martes, 25 de noviembre de 2025

Mundo polémico

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

En 1999 se publicó en español el libro de la lingüista Deborah Tannen (1945) titulado "La cultura de la polémica" (ed. Paidós), una obra preclara que hoy probablemente entendamos mejor que entonces, aunque ya se apuntaban las formas actuales.

Recomiendo su lectura, como algunas otras de sus obras, pues lejos de lo rutinario académico, Tannen ha sabido encontrar temas y enfoques de interés para los lectores, desde las dificultades del diálogo entre hombres y mujeres, las de comunicarse en los ambientes laborales o este mismo que traemos hoy a colación, La cultura de la polémica. (The argument culture)


He encontrado este resumen de presentación que nos cuenta de forma escueta el problema y la intención de la obra, publicada en inglés en 1998. Se nos resumen así su tema:

Este libro aborda la enrarecida atmosfera bélica que actualmente nos envuelve y nos empuja a contemplar cualquier empresa que debamos llevar a cabo como si se tratara de una peligrosa misión. Esta "cultura de la polémica" nos obliga a contemplar el mundo y sus habitantes como si fueran nuestros enemigos, basándose a la vez en la premisa de que, para conseguir una meta, lo mejor es desplegar una enconada actitud de oposición frente a todo y frente a todos. Hoy en día, la mejor forma de profundizar sobre un tema es organizar un debate, y la forma ideal de comunicar una noticia es encontrar portavoces que manifiesten opiniones extremas, pues ello significa presentar "las dos caras" del problema. Para resolver una discrepancia, es preciso litigar y situar a los oponentes frente a frente. Para escribir un artículo, lo mejor es empezar rebatiendo a algún autor. Y, para demostrar que se sabe pensar, parece indispensable criticar y atacar. Este tipo de enfoque puede funcionar en algunas ocasiones, pero no por norma general, pues aporta más problemas que soluciones. Así, nuestros debates en público se asemejan cada vez más a las disputas domesticas: en lugar de intentar comprender al otro, solo pretendemos ganar la batalla. Y, de este modo, cada día se hace más necesario un tipo de polémica que exija la elaboración de argumentos a partir de los diversos puntos de vista y sin que medie la disputa, es decir, sin tener que recurrir a la agresividad.

¿Les suena el problema?

Sin duda, Tannen ya contemplaba lo que hoy se ha convertido en normalidad. Polemizo, luego existo. Encienda su televisor, vea las noticias. De la política a los deportes pasando por la información social, solo hay noticia si dos (al menos dos) se enfrentan, se desgañitan y rechazan.

Lo que era una característica esencialmente de la política norteamericana hoy se cumple en casi todo el mundo. En un mundo mediático en el que hay que llamar la atención, el que más grita, el más agresivo, resulta favorecido. El problema añadido es que esto ya no ocurre solo en la política, sino que se ha extendido a otros ámbitos creando un entorno de discusión constante.

Han sido las noticias mañaneras las que me trajeron a la memoria las antiguas lecturas de Tannen. Sus libros están por algún lugar de mis estantes (estoy terminando de colocarlos tras mi mudanza), pero sí están localizadas en mi mente sus ideas como interpretación de lo que el mundo nos ofrece cada día.

Como bien se señala, no estaba claro que la polémica sirviera de mucho. Hoy sabemos que es rentable, pero destructiva. Es muy arriesgada una política de enfrentamiento constante, que no busca resolver los problemas, sino agrandarlos hasta convertirlos en armas arrojadizas en rostro de los otros.



Deborah Tannen

Efectivamente —está ya más que comprobadoؙ—, se trata de polarizar, de hacer que cada uno vea al otro como un veneno para el conjunto. Sin embargo, una sociedad democrática debería apostar por la convivencia. Claramente, esto no se hace. El ejemplo social es negativo y el diálogo se entiende ya como falta de recursos.

Hay un problema con los perfiles. Este tipo de práctica genera la necesidad de políticos poco constructivos, poco dados a resolver los problemas y sí a manipularlos haciendo que duren lo más posible si perjudica al otro. Lo malo es que estos problemas sin resolver afectan al conjunto y crean un ambiente de tensiones.

¿Somos conscientes del efecto de ese ambiente conflictivo constante? No es de extrañar que sean la angustia, la agresividad, la soledad y la ansiedad las constantes que definen a nuestras sociedades actuales. La violencia se desvía hacia los más débiles o, simplemente, a los que tenemos más cerca.

La cultura de la polémica, como la denominó Deborah Tannen, no es un invento intelectual de una profesora aburrida. Es una descripción ajustada de una situación real.


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