Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Uno de
los mayores males de las sociedades modernas es el pensamiento fraccionado. Es
el resultado de la especialización, con la producción de expertos, y de
consiguiente pensamiento ciego hacia el resto de aquello que queda fuera del
campo. Es un problema que han explicado sin mucho fruto pensadores que analizan
estos efectos sobre la comprensión de nuestros problemas o, si se prefiere,
nuestra propia visión.
Hoy
vemos nuestra sociedad como una especie de enorme fábrica que compite con otras
"fábricas países" y todos los movimientos se analizan desde la
perspectiva de la llamada "competitividad" que es trasladada a las
personas, con la consiguiente valoración.
Hemos
"desintegrado" a la persona y la hemos convertido en simple portadora
de valores de eficiencia. No hay sitio para más. La educación se enfoca desde
la perspectiva de los mercados laborales, es decir, de la producción, y se
ignora la idea de persona como existente. Todo queda supeditado a la eficiencia
y la sociedad se divide desde esta perspectiva. Eso lo sabemos desde hace
tiempo, que estamos mutilando a la persona, sus perspectivas, su plasticidad
viva. Hacemos con ella lo que necesitamos, sin más. Cada vez son más las
instituciones que se orientan hacia el mercado laboral, uno de los dos grandes
mercados.
El
diario El País dedica su editorial de hoy, titulado "Joven y
precario", a la situación de los jóvenes en estos momentos tras la
aparición de los datos de las diversas encuestas que se realizan en esta época
del año, aquella en que se proclaman a los cuatro vientos navideños la falta de
solidaridad que caracteriza la totalidad del año.
En
muchas ocasiones, a lo largo de estos años y sin necesidad de encuestas o
expertos, hemos utilizado un término que es el que viene a confirmar lo comentado
en El País. La expresión que hemos estado utilizando estos años es la de
"explotación generacional", la de una generación explotando a la
siguiente hasta niveles vergonzosos de aceptación como normalidad.
Se
señala en el editorial del diario:
Pero la interpretación más llamativa y
contundente de la encuesta es que las peores consecuencias del ajuste radical
de la economía española entre 2012 y 2015, fundamentado en el recorte de
derechos sociales, depresión de las rentas salariales y precariedad laboral,
han recaído sobre todo en las posibilidades de empleo y promoción social de los
más jóvenes. La política económica de Rajoy, claramente procíclica y atenta tan
solo a sostener mediante despidos y recortes salariales a las empresas
insostenibles, ha erosionado la capacidad de integración económica de los
profesionales recién incorporados al mercado de trabajo. Esta percepción
debería explicarse con claridad cada vez que el Partido Popular se apresura a
ponerse la medalla de “superar la crisis” de 2008.
El daño causado por los ajustes de rentas y
derechos laborales es tan profundo que buena parte de los estratos de
asalariados y profesionales de menos edad no han podido incorporarse a la
recuperación macroeconómica certificada por las estadísticas globales. Las
dificultades de socialización, emancipación y ascenso se recrudecen por la
pésima coordinación del Estado, las autonomías y los municipios en la
regulación del mercado de la vivienda. Con salarios bajos y contratos
precarios, los profesionales jóvenes no pueden acceder a la compra de la
vivienda y tropiezan con un mercado de alquiler cuyos precios crecen sin cesar
favorecidos por políticas neoliberales en los Ayuntamientos gobernados por el
centroderecha. Por razones conocidas, el Gobierno de Sánchez no ha podido
articular una política de aumento de las viviendas sociales para alquiler y
aplicar fórmulas de indiciación para moderar los precios; pero también resultan
difíciles de entender sus vacilaciones y falta de iniciativa sobre vivienda pública.
No nos
dejemos engañar por la jerga economicista del texto. Esto
significa llanamente que la recuperación económica ha ido a unos bolsillos,
aumentando la brecha social, mientras se explotaba y se sigue explotando a los
jóvenes con condiciones de trabajo que han pasado a ser "aceptables"
socialmente bajo la amenaza de "mejor poco que nada".
La
encuestas realizadas, el mero preguntar sobre la natalidad o sobre la vivienda, es casi un insulto de una parte de la sociedad que ha usado a los jóvenes como
carne de cañón durante la "crisis", que algunos llaman —con mucha razón—
"oportunidades". Efectivamente, ha habido muchos "oportunistas" y los sigue habiendo.
No es
solo la baja calidad de los empleos, poca cosa para lo que estudian (por
cierto, la enseñanza es también un negocio al que muchos se apuntan con la
"formación" como perspectiva de mejora), según se nos dice. Es que lo que había sido pensado
para una situación extrema se ha convertido en desvergonzada norma. Cuando
escuchas y ves la situación real de muchos jóvenes, da auténtica vergüenza social.
Podría
ser una crisis, pero lo que vemos ahora es simple explotación directa. La
brecha salarial se ha ido ampliando. Los niveles superiores ganan más porque parte
de su trabajo consiste en ser canallas con los inferiores aumentando el rendimiento
hasta niveles de infamia en muchos casos. Se trata de aumentar el beneficio a
cualquier coste, no importan los métodos ni lo que cueste. Solo importa el
beneficio, no las personas.
