Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me
acosté con la noticia de la muerte en Italia de un hombre africano muerto al defender a
su esposa de un ataque racista y me levanté con la noticia de los cinco policías
muertos en Dallas por un francotirador en respuesta a los dos crímenes (no se
pueden llamar de otra manera) racistas de un afroamericano y un latino de
color.
El
primer caso es una de las consecuencias de la intransigencia racista y xenófoba
que está resurgiendo en Europa y el segundo la emergencia de un comportamiento
de largo recorrido en el que las estructuras sociales se han ido configurando
para instaurar el racismo en los sistemas policiales y judiciales, una instrumentalización
de las herramientas del orden público y la legalidad en favor de unos y en
detrimento de otros. No es otra la queja que resuena en Estados Unidos.
El país
tiene un presidente negro al igual que lo es el jefe de Policía de Dallas, pero
los que matan en las calles abusando del poder son blancos. Y lo hacen porque sienten la impunidad de sus actos. Si no fueran juzgados de forma benévola, probablemente los
comportamientos serían otros; pero no es así Los ejemplos sobran y han aumentado en los últimos años según recoge la prensa.
La
campaña electoral de Donald Trump parte del principio racista de que los
hispanos sobran y de que en los "buenos viejos tiempos" ("good old days") las cosas "funcionaban
mejor" con los afroamericanos. En el contexto en que lo dijo, durante un mitin, todo
el mundo entendió a qué se refería: la época anterior a los movimientos de derechos
civiles era "mejor". La respuesta son comportamientos racistas
crecientes, hechos públicos sin reparos, y dos tiradores en una azotea disparando
a los policías que vigilan una marcha de protesta contra la brutalidad policial.
El caso
europeo provoca, además de indignación y vergüenza, una gran tristeza. Euronews
lo resume así:
“Perseguido en Nigeria, asesinado en Fermo,
que debía protegerle”, rezaba un cartel situado en una de las calles de esta
localidad que recuerda el sufrimiento de la pareja: Emmanuel y su esposa
huyeron de Nigeria tras ser diezmada su familia por Boko Haram, después
perdieron el bebé que esperaban durante la travesía hacia Italia y, finalmente,
cuando comenzaba a cobrar forma su “sueño europeo”, han sido víctimas del odio
y del racismo.*
Toda
muerte es la ruptura de un sueño. En este caso ha sido el Emmanuel y su esposa,
pero sueños rotos han sido también los de los muertos en Estados Unidos en
medio de un racismo creciente y una ola de indignación que ha traído más
muertes.
Nos enfrentamos
a demonios familiares. El País titula: "El antisemitismo abre una crisis
en los populistas alemanes". No estamos hablando de lugares recónditos en
los que se dan por buenas formas de discriminación de distinto orden (sexo,
religión, etnia), espacios en los que todavía la idea de Derechos Humanos es
una utopía porque la violencia endémica no deja espacio a la razón. Estamos hablando
de Alemania, del corazón de Europa, de uno de los países más avanzados social,
científica, culturalmente del planeta. El País nos cuenta:
Alternativa para
Alemania, el
partido que dio la sorpresa electoral en marzo, libra una guerra civil en la
que llueven acusaciones de antisemitismo y de actitudes despóticas. El
responsable de la enésima lucha intestina de AfD se llama Wolfgang Gedeon. Este
diputado del Estado de Baden-Wurttemberg considera que el Holocausto se ha
convertido en “una religión civil de Occidente”. Para él, los negacionistas de
la Shoá son “disidentes”; y en alguna publicación se ha apoyado en Los protocolos de los sabios de Sion,
uno de los libelos que más han contribuido a propagar el antisemitismo.
Este discurso antisemita es demasiado incluso
para un partido como AfD, con líderes que han soltado lindezas como que los
alemanes rechazan como vecino a alguien como Jérôme Boateng –el jugador de la
selección nacional con raíces de Ghana- o que, si es necesario para proteger
las fronteras nacionales, el Ejército podría usar las armas contra mujeres y
niños que trataran de entrar en Alemania.**
¿No
queda cordura? ¿Qué falla para que se estén viniendo abajo en las sociedades más
avanzadas los principios ilustrados de igualdad y libertades para todos los
seres humanos, sin distinciones? Pero el discurso xenófobo no es exclusivo de
Occidente. Parece que algunos les gusta recrearse en los errores occidentales.
