Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creo
que en todo este tiempo en que escribo no le he dedicado unas palabras a
Michelle Obama. No es signo de desinterés, sino al contrario. Michelle Obama ha
sido siempre un prodigio de discreción y un acierto continuo en las causas que
tomó como iniciativas en esa extraña profesión de ser "first lady".
Hace mucho que su forma de actuación llamó mi atención, en especial en un
mundo, el de la política norteamericana, que usa y abusa de las esposas de los
mandatarios. Ha dado más "espectáculo", en este sentido social, él que ella.
Ella buscó cuidadosamente sus causas sociales para mantener su propio espacio.
La discreción ha sido una de sus virtudes. Solo que
ha sido una discreción llena de presencia consecuente, de la que ha emergido
una gran admiración por parte de muchas personas, dentro y fuera de los Estados
Unidos. Ha sabido mantener su propia personalidad sin necesidad de llamar la
atención.
No es
un secreto que nadie haya podido mantener oculto que Michelle Obama es una
mujer muy inteligente, una gran profesional en su trabajo antes que su carrera política
llevara a Barack hasta la presidencia de los Estados Unidos. De familia humilde, es graduada en Princeton y Harvard y siempre con conciencia de servicios a la comunidad, con conciencia social. Es una gran abogada y líder de causas al servicio de la comunidad.
Y hemos
esperado hasta el último momento para que Michelle Obama destapara lo que
muchos esperábamos, un extraordinario discurso político de casi media hora en
la que pidió el voto para Hillary Clinton. Por muchos motivos, es un gran
gesto, un gesto que la honra. Podría haberse limitado a estar presente, a
mostrar su apoyo y saludar. Sin embargo, nos ha dejado uno de los grandes
discursos políticos de estas décadas.
Lo ha
hecho, además, de forma consecuente: frenar a Donald Trump en sus pretensiones
y dejar claro que serán las mujeres quienes le frenarán asqueadas por sus
palabras, comportamiento y excusas. Escuché el discurso de Michelle Obama con
emoción, vibrando con cada palabra, un ejemplo de construcción y de oratoria. Fue un discurso entrelazando ideas y sentimientos, principios y demandas de dignidad.
Frank Bruni
escribía en The New York Times:
Isn’t it delicious that after trafficking in
racism, promoting sexism and using a lie about Barack Obama’s birthplace as a
pivot into political relevance, Donald Trump could receive his final death blow
from a black woman: the president’s wife?
And isn’t it interesting that after so many
years of keeping a studied distance from the ugliness of the political arena,
the first lady is throwing herself with such passion into this grotesque
campaign?
That says everything about the singular threat
that Trump poses, and she’s emerging as the fiercest counter to it: Michelle
Obama, octopus slayer. She’s effective because she has never gone looking for a
fight — we know that about her. She acts when she has something to defend, and
as she made clear in a stirring, searing speech late last week, that’s more
than her husband’s legacy, which a Trump victory would decimate. It’s her
dignity as a woman. It’s the dignity of all women.*
Coincido plenamente en lo dicho por Bruni. El discurso de
Michelle Obama fue un equilibrado y certero golpe más allá de las circunstancias
electorales. Su firmeza era autoridad moral frente a un candidato que no es más
que un esperpéntico representante del machismo congénito de alguien cuyas
patologías han sido descritas hasta la saciedad, cuya zafiedad solo es
comparable con su ego y cuyo peligro político, nacional e internacional, solo
puede ser levemente imaginado. Donald Trump es una pesadilla desechada de un mal guión de
Austin Power que se ha colado en la realidad. La ilustración de The New York Times muestra un ser mínimo, apenas una mancha bajo el zapato. No es más.
En la campaña ha quedado en evidencia que es un defraudador
fiscal, un megalómano, un acosador obseso sexual, un ignorante incluso de su
propia constitución, y un fascista consumado con raíces xenófobas. De muchas de
estas cosas se ha jactado y las ha tratado de presentar como defensa del país o
rasgos del triunfador. Solo es un perturbado con dinero.
Como Michelle Obama ha dejado claro, representa todo aquello
contra lo que los grupos que han tratado de hacer un país con derechos y
respeto para mujeres y minorías étnicas, religiosas y sociales ha luchado.
Su discurso era fino como un escalpelo diseccionado los
males y un grito emocionado en favor de las libertades y en nombre de la
dignidad como país, en especial de las mujeres. Escribe Bruni:
Her speech last week was just as exceptional,
because it was less a summons to the barricades than a cry from the heart, and
she’d planned to make remarks along these lines even before she heard the
recording of Trump’s 2005 conversation with Billy Bush.
Then that recording came out, intensifying her
determination. “It hurts,” she said, referring to the sort of entitlement that
Trump expresses, the kind of language that he uses and his obvious belief that
women exist chiefly for his pleasure, which takes precedence over their
autonomy. “It’s like that sick, sinking feeling you get when you’re walking
down the street, minding your own business, and some guy yells out vulgar words
about your body.”
She added that women often “pretend like this
doesn’t really bother us, maybe because we think that admitting how much it
hurts makes us as women look weak.”
“Maybe we’re afraid to be that vulnerable,” she
theorized, but she let her own vulnerability show, in a voice that trembled. It
was her bridge to every American that she had any hope of reaching.
Sí, fue un grito desde el corazón. Escuché el discurso de un
tirón, percibiendo cómo se graduaba a la perfección la intensidad emocional,
cómo iba dejando sedimentarse las razones para llegar a la única posible:
ningún país consecuente, del más pequeño al más poderoso de la tierra se puede
permitir, con un sistema democrático a alguien como Trump.
La diferencia entre elegir a un político y descubrir que es indigno y elegir a un
político sabiendo que es indigno es inmensa.
A la primera sobrevivimos todos los días, a la segunda no se puede sobrevivir.
Michelle Obama habrá sorprendido a muchos. A otros no,
sabiendo de su capacidad y entusiasmo. Lo que está en juego es una visión de la
sociedad, de quién debe estar al frente de un país y qué se le debe exigir.
Trump está en la fase conspiratoria, todo es una conspiración contra él. ¡El,
que pedía a Rusia que espiara los correos de la candidata!
En esta pesadilla, en la campaña más obscena —de las
primarias a su fase final— que probablemente se recuerda, Michelle Obama ha
puesto una luz de inteligencia y entusiasmo. Su discurso merece ser escuchado y
será recordado como una pieza de oratoria apasionada en nombre de la
libertades, la dignidad de las mujeres y la necesidad de que la política
atraiga a personas con valores y voluntad de servir a los países para hacerlos
mejores.
Me reconforta haber podido escribir hoy sobre Michelle Obama.
* Frank
Bruni "The Authentic Power of Michelle Obama" The New York Times
15/10/2016
http://www.nytimes.com/2016/10/16/opinion/sunday/the-authentic-power-of-michelle-obama.html
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