Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Pasados diez años de la primera publicación en español del
libro del filósofo y escritor alemán Günther Anders, Nosotros los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann
(Paidós 2001, 2010), resulta recomendable su lectura por motivos diversos que
trataremos de exponer aquí.
Günther Anders —de origen judío y polaco, cuyo nombre
verdadero era Günther Stern— se formó en la filosofía con maestros como Edmund
Husserl, Martin Heidegger y Ernst Cassirer, prácticamente lo más granado de la
época en lo que a filosofía se refiere. Fue marido de la filósofa Hannah
Arendt, con quien viviría entre 1929 y 1936, hasta su divorcio. Ambos habían
abandonado Alemania en 1933, ante los riesgos que significaban sus orígenes
judíos y sus colaboraciones con Bertolt Brecht, rumbo a los Estados Unidos.
Anders regresará a Alemania en 1950.
Para Anders, la Filosofía no era un refugio aislado de la
vida, sino una forma de penetrar en ella, de darle sentido a través del
pensamiento. Marcado profundamente por lo que significaba ser judío en un mundo
en el que fue posible Auschwitz, se erigirá en uno de los pensadores que
trataron de comprender la aparición del exterminio metódico de seres humanos.
La obra Nosotros, los
hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann, de la que hoy no
ocupamos, como se indica desde el título es una carta real que el filósofo
dirigió al hijo mayor de Adolf Eichmann, Klaus.
Para mayor concreción, esta es la información resumida de
quién fue Eichmann, según se expone en el Holocaust
Memorial Museum, de Estados Unidos:
El procurador general de Israel,
Gideon Hausner, firmó una acusación contra Eichmann por 15 cargos, incluyendo
crímenes contra la gente judía y crímenes contra la humanidad.
Los cargos contra Eichmann fueron
numerosos. Después de la conferencia de Wannsee (enero de 1942), Eichmann
coordinó las deportaciones de los judíos de Alemania y de otras partes de
Europa occidental, meridional y norteña, a los campos de
exterminación (a través de sus representantes Alois Brunner,
Theodor Dannecker, Rolf Guenther, Dieter Wisliceny y de otros de la Gestapo).
Eichmann planeó la deportación detalladamente. Trabajando con otras agencias
alemanas, determinó cual sería la deportación apropiada de los judíos y se
aseguró que su oficina se beneficiara de los activos confiscados. También
coordinó la deportación de diez mil gitanos (Romaní/Sinti).
Eichmann también fue acusado por
ser miembro de organizaciones criminales - Tropas de Asalto (SA), Servicio de
Seguridad (SD), y la Gestapo - las cuales ya habían sido declaradas
organizaciones criminales en el ensayo de Nuremberg en 1946. Como jefe de la
sección de la Gestapo para asuntos judíos, Eichmann coordinó con el jefe
principal de la Gestapo, Heinrich Mueller, un plan para expulsar a los judíos
de Alemania a Polonia, lo cual fijó el patrón para las deportaciones futuras.
Por esos y otros cargos más,
Eichmann fue encontrado culpable y condenado a muerte. El 1 de junio de 1962
Eichmann fue ahorcado. Su cuerpo fue cremado y las cenizas fueron esparcidas en
el mar, más allá de las aguas territoriales de Israel. La ejecución de Adolf
Eichmann ha sido la única vez que Israel ha decretado una sentencia de muerte.*
G. Anders y H. Arendt |
Al juicio, en 1961 de Eichmann, asistió Hannah Arendt, la ex
esposa de Anders. Sus reflexiones se convertirían en la obra Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la
banalidad del mal (Lumen, 1999), y se publicaron en 1963. Con motivo de la
ejecución de Eichmann, Günther Anders tuvo la idea o necesidad de dirigir una carta abierta a Klaus, el hijo mayor de
Eichmann, nacido en Berlín, en 1936. El texto vería la luz prácticamente a la
vez que el de Arendt. Ambos filósofos reflexionaban sobre lo que Eichmann había
supuesto para la época y para el análisis de la propia condición humana. Como
se ha insistido, el mundo después de Auschwitz no podía ser el mismo. Era
necesario comprender el funcionamiento del totalitarismo, tanto desde el Estado
como desde la psique individual y el comportamiento colectivo.
Eichmann tuvo tres hijos además de Klaus, el último de los
cuales nació ya en Buenos Aires, en 1955, lugar en el que Eichmann estaba
escondido y de donde fue secuestrado por los agentes de la inteligencia israelí
para ser llevado y juzgado en Jerusalén. El caso provocó un incidente internacional entre la Argentina de entonces e Israel. Eichmann reiteró durante el juicio su agradecimiento a la Argentina que lo acogió.
