Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nuestro
café de ayer giró sobre varios aspectos, pero el que levantó más sorpresas fue
el del bocadillo contaminado y contaminante del que algunos no habían oído
hablar. Hay que explicar que el café se toma ante una pantalla silenciada en
las que la Inteligencia Artificial (suponemos) convierte las palabras que no
escuchamos en las palabras que vemos.
Esto
supone, por ejemplo, que cuando hablan de Mazón leemos cosas como
"masón", "massón", "quemazón" y un sinfín de
variantes derivadas de lo que la IA escucha a los contertulios y transcribe con
su mejor voluntad para nosotros, atentos espectadores de lo que se nos ofrece.
Pero si
la cuestión llega al congreso, senado o cualquier tipo de parlamento, seguro
que se suscitan las sospechas sobre el voto (anterior y futuro) del que arrojó
el bocadillo, pasando la cuestión a primer término.
Si por casualidad alguna cámara presente nos ofreciera imágenes captadas y fuesen perceptibles la matrícula o un rostro reconocible, seguro que salen a relucir estas cuestiones capitales. No quiero imaginar lo que podría ocurrir si sale algún oscuro rumor sobre algún concejal, asesor municipal o quién sabe, más arriba en la escala política, responsable del bocadillo contaminado.
Nadie
en su sano juicio correría el riesgo de que se le asociara con el inicio de la
epidemia. Pero como los bulos son el pan diario de las redes sociales, debemos
ir pensando que pueda ocurrir. Hoy con la IA (sí, la misma que tiene
dificultades con Mazón) te puede generar unas imágenes realistas en las que se
te vea, con cara de maldad, arrojando bocadillos porcinos contaminados. Me llegó hoy al Facebook una publicidad en la que se me ofrecía generarme una
foto con un Santa Claus bastante ajustado al modelo estándar. Si algunos tenía
dudas sobre la existencia de Santa, estás fotos se las despejan.
Nuestro
café mañanero terminó con serías dudas, con ampliación de hipótesis sobre lo
posible. Pero especialmente sobre las probabilidades de que un bocadillo de
producto porcino esté contaminado y se arroje a un punto en el que se produce
el fatal encuentro entre el cerdo en rodajas y el jabalí silvestre, ingenuo él,
que no sabe los riesgos de comer a manos de desconocidos.
Científicos, militares y activistas ecológicos dan por buena la teoría del bocata arrojado, según nos dicen en los medios. Nos dicen que no pasa nada, pero los vemos dentro de sus trajes a lo Stranger Things y venga duchas y rociados. Como no sabemos todavía quién se comió la mitad del bocadillo y arrojó la otra mitad en el bosque, tenemos que confiar en que podemos comer embutido con tranquilidad, echar chorizo al cocido, etc. La economía depende de ello.
Si esto pasa en los Estados Unidos de Trump, el bocadillo habría sido de embutido latino y Trump afirmaría rotundo alguna teoría conspiratoria y anti americana. El bocadillo habría sido arrojado por algún perverso inmigrante venezolano, de familia de narcos, casi con toda seguridad. Una razón más para actuar con contundencia, diría.
Esperamos más noticias para próximos cafés mañaneros.





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