Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Prácticamente
la totalidad de los medios mundiales abren sus ediciones con la noticias del informe de la CIA sobre la intervención
de Rusia en la campaña electoral norteamericana en favor de Donald Trump.
En la infame campaña electoral que ha tenido lugar, en la
que se ha recurrido a todo por parte de Trump, es el cierre, por ahora.
En un
mundo tan abierto como el nuestro, tan interconectado, es fácil la intervención sobre la opinión no solo en los Estados Unidos, sino en cualquier parte del mundo. Las grandes potencias
lo han hecho siempre. Lo que no está tan claro es si se han hecho entre
ellas lo que le hacían a los más pequeños. Y sobre todo: nunca se había hecho
de forma tan descarada y con un candidato reclamándolo en plena campaña. Lo
insólito no es la intervención; lo insólito —una vez más— es la actitud de
Donald Trump al respecto.
Las
simpatías de Trump por Putin las consideró todo el mundo como una
extravagancia, cosa que le ha dado buen resultado en muchas ocasiones. El descaro
de Trump ha sido su mejor camuflaje o, si se prefiere, la ausencia de camuflaje
ha sido su mejor camuflaje. Cuando todo el mundo pensaba que estaba
sobreactuando, Trump estaba siendo sincero.
De
todos los posibles efectos de su llegada al poder, hay uno que preocupa
especialmente en todo el mundo. Cuando negaba el cambio climático, todos tenían
la esperanza de que se tratara de una pose
electoral para ganar votos diciéndole a la gente lo que quería escuchar. La
respuesta la tenemos en el reciente nombramiento de un "negacionista"
del cambio climático para dirigir la agencia gubernamental que se ocupa de
ello. Parece que este va a ser uno de sus puntos más complicados por la gran cantidad de implicaciones que tiene, tanto en el interior como en el exterior.
The New
York Times recoge lo que está ocurriendo en la administración antes de la
llegada de Trump:
WASHINGTON — President-elect Donald J. Trump’s
transition team has circulated an unusual 74-point questionnaire at the
Department of Energy that requests the names of all employees and contractors
who have attended climate change policy conferences, as well as emails and
documents associated with the conferences.
In question after question, the document
peppers Energy Department managers with pointed queries about climate science
research, clean energy programs and the employees who work for those programs.
More broadly, the questionnaire hints at a significant shift of emphasis at the
agency toward nuclear power, and a push to commercialize the research of the
Energy Department’s laboratories, long considered the crown jewels of federal
science.
Energy Department employees, who shared the
questionnaire with The New York Times
and spoke on the condition of anonymity because they were not authorized to
discuss the matter publicly, described the questionnaire as worrying. Mr. Trump
has just tapped Scott Pruitt, the attorney general of Oklahoma and a climate
change denialist, to head the Environmental Protection Agency, and the
president-elect has made it clear he intends to roll back eight years of
regulatory efforts by President Obama that aimed to control planet-warming
emissions.
The questionnaire “suggests the Trump
administration plans a witch hunt for civil servants who’ve simply been doing
their jobs,” Robert Weissman, president of the watchdog group Public Citizen,
said in a statement. “Democrats and Republicans alike should unite to condemn
any action that intimidates, threatens or retaliates against civil servants for
lawfully doing their jobs.”*
Una caza de brujas a los que han sostenido el cambio climático parece realmente un regreso a la Edad Media en todos los sentidos. La preocupación de los funcionarios parece fundada a la vista del extraño cuestionario.
Por su
parte, The Washington Post lo deja
claro con el titular de su editorial actual: "A man who rejects settled
science on climate change should not lead the EPA". Pues es precisamente
lo que ha hecho. Con este y otros casos, Trump realiza dos objetivos: el
primero es cumplir con su palabra y, el segundo, descentralizar los ataques a
su persona creando "réplicas" con los que llamar la atención. Trump
se está rodeando de un equipo "duro", como ya se ha señalado con la
presencia de algunos militares y de sus trayectorias.
La prensa se centra en estos momentos en los nombramientos,
pero pronto les faltará espacio en cuanto que empiecen a realizar sus trabajos
de demolición del "edificio Obama". Serán tantos frente abiertos
simultáneamente: salud, defensa, educación, economía, el cambio climático...
que los periódicos tendrán que hacer suplementos para analizar las consecuencias
de las acciones presidenciales y de sus acólitos.
¿Qué pretende hacer Trump y los grupos que le apoyan?
Evidentemente desmontar lo creado durante las presidencias anteriores, no solo
la de Obama, en diferentes frentes. El cambio climático es uno de ellos. En él,
Trump se juega su palabra, pero el mundo entero se juega su futuro. Si hay un
terreno en el que no puede permitirse considerar su política como
"norteamericana" es en este terreno. Cuanto antes lo entiendan los
dirigentes mundiales, mejor. El mundo se tiene que plantear cómo actuar ante
las decisiones de Trump que nos afecten a todos y me imagino que los gobiernos
están tratando de establecer estrategias ante un personaje de sus
características.
La llamada a que se unan demócratas y republicanos para
hacerle frente es un primer llamamiento que se puede reproducir en muchos otros
campos en cuanto que empiecen a ser conscientes de los que están haciendo o
pueden hacer. Los grupos radicales que han apoyado a Trump y le sirven de
infraestructura en los Estados Unidos nunca han tenido una ocasión como esta de
hacerse con el control del país y, sobre todo, destruir lo que consideran que
choca con su concepto retrógrado de "América". Un titular de The
Washington Post, "Donald Trump is actually a fascist" (Michael
Kinsley), llama la atención y muestra que va a ser una larga legislatura en la
que los grupos que le han apoyado, más allá del partido republicano, intentarán
desarrollar todo tipo de estrategias para mantenerse en el poder más de esos
cuatro años iniciales. Los temores que
el otro día planteaba The New York Times
sobre las iniciativas para dificultar el registro de votantes por parte de los
republicanos irían en ese sentido.
Creo que nunca se ha vivido en los Estados Unidos una
situación como esta. No creo que haya habido un personaje como Trump en la
presidencia. Que fuera el "candidato ruso" debería ser un indicador
que Putin no espera de él que haga una "América grande" sino, por el
contrario, que la debilite entre tensiones internas y conflictos exteriores por
los nuevos planteamientos, las retiradas de los compromisos. Lo que Trump
destroce ahora, si no tiene consecuencias aún mayores, se tardarán años en reconstruir,
como pude ocurrir en la cuestión del cambio climático.
Una personalidad norteamericana del mundo del espectáculo decía
el otro día en una entrevista que se despertaba cada día con la esperanza de
que todo hubiera sido un mal sueño, una pesadilla que desaparecería con la luz
del día, Esa esperanza de muchos se desvanece conforme la realidad nos va
cercando con sus nubarrones amenazando tormenta.
Tenía razón el editorial de Scientific American de septiembre pasado. Era preocupante escuchar a un candidato hablar con tanta frivolidad sobre asuntos que tenían que ver con la Ciencia. Entre ellos estaba el cambio climático, un invento de China, según Trump, para evitar el desarrollo de USA.
Hasta el momento se ha hablado de los efectos del
"ser humano" sobre el clima. Ahora se podrá precisar más y ponerle nombre y apellidos
al deterioro que viene.
Nunca la ignorancia llegó tan alto. Y lo pagaremos todos.
*
"Climate Change Conversations Are Targeted in Questionnaire to Energy
Department" The New York Times 9/12/2016
http://www.nytimes.com/2016/12/09/us/politics/climate-change-energy-department-donald-trump-transition.html
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