La obra que comentamos se compone de dos cartas, la primera
escrita tras la muerte de Eichmann ajusticiado, en 1962-63, y una segunda carta
fechada en 1988, dirigida también a Klaus. Las fechas son importantes por Klaus
tenía apenas cinco años cuando comenzaron las andaduras criminales de su padre
y nueve cuando terminó la guerra. Los
dos siguientes hermanos nacieron durante la guerra, en el 40 y el 42, y solo
Ricardo nació en el escondite argentino en 1955.
La idea inicial de Anders es que nadie es responsable por su
origen. En eso se igualan Klaus, que no puede ser juzgado por los crímenes de
su padre, y los judíos a los que se persiguió también por su origen. Como
señala desde el inicio Anders:
Me horroriza su destino: que
usted tenga que cargar toda su vida con ser hijo de su padre. Pero, además,
porque para mí la pérdida que usted acaba de padecer es peor que la que el
resto de los hijos han de soportar. ¿Qué quiero decir con esto?
Que usted ha perdido dos veces a
su padre.
Y que a usted se le ha muerto
algo más que su padre. (12)
Pasaporte falsificado de Eichmann |
La doble pérdida a la que se refiere Anders es a la que
supuso primero el descubrimiento de quién
era su padre, la muerte de la figura del padre ante la imposibilidad de la
aceptación de su monstruosidad. Para Anders esta es una primera muerte, un
distanciamiento horrorizado. Ese ya debió ser un gran golpe. La muerte física
del padre, la de 1962, es la segunda pérdida.
Anders considera a Klaus también como una víctima de su padre, en un orden distinto de los otros, pero
víctima: “… también usted pertenece a los ultrajados […] también su desgracia,
al menos lo inmerecido de la misma, me inspira respeto” (15). Y se pregunta qué
hubiera ocurrido si, por ejemplo, él hubiera tenido la desgracia de tener a
Eichmann por padre.
La pregunta que se plantea es si tras el descubrimiento de quién es el padre, la segunda pérdida ha
traído el dolor. Lo que plantea Anders es que el descubrimiento ha traído lo
que llama pérdidas complementarias: “… la pérdida de su dolor. De su duelo. Y de
su piedad” (17). Para Anders, si se
ha producido esa primera muerte que trae el descubrimiento del horror, los
otros sentimientos son imposibles. Y si se producen, es que entonces el horror no mató la figura paterna. Es decir, no
se ha comprendido su magnitud.
Explica que para que se produzcan dolor, duelo o piedad hay una condición:
[…] la principal de esas
condiciones se llama «respeto».
En una palabra: porque solo podemos
llorar por la pérdida de aquellos a los que hemos podido respetar. (21)
Para Anders, Klaus Eichmann debe dar el paso de desligarse
absolutamente de su padre real, para entrar en una consideración mayor, una
categoría que es la de su tiempo, la de los “hijos de Eichmann”, la de los que
permitieron que Eichmann fuera posible. Porque Eichmann fue hijo
de su tiempo.
Saliendo de la obra, pero moviéndonos en su ámbito, la línea
exculpatoria del propio Adolf Eichmann fue precisamente la normalidad con la que actúo. Suya son estas palabras dichas durante
su juicio: “Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia”. ¿Existe
mayor ironía? Eichmann es la pieza que cierra el funcionamiento del sistema en
su conjunto, las manos necesarias para completar el crimen; el burócrata que
crea la normalidad. Durante el juicio, quedó en evidencia que Eichmann, poseído
de su obsesión por ser eficiente,
llegó más lejos que otros criminales nazis. Eichmann no solo odiaba a los
judíos; quería que el sistema funcionara bien, con toda precisión.
La petición, sin respuesta de Klaus, de que se distancie de su padre, que se distancie
de la paternidad biológica, de sus propios genes, para aceptar la hermandad que
le dé acceso al dolor común, contrasta con la actitud del hermano pequeño,
Ricardo, el nacido en Argentina en 1955, posteriormente profesor de Arqueología en la
Universidad de Tubinga, que sí lo hizo. En una
entrevista realizada a Ricardo Eichmann en 1995, señalaba el periodista:
He pronounces his father's name as if he were talking of a
stranger. "Adolf Eichmann," he says, "is a historical figure to
me." But the historical figure left him with a disturbing
legacy: a fatherless childhood, an adolescence filled with darkness and
half-truths, and a lifetime label of "Eichmann's son".**
Adolf Eichmann con su hijo Horst, uno de los que reivindicaron al padre |
El profesor
Ricardo Eichmann tuvo la sensatez suficiente como para dedicarse a investigar y
escribir sobre la cultura iraní. Su madre dejó a los dos mayores en Argentina y
se fue con el pequeño a Alemania, tratando de mantenerle alejado de lo que
había sido el mundo del padre, que se reproducía en sus hijos mayores.
