primer lugar se está aprovechando de algo que
hemos tratado aquí en ocasiones: el antiamericanismo creciente. Estados Unidos
se ha equivocado en gran medida en el planteamiento de lo que suponía ser el
"guardián de la mazmorra". Y ha conseguido que se le responsabilice
—con razón o sin ella— de cuantas desgracias han ocurrido en el mundo desde
hace varias décadas, especialmente de las crisis económicas.
Los
Estados Unidos han sido incapaces de convencer al mundo de ser buenos gendarmes y, algo peor, de que sus poderes no están en declive. De Samuel
P. Huntington en adelante, nadie duda de la decadencia del imperio americano.
Ya sea real o no, lo importante es lo que se cree porque en función de ello se
actúa. Hasta Trump ha usado el argumento de la decadencia achacándosela a los demócratas.
La admiración
por Putin y lo que representa entra también en la imagen que este ha sabido
fabricar o que otros se quieren imaginar. Los admiradores europeos de Putin,
por ejemplo, ven en él el nacionalismo que se ha ido diluyendo (piensan) con la
Unión Europea. Putin tiende la mano a los que pueden ayudar a debilitar a sus
enemigos. Y la Unión Europea tiene diversos contenciosos con Rusia,
especialmente en lo relativo a su política de fuerza en países como Ucrania,
por la que la Unión mantiene sanciones que la afectan. La política de divide y
vencerás tiene varias estrategias, según la proximidad del país. En los países
claramente occidentales, como Gran Bretaña o Francia, pilares de la Unión, Putin ha apoyado a sus
admiradores confesos, que no han tenido reparo en hacerle todo tipo de guiños.
En el caso de Marine LePen, la publicación de economía Bloomberg señalaba en febrero de este
año:
Marine Le Pen’s National Front party is
reaching out to Russian banks for the 25 million euros ($27.7 million) it needs
to bankroll its 2017 presidential campaign, the party’s treasurer Wallerand de
Saint Just said.
“I will look for funds where I know I might get
them,” Saint Just said in a telephone interview. “I found some financing there
in 2014, so yes I am going to try again.”
The anti-euro, anti-immigration party, whose
loan requests are turned down by French banks, borrowed nearly 10 million euros
from the First Czech Russian Bank in 2014 to finance its campaigns, Saint Just
said. Although the party failed to gain
control of any French region in the most recent elections in December, it still
got 6.8 million votes, exceeding its previous record of 6.4 million set 2012.
In December 2014, Marine Le Pen justified
tapping funds from a Russian bank, saying she was “constrained” by the fact
that she failed to find a lender in any other country. In May, she visited Moscow
and met with the Duma Speaker Sergei Naryshkin.
Marine Le Pen made her candidacy for the 2017
French presidential election official on TF1 television on Feb. 8.**
La
financiación desde Rusia de la campaña de alguien abiertamente antieuropea, de alguien que
llama al desmembramiento de Europa, es una inversión barata para Putin. No es
nada en comparación con lo que las sanciones le hacen perder diariamente. Herir
mortalmente a Europa desde Francia tras las ayudas a sus amigos del brexit británico es una estrategia buena
que merece ese pequeño aporte a la campaña.
Quien
habla de Francia y de Reino Unido habla de toda Europa, en donde los partidos
de la ultraderecha nacionalista forman un equipo claro para destrozar la Unión
desde dentro.
La otra
estrategia es la que está practicando con los países que anteriormente
permanecían a la órbita soviética y que buscaron en Europa la protección frente
a las aspiraciones rusas. En estos países, Putin apoya abiertamente a los
dirigentes que siguen políticas "prorrusas" y que se niegan, por
ejemplo, a cumplir las sanciones contra Rusia. Como beneficio tienen la posibilidad
de jugar a dos bazas, la comunitaria y los beneficios de tener a Rusia cerca y
realizar negocios de exportación e importación.
La
debilidad europea tras la crisis económica ha dejado claro que mientras las
cosas van bien, el europeísmo es fácilmente expandido. Cuando las cosas no van
tan bien, es fácil echarle la culpa a Europa por lo que ocurre. En estas
circunstancias es fácil recurrir a banderines de enganche para el nacionalismo.
El final es convertir en caballo de Troya a los países que pidieron su admisión
en la Unión y que ahora, con tibios gobernantes, juegan a presionar a Europa
con Rusia y aprovechar los beneficios dobles.
Lo
primero que hizo el gobierno de Syriza fue irse a hablar con Putin. Era su
forma de demostrar su desafío a Europa. En el caso griego, las aguas han vuelto
a su cauce, pero Amanecer Dorado, el partido nazi griego, sigue jugando sus bazas contra Europa a través del
acercamiento a Putin.
El debate ha llegado a su máxima expresión con el papel
jugado por Rusia en la campaña presidencial norteamericana, con la victoria final
de Donald Trump. Las intervenciones de Rusia han tenido un fuerte eco, entre
otras cosas porque el propio candidato jugó con su presencia en sus mensajes.
