Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No sé
hasta qué punto Recept Tayyip Erdogan es responsable de las muertes de los mineros
en Turquía; no sé si las patadas a su coche, zarandeos y los insultos son
justos o no. No lo sé. Pero sí sé que si hace unas semanas su gobierno se negó a entrar
en las causas de la alta tasa de siniestrabilidad (es un eufemismo
indecente) en la minería turca rechazando que se realizara un informe que le
pedían desde la oposición. Ahora se produce el mayor accidente minero de la
historia del país y no puedes salir en la televisión recitando la lista de los
accidentes mortales ocurridos en la minería mundial y acogiéndote a la
fatalidad. No, no puedes. Y si lo haces, atente a las consecuencias. El País
habla de la "actitud arrogante"* de Erdogan.
Y las
consecuencias son tener otra vez a Turquía sublevada, indignada. Si encima, tus asesores —unos profesionales que cuidan tu
imagen para que quedes bien— se dedican a patear cobardemente a los
manifestantes mientras las fuerzas del orden los sujetan para que no falle el
golpe, el enfado es todavía mayor. Y también con razón. Lo que está por saber es si es el asesor que Erdogan se merece, si va con su estilo; si es la persona capaz de dar los consejos adecuados o para acompañarle a dar el pésame a las víctimas. Algunos medios hablan de él como de "asesor del gobierno", pero no es así. Es asesor oficial directo del primer ministro y como tal se define en su página de Twitter.
Algunos
dirán que Erdogan no tiene nada que ver con que se hundan las minas o con que a
sus asesores, bien trajeados, les dé por dar patadas a los manifestantes
mineros indignados por las muertes de sus compañeros. Se cumple con Erdogan el principio que hemos enunciado en algunas
ocasiones: cuando un país está polarizado y dividido por una brecha cultural
profunda (islamistas y no islamistas), lo que puedan hacer los políticos, sus
pifias, queda amortiguado por la ideología, que acaba perdonándolo todo,
justificándolo todo, racionalizándolo todo. Así de injusta es la razón humana
cuando se encuentra al amparo de los límites del prejuicio, auténtica coraza
contra la realidad, ceguera pura.
No es
fácil no caer en la demagogia cuando se trata de hablar de la demagogia. Y eso
es lo que hace Recept Tayyip Erdogan en cuanto tiene ocasión. Pero le funciona,
porque la beatería islamista funciona y ante lo que Dios quiere que ocurra,
¿quién es el hombre que osa oponerse? "Los accidente ocurren", les ha
dicho por todo consuelo. Pasa en los países grandes y más avanzados, ¿por qué
no iba a ocurrir en Turquía, que gracias a él lo es?
Como en
los casos anteriores de YouTube o Twitter, el presidente Abdullah Gül —poli bueno, poli malo— ha tenido que ir
a intentar arreglar los estropicios del arrogante Erdogan. Nos cuentan en Euronews:
Ante la prensa, Gül ha rebajado el tono del
primer ministro Recep Tayyip Erdogan, quien dijo el miércoles que las medidas
de seguridad tomadas habían sido suficientes y que “los accidente ocurren”.
“Al igual que los países desarrollados, que
logran minimizar las consecuencias de este tipo de desastres, nosotros también
deberíamos revisar todas nuestras leyes y normativas, deberíamos tomar todas
las precauciones necesarias”, ha declarado.
Las voces que culpan directamente al gobierno
turco, y en particular a Erdogan de lo ocurrido, van en aumento. El primer
ministro fue abucheado y su coche zarandeado, durante su visita a Soma al grito
de “asesino”.**
Caso
aparte merece el asesor de Erdogan, Yusuf Yerkel, el justiciero del puntapié,
un intelectual responsable. Oficialmente, nos dicen, es asesor del primero
ministro y como tal aparece en su página de Twitter, una concesión al diablo
para mayor gloria de su asesorado Erdogan, que transige con estas tecnologías
cuando son para causas nobles como las loas que le dedica y mostrar las fotos
de sus multitudinarios actos electorales. Yerkel ha creado una nueva categoría
a la ya existente de la "brutalidad policial", la de la
"brutalidad asesora", pues como tal hay que considerar su cobarde
acción de patear manifestantes.
Ya
tiene Erdogan servida de nuevo la ocasión de censurar las redes sociales para
acallar las difamaciones y bulos. Oficialmente el "incidente asesor"
no ha tenido lugar, aunque como los accidente mineros, puedan pasar en Turquía.
Para los manifestantes, según rezan ya pancartas y pegatinas no se trata de un
"accidente" sino de un "crimen".