Pero fuera el panorama es aún peor. El discurso antioccidental se retroalimenta en aquellas zonas en las que sigue
creciendo el autoritarismo y la violencia. El ejemplo más evidente es el Estado
Islámico como forma de discriminación violenta contra las personas que piensan
distinto. El racismo es una forma de intransigencia, pero los son también la
xenofobia o el sectarismo religioso. Te pueden matar por tu piel, tus creencias,
tus ideas o tu procedencia. Lo importante es que te matan.
Las
sociedades se vuelven nidos de odio. En algunas se sale a protestar contra el
odio; en otras solo cuando nos afecta directamente. Lo sorprendente es la
emergencia pública de los discursos, la naturalidad con la que son expuestos y
la facilidad con la que son aceptados. En esto se ha producido un enorme
retroceso. Quizá la forma en la que se aborda la propia lucha política haya
constituido un entrenamiento para la
radicalización. Los partidos y personas que deberían dar ejemplo de moderación
se nos muestran agresivos y descalificadores, estigmatizando continuamente a
los otros. Esa agresividad puede que esté contribuyendo al crecimiento de la
radicalidad.
Los
partidos grandes se enzarzan en peleas descalificadoras buscando la erosión del
otro. Pero lo que se erosiona realmente en la idea de convivencia y moderación.
El que se acostumbra a gritar, solo tiene que cambiar la letra de sus cantos;
el que se acostumbra a odiar y a descalificar al otro, un día se fijará en un
nuevo objeto de odio. Mientras los grandes se enzarzan, asistidos por sus
asesores de comunicación y se rodean de encuestas, los pequeños buscan sus
huecos y muchos de ellos lo hacen desde el discurso nacionalista y xenófobo. En
tiempos globales, los nacionalismos tienden a ser xenófobos: la exaltación de
lo propio hasta lo irracional de las emociones despierta el odio a los demás
como un mecanismo identitario. El nuevo demagogo no baja su dedo extendido
señalando culpables.
No
encontramos una reflexión adecuada a este nuevo estado que nos engulle. Hay
explicaciones desde distintos planteamientos, pero no hay explicación que no
sea partidista. Necesitamos comprender profundamente las raíces del odio para
poder frenarlas. Nos preguntamos por el odio que otros sienten por "nosotros",
pero no lo hacemos tanto por la polarización social que vivimos.
Hay que
analizar por qué en las sociedades democráticas, avanzadas socialmente, se
producen fenómenos como Trump y sus seguidores, por qué en Alemania sigue
habiendo antisemitismo, por qué se mata a las minorías religiosas, por qué
siguen latiendo sentimientos de odio en todas partes del globo y ganan en
intensidad.
Igual
que se visibiliza el odio, hay que visibilizar la convivencia y la tolerancia.
Hay que escribir sobre ella y reforzar los sentimientos solidarios y la
racionalidad. Los amigos de la convivencia tienen que sobreponerse al entorno
violento, al acoso constante —como sucede con las muertes de los blogueros
laicos en Pakistán—, han de neutralizar los discursos del odio.
No creo
que sean necesarios los científicos —aunque nadie sobra— para debatir lo que es
puramente político, cultural, en un sentido amplio. Sí creo
que es importante enfrentarse conjuntamente a unos hechos crecientes: la
intolerancia, el dogmatismo, el odio. Se han convertido en estrategias para
llegar al poder en unas partes; en otras, meras instrucciones de ejecución callejera.
Hay
límites y muchos están jugando con fuego, acercando demasiado la llama a la
mecha. Las muertes por odio se acumulan cada día en distintos lugares del mundo sin
dar tiempo a expresar la indignación, que acaba anestesiada por la rutina.
Uno de
los aspectos más relevantes de una de las muertes cuyos vídeos han despertado
la furia de los ciudadanos norteamericanos decentes —más allá del color, me
gustaría pensar— es que la grabación no ha sido fruto de una casualidad, como suele ocurrir en
otros casos, en los que alguien cercano lo registra. The Washington Post nos cuenta la historia de la
grabación con el títular "The story behind the filming of the fatal Baton
Rouge police shooting. It
was no coincidence"***. El diario señala que este caso ha sido muy diferente a
otras ocasiones:
In most cases, these videos are captured by
random bystanders who pulled out their camera-equipped cellphones.
In other words, these explosive videos are
often the result of pure happenstance.
But that was not the case with the first video
that surfaced from Baton Rouge on Tuesday afternoon, which showed a white
police officer fatally shooting Alton Sterling. That video, which caused
nationwide outrage after it went viral on social media, was actually filmed by
a member of an organized group that specifically seeks out violent crimes using
police scanners with the intention of filming them, not for the purpose of
exposing police but to deter young people from crime.
