Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se ha
llegado al tercero de los tres debates que los contrincantes para la Casa
Blanca celebran para que los electores puedan sopesar su voto, decidir quién
debe estar al frente del país.
La
estrategia de Donald Trump, como la de cualquier candidato, varía en función de
las expectativas que le van mostrando la propia campaña. El camino se configura
ante él en función de las expectativas. La prensa norteamericana tras el debate
resalta en sus crónicas e interpretaciones del debate un aspecto: la negativa a
comprometerse a aceptar los resultados. El hecho es de enorme trascendencia, de
insólito en la democracia americana lo
califican algunos.
El editorial de The Washington Post escribe en su editorial
tras el debate:
DONALD TRUMP showed a bit more self-control in
the third and final presidential debate Wednesday night than he had in the
previous two. His back and forth with Hillary Clinton was more substantive,
thanks in part to firm guidance from moderator Chris Wallace. But all of that
was overshadowed by Mr. Trump’s breathtaking refusal to say that he will accept
the results of the election.
“I will look at it at the time,” he said. “The
media is so dishonest and so corrupt . . . they poison the minds of the voters
. . . She should never have been allowed to run for the presidency.”
Ms. Clinton rightly called his stance a
“horrifying” repudiation of U.S. democracy. Respecting the will of the voters
has since the end of the Civil War allowed for a peaceful transition of power
that has made this country the envy of the world.*
En cierto sentido, este hecho es la consecuencia lógica de
la propia campaña de Trump, el cierre apoteósico de sus discursos. La negación
del resultado es lógica en alguien
que ha ido socavando la democracia desde el inicio. Negar el resultado es
coherente con el camino que comenzó y cuyo recorrido ha ido impulsando hacia un
nuevo paso en la negación. Por supuesto, cuando me refiero a "lógica"
y "coherencia" lo hago en un sentido interno a sus propios discursos.
Durante su campaña electoral, Donald Trump ha subvertido el
discurso de la igualdad racial, el de la libertad de religión, el de la
igualdad de género. Ha subvertido el papel internacional de los Estados Unidos
en el campo de la defensa proclamando la salida de la OTAN, ha llamado a Rusia
a intervenir en la campaña electoral revelando materiales, ha insultado al sur
del Continente y ha pedido construir un muro en la frontera con México (que
haría paga a los mejicanos). Ha tenido el extraño honor de ser alabado solo por
dictadores, que le consideran un "líder fuerte" a su imagen y
semejanza. Igualmente, han sido recogidas por la prensa sus alabanzas a dictadores como forma de cuestionar la política exterior norteamericana o simplemente por simpatía.
¿Tiene algo de extraño que, después de negar los principios
de la democracia, se nieguen los resultados de las elecciones? Solo es el siguiente paso, el paso inexorable. Los discursos de Trump no podían acabar de otra forma.
Trump comenzó manejando a su gusto los medios y ha terminado
llamándolos corruptos porque se han dado cuenta del monstruo que se había ido
creando. A la sensación de lo extravagante ha seguido el miedo a lo peligroso
para todos. Los republicanos, que veían en él una fuerza capaz de arrastrar, se
han dado cuenta de que los arrastraba al abismo y aunque muyos siguen
apoyándole, ha creado un conflicto dentro del propio partido, algo que nunca le
ha importado, porque en su concepción individualista de la política, los
partidos le resultan repulsivos, son solo un medio para el ascenso, para
llevarle al poder.
Por su naturalidad, nadie se hace la pregunta de por qué Trump
quiere ser presidente una persona que desprecia casi todo lo que no sea él
mismo. Algunos aventuran respuestas para personas "normales", pero lo
cierto es que solo hay una: "Make Trump Great Again". Creo que los
rasgos de su personalidad que han ido emergiendo no dejan mucho margen para dudar
que su objetivo no sea otro que el poder por el poder, como un reto que se ha
hecho a sí mismo. No hay restos en sus discursos de acercamiento a cualquier
realidad que no sea él mismo como un común solucionador de todo, reflejo de su
propio egocentrismo.
