Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
Brexit ha comenzado siendo una caja de Pandora y ahora parece la maldición de
la tumba de Tutankamón: uno tras otros van cayendo los que entraron en el juego
de la salida. La sorpresa de la dimisión de Nigel Farage, cabeza del partido
xenófobo y pro salida de Reino Unido de Europa, madre de todos los males, parece
indicar que Gran Bretaña no solo ha cortado los lazos con Europa sino las
cabezas de todos sus líderes políticos: Cameron, Corbyn, Johnson, Farage... Todos
van cayendo o tirándose, que las dos circunstancias se dan. La ira se ha
desatado contra ellos en sus propios partidos, con dimisiones y rebeliones,
como la de los laboristas que quieren que Corbyn se vaya. Ningún partido en su
sano juicio presentaría a los ganadores
después de lo ocurrido.
El País
titula: "Reino Unido afronta descabezado la redefinición de su lugar en el
mundo"*. Lo cierto es que nadie quiere atribuirse el mérito de la machada de haber sacado a Gran Bretaña
de la Unión Europea. Todos rehúyen ese dudoso honor que les hará pasar a la Historia
en foto infame. Los que se mostraban tan fieros, como Johnson o Farage, se
retiran discretamente sabedores de las reacciones que han provocado y de la
dimensión real de la catástrofe.
Ganar
un referéndum era la antesala a ganar unas elecciones. En unos casos había que
luchar antes por el liderazgo, como Johnson en el partido conservador. Esta es
la gran irresponsabilidad: los dos grandes partidos renegaron de la defensa
firme de Europa pensando no en el futuro de su país sino en sus futuros
personales. Ese es el verdadero drama democrático. Los británicos saben quién
ha votado y quiénes no pudieron hacerlo; después los "arrepentidos",
los que se dicen engañados por las
mentiras desveladas horas después o los que votaban contra Cameron en las espaldas de Europa o... Pero todo esto es
lamento por lo que pudo haber sido. La realidad es otra, con diversos
escenarios, y ninguno bueno para Gran Bretaña.
Desde
los Estados Unidos, que lo ha visto con preocupación en dos sentidos. Por un lado
lo que implica de debilitamiento de un socio con el que la alianza es
fundamental. Fuera de Europa la cuestión se vuelve más complicada en muchos
campos, no solo el económico y obliga a negociar doblemente, con Gran Bretaña y
con la Unión por separado. Thomas L.
Friedman, el comentarista de The New York Times, es muy duro en el análisis del
otro sentido, el que tiene implicaciones analógicas con la clase política
norteamericana:
The British vote by a narrow majority to leave
the European Union is not the end of the world — but it does show us how we can
get there.
A major European power, a longtime defender of
liberal democracy, pluralism and free markets, falls under the sway of a few
cynical politicians who see a chance to exploit public fears of immigration to
advance their careers. They create a stark binary choice on an incredibly
complex issue, of which few people understand the full scope — stay in or quit
the E.U.
These politicians assume that the dog will
never catch the car and they will have the best of all worlds — opposing
something unpopular but not having to deal with the implications of the public
actually voting to get rid of it. But they so dumb down the debate with lies,
fear-mongering and misdirection, and with only a simple majority required to
win, that the leave-the-E.U. crowd carries the day by a small margin. Presto:
the dog catches the car. And, of course, it has no idea now what to do with
this car. There is
no plan. There is just barking.
Like I said, not the end of the world yet, but
if a few more E.U. countries try this trick we’ll have quite a little mess on
our hands. Attention Donald Trump voters: this is what happens to a country
that falls for hucksters who think that life can just imitate Twitter — that
there are simple answers to hard questions — and that small men can rearrange big
complex systems by just erecting a wall and everything will be peachy.**
Friedman es claro desde el título "You Break It, You Own It". El que ha hecho el destrozo será quien pague las consecuencias. Gran Bretaña —ahora llegará el segundo flujo de mentiras— no puede pretender salir beneficiada de la ruptura, como señala el columnista. Eso es una fantasía que se ha terminado. Es ella quien quiere salir y las condiciones de salida se las irán diciendo. El referéndum lo han hecho ellos, no nosotros.
Que en las democracias más avanzadas, los líderes políticos estén descendiendo a niveles de demagogia e intriga, a juegos
personalistas de poder, a mentiras innumerables, a excesos verbales, a la
xenofobia... en cantidades nunca vistas,
es altamente preocupante. El mundo occidental está cayendo en el error de aquellos que
nunca han respetado el juego limpio de la democracia.
El aviso de Friedman a los votantes de Donald Trump no es
infundado. Los Estados Unidos se ven abocados en la recta final de su
proceso selectivo a tener un candidato como Donald Trump; es un drama que
debería hacer reflexionar a políticos de muchos países, incluido el nuestro. Que en países como Estados Unidos e Inglaterra se imite el
lenguaje y las actitudes, como ha hecho Farage, de los líderes demagógicos de
dictaduras y pseudo democracias es muy peligroso para todos.
Hoy el mundo se nos está
llenando de demagogos. A su servicio tienen costosos gabinetes de comunicación
y profesionales de la demagogia mediática, guionistas, analistas, encuestadores,
sociólogos, psicólogos y demás personas capaces de encontrar la forma más
eficaz de que la gente crea de forma ciega lo que se les diga.
En un mundo cada vez más inculto, las razones sobran y
bastan los eslóganes ingeniosos, el griterío, el gesto desafiante para
transformar a los votantes en vociferante hinchada. Unos y otros practican el
rentable juego del engatusamiento, de la ceguera para conseguir sus fines.
Como señala Friedman, solo se han escuchado ladridos, nunca
una alternativa razonable, pues se ha podido comprobar que los beneficios eran
mentiras y los perjuicios escamoteados en los discursos.
Los únicos interesados en esto son los que realmente quieren
el debilitamiento de Europa, junta o por separado, desde el exterior. Desde el
interior, los que esperan alcanzar el poder a través del fomento de las
críticas catastrofistas y ponen palos en las ruedas de una Europa.
La salida de Reino Unido ha tenido su primera reacción en el
propio Reino Unido. Ha sido una reacción de estupor ante lo que muchos veían
como una fantasía apocalíptica. Y esa fantasía se puede hacer una horrible
realidad cuando se repasan con detalle los sectores, de la educación a la
economía, de la ciencia a las artes.
De repente, se descubre que Europa estaba ahí, contribuyendo
a la prosperidad de Gran Bretaña y no causando su ruina, como se decía. Los
seguidores de Juego de Tronos en todo
el mundo se enteran —nunca les había importado— de que su querida serie está
ahí en parte por la aportación de fondos europeos, como señala El Observador:
Al tiempo que artistas y
productores enumeran las consecuencias negativas para las artes ante la salida
del Reino Unido de la Unión Europea (UE), uno de los programas más populares y
queridos de la televisión a nivel internacional podría comenzar a experimentar
sus propias dificultades.
Según la revista Foreign Policy, parte de los costos de
producción de la serie Game of Thrones
son financiados por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, que busca promover
proyectos de la UE y, en este caso, contribuye con la inversión necesaria para
filmar en locaciones como Irlanda del Norte y Escocia, lugares que le dan
rostro a Winterfeld, Castle Black y las Iron Islands. Desprovista de la inyección
de capital que permite el fondo, Game of Thrones podría dejar de ver a Irlanda
del Norte como un territorio atractivo para sus filmaciones, aunque haya sido
escenario de momentos fundamentales de la serie, como la batalla de los
bastardos entre los ejércitos de Jon Snow y Ramsay Bolton.
Según la publicación, la salida
de la UE pone a HBO en una posición en la que deberá buscar socios para ayudar
a compensar el dinero que perderá, un recorte que afectará su capacidad para
realizar escenas que requieran un gran despliegue de personal y recursos.
Actualmente, se estima que cada episodio de la sexta temporada de la serie
cuesta US$ 10 millones, un número que incrementa según la cantidad de efectos
especiales requeridos.
Sin embargo, HBO no realizó
comentarios sobre el impacto del Brexit en la producción del show, que también
ha sido filmado en España, Croacia, Malta e Islandia. Northern Ireland Screen,
la agencia audiovisual oficial de Irlanda del Norte, también declinó declarar
ante Foreing Policy.**
Es solo un ejemplo, un pequeño detalle que se podría
multiplicar por decenas de miles de proyectos que reciben financiación de
fondos europeos y que han ido a regiones en las que se explica poco de dónde
provienen. Quizá haya que explicar de nuevo los beneficios de Europa unida y no
pensar que todos nos roban.
El episodio de La
batalla de los bastardos es un hito televisivo que puede agradecer a la
Unión Europea su realización. Los perros hambrientos daban buena cuenta de su
amo Bolton después de que este los dejara sin comer pensando en otras víctimas.
Al final a cada uno le toca vivir con los perros que ha criado; lo que has entrenado
para matar a otros, pueden acabar degustando tus carnes.
*
"Reino Unido afronta descabezado la redefinición de su lugar en el
mundo" El País 4/07/2016 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/04/actualidad/1467656861_575063.html
**
"You Break It, You Own It" The New York Times 29/06/2016
http://www.nytimes.com/2016/06/29/opinion/you-break-it-you-own-it.html
***
"¿Cómo el Brexit puede llegar a afectar a Game of Thrones?" El
Observador 24/06/2016
http://www.elobservador.com.uy/como-el-brexit-puede-llegar-afectar-game-of-thrones-n931932
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