Early Tuesday morning, members of the group,
called Stop the Killing, followed a
call they overheard on police scanners to the Triple S Food Mart in Baton
Rouge. There, they filmed the shooting that has created a nationwide furor.***
Algo ocurre cuando basta con seguir a un coche de Policía en
Baton Rouge para filmar episodios de violencia. El periódico explica que la
asociación tiene como objeto acercarse a los jóvenes y mostrarles lo que les
ocurrirá si no corrigen su vida y se alejan de las calles. «Reed and his team have filmed
killings — or their immediate aftermaths — for years», señalan. Son los
"viejos tiempos", como diría Donald Trump a sus seguidores con un
guiño.
El racismo, la xenofobia, la intolerancia religiosa están
creciendo y están encontrando hueco en espacios que antes no tenían. Donde
estaban, crecen: donde no estaban han conseguido expandir sus larvas.
Hay un aumento de la violencia. La sociedad se hace más permisiva a la violencia, especialmente si viene de las instituciones, como ocurre con la violencia policial. Las dictaduras justifican la represión diciendo tener como modelos a las policías occidentales. La permisividad con la violencia policial en Estados Unidos ha llevado a la situación actual en la que el racismo se institucionaliza disfrazado de "protección". Lo hemos visto en los casos de los "vigilantes". The Washington Post recoge las quejas de una madre blanca: su hijo desarmado ha muerto por los disparos de la Policía. Nadie se indigna, se lamenta. No es consuelo para nadie: un muerto es un muerto. Otro sueño roto por la violencia que se hace cada vez más difícil de controlar.
Pero la comunidad negra ya no está para solidaridades. Michael Eric Dyson escribe en la Sunday Review de The New York Times con el título "What White America Fails to See"****:
IT is clear that you, white America, will never
understand us. We are a nation of nearly 40 million black souls inside a nation
of more than 320 million people. We don’t all think the same, feel the same,
love, learn, live or even die the same.
But there’s one thing most of us agree on: We
don’t want the cops to kill us without fear that they will ever face a jury,
much less go to jail, even as the world watches our death on a homemade video
recording.
You will never understand the helplessness we
feel in watching these events unfold, violently, time and again, as shaky
images tell a story more sobering than your eyes are willing to believe: that
black life can mean so little. That Alton B. Sterling and Philando Castile,
black men whose deaths were captured on film this past week, could be gone as
we watch, as a police officer fires a gun. That the police are part of an
undeclared war against blackness.****
Es una brecha social que tardará décadas en cerrase si es que llega a hacerlo y no va a más.
Vivimos en un permanente estado de excitación por unos
motivos u otros. La crispación es el estado actual de mucha gente; lo
percibimos a nuestro alrededor. Se siente.
Muchos lo rentabilizan. El hincha italiano que ha matado al inmigrante nigeriano con una barra
de hierro después de insultar de forma racista a su esposa absorbía del fútbol —era
conocido por su violencia— la energía necesaria que ha sido canalizada hacia
otros objetivos, la inmigración, es este caso. El violento elige la dirección
de su violencia alentado por los discursos que reclaman su atención:
inmigrantes, judíos, africanos, hispanos, musulmanes, cristianos, yazidíes...
Responsabiliza a los demás —los que toque— de sus desgracias y los convierte en
obstáculos.
Hay que comenzar a hablar de ello más allá de las noticias.
Hay que hablar en el terreno educativo, en el cultural, en el mediático, etc.,
comprometerse para no alentar estos fuegos que amenazan con consumirnos, para
evitar que nos arrastren y nos encontremos en un infierno diario del que no
sepamos salir.
* "Italia: acusan de asesinato premeditado al ultra que
mató a un refugiado nigeriano" Euronews 8/07/2016
http://es.euronews.com/2016/07/07/italia-acusan-de-asesinato-premeditado-al-ultra-que-mato-a-un-refugiado/
** "El antisemitismo abre una crisis en los populistas
alemanes" El País 6/07/2016 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/06/actualidad/1467816316_911845.html
***
"The story behind the filming of the fatal Baton Rouge police shooting. It
was no coincidence" The Washington Post 7/07/2016
https://www.washingtonpost.com/news/morning-mix/wp/2016/07/07/the-story-behind-the-filming-of-the-fatal-baton-rouge-police-shooting/?hpid=hp_hp-top-table-main_mm-baton-rouge-645am%3Ahomepage%2Fstory
**** "What White America Fails to See" The New York Times 7/07/2016 http://www.nytimes.com/2016/07/10/opinion/sunday/what-white-america-fails-to-see.html
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