El
diario El Mundo nos ofrece las
valoraciones de los líderes de los sindicatos mineros, que no dejan demasiado
bien al gobierno islamista y neoliberal de Erdogan y los suyos. El énfasis
puesto en la cuestión "islamista" por los medios de comunicación (aunque
tampoco se explica demasiado) deja de lado las posiciones económicas de los
partidos de este corte, que han conseguido encajar la fatalidad musulmana con
la mano invisible del mercado, dejando la pobreza en manos de la obligación de
la caridad y la riqueza como anticipo del paraíso. Dios reparte la riqueza y la
pobreza; los ricos se ganan el cielo dejando las migajas por el mandato de la
caridad. Señalan los sindicatos:
"La causa de las muertes es la ambición
descontrolada de los patronos. Los ingenieros que deben hacer los controles
regulares reciben su salario de la misma empresa", acusó Sagtekin.
"Esto no es un accidente. Es un crimen",
dijo a la prensa Tayfun Görgün, presidente del sindicato minero Dev-Maden Sen.
"No había muertos cuando estas minas
pertenecían a TKI, la empresa estatal del carbón; las muertes empezaron con la
privatización. No son accidentes, son asesinatos", remachó.
Turquía tiene la peor tasa de seguridad
laboral de Europa, con una media de tres obreros muertos al día, y los
accidentes mineros son un problema crónico.
Un estudio de la Universidad de Kirikkale
muestra que el sector minero es el más peligroso del país, por delante del
metalúrgico y la construcción. Como media, al año mueren 80 obreros en
accidentes mineros en Turquía, según el mismo estudio, lo que equivale a uno de
cada mil trabajadores.***
Y con
esos datos, Erdogan ha ido a decirles a los familiares y amigos de las víctimas
que "los accidentes ocurren", que no se les ocurra responsabilizarle
a él, que Dios lo ha querido. Demasiados muertos, demasiadas palabras.
Una vez
más, el islamismo juega con el colchón electoral religioso para superar sus
propias pifias y carencias. Votarles es ser piadoso, hagan lo que hagan. Los
enemigos de Erdogan, sus críticos, son los enemigos de Dios. Las patadas del
asesor presidencial son patadas justas, castigo a los impíos. Las críticas al
estado de las minas, infructuosos intentos de desacreditar al todo poderoso
partido. El diario El País cierra así
su información:
Unos 20 días antes de la tragedia de Soma,
según se ha hecho público, diputados del principal partido de la oposición
(CHP) presentaron una moción ante el Parlamento en la que denunciaban la pésima
gestión de las minas de Soma. Los diputados del partido gobernante la
rechazaron alegando que “el único objetivo era el de desacreditar al AKP ante
los trabajadores”.
En un editorial del influyente diario Hürriyet, se cuestiona además la
negativa del Gobierno de Erdogan a ratificar la Convención Internacional de
Salud y Seguridad en Minas, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
aprobada por 28 países con grandes explotaciones mineras. Para colmo, el
Ministerio de Energía ha tenido que reconocer que no sabe cuánta gente estaba
trabajando en Soma, lo que ha disparado la especulación sobre que la mina empleaba
a trabajadores de forma ilegal, entre ellos menores.*
Cuando
en la política cualquier denuncia o aviso se considera un intento de perjudicar
al partido gobernante, se ha llegado a un grado de ineficacia y deterioro del
sistema muy grande. Solo existe el informe oficial u oficialista, solo el canto
al partido gobernante, dechado de perfecciones. La realidad queda al margen y
entonces los asesores presidenciales tienen que, en su rabia, intentar
acallarla a patadas. Son patadas de impotencia, de fastidio por haber sido
superado por la realidad que intentas manipular a golpe de tuit o de censura,
según convenga. Quizá la culpa de esto también la tenga algún "oscuro clérigo"
refugiado en los Estados Unidos o la prensa canallesca.
La
soberbia de Erdogan ha hecho que esa fatalidad
que tanto invoca le convierta en la punta visible de una desvergüenza política
verdaderamente infame. Todas sus palabras se vuelven ahora contra él. Las cosas suceden, sí, pero por desidia,
por codicia y por soberbia.
*
"Una huelga general encona la protesta en Turquía por la tragedia
minera" El País 15/05/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/05/15/actualidad/1400147748_296934.html
**
"Turquía: la mano tendida del presidente Gül no aplaca las protestas"
Euronews 15/05/2014
http://es.euronews.com/2014/05/15/turquia-la-mano-tendida-del-presidente-gul-no-aplaca-las-protestas/
***
"Indignación en Turquía por una imagen de un asesor del Gobierno agrediendo
a un manifestante" El Mundo 15/05/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/05/15/537496a922601d88508b456c.html
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