No creo que los análisis psicológicos de Donald Trump sirvan
ya de mucho. Sí, en cambio, creo que es muy necesario el análisis político de
lo que Trump ha dejado al descubierto, de la fragilidad de los discursos
democráticos que pensamos que están asentados. Trump ha levantado la sábana y
nos ha dejado ver el espectáculo de qué ocurre cuando lo políticamente
incorrecto se vuelve socialmente aceptable. Hay que aprender un mensaje: dejar
de hablar de los problemas no los elimina; Los principios del respeto de la
convivencia y la igualdad de derechos de todos forman un estado que requiere de
constante revisión y actualización. Ha demostrado que la libertad de expresión
puede ser llevada en la política a extremos contra los que es difícil
defenderse cuando la demagogia alcanza el máximo de intensidad y el mínimo de
escrúpulos.
Lo que ha demostrado, finalmente, es que la gente cree lo que quiere creer y que puede
distanciarse hasta formar universos paralelos a la espera de que llegue alguien
que les ponga voz. Entonces comienza la negación del otro. The Washington Post,
en el editorial citado reproducía una gráfica descripción dándole la razón a
Hillary Clinton: «“horrifying”
repudiation of U.S. democracy».
En realidad, de todas.
El análisis final debería llevarnos más allá de los Estados
Unidos. Debería llevarnos a reflexionar sobre nuestro concepto de la democracia
y sus fines. Hemos erigido la competencia y el triunfo por encima de los medios
para alcanzarlos. Esto se ha traducido en el uso de las libertades democráticas
para fines que no son democráticos, la estigmatización
del otro, su reducción a enemigo del
sistema tras apropiarse de él. La "América" de los partidarios de
Trump no es los Estados Unidos, sino una construcción mental de la que han excluido
a todos aquellos que el dedo de Trump ha señalado en la campaña recogiendo
décadas de frustración, de rabia contenida por las leyes contra el odio, la
discriminación y el racismo. La América
a la que Trump apela es esa mezcla de frustración porque un negro haya llegado a la Casa Blanca y
ahora pueda ser ocupada por una mujer. ¿Qué es lo siguiente?, se preguntarán algunos con ironía. ¿Michelle Obama? No
estaría mal, pero no sé si podrían soportarlo o si algunos estados se separarían
de la Unión. Tener lo que más odian en el poder, presidiendo su país, es superior a sus fuerzas.
Para todo el mundo, para todos los que consideran que la
democracia es un valor real, debe haber una reacción pedagógica: hay que volver
a pensar la democracia, sus valores de convivencia y diálogo frente a las
oleadas de populismo violento, de intransigencia, xenofobia, racismo, sexismos,
etc. que están levantándose en la sociedades en las que estos valores han
quedado como elementos formales, sin interiorizar, como letra en la leyes pero
sin convencimiento alguno en quienes las desprecian o ven un obstáculo contra
su propia "grandeza".
La alternativa —ya lo hemos señalado en ocasiones— no puede
ser entre la "propaganda" de las dictaduras y la "demagogia"
instalada en las democracias corrompiéndolas.
Y esto debería hacer reflexionar a muchos. La democracia no es un estado perfecto, pero se puede ser imperfecto
de muchas maneras. Está pensada para resolver los problemas de personas que
quieren vivir juntas, convivir, resolver problemas que comparten, no para
pelarse por otros medios canalizando
el odio fomentado por los que ven en él un arma poderosa.
No hay victoria democrática surgida del odio o del miedo.
Sin embargo, son cada vez más frecuentes estos envoltorios para los mensajes.
Así se mina la base de la democracia: la convivencia y la racionalizad dialogada
de las soluciones que todos contribuimos a resolver.
*
"Trump’s breathtaking repudiation of American democracy" The
Washington Post 19/10/2016
https://www.washingtonpost.com/opinions/trumps-breathtaking-repudiation-of-american-democracy/2016/10/19/3a7e69c2-966f-11e6-9b7c-57290af48a49_story.html
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