Trump invocó directamente a Rusia para sacar a la luz los correos de Hillary
Clinton en la Secretaría de Estado, un tema que ha tenido una presencia
decisiva y que ha estado perfectamente medido en el tiempo, con la ayuda
consciente o no del Director del FBI.
Los llamamientos tras la elección a cambiar el mundo, unidos
Trump y Putin, no deja de ser un escenario grotesco y solo explicable desde la
personalidad egocéntrica de Trump y la astucia de Putin. Putin ya ha conseguido
gran parte de lo que quería y estas llamadas y promesas de encuentros son solo
parte del espectáculo.
Como señalamos al inicio, The New York Times publica un
detallado artículo sobre los admiradores norteamericanos de Putin, empezando
por el propio futuro presidente de los Estados Unidos:
As the founder of the Traditionalist Worker
Party, an American group that aims to preserve the privileged place of
whiteness in Western civilization and fight “anti-Christian degeneracy,”
Matthew Heimbach knows whom he envisions as the ideal ruler: the Russian
president, Vladimir V. Putin.
“Russia is our biggest inspiration,” Mr.
Heimbach said. “I see President Putin as the leader of the free world.”
Throughout the presidential campaign, Donald J.
Trump mystified many on the left and in the foreign policy establishment with
his praise for Mr. Putin and his criticism of the Obama administration’s
efforts to isolate and punish Russia for its actions in Crimea and eastern
Ukraine. But what seemed inexplicable when Mr. Trump first expressed his admiration
for the Russian leader seems, in retrospect, to have been a shrewd dog whistle
to a small but highly motivated part of his base.
For Mr. Heimbach is far from alone in his
esteem for Mr. Putin. Throughout the collection of white ethnocentrists, nationalists,
populists and neo-Nazis that has taken root on both sides of the Atlantic, Mr.
Putin is widely revered as a kind of white knight: a symbol of strength, racial
purity and traditional Christian values in a world under threat from Islam,
immigrants and rootless cosmopolitan elites.
“I’ve always seen Russia as the guardian at the
gate, as the easternmost outpost of our people,” said Sam Dickson, a white
supremacist and former Ku Klux Klan lawyer who frequently speaks at gatherings
of the so-called alt-right, a far-right fringe movement that embraces white
nationalism and a range of racist and anti-immigrant positions. “They are our
barrier to the Oriental invasion of our homeland and the great protector of
Christendom. I admire the Russian people. They are the strongest white people
on earth.”
Fascination with and, in many cases, adoration
of Mr. Putin — or at least a distorted image of him — first took hold among
far-right politicians in Europe, many of whom have since developed close
relations with their brethren in the United States. Such ties across the
Atlantic have helped spread the view of Mr. Putin’s Russia as an ideal model.
“We need a chancellor like Putin, someone who
is working for Germany and Europe like Putin works for Russia,” said Udo Voigt,
leader of Germany’s National Democratic Party. That far-right group views
Chancellor Angela Merkel as a traitor because she opened the door to nearly a
million migrants from Syria and elsewhere last year.
“Putin is a symbol for us of what is possible,”
Mr. Voigt said.**
Leer esto puede producir perplejidad, incluso podemos creer
que se trata de una comedia de política-ficción llevada al absurdo. Sin embargo
no lo es tanto y tiene sus explicaciones si entendemos la transformación que la
"política" ha sufrido en estas décadas de cambios del mundo.
Creo que es bastante obvio, por lo que tenemos delante en
casi todos los países, que se ha producido un cambio en el concepto de
política, que ha dejado su formulación ideológica tradicional y se está
redefiniendo desde aspectos previos a las ideologías, como son los aspectos
tradicionalistas de las culturas.
Cuando el supremacista blanco citado por The New York Times considera a Rusia
"el guardián de la puerta" no hace sino repetir el papel vigilante que
le asignaban a la "Santa Rusia" como defensora de la verdadera fe
cristiana frente a los excesos racionalistas y ateos de Occidente y un Oriente
no cristiano. Es la visión clásica se los "eslavófilos"
tradicionalistas frente a los "occidentalistas", ilustrados y
abiertos a la Ciencia y al progreso.
Que Rusia haya pasado de cantar "La Internacional"
a entonar los cantos nacionalistas de la Santa Rusia no deja de ser una ironía
de la Historia. El imperialismo ruso aprovechó el internacionalismo soviético
para expandirse; ahora el nacionalismo ruso se vuelve a expandir mediante otras
fórmulas, pero con el mismo efecto.
Todo ello es posible por el encadenamiento de distintas
ideas que se entrelazan y forman un discurso coherente para quien lo sigue. El nacionalismo
ha cargado contra los Estados Unidos al
que se considera responsable de la globalización, y contra Europa, a quien se
considera también como una entidad antinacional. Ver a Putin como un líder
nacionalista (sin querer ver su faceta imperialista) sirve para formalizar
apoyos tan diferentes como los de LePen o Trump, que pasan a compartir una
estrategia común. Son los grupos ultraderechistas, racistas y religioso
fundamentalistas los que han estado detrás de la elección de Trump.
