Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
jueves pasado se presentó dentro de las II Jornadas de Mujeres de 3 Culturas
—de las que soy organizador para estímulo de los y las jóvenes investigadores en los temas de género
e interculturalidad— una ponencia presentada por la investigadora egipcia Basant
Kamal y titulada "Mujer y trabajo en el cine egipcio", que cubría el
periodo del comienzo de los años 50, con el comienzo del país de manos de la
revolución, hasta 2007, última de las películas revisadas. En la ponencia se planteaba el retroceso de la idea de la incorporación
laboral de la mujer, algo esencial para su autonomía. Las películas permitían calas en la percepción del trabajo femenino desde la perspectiva cultural que el cine ofrece al mostrarnos la mentalidad popular.
El día
anterior, pudimos ver la película "Mujeres de El Cairo", de 2009, en
el que también se planteaba la inferioridad del trabajo de la mujer respecto al
del hombre a través de la pareja de periodistas y del primero de los
episodios, el que nos describe la propuesta de matrimonio a la mujer brillante,
cuya única oferta es quedarse en casa y dedicar toda su atención al varón, un
retrato ,demasiado frecuente como para ser caricatura, de un hombre narcisista
que considera que la mujer ya está pagada con que él se digne mirarla y que
debe derretirse a sus pies con la oferta del varón, lo más valioso del
universo. El mensaje era claro: da
gracias por estar a mi servicio.
La película de Yousry Nasrallah nos dejaba
el retrato del problema a las mismas puertas del estallido de la Primavera
árabe, producida a finales de 2010 en Túnez y prendida en Egipto el 25 de enero de 2011,
Día Nacional de la Policía, acto que hoy se celebra mientras se reprime a los que van a conmemorar el despertar
revolucionario y homenajear a los muertos, llamados entonces "mártires" y hoy sospechosos de ser agentes extranjeros.
Ese
mismo día, el 3 de mayo, Egyptian Streets se hacía eco de la presentación de un
estudio realizado en la zona. El diario titulaba así su artículo: "Majority of Arab Men Think
Women’s Right Place is Home, Don’t believe in Equality: Study"*. En
el artículo se recogía las conclusiones del estudio "Understanding Masculinities" **, que no diferían en gran
medida de aquellas a las que había llegado Basant Kamal a través del estudio de
tres momentos del cine egipcio, convertido en reflejo de las tendencias
sociales en lo referido al triángulo "hombre, mujer, trabajo":
A study has found that only one in four men in
the Arab World and the Middle East believes in equality between genders.
The study, undertaken by the International Men
and Gender Equality Study in the Middle East and North Africa (IMAGES MENA),
revealed that young men in the Arab world are as conservatives as their
fathers.
The survey was conducted on nearly 10,000
individuals, both men and women from Lebanon, Egypt, Morocco and Palestine;
their ages ranged between 18 and 59. The vast majority of them held
conservative views regarding women, believing that they are not capable of
being leaders and belong in their houses. They also believe that education is
important for boys more than girls.
The opinions of the majority of women
interviewed were in line with their male counterparts; they agreed that their
most important duty is at their houses.
The study also revealed that in some Arab
countries, up to 90 percent of men believe that they have the right to control
women’s clothes and how often they should have sex.
The majority of men who agreed to have a female
boss, however, believed that it shouldn’t alter the fact that men should still
be the breadwinners and women can work as long as it doesn’t have a negative
effect on their family duties. They have also shown a low progressive attitude
towards women having the final word regarding decisions made at home.
According to the study, the males’ view could
be a result of the economic turmoil that usually leaves young men struggling to
find jobs and unemployed, so they feel not empowered. Unemployment was cited
several times as the reason behind the conservative views.
High rates of domestic violence were also
revealed by the study, about 45 percent of men show violent attitude towards
their spouses. More than half of the surveyed men believed that women deserve
to be beaten sometimes.*
Las conclusiones del estudio son aterradoras para el futuro,
pero no más que la realidad palpable a través de muchos indicadores sociales
que muestran la involución social y el fracaso de las políticas igualitarias,
que si bien pueden fijarse legalmente después son rechazadas por la resistencia
de la visión patriarcal tradicional frente a las mujeres y de las mujeres cuya
identidad se ha forjado bajo la mirada masculina.
Hoy se responsabiliza a la Primavera árabe de los desastres
consiguientes, en especial la crisis económica y la guerra en la zona (como
división). Es la forma de anular sus ideales y dirigir de forma maquiavélica el
rechazo hacia ella. Sus enemigos son maestros en estas argucias, encubriendo
sus maniobras. Los hombres han luchado por el poder; la mujeres por los
derechos. Cuando han conseguido el poder, se han reprimido los derechos,
especialmente los de las mujeres, hacia cuya yugular se han dirigido los
violentos colmillos patriarcales, presentes en todas las corrientes políticas,
incluso en muchas que se presentan como progresistas.
