Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si hay
un aspecto que hemos resaltado aquí durante estos años es el desastre la
política norteamericana en Oriente Medio. Puede que no sean tanto los hechos
como la carencia absoluta de un guión que represente el papel de los Estados
Unidos en la zona. Y lo que es peor: el guión se lo han escrito tan bien sus
enemigos que hasta los amigos lo han asimilado. Hoy todos, aliados y enemigos,
recurren como la forma más sencilla de comunicarse con sus pueblos, al
antiamericanismo.
Es
cierto que incluso los teóricos occidentales han contribuido a ello, como los
que se han dedicado a profetizar el fin del la era americana. Entre críticos
del "orientalismo", teóricos del "postcolonialismo" y
agoreros del choque de civilizaciones, lo cierto es que el papel de Estados
Unidos se ha visto reducido y, algo peor, distorsionado hasta niveles
insólitos. En ocasiones, durante estos años, nos hemos referido a Barack Obama
como "el presidente peor asesorado de la Historia" precisamente para
tratar de expresar ese distanciamiento de la realidad que la superpotencia
tenía respecto al detalle. Es sorprendente el resultado de estos años pese a
las ideas y venidas del Secretario de Estado John Kerry que se ha ganado el
sueldo con creces.
El
presidente Obama hizo una gira por los países de Oriente Medio y dejó una gran esperanza respecto a lo que la zona podía esperar de él. Tras años de
pragmatismo apoyándose en ejércitos y dictadores, ahora parecía que había
esperanzas de democracia en la zona. Así lo pensaron muchos. La realidad fue
otra.
Donald
Trump está atacando en estos momentos a Hillary Clinton con su responsabilidad
durante el tiempo en el que fue Secretaria de Estado y, por ello, responsable
de la política exterior norteamericana. Todavía deben quedar restos de pancartas
en ciudades como El Cairo declarándola persona
non grata. Desde el punto de vista de la investigación emprendida por los
republicanos con un Comité de la Cámara de Representantes, el asunto del asalto
del Consulado en Bengasi (Libia) no se ha resuelto hasta hace muy pocos días.
Iban buscando la cabeza de Hillary Clinton tratando de demostrar su negligencia
en un caso en el que murieron cuatro ciudadanos norteamericanos, incluido el cónsul.
El diario El País recogía hace unos días el resultado final del informe que era
exculpatorio:
“Nadie se dirigía hacia Libia en el momento
en que fallecieron dos [de los cuatro] estadounidenses, casi ocho horas después
de que empezase el ataque”, dijo este martes Gowdy. El Comité sí culpa al
Gobierno de la falta de una estrategia en Libia y de no reconocer la creciente
amenaza a la seguridad de sus efectivos en el país.
Esta afirmación coincide con la evaluación
realizada por responsables del Ejército estadounidense tras el atentado. En sus
comparecencias ante el Comité, líderes militares han alegado que carecían de
información exacta sobre la evolución del ataque que les hubiera permitido
reaccionar inmediatamente, así como de los efectivos necesarios en alerta para
desplazar hacia Bengasi.*
Acusar
al gobierno de los Estados Unidos de "no tener una estrategia", de "no estar informado"
de lo que sucede en la zona y que el Ejército reconozca "carecer de
información exacta", aunque se trate de un hecho concreto, dice mucho de
lo que ha sido la era Obama en Oriente Medio.
Por
este lado se le abre un frente débil a Hillary Clinton y que Trump aprovechara.
De hecho, Trump ha asumido las teorías que hoy inundan Oriente Medio: los
Estados Unidos son responsables de todo lo que ocurre, del Estado Islámico
(creado para desprestigiar al islam) al golpe turco (del que las veladas
alusiones de Erdogan a terceros países señalan a los Estados Unidos, lugar de
exilio del clérigo Gulen, al que responsabiliza. Lo expresa con claridad: el
mundo está en un estado más caótico y peligroso desde que Obama llegó a la Casa
Blanca. Olvida, claro, que el mundo que Obama recibe es el que le deja George
Bush Jr, incluso George Bush Sr.
Especialmente
grave es la situación en la zona desde que Rusia decidió que ya había pasado el
tiempo de los sueños y se lanzó a una política activa tras los errores y carencias de la política
norteamericana. Allí donde los Estados Unidos se crean problemas, desembarca
Putin con lazos comerciales, turísticos y militares que debilitan las formas de
presión de los poco fiables aliados que vieron desestabilizada la zona y
perdido el poder tras la Primavera Árabe, eje del terremoto.
El caso
es especialmente grave en los dos países con los que Estados Unidos creía tener
enmarcada la zona y protegida Israel por un lado y controlada Rusia y la
entrada a Asia con Turquía. Por motivos distintos, pero menos de lo que
pudieran aparecer a primera vista, los dos aliados de Washington se han vuelto
contra la mano que los ha armado.
The Washington Post
publicó ayer un artículo de Jackson Diehl, uno de sus reputados columnistas, en
el que precisamente se preocupa de esta cuestión con el título "A
troubling turn for U.S. relations in the Muslim world". En él señala:
When he launched his attempt to rebuild U.S. relations
with the Muslim world seven years ago, Barack Obama started with Turkey and
Egypt, vital U.S. allies that seemed to be on the cusp of change. Under Recep
Tayyip Erdogan, Turkey was pioneering a model of moderate, democratic Islamism.
Egypt was still ruled by an aging strongman, but with prodding from the George
W. Bush administration, it had allowed the flourishing of a liberal civil
society and was attempting to modernize its economy.
Since then, the two countries have, indeed,
transformed their political systems and their relations with the United States
— and the result has been a disaster for U.S. interests. As Obama prepares to
leave office, Turkey and Egypt are emerging as twin models for a 21st-century
Muslim authoritarianism, one Islamist and one secular. Their regimes are far
more repressive than they were in 2009 and far less open to liberal ideas. But
their most distinguishing feature, compared with a decade ago, is their
anti-Americanism.
Erdogan and Abdel Fatah al-Sissi, Egypt’s
general-turned-president, have become certifiably paranoid in their views of
the United States. They not only embrace wild anti-American conspiracy
theories, but articulate them in public. They seed the media they control with
propaganda that makes Vladimir Putin’s anti-U.S. diatribes look tame. They go
out of their way to persecute civil society groups, politicians and journalists
they perceive as having U.S. support or connections.**
Quizá un poco tarde, con Obama con un pie fuera de la Casa
Blanca, hacer estar reflexiones que hoy ya son clamorosas y difíciles de
erradicar. El paralelismo entre el modelo representado por ambos países es
evidente por más que no les guste a ninguno de ellos la comparación. Quizá sea por
eso. Sin embargo, ya en estas pocas líneas se perciben dos errores que forman
parte del problema. Dejamos de lado el qué
sea eso denominado "los intereses norteamericanos", fórmula
retórica en la que cabe todo y de la que nunca se sabe nada, especialmente si
el caso es la pérdida de rumbo internacional. Quizá si eso fuera algo más allá
de la fórmula vacía no se habrían producido muchos problemas. Los interese
norteamericanos, por ejemplo, han sido los que han llevado a los Estados Unidos
a espiar a sus socios y aliados occidentales mientras que, de nuevo por ejemplo,
desconocían lo que pasaba bajo sus narices en Libia, Egipto, Turquía o Siria.
Seguro que el móvil de Angela Merkel era mucho más interesante que el de los
dirigentes libios, yemeníes, egipcios, etc.
Quizá Obama cometió un error al ofrecer generosamente a
Hillary Clinton, su competencia a la Casa Blanca, el puesto de Secretaria de Estado;
quizá Clinton estaba más preocupada por la legislatura que le tocara a ella
presentarse a la presidencia. Por eso abandonó el barco en la segunda legislatura, para
distanciarse de la política de Obama y de los fracasos internacionales que ya
se veían venir. John Kerry entró ya con el desastre en marcha y solo pudo
correr detrás de los fuegos y aceptar las "buenas ideas" rusas que Lavrov
le dejaba en el camino para evitar una intervención masiva en Siria de
incalculables consecuencias a la que ya se había apuntado el cerebro
inconsciente del Brexit, David Cameron.
La realidad que el artículo de The Washington Post recoge —el antiamericanismo virulento de
Erdogan y El-Sisi— no es nueva, como sabe cualquier lector paciente de este
blog.
En el caso Egipcio, se percibe el error ya desde la
valoración del articulista sobre Hosni Mubarak —"an aging strongman" apoyado
por la administración de George W. Bush, le llama—, lo que explica los errores
de concepto y evaluación posteriores que llevaron al desastre actual de Egipto,
su posición internacional enfrentado a todos, error tras error, y a la
involución de las pocas libertades que un régimen nefasto tenía.
Barack Obama y su administración, Hillary Clinton en
especial, no supieron interpretar la Primavera Árabe porque tampoco habían
hecho anteriormente esfuerzos para comprender la situación social, las
aspiraciones y, especialmente, los mecanismos de creación de opinión pública
que se estaban manejando y que llevarían al poder a los islamistas.
La mentalidad norteamericana ha sido incapaz de comprender
las tretas y argucias que utilizaban los dictadores a los que apoyaban como garantía de estabilidad. Un dictador de
este tipo no tiene ideología, solo
estrategias para mantenerse él y su grupo (familia, institución que le
respalda) en el poder. Han dicho siempre lo que los Estados Unidos han querido
escuchar y han hecho después lo que han querido sin demasiados problemas. Han
vendido laicismo cuando Estados Unidos se enfrentaba al terrorismo de Al-Qaeda
y los talibanes, pero han usado la religión para mantener sus propias bases
como un arma de control social para evitarse conflictos y no ser llamados
impíos y cuestionados.