Para ellos, la medidas de Trump les han sonado más próximas
a sus ideales aislacionistas, segregadores y anticientíficos que los de una
Hillary Clinton o de los demócratas partidarios de una política más
internacionalista. Curiosamente, los demócratas norteamericanos, más próximos
siempre a la clase trabajadora, se han dejado arrebatar el discurso de los
conservadores republicanos que han vuelto a posturas tradicionalistas
olvidándose de que los padres de la criatura fueron precisamente Ronald Reagan
y Margaret Thatcher, los propulsores del neoliberalismo y la globalización.
Todas estas paradojas se resuelven en la idea de
antimodernidad que está desarrollándose o de neo tradicionalismo. Todo el debate sobre la "posverdad"
y su uso de las emociones no es más que el abuso de la religión y del
nacionalismo para hacerse con el poder.
Es volver a sistemas en los que se ve a la Ciencia como enemiga de los
hombres porque va contra Dios y sus designios.
Erdogan pide a sus seguidores islamistas que tengan hijos
siguiendo la voluntad de Dios;
Al-Sisi, en Egipto, celebra el aumento de la población en un millón de personas
cada seis meses, aunque no tenga para alimentar ni la mitad de las actuales.
Los dos se han acercado a Putin y alejado de los Estados Unidos. Putin no les
recrimina el incumplimiento de la perversa
doctrina de los Derechos Humanos, un "invento occidental"
disfrazado de "universalismo", en fin, una forma de acabar con sus
tradiciones culturales. Por todas parten surge el mesianismo nacionalista y se
visitan santuarios a depositar flores respetuosamente y decir oraciones por los
viejos héroes. ¿A quién no le gusta escuchar que su pueblo es el más querido por Dios, sea este el que
sea? Los demás son enemigos que intentan apearnos de la Historia. Marine LePen
habla bajo la espada de una Juana de Arco dispuesta a defender a la Santa
Francia de las invasiones extranjeras mientras su padre, el viejo Jean-Marie,
celebra la existencia de epidemias de ébola como forma de limitar la
inmigración que amenaza con llenar las calles y plazas de desplazados de las
guerras del continente más olvidado.
La Ciencia es también un invento
perverso que trata de limitar la producción de los países y hacer que los malvados chinos se apoderen del mundo.
De nuevo el "peligro amarillo" vuelve a estar de moda. Ya lo decía el
supremacista blanco, antiguo miembro del KKK: Rusia será el freno, como siempre
fue, de las invasiones desde Oriente, nos dice.
Como potencia ascendente durante el periodo de la globalización,
China pasa a ser el objetivo contra el que claman todos. Los libros en los
estantes, las páginas de las revistas, etc. explican cómo los chinos se han
"quedado" con nuestros puestos de trabajo. Trump ya ha amenazado
diciendo que las empresas que salgan al exterior verán
"consecuencias"; no ha explicado cómo, pero pronto lo hará.
Acabaremos todos boicoteándonos unos a otros en el nombre de Dios y la Patria.
Una política retrógrada difícilmente podrá sacar a los
países del atraso. Los efectos del nacionalismo y del fanatismo religioso los
podemos comprobar en Oriente Medio y en Europa. El ascenso de partidos
ultranacionalistas populistas, llevados por ideas religiosas excluyentes,
xenofóbicos, etc. no es el mejor camino para avanzar en Europa. El fanatismo
del Estado Islámico es otra muestra de hasta dónde se puede llegar. No se
combate al Estado Islámico con nuevas formas de tradicionalismo religioso y
nacionalismo, sino con educación, con ciencia y con democracia, lo valores
contrarios a los que están en alza.
La admiración por las figuras autoritarias crece. Deshacerse
de los enemigos, manipular los medios, etc. todo forma parte de este nuevo
universo autoritario en el que los líderes presumen de ello y son aclamados,
admirados por la gente dentro y fuera de sus países. Hay interés en volver al personalismo carismático. Y eso la Historia enseña que no es bueno. No hacen falta guías, sino personas capaces de despertar las responsabilidades de la gente, sus compromiso y su esfuerzo para el bien común. Hay que volver al ideal kantiano ilustrado de autonomía personal y de responsabilidad colectiva. Las masas con un líder carismático son un recuerdo peligroso.
Es bastante preocupante el retroceso de las ideas
democráticas que deben ser recuperadas junto con las de solidaridad. Se
necesita una nueva Ilustración —democrática, solidaria, igualitaria, con fe en
el progreso científico...— frente al nuevo fanatismo emocional que se está
desplegando gracias a las frustraciones por la mala gestión de la globalización
económica. El futuro que se abre es muy oscuro.
Hay que aprender de los errores, no recuperar los viejos. Sin embargo...
*
"Extremists Turn to a Leader to Protect Western Values: Vladimir
Putin" The New York Times 3/12/2016
http://www.nytimes.com/2016/12/03/world/americas/alt-right-vladimir-putin.html
** "Le
Pen Party Taps Russian Banks to Fund 2017 Election Campaign" Bloomberg
19/02/2016 https://www.bloomberg.com/news/articles/2016-02-19/le-pen-party-taps-russian-banks-to-fund-2017-election-campaign
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