Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
medios internacionales, de The New York Times a RTVE, dedican titulares a las
declaraciones del antiguo colaborador de Donald Trump, John Kelly. La noticia
es algo conocido ya, pero que sigue sorprendiendo cada vez: Kelly considera a
Trump un "fascista" modélico o, como dicen en The New York Times,
"met the definition of a fascist"*.
The New York Times |
Hemos
seguido durante años a Trump, en presidencia o en la oposición, con sus
declaraciones constantes, por lo que no encontramos lo novedoso del asunto,
pero siempre es bueno que se sepa con qué se juega en esto de las elecciones en
una democracia al elegir un modelo u otro.
Hemos
recordado varias veces que Trump llamaba al presidente egipcio, Abdel Fattah
al-Sisi, "su dictador favorito". El presidente egipcio fue el primero
en felicitarle. Al-Sisi supo ver la vanidad de Trump y Trump supo ver cómo se
ejerce el poder con mano dura y rodeado de aduladores, algo muy parecido al
ideal trumpista, que es más bien faraónico.
El
problema con Trump no es su peculiar patología, sino el atractivo que tiene
para millones de votantes en los Estados Unidos y que pueden llevarle de nuevo
a la presidencia del país y remover las relaciones internacionales precisamente
por su fascinación con los dictadores y de estos con él, ya que se sienten
respaldados por una potencia mundial. Y no está el mundo para bromas.
La
pregunta que nos hacemos es precisamente ese respaldo de USA a dictadores que
ha envenenado las políticas mundiales con esa "naturalidad" de las
dictaduras. Hemos aceptado es juego geopolítico que hace ver que lo importante
son los aliados y no lo que estos hagan. Para los diversos dictadores
mundiales, Trump es un regalo. No solo les admira, sino que toma decisiones que
afectan a la configuración del espacio político internacional.
En esto, la calidad de la vida política ha empeorado pues la degradación democrática es patente, ascendiendo en todo el mundo los grupos y políticas populistas, en especial de la ultraderecha.
Que los
Estados Unidos comiencen a hacer lo mismo que hace Vladímir Putin, amparando
dictadores y pseudo democracias, como ocurre con Venezuela y algunos países de
la antigua URSS, es preocupante y supone también la erosión de países con
tradiciones democráticas que se ven progresivamente arrastrados a posturas de
ultraderecha.
La
campaña norteamericana está marcada por la desinformación y la difamación como
variante. En algunos casos, como denuncia hoy The Washington Post, con campañas
con origen en Rusia. La globalización que han traído las redes sociales está
redefiniendo el concepto de comunicación política y de "acción
comunicativa". El poder hacer trabajo sucio, por llamarlo así, hace que
países como Rusia se planteen su intervención constante en los procesos
electorales, que tengan sus propios candidatos en ocasiones y que se planteen
de forma constante la desestabilización de cada país. Hoy esto es rápido y
barato. Europa ha tenido que establecer medidas legales de defensa para poder
evitar los intentos de manipulación.
Que los
países enemigos de Estados Unidos, como Rusia, tengan a Trump como
"favorito" ya dice mucho. El deseo de verle en el poder no es porque
le deseen un buen mandato, sino precisamente por lo contrario: no hay peor
destino que tener a Trump como presidente.
Me
imagino que por todas partes, en los grupos internacionales, pensaron que las
torturas de sus cuatro años de mandato se habían terminado. La posibilidad de
tenerle de nuevo en la Casa Blanca es de echarse a temblar. Aquellas carreras
de Trump para ponerse en situación preferente en las fotos no solo eran
infantiles, sino reveladoras de esa personalidad narcisista desaforada,
fácilmente manipulable.
Una de
las noticias que escuchamos en RTVE esta misma mañana recogía las insinuaciones
de Trump sobre el uso interno del ejército para "acabar" con los
problemas o contestación interna. Recordemos que esto no es una novedad en
Trump. La idea de que él pierda está fuera de su espacio mental, por lo que
perder es un "robo" que le hacen. Bajo esta premisa se produjo el asalto
armado al Capitolio, el episodio más antidemocrático de la historia de la
democracia americana. ¿Hará lo mismo ahora? No tendría nada de particular. Para
Trump, solo el triunfo es normal; lo demás son conspiraciones y fraudes.
El 13
de octubre pasado podíamos leer en CNN en español:
El expresidente Donald Trump sugirió usar a
los militares para enfrentar lo que llamó “el enemigo interno” el día de las
elecciones, y dijo que no le preocupa el caos de parte de sus partidarios o
actores extranjeros, sino de los “lunáticos de izquierda radical”.
“Creo que el mayor problema es la gente de
adentro. Tenemos gente muy mala. Tenemos gente enferma. Lunáticos de izquierda
radical”, dijo Trump en una entrevista con Maria Bartiromo de Fox News en
“Sunday Morning Futures”.
“Creo que esto debería ser manejado muy fácilmente, si fuera necesario, por la Guardia Nacional, o si realmente fuera necesario, por los militares, porque no se puede permitir que eso suceda”, añadió.**
Las declaraciones a la Fox son claras. Suponen la preparación de un clima violento para las elecciones. Como siempre es el miedo el que "obliga" a respaldar esas acciones violentas, para las que Trump solicita la intervención de la Guardia Nacional.
No, no es de extrañar que John Kelly hablara de "fascista", de un "admirador" de dictadores. Cuando un país que debería inspirar la democracia a otros puede ser dirigido por un admirador de dictadores debemos preocuparnos todos.
El Mundo 4/07/2024 |
* "As
Election Nears, Kelly Warns Trump Would Rule Like a Dictator" The New York
Times 22/10/2024
https://www.nytimes.com/2024/10/22/us/politics/john-kelly-trump-fitness-character.html
** Veronica
Stracqualursi "Trump propone usar al ejército para luchar contra el
“enemigo interno” el día de las elecciones" CNN en español 13/10/2024
https://cnnespanol.cnn.com/2024/10/13/trump-ejercito-luchar-enemigo-elecciones-trax
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