El antiamericanismo, en suma, que tanto llama la atención,
es un movimiento estratégico una vez más, fomentado desde los propios
gobiernos, como señala The Washington Post. Es un discurso que les permite
aunar a todos: Estados Unidos es el mal. A los islamistas les parece bien
porque dicen que Occidente les impone modelos que no son suyos; a los
demócratas les parece lo más normal del mundo porque han sido encerrados
durante décadas en las cárceles con el consentimiento de Estados Unidos, que
nunca han comprometido sus "intereses" en este sentido y a los que
les aseguraban que los encarcelados no tenías apenas apoyo social. Los
gobiernos acusan a los Estados Unidos de haber promovido la Primavera Árabe
para hundir y dividir Oriente Medio; la oposición los acusan, en cambio, de
haber apoyado a los islamistas y de no haber apoyado a los demócratas. ¡Unanimidad
total! Desde la época de Vietnam no se veía algo así.
El columnista de The
Washington Post se pregunta por el origen de este cambio en ambos países y
encuentra una explicación: los países prefieren imitar a Vladimir Putin y a
China, como modelos autoritarios que la gente acepta mientras funcione:
Putin and China’s Xi Jinping have helped to
inspire the new Muslim models of authoritarianism. A decade ago, dictatorship
looked untenable in a globalizing world dominated by the United States;
consequently, Erdogan was pushing Turkey toward membership in the European
Union, while Egyptian strongman Hosni Mubarak was allowing his son to privatize
state companies and tolerating Western funding of Egyptian groups promoting
democratic politics and the rule of law. Now the Chinese and Russian regimes
seem to offer proof that it’s possible to exclude democratic competition,
suppress civil society, censor the Internet, practice crony capitalism, defy
Washington — and still flourish.
So both Muslim governments are importing those
practices. Erdogan has copied Putin’s political path, shifting from prime
minister to the presidency while seeking a constitutional reform that would
vastly increase the powers of the executive. Since the coup, he has targeted
more than 50,000 perceived opponents. Sissi is preparing a draconian law that,
like those already passed in Moscow and Beijing, would shut down any NGO with
foreign connections or support. Most of these are already closed; U.S. citizen
Aya Hijazi, who launched an organization to help impoverished street children,
has been imprisoned for two years without trial.**
De nuevo, creo que la explicación se encuentra a medias. En
estos años hemos podido apreciar el acercamiento ruso a Egipto. Putin no es
tanto un "modelo", en el sentido que se le da en el artículo, sino un
"amigo fiable", algo que no ha ocurrido con los Estados Unidos y su
política exterior en este tiempo. China tampoco es un modelo; se trata de
captar inversiones allí donde los Estados Unidos se retiran, igual que hace
Rusia. China está interesada en invertir fuera y lo hace. Si los
norteamericanos se convierten en socios incómodos criticando la política de
Derechos Humanos, pueden tener por seguro que ni Rusia ni China va a abrir la
boca por menudencias.
Lo del modelo autoritario representado por Putin frente al
modelo democrático representado por Obama es otra muestra más de la ingenuidad
estadounidense en el análisis. ¿Necesitaba El-Sisi un "modelo
autoritario" o llevaba toda la vida viviendo en él? Solo una visión
benévola de la época de Mubarak puede ignorar su régimen de represión. No,
Egipto ya era un modelo de negocios internacionales y represión nacional con
Estados Unidos bendiciendo la unión del viejo dictador (perdón, "hombre
fuerte") con las clases empresariales en medio de una corrupción que sumió
al país en el abandono total.
Darse cuenta de que a la sombre de la influencia
norteamericana se han generado dos sistemas autoritarios, con dos
personalidades invertidas, que se alejan de ella no debe ser agradable.
Quizá la única explicación a lo ocurrido en estos años lo
estemos viendo con la presencia de Donald Trump como nominado republicano a la
Casa Blanca. Su nombramiento, además de un peligro por lo que presenta como
programa, es la constatación de un mal general: la baja calidad de la clase
política norteamericana. Las energías de los republicanos se han despilfarrado
en tratar de hundir a los demócratas; las de los demócratas en tratar de
compensar el peso de estos en las cámaras y defendiéndose de sus ataques
continuos. Es difícil que un país con tantas responsabilidades en todo el mundo
pueda tener la atención necesaria en los asuntos cuando tiene dentro tal
leonera política.
Lo que ocurra en la Casa Blanca es importante para el mundo.
También lo que está pasando en Egipto y Turquía. Estamos en un mundo convulso y
confuso. Sea lo que sea, solo hay una certeza: la Historia no es reversible. No
hay Delorean para ir y volver a
arreglar los entuertos. Los problemas de hoy nacieron ayer; los de mañana los
tenemos debajo de los ojos sin verlos hasta que es demasiado tarde.
* "El informe final
sobre el ataque al consulado de Estados Unidos en Bengasi exculpa a Hillary
Clinton" EL País 26/06/2016
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/28/estados_unidos/1467132850_817239.html
** Jackson
Diehl "A troubling turn for U.S. relations in the Muslim world" The Washington Post 24/07/2016
https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/a-troubling-turn-for-us-relations-in-the-muslim-world/2016/07/24/a159cfee-4f4b-11e6-a7d8-13d06b37f256_story.html
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