"I
knew my father was dead, but I didn't know how he had died. My mother kept all
the newspaper cuttings about him under the sofa. I would creep under there and
peek at them. I understood bits and pieces but not the whole picture. When I
asked my mother, she would say, 'Lass das' - leave it. It was a taboo subject
and stayed that way till my mother died two years ago."
Ricardo
Eichmann has not shared his anguish with his brothers and has communicated with
only one of them. "If you want to know what they think of me talking about
this, you had better go and ask them," he says. One senses that he has
dissociated himself from his siblings; later, seeing a picture of his elder
brother Horst as a youth wearing an SS uniform, I understand why.**
El encierro en Jerusalén |
Pero la
carta de Anders no se dirigía a Ricardo Eichmann, sino a su hijo mayor Klaus,
del que nunca obtuvo respuesta.
Las reflexiones que Anders va desarrollando a largo de la
carta tratan de examinar la idea de responsabilidad, pero no es la parte más
interesante en sí —creo—, sino la interpretación que realiza sobre la
posibilidad de que lo monstruoso se haya producido.
¿A qué llamo «monstruoso»?
1) A que haya habido una aniquilación institucional e
industrial de seres humanos; de millones de seres humanos.
2) A que haya habido
dirigentes y ejecutores de estos actos; Eichmann serviles (hombres que
aceptaron estos trabajos como cualesquiera otros y que se excusaron apelando a
la órdenes recibidas y a la lealtad);
Eichmann viles (hombres que aspiraron a estos cargos);
Eichmann obstinados (hombres que aceptaron el riesgo de
perder totalmente su humanidad con tal de gozar de un poder total);
Eichmann ambiciosos (hombres que realizaron lo monstruoso
precisamente porque lo monstruoso les era insoportable; es decir, porque no
hubieran podido demostrar su inquebrantabilidad de otra forma);
Eichmann cobardes (hombres contentos de poder cometer por
una vez lo infame con buena conciencia; esto es, no sólo como algo prohibido,
sino incluso como algo prescrito).
3) A que millones de personas fueron llevadas a, y
mantenidas en, una situación de la que nada sabían. De la que nada sabían
porque no querían saber nada; de la que no querían saber nada porque no tenían
derecho a saber. Así pues, millones de Eichmann pasivos. (27-28)
Para Anders, la esencia del mundo moderno se concentra en lo
«monstruoso» y esa condición se ha
producido cuando el mundo empieza a funcionar como una máquina y los que viven
en él pasan a ser piezas de esa maquinaria cuya justificación es la eficacia.
La idea misma de progreso —es otra de sus ideas centrales—
ha abierto una brecha entre lo que el hombre puede hacer y aquello que puede llegar a representarse. Hemos perdido la capacidad de evaluar ajustadamente las
consecuencias de nuestras acciones porque nos somos capaces de representarnos
los efectos ni comprender los mecanismos por los que se llega a ello:
[…] pese a ser obra de los
humanos y pese a funcionar a todos nosotros, nuestro mundo, al sustraerse tanto
a nuestra representación como a nuestra percepción, se torna cada día más
oscuro. Tan oscuro que ni siquiera somos capaces de reconocer su
oscurecimiento; tan oscuro que podríamos calificar legítimamente nuestra época
de dark age. (35)
Nuestro mundo está por encima de nosotros; hemos
desarrollado un grado de eficacia tal que nuestra existencia se ha convertido
en servidumbre de un mundo fabril y productivo esencialmente inhumano.
La primera carta, la que sigue a la muerte de Eichmann a
principios de los sesenta, gira sobre estos supuestos. Analiza esta descomposición
de lo humano que ha dado lugar a un exterminio mecanizado e incomprensible por
desbordar cualquier principio anterior. El holocausto no es el resultado de la
barbarie, sino de la civilización
puesta al servicio del exterminio por la causa nazi. Por eso Eichmann es el
correcto funcionario, el burócrata que puede acusar a sus jefes de haber abusado de su obediencia.
Hay una segunda carta en la obra, la que le dirigirá en 1988,
veinticinco años después. Günther Anders, tras señalar que nunca se molestó en
contestarle, se dirige ahora a Klaus
Eichmann con un problema distinto: el olvido y la justificación. Es
contra la indiferencia ante la
monstruosidad del pasado contra lo que escribe.
De esos cientos de miles de contemporáneos
que, si bien en la época de su padre o todavía no habían nacido o aún eran unos
niños, ahora, en parte por cobardía, en parte por orgullo nacional mal
entendido (por indignación o por vergüenza de que se les «exija» avergonzarse de parte de
«su» pasado, o al menos distanciarse de él), ahora, cuarenta y cinco años
después, se niegan a representarse y a creerse los terribles hechos de esos
padres; o que dicen de ellos (lo que equivale claramente a reconocerlos
tácitamente) que son hechos «no tan infrecuentes en la historia»; o que
finalmente, defiende según la ocasión —pues hacen caso omiso de la lógica— una
versión u otra, y así, por ejemplo, a las siete de la mañana niegan Auschwitz,
y a las siete de la tarde declaran que, comparado con las sangrías causadas por
otros pueblos en los siglos pasados Auschwitz es «un caso más», quitándole así
importancia, con lo que, como ya he dicho, lo reconocen indirectamente. (98-99)
El pensamiento de Anders fue siempre dirigido a tratar de
mantener viva una conciencia que fuera capaz de comprender la lógica de su
propio desarrollo, porque veía el mayor peligro en la disociación producida
entre el hombre y las consecuencias de sus actos por efecto de la Ciencia y la Técnica.
Por eso fue pacifista y antinuclear. Sabía, por el ejemplo de Auschwitz y de
Hiroshima, las dos cumbres de la aberración tecnológica, que al perder el
sentido de lo humano, el hombre pierde su propia humanidad.
Conciencia y memoria serían los dos pilares con los que
combatir el regreso o el avance de la deshumanización. En unos tiempos como
estos, en los que la maquina se ha convertido en el modelo de eficacia y rendimiento
y se le pide al hombre que la imite, es bueno recordar adónde lleva la
deshumanización. Los Adolf Eichmann de entonces nos son seres especiales, monstruos;
solo los seres que buscan cumplir con su deber en un mundo oscuro, como
recordaba Anders.
A Hannah Arendt le sorprendió la vulgaridad, la mediocridad
de Eichmann cuando asistió a su juicio en Jerusalén. No se encontró con un
genio, sino con un ser vulgar al que le gustaba obedecer, ser eficaz, ser bien
valorado por sus jefes; el tipo que planificó el transporte de millones de personas para su exterminio como hubiera planificado cualquier otro transporte de mercancías. Lo hizo porque era su trabajo. Y lo hizo bien, con espíritu de superación.. Un tipo como muchos otros que nos rodean, personas que
obedecen y dejan las preguntas en la entrada de sus conciencias.
2 notas curiosas:
1.- Por motivos que desconozco, existe una portada de esta
misma obra que dice “Prólogo de Baltasar Garzón”. No es esta la edición
existente, la que se encuentra hoy en librerías, que no hace mención en portada
ni incluye dicho prólogo. No se me ocurre ninguna explicación, más que pudiera
ser que en la primera edición de 2001 se incluyera, en cuyo caso me sorprende
que haya desaparecido en esta segunda edición de 2010. No es lo normal, desde
luego.
2.- En octubre de 2005 se realizó una adaptación, como
monólogo teatral, de la carta de G. Anders a Klaus Eichmann, interpretada por
Mariano Llorente Grande.
—Günther
Anders (2010 2ª): Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann. Paidós Contextos, Madrid, 116 pp. ISBN: 978-84-493-2402-4.
* United
States Holocaust Memorial Museum: El juicio de Eichmann. http://www.ushmm.org/wlc/sp/article.php?ModuleId=10007185
** “'Adolf Eichmann is a historical figure to
me.' Ricardo Eichmann speaks to Suzanne Glass about growing up the fatherless
son of the Nazi war criminal hanged in Israel” The Independent.UK 7/08/1995
http://www.independent.co.uk/life-style/adolf-eichmann-is-a-historical-figure-to-me-ricardo-eichmann-speaks-to-suzanne-glass-about-growing-up-the-fatherless-son-of-the-nazi-war-criminal-hanged-in-israel-1595146.html
Adolf Eichmann en la Argentina, en donde fue detenido y secuestrado |
La portada de la "edición" con prólogo de Baltasar Garzón |
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