El mundo árabe no logra quitarse de encima su profundo machismo
tradicional sobre el que se asienta su visión del poder como un elemento viril.
Este poder se basa en el control y no en la capacidad de transformar la
sociedad, que queda anquilosada y retrógrada. Es más importante dominar que cualquier otra cosa. Y esa
dominación tiene su primera fase en las mujeres, en la casa, a través de la
obediencia y sumisión de esposas e hijas.
La excusa de la crisis económica para perder el terreno
ganado en el trabajo no es más que eso, una excusa. Como hay poco trabajo, las
mujeres deben abandonar sus puestos,
quedarse en casa, para que no sufra la virilidad del varón, que es quien debe
demostrar ante otros ser capaz de mantener a todos. Como excusa es vieja y
frustrante porque no solo no excusa nada sino que muestra el carácter
condescendiente que se tiene con la mujer que trabaja, un mero entretenimiento
o una agresión pública, según los casos.
La idea final de que las mujeres "se merecen" ser
golpeadas en ocasiones, muestra descarnadamente la violencia de la dominación
masculina. La hipocresía social presume del "dulce convencimiento" y
si no es eficaz, se aplica la violencia por "su propio bien". La
mujer que se resista que se atenga a las consecuencias.
La película de Yousry Nasrallah comienza mostrándonos al seductor esposo,
ofreciéndose como un premio a su esposa, y termina con una brutal paliza en la
que la pelea libera a la mujer del fantasma seductor que por todas partes se le
ofrece para conseguirla. Una vez conseguida, se desvela el engaño.
La
involución social ha venido de la mano del crecimiento del tradicionalismo que
comenzó en los años 80. La idea se repite por todas partes: las mujeres eran
más feministas hasta los años 70.
Abuelas feministas, partidarias de la igualdad y del trabajo; hijas
conservadoras y nietas tradicionalistas que se revuelven contra las que se
resisten.
La
obsesión matrimonial es un síntoma claro. Basta con revisar las páginas de
Facebook para comprender hasta qué punto se ha producido una distorsión de la
vida social obsesionando a las más jóvenes con el matrimonio. Las fotos
luciendo los añillos, las celebraciones de las bodas, la imagen feliz se
produce cada vez antes. El avance tradicional de los islamistas reduce la capacidad
de independencia de las mujeres mediante la reducción de la edad del
matrimonio. Pronto llegan los hijos y se cierran las posibilidades de incorporación
al trabajo. Las cifras de divorcios aumentan espectacularmente —como ha
ocurrido en Egipto, y aquí hemos tratado, ante la desesperación del presidente
al-Sisi— porque pronto se descubre el lado duro del marido. Donde se esperaba
dulzura, aparece pronto el narcisismo, muchas veces violento, del que no se
debe hablar. Las mujeres divorciadas regresan a casa de sus padres,
estigmatizadas, controladas por unas vergonzosas leyes de divorcio que las
dejan en manos de los maridos, sin más recurso muchas que las pensiones que
ellos pueden pagar o no ante la indiferencia de la ley, que sigue siendo
machista. El hombre se casa y sigue agregando piezas a su colección. La mujer
queda escondida, acosada por aquellos que consideran que una viuda ya no es
terreno de nadie y necesita de hombres que la vean en secreto. Muchas de ellas
sufren esas llamadas vergonzosas de hombres, diciéndoles que se ofrecen a
consolarlas en secreto.
Durante
la Revolución —denostada hoy por una doble estrategia del estado y los
islamistas—, las mujeres sufrieron violencia desde ambos lados. Escandalosos
para todo el mundo fueron los exámenes de virginidad a las manifestante por
parte de los militares, de la misma forma que tuvieron que sufrir secuestros y
violaciones en masa por parte de los grupos que practicaban el denominado
terrorismo sexual en plena plaza de Tahrir. Tuvieron que organizarse grupos de
vigilancia para proteger a las mujeres de los ataques. Sobre todo esto, las
hemerotecas están llenas de datos e imágenes, mal que les pese a muchos. La
primero visita que hizo el presidente al-Sisi fue a un hospital para visitar a
una mujer atacada.
La
violencia no solo es física. Se trata de mantener a las mujeres en casa, bajo
el control y la dependencia de los hombres porque esa es la voluntad del dios
patriarcal y de sus representantes en la tierra, los varones, cuyas parejas
fueron creadas para que no se sintiera
solo, sin más especificación.
La violencia se ejerce a través de las instituciones que van
minando la resistencia de las mujeres y sus deseos de autonomía para poder
alcanzar su propia identidad. Es aquí donde entran los modelos propuestos desde
la sociedad patriarcal y que tan bien definió Betty Friedan en su obra La
mística de la feminidad. La "nueva mujer" es definida como un modelo
representado a través de todos los dispositivos a disposición del sistema. