Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Lejos
de preguntarse por qué se ha producido un intento de golpe de Estado en
Turquía, la pregunta más frecuente en todas partes es ¿por qué ha fallado? Con esto se da por entendido que han sido las
acciones de Recep Tayyip Erdogan y su partido, sus constantes ataques a las
libertades de todos los turcos, las que han provocado el golpe militar. La
prueba es que nadie ha manifestado la más mínima simpatía hacia Erdogan.
Desde
hace mucho tiempo el mundo advierte a Erdogan de sus acciones y del retroceso
de la democracia en Turquía. Frente a ello, el presidente turco no solo no se
inmuta sino que trata de obtener más poder para su persona y debilitar la
sociedad turca llevándola al modelo que tiene en mente como islamista. Para el
islamista, la democracia es una vía que le permite implantar su modelo de
sociedad frente a otros modelos; no es solo una cuestión de gobierno. No se ve
nunca como una alternativa política sino como un modelo que tiene que ir
eliminando los obstáculos que la historia ha acumulado frente a la verdad y la
perfección que representan. Para el islamista, la forma de vida de los otros no
es un derecho sino un error del que deben ser desalojados con
diferentes tácticas y estrategias.
Estos
cambios se han ido produciendo de forma constante por Erdogan y su partido, que
cada vez ha sido más condenado y advertido por la comunidad internacional sobre
sus persecuciones político-religiosas contra todo tipo de opositores.
Frente
a las advertencias que se le han realizado una y otra vez frente a su
autoritarismo, Erdogan ha reaccionado mediante la amenaza constante y tres
chantajes:
a) la OTAN, que ha hecho que se suavicen las
críticas de sus socios en la Alianza, a los que ha comprometido fuertemente con
casos como el derribo del avión ruso;
b) los refugiados, que ha utilizado como
amenaza contra Europa cada vez que ha sido criticado, abriendo y cerrando las
fronteras;
y c) el Estado Islámico, con el que ha estado
jugando de forma sospechosa —como se
ha señalado repetidamente desde muchos puntos internacionales— hasta que las
amenazas occidentales le hicieron intervenir finalmente, alternando con sus
ataques a los aliados kurdos, a los que considera su propio
"terrorismo".
Con
estas tres líneas de actuación, Recep Tayyip Erdogan se ha ganado la antipatía
y la condena de la comunidad internacional que, de no estar Turquía donde está
y ser este el momento en que esa zona se encuentra al rojo vivo, habría sufrido
una condena más contundente.
Erdogan
ha desatado campañas para deshacerse de los grupos opositores, silenciar a los
periodistas y cerrando medios que no le son afines. Erdogan es, sin demasiadas
vueltas, un personaje autoritario y dogmático, insultante y chantajista.
El
intento de golpe le ha servido para iniciar la gigantesca purga que llevaba
tiempo intentando. Aunque el golpe ha sido militar, Erdogan ha ido hacia el
estamento que tiene una mayor eficacia política para el futuro: la purga de los
jueces. Con ello se asegura las condenas de todos aquellos que quiera eliminar
y que no le sean afectos. Ya controla la Policía, la judicatura es ahora su
objetivo. Junto con los funcionarios que va despidiendo y sustituyendo por los
de su cuerda islamista, el objetivo de Erdogan es la instauración de un
fascismo religioso con un partido único que se convierta en hegemónico y dejar
alguno residual para acallar las quejas de que no hay democracia.
Erdogan
busca el prestigio que da el poder absoluto en las mentalidades islamistas,
signo de tener todo a favor. Por eso sus aspiraciones son imperialistas y lo
hace a través de los negocios, mediante los cuales se ha creado una base de
apoyo entre el empresariado al que da buenos beneficios. Se crea así algo
importante una base de negocios —como comentamos el otro día— islámicos, con la
que Erdogan da ganancias a sus apoyos financieros. Sin embargo, las cifras de la economía turca han ido en retroceso. Erdogan ya no vende bien fuera y los inversores se resisten mientras crece el déficit.
Desde hace un par de meses, las noticias sobre la caída de la economía turca han sido unánimes y se ha hablado de crisis económica y crisis política, la una vinculada con la otra. Turquía ya no funciona como antes y en gran parte es debido a las actitudes de Erdogan.
Desde hace un par de meses, las noticias sobre la caída de la economía turca han sido unánimes y se ha hablado de crisis económica y crisis política, la una vinculada con la otra. Turquía ya no funciona como antes y en gran parte es debido a las actitudes de Erdogan.
Erdogan
aprovecha cada circunstancia para arremeter contra aquellos que creen que
pueden debilitarle. Las insinuaciones de que los Estados Unidos están detrás
del intento de golpe es una forma más de manipulación psicológica de la gente.
Es la forma de hacer ver a los turcos de su cuerda que todos los que se le
oponen forman parte de una conspiración "occidental". Así reafirma la
mentalidad islamista como única salida, negando la democracia en el momento en
que tenga el poder suficiente.
Los
únicos que han hablado de "democracia", curiosamente, son los golpistas.
The New York Times
resalta un aspecto:
Yet as the weekend progressed, it was becoming
clearer that for Mr. Erdogan and his religiously conservative followers, the
moment was a triumph of political Islam more than anything else.
