Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es muy
difícil para esta generación actual imaginarse lo que fue Dylan para otra, la
de los años 60, que es cuando se forjó como figura. La industria del
entretenimiento ha creado un concepto de "ídolo" que se encuentra en
las antípodas de lo que Bob Dylan era y representaba para millones de personas
en todo el mundo.
Para mí
fue una enorme alegría llegar a casa y enterarme de que a Dylan se le reconocía
con el premio Nobel. En 2007 se le concedió el Príncipe de Asturias de las
Artes, igualmente merecido pero que no abría la polémica sobre la
"literatura" que algunos parecen interesados en mantener aunque solo
sea por llevar la contraria.
Por dejar
claro el asunto por mi parte, señalaré lo siguiente: en 1991 realicé la
oposición a profesor Titular de Literatura Universal Contemporánea, para lo que
tuve que realizar un programa de la asignatura, como es preceptivo. Incluí, sin dudar, a Bob Dylan en mi programa de Literatura
como muestra de la poesía popular norteamericana. Me pareció absolutamente
normal, pues Dylan es un poeta, un juglar callejero ascendido —no sé si a su
pesar— a icono de la sociedad de masas, de un mundo mediático que necesita
completar con imágenes, historias o misterio las figuras de las que se alimenta. Frente a los que ya cuestionan su poesía o el Nobel, mi más ferviente defensa del mismo. Habrá otros buenos poetas marginados, como siempre. Pero no hay duda de que Bob Dylan es una gran poeta y además un poeta influyente, en la gente y en otros poetas, algo que no todos lo son.
Miro lo
muchos artículos que se publican entre ayer y hoy. Cada uno se fija en las
muchas caras de Dylan porque todos tenemos el nuestro, el momento en que
fijamos a una personalidad única en nuestra vida, el día en que Bob Dylan nos
habló. Otros se limitan a recoger los tópicos necesarios para intentar
describir lo que Dylan pudo representar.
Dylan
es un poeta, sí, pero sobre todo es lo que los norteamericanos llaman
"singer songwriter", algo importante, pues si se quiere entender a
Dylan no hay que "analizarlo" separando sus partes, sino manteniendo
la unidad compleja que representa su arte único. No se debe separar la palabra
de la música de la voz, tres elementos propios cuya específica unión nos dan a
Dylan.
Dylan
insertaba imágenes poderosas en canciones que iban del himno a la intimidad con
una voz única, cuyo efecto inicial era como el sabor del primer trago de
cerveza, pero que acababa seduciendo por su capacidad de transmitir.
Basta
con ver las fotografías de juventud de Dylan para comprender lo que es el
carisma, una energía seductora. Dylan es carismático y lo fue desde sus
inicios, algo que se conjuntaba perfectamente con su versión de profeta de los
nuevos tiempos que habían de cambiar.
Su
repertorio de mensajes iba de la intimidad susurrada en una noche de amor a la
advertencia sobre el apocalipsis, de la denuncia de los mecanismos que
controlan el mundo a la épica de las vidas pequeñas.
Hasta
el momento el carisma lo habían tenido en el mundo de la cultura popular personas
como Sinatra, Elvis o Chevalier, entre otros. Pero no tuvieron un pensamiento propio, en el
sentido de ser creadores de sus propios mensajes. Dylan sí. Es sobre todo un "creador",
alguien que tiene que decir, no solo un "intérprete". Y lo que dijo enganchó a una generación.
Y lo
más importante: lo que tenía que decir es lo que una generación ávida de cambios
deseaba escuchar. Dylan fue la conciencia de la generación en la que la cultura
joven se emancipó finalmente, liberándose de la visión paternalista y ñoña en la que se trataba de encuadrar. El liderazgo social cambió de manos. Los jóvenes
dejaron de ser los consumidores natos de una cultura diseñada para ellos y muchos
empezaron a tener su propia visión del mundo. Los sesenta avanzaban.
Woody Guthrie |
Dylan
es el representante de una conexión única en un momento de la historia norteamericana
entre el mundo de lo popular y el de las élites universitarias. Dylan unía a los
cantantes sociales que recorrían, como habían hecho sus maestros Woody Guthrie (al que rinde homenaje con sus poses y canciones) o Pete Seeger, fábricas y huelgas, movimientos de protestas, con la sofisticada
poesía de los degustadores universitarios del arte. Dylan hablaba a unos y
otros, era una síntesis especial y única capaz de emocionar a ambos.
Con
Dylan culmina la voz de los desheredados, que la izquierda norteamericana había
cantando, dándole una dimensión universal —el this
land is your land, como cantó Woody Guthrie, se hacía universal con Dylan—
y se funde con la vanguardia del Village, se pasa del mitin y la huelga, a los
gigantescos conciertos de los 60.
No lo he visto
recogido en los artículos y me parece un dato relevante para comprender su
influencia y alcance: muchos grupos de música de los más diversos estilos, muchos
cantantes incluían en cada disco un tema compuesto por Dylan. Durante años lo
hicieron, Dylan era la palabra, la música esperadas; eran el mensaje que había
que transmitir.
Dylan
ha creado las más bellas canciones de amor, las más bellas canciones de
soledad, los más bellos himnos... Todo es poesía, no porque rime sino porque habla al corazón o a la
cabeza, según toque. Unos días celebraba la alegría del quedarse; otro, los
dolores del partir. Unos días cantaba la verdad y otros celebra la duda, el desconcierto
de lo humano. Real y surrealista, épico y lírico.
El
premio Nobel es un reconocimiento importante para alguien que lo ha sido de una
forma que muy pocos escritores lo han logrado, penetrando hasta el tuétano,
tocando el alma, virtud de la canción que nos posee de una forma diferente a
como lo hace la prosa. Dylan cantaba su poesía y los demás cantaban a Dylan.
Los que
amamos a Bob Dylan lo hacemos porque sus palabras han significado algo en nuestras
vidas, porque cuando nos han faltado las palabras las hemos encontrado en él
con más frecuencia que en otros.
I'm a-thinking and a-wonderin' walking down the
road
I once loved a woman, a child I am told
I gave her my heart but she wanted my soul
But don't think twice, it's all right.
So long honey, baby
Where I'm bound, I can't tell
Goodbye's too good a word, babe
So I'll just say fare thee well...
(Don't think twice, it's all right)
El Nobel de Literatura es merecido, sin duda. Se amplía, como se han ampliado los límites de la Literatura y del arte en la sociedad de masas. Hoy la sociedad es diferente y sus formas de popularidad se basan más en la extravagancia que llama la atención y consigue seguidores y la estandarización del gusto global. Entonces eran otros tiempos, que habían cambiado, pero que lo harían todavía más.
Dylan no era simplemente un cantante. Era un poeta que recitaba sus poemas acompañado de una guitarra. Era el signo del momento, la forma de llegar más allá del papel para una generación que se reunía, se manifestaba o simplemente compartía sus sentimientos e ideas. Recogió una tradición y amplió los públicos. Tenía algo que decir y el mundo le escuchó, aunque era joven.
¡Enhorabuena!
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