Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Aburrido,
terriblemente aburrido. Puede que algunos le encuentren pasión, pero la
política española se ha convertido en el pozo del aburrimiento, en un Día de la
Marmota que se repite y repite.
De vez
en cuando salto desde los canales internacionales de noticias, que me cuentan
cosas, hasta los españoles que han entrado en una cinta sin fin en la que la
eternidad bosteza y ruega por un final rápido de los tiempos, por un liberador "Apocalypse
Now!" que no se produce. Bill Murray debería conectar con todos los
informativos para contarnos, una y otra vez, lo que pasa y lo que no pasa, la
cara doble de la actualidad. ¿"Actualidad"? Se me hace rara esta
palabra, digna de ser inspeccionada filosóficamente.
Nuestros
políticos, unos y otros discuten de forma extraña sobre el "hoy"
(vamos a llamarlo "presente") y sobre el "pasado", un
concepto extraño y plástico que manipulan y redefinen según sus teorías. De
esta manera, sus declaraciones conllevan un poquito de hoy, mucho de ayer y
unas dosis variables de mañana. ¡Nunca hemos tenido tantos futuros disponibles,
tantos pasados interpretados y tan poco presente, reducido casi a la nada del
desacuerdo y al peligro del acuerdo! Ya no se sabe qué es peor, si el encuentro
o el desencuentro.
Visto
desde el espacio, la cosa no mejora. Por más que uno se aleje, siempre queda la
curiosidad, la esperanza de que algo cambie, a ser posible, a mejor. Pero no.
Fuimos
celebrados en todo el mundo por la hoy "denostada" Transición, un
modelo de paso de una dictadura a una democracia. Pero la ola callejera se siente molesta por este protagonismo. Acabo de
escuchar a una señorita (no sé quien es) hablar con gran autoridad sobre lo que
ella (y ellos) llama el "Régimen de 1978". Lo que caracteriza a este
"régimen", no explica, es la corrupción.
Desde ahí, la teórica explícita e implícita, claro.
Hemos
dicho muchas veces aquí que uno de los grandes problemas es precisamente no
haber sabido frenar y deshacerse de la corrupción. Pero no se me ocurriría
subir un escalón con tal de derribar al "régimen", que es el
objetivo, empezando por las asociaciones negativas. Desde que los libros de
Neuromárketing son asequibles, no hay quien aguante a estos simples de
asociacionismo (mental) y del refuerzo pauloviano. Repite y conecta. Lo malo es
que como todos usan el mismo mecanismo, tenemos el cerebro hecho polvo, mareado
de tanto asociar con aspectos negativos.
Los
políticos son la vanguardia del aburrimiento. Pero, ¡cuidado!, los medios se
han dejado arrastrar por el comentario chicle, que se debe alargar y alargar
porque no hay solución. Es como vivir a cámara lenta, pero pensar a cámara
rápida.
Puede
que el desastre informativo de los medios estatales se deba a esa obligación de
reflejar lo que los políticos hacen (o no hacen). Me pregunto si el entusiasmo
con el que debaten cada día, desde las primeras horas de la mañana y a altas
horas de la noche, es real o requiere de algún tipo de práctica mental, ensayo
conjunto, etc. Es extraño como, en estos tiempos de ahorro, no se recurre a la
multiprogramación. Pocos se darían cuenta de la repetición. Unos pequeños
retoques y... ¡de nuevo es actualidad!
Es
difícil solidarizarse con este sistema, en el que incluyo a los anti-sistema,
los que hablan del "régimen de 1978" como el que habla de Frozen. La gran pregunta es siempre doble
"cómo hemos llegado a esto" y "cómo salir de esto". La
primera lleva a la melancolía; la segunda al distanciamiento o al enfado. Por
temperamento, unos se hunden en la primera y otros se desahogan en la segunda.
Pero no hay que dejarse arrastrar. El problema es dónde encontrar la sensatez
necesaria que obviamente escasea entre aquellos que nos traen las soluciones a
los problemas que ellos mismos han creado.
Dentro
de esa repetición existencial, seguimos tropezando en las mismas piedras. Lo
que avanzamos en unas décadas lo perdemos en unos años porque en España nada se
olvida, todo se recicla, se hereda, se somatiza. Aburrimiento.
Me
acuerdo al escribir esto de un viejísimo post en el blog sobre "el señor
cabreado de la Castellana", una de esas experiencias vitales que te rozan
al pasar. Me asalta la duda de si nos hemos convertido todos en él, en distintas
versiones, con discursos políticos diferentes, pero con el mismo fondo de
cabreo. ¿Y dónde nos llevará?
Eso sí me preocupa, porque el aburrimiento siempre ha dejado mucho campo libre.
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