Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
se ve una película como "Trumbo" (Jay Roach 2015) no puedes dejar de
pensar en la realidad que estamos viviendo estos días. Esa ha sido al menos mi
experiencia esta noche en que he tenido ocasión de verla. No he podido dejar, desde
el principio hasta el final, de hacerlo.
El discurso final de Dalton Trumbo
cuando recibe el premio de los compañeros no es de alegría; pesa más el daño que
todos se han hecho en una lucha absurda, destructiva. La gran derrotada ha sido
la sociedad norteamericana en su conjunto, que ha pisoteado los valores que dice
defender.
Hace unos
días traíamos aquí las declaraciones de un diputado egipcio, recogidas por la
prensa local, en las que afirmaba que si
la constitución iba contra la decencia, la constitución estaba equivocada.
Es su afirmación ya está contenida la trampa: su visión personal es a la que
llama "decencia", la única honesta y piadosa. Unos pocos se apropian de la interpretación, pasando su visión a ser la única válida.
La
paranoia de la pureza ideológica es de las peores que pueden atacar una
sociedad. La divide y destroza; las mayores vilezas son hechas en nombre de
grandes palabras. Pero las palabras no pueden esconder la mezquindad existente
tras las acciones.
Desde
que comenzó la batalla presidencial en los Estados Unidos, muchos se dieron
cuenta que era más que una campaña. Era la confirmación de una fractura social,
una fractura profunda centrada en la propia identidad. En "Trumbo" se
ve esa lucha también: unos son "norteamericanos", los otros son "traidores".
La lucha va más allá de los políticos y se instala entre los vecinos de una misma
comunidad, en los lugares de trabajo, entre los compañeros. Es la máxima
división, la que hace añicos la armonía social, destroza las familias, etc.
Los
argumentos son siempre los mismos: alguien viene a destruir la perfección
inmaculada en la que se vive, a destruir los sagrados valores tradicionales.
Eso vale lo mismo para Oriente Medio que para el Reino Unido del Brexit; lo mismo para la caza de brujas
de la época del macartismo que de la era Trump en la que la gente exhibe las
misma virtudes exclusiva, las de la América blanca, la verdadera.
Los
enemigos son los "comunistas" de "Trumbo" y sus espías
norteamericanos en Hollywood durante la Guerra Fría; lo son los demócratas, los
laicos o las feministas en Oriente Medio. Todos representan un peligro para la sociedad que ha
realizado un retrato de sí misma del que no quiere desmarcarse. Somos así. Lo diferente es malo.
La publicación
de espectáculos NME dice de Trumbo:
"it’s still a terrific story, of an entire country swept up in such mass
hysteria for so many years and Hollywood, mad at the best of times, descending
into complete lunacy."* No le falta razón. Y las peores historias asustan más cuando pueden repetirse.
En
estos días se teoriza mucho sobre lo que representa Donald Trump y se habla demasiado
de conceptos como "supremacía blanca", "nacionalismo", etc.
Se hace también por toda Europa en nombre de principios religiosos y
nacionales. Muchos empiezan a invocar los designios divinos o las raíces míticas de sus naciones para justificar sus acciones o imponerlas a los demás. No reconocen las libertades de las personas o, como se dice en la película, se creen con el derecho de controlar cómo piensan o sienten.
La
película tiene buenos momentos reflexivos, pero ajustados a la historia. Me
gusta la sencilla conversación con su
hija, una niña todavía que apenas entiende lo que ocurre, cuando esta le pregunta si ella también
es comunista. No sé si fue real o es un añadido ficticio, pero tiene la
sencillez de las cosas reales. Contribuye a esa realidad el buen trabajo,
elogiado por todos, del actor Bryan Cranston. Le da humanidad al personaje y su
punto de ironía.
Al
crítico de The New York Times le pareció
demasiado obvia por momentos, como dudando de la inteligencia del espectador.
Creo que no se trata de dudar de la inteligencia, sino más bien de su memoria. "Trumbo" es sobre todo una lección para que no olvidemos. Disculpemos que sea algo didáctica. Puede que
los tiempos de las sutilezas hayan pasado y sea necesario dibujar con trazos
más gruesos para que queden las cosas claras. Lo ocurrido con Trump y sus
allegados muestra que no hay tanta distancia entre el boceto con lo esencial y la
realidad bruta.
Creo
que es el tiempo para una película como esta, como ha señalado el propio Cranston en las entrevistas. Quizá sea cierto lo que se dice
en ella de que las películas son la más poderosa máquina de propaganda jamás creada;
todavía no se habían inventado las redes sociales. Espero que no sea demasiado
tarde y no estemos escribiendo hoy, de nuevo, un remake del macartismo.
* Trumbo
- Film Review NME 21/01/2016
http://www.nme.com/reviews/movie/reviews-film-16374#rOQ6CDBzxG62a5mz.99
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