While secular and liberal Turks generally
opposed the coup, it was Mr. Erdogan’s supporters who flooded the streets and
gathered at Istanbul’s airport Saturday morning to push out the occupying army.
They mostly yelled religious slogans and chants in support of Mr. Erdogan, not
of democracy itself.*
La observación final es ajustada, pues no son precisamente
partidarios de una democracia pluralista. El retroceso del "islam
político", con su salida de varios países y el refugio en Turquía,
convierte a esta en la sede extraoficial de ese movimiento. La deriva
autoritaria de Erdogan busca garantizarse la permanencia en el poder, sí, pero
también mantener el liderazgo del islam político ante el fracaso del movimiento
en otros países o la modificación de sus principios, como ha sucedido en Túnez.
Erdogan quiere ser el líder de la comunidad porque sabe que ese sentimiento de
expansión es el sueño de muchos: recuperar esplendores y dominación.
Que los turcos partidarios de Erdogan hayan visto el golpe
no como un ataque a la democracia sino a su
democracia es relevante porque los pasos futuros irán en la constitución de una
república cada vez más islámica en la que, como ocurre en otras partes se vayan
eliminando enemigos, difamando opositores, llevándolos a los tribunales y con
un exilio cada vez más amplio. Todo esto lo practica ya Erdogan en Turquía de
forma "normal".
Su obsesión con el clérigo Gulen obedece esencialmente a que
sabe que posee una estructura organizativa que pudiera hacerle sombra. Es
característico del islamismo político (oficial o extraoficial) debilitar las
estructuras políticas que puedan tomar el relevo. No basta con fortalecerse,
hay que debilitar a los otros para que vaya desapareciendo la oposición hasta
quedar reducida a unas voces puramente testimoniales. De esta forma se aseguran
el poder definitivamente: se hacen con el Estado (burocracia, jueces, ejército,
policía, sindicatos, etc.) y debilitan a los opositores a los que presentan
siempre como enemigos del país y de la religión.
Lo que ocurrió cuando Erdogan "no gano" por mayoría las
elecciones ya lo vimos. Queda este asalto final a la resistencia encarnada en
el Ejército y la judicatura. Cuando Erdogan haya purgado el Estado, lo que
quedará no será una democracia, sino una dictadura islámica camuflada situada
en las puertas de Europa, Asia y Oriente Medio. Las posibilidades de cambio en
el poder se habrán esfumado haciendo imposible cualquier renovación. Cuando vea
que la oposición toma fuerza, volverá a crear otra situación que le permita la
purga y asalto al Estado.
El clérigo Gulen se muestra tranquilo en los Estados Unidos
y dice no saber nada del asunto. Es más, dice que hay muchas posibilidades de
que el golpe sea un "autogolpe", un montaje para hacer salir a la luz
las tramas de la oposición y salir fortalecido con un baño de multitudes cuando
se encontraba en horas bajas. Los ataques de Erdogan a Gulen, como señalamos
anteriormente, tienen la intención de anularle como parte de la oposición y
permanecer con su partido como única alternativa islamista, sin división del
"voto religioso". A los laicos los descalifica por laicos, vendidos a Occidente y destructores de Turquía; a los musulmanes que no le siguen, en cambio, los coloca en la dimensión golpista para deshacerse de ellos y ocupar sus puestos con su partidarios. Erdogan no quiere a nadie en su contra, laico o musulmán.
Si Erdogan se limitara a Turquía puede que se le pasaran por
alto muchas cosas, pero lo más probable es que su vocación expansionista otomana le haga extender sus manejos más
allá de sus fronteras, interviniendo en la política de la zona con intensidad,
como ya hace de hecho. Erdogan juega siempre en el límite, apostándolo todo. Conforme
vaya avanzando en su control del Estado, jugará con más fuerza. La
inestabilidad de la zona le beneficia políticamente porque sabe que mientras
tenga esas tres bazas de presión podrá seguir haciéndose con el Estado,
avanzando en sus pretensiones y reduciendo democracia y libertades como ha
estado haciendo hasta ahora. Es Erdogan quien está radicalizando Turquía.
La situación de Turquía es resultado de la política
autoritaria de Erdogan y su uso del miedo. Él es el mayor responsable de lo que ocurre. Por eso
esta vez nadie le ha considerado una "victima" y simpatías ha tenido
las justas; más bien han sido advertencias.
Solo la delicada situación de la zona hace que Erdogan mantenga los
contactos abiertos. La advertencia de Federica Mogherini sobre la pena de muerte usa una
presión ya casi imposible: la entrada de Turquía en una Europa a la que ataca y ridiculiza
constantemente. Más allá de Europa, Erdogan es un obstáculo poderoso y persistente en el camino de
las libertades. No es Occidente lo que le interesa; solo lo usa.
Veremos en qué queda el intento de golpe y si Turquía no
abre su propio proceso de caos. Como titula The New York Times, Erdogan ha
ganado ahora, pero el destino es incierto. Por ahora, el presidente turco hace lo más seguro: rodearse de gente a todas horas. Es un acto de seguridad, pero también un gesto de que tiene su propio ejército que le sigue.
*
"Erdogan Triumphs After Coup Attempt, but Turkey’s Fate Is Unclear"
The New York Times 18/07/2016
http://www.nytimes.com/2016/07/18/world/middleeast/turkey-coup-erdogan.html
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