Esto
tiene un efecto demoledor sobre el conjunto de la sociedad, que no es solo el trabajo. La extensión del egoísmo es un
hecho que se palpa en la calle. ¿Cómo evitarlo si el ejemplo es solo la
explotación? La gente valora más las familias y amistades porque es el espacio
de seguridad, de no agresión, a diferencia del entorno laboral.
El
diario El País aprovecha para criticar las políticas de Mariano Rajoy, pero
esto viene de lejos. Se ha perdido esencialmente el sentido solidario. Curiosamente,
el pueblo español es de lo que manifiesta más solidaridad para muchas causas, por
lo que podemos ver que es el entorno laboral el que saca lo peor de muchos.
El
aumento del nacionalismo es otra manifestación de lo mismo. Las autonomías
ricas quieren escapar del "parasitismo" de las más pobres, según les
han dicho interesadamente. Ellos tienen sus propias bolsas de explotación
importando su inmigración selectivamente.
En una
sociedad en la que nadie se preocupa de nadie es fácil vender sectarismo. Los
populismos redirigen la situación contra los inmigrantes haciendo creer que les roban sus puestos de trabajo, que les roban los recursos sanitarios, los
educativos... Es fácil enganchar al odio contra el extranjero. No es más que
una forma de rabia que algunos saben sabiamente redirigir para sus fines.
El
modelo económico se basa en el crecimiento del consumo en sectores vinculados
con el ocio, el turismo, la gastronomía, etc. que son sectores que tienden a la
precariedad y a la estacionalidad. Pero las malas prácticas se han ido
asentando en todos los campos. Se ha creado un infame sistema de explotación
con los peores modelos. Da igual que los negocios vayan bien. No se piensa en
mejorar la situación de los trabajadores jóvenes, sino en aumentar los márgenes
de beneficio del negocio. Las empresas que saben valorar a sus trabajadores,
darles estabilidad y confianza en sus puestos de trabajo son pocas. Es más sencillo
contratar mal y despedir fácil.
Mientras
expliquemos la vida en términos económicos solo habrá este modelo. Se ha
olvidado que una sociedad que no busca el bien general, una mayor y mejor
corrección de las desigualdades se acaba volviendo egoísta, como nos ocurre en
estos momentos.
Los
gritos de alarma no vienen por la situación actual, que sería lo solidario,
sino por la preocupación por la situación futura. ¿Pero cómo preocuparse por el
futuro sin hacerlo en el presente, sin tomar medidas?
Más
allá de las medidas de unos o de otros, estamos siendo víctimas de la disputa
constante por el poder sin centrarse en los problemas reales de los ciudadanos,
centrando el crecimiento destructivo de la desigualdad, el deterioro de la
forma de vida, que es lo que todos deberían luchar por mejorar. Esa es su
función y no solo el "mandar".
Necesitamos
de políticos que resuelvan problemas sociales y no a aquellos que conciben la
política como una profesión bien pagada. Necesitamos de gente que vea a la
gente como personas, no como números en los que les van las reelecciones. Es
fácil camuflar los números, no tanto la realidad. Y la realidad está ahí para
el que la quiera ver.
Tenemos
que dejar de hablar de la "economía", una construcción teórica, un concepto, y empezar a hablar de las
personas, de sus vidas precarias, de cómo son tratadas y de cómo miramos para
otro lado. Es lo real. Las cifras sobre el "crecimiento" no dicen mucho de la
realidad viva, de la de las personas.
Un titular de hoy del mismo diario señala
"El frenazo de la población lastra la economía española". Es un claro
ejemplo verbal de lo que no se debe hacer, ya que es la "economía" (la situación económica) la que impide a la gente tener hijos, casas, etc. ¿De qué sirve ese "crecimiento" si no se traduce en mejoras de la vida de las personas? ¿Se le pide a la gente que tenga hijos bajo un puente para poder seguir explotando a las generaciones venideras? No, no hay "maldición" como dice otro titular. Hay acciones específicas que buscan el enriquecimiento sin que hay mecanismos de corrección.
Empobrecemos y les pedimos después que consuman; les empobrecemos y les exigimos que tengan hijos, que compren vivienda. Ya se les está responsabilizando directamente del sistema de pensiones, con lo que pronto serán los ancianos y los jóvenes los responsables de todo los desastres desde esta perspectiva, los unos por no cotizar ni tener hijos, los otros por no morirse pronto.
Hay que empezar a "valorar" a las empresas por su "calidad" laboral y también moral. No basta con marcar "caritas" en una pantalla para ver a quién es al siguiente al que se echa a la calle. deberíamos empezar a fijarnos en estos detalles, saber quién explota, las tasas de precariedad empresarial para tomar las medidas que únicamente se entienden.
Son las personas a las que hay que
atender, olvidarse de este tipo de planteamientos economicistas y poner al servicio de la
sociedad las mejores mentes y el mayor conocimiento. El resto es inútil y
engañoso. Sin una perspectiva moral y solidaria, poco vamos a avanzar.
*
Editorial "Joven y precario" El País 22/12/2019
https://elpais.com/elpais/2019/12/20/opinion/1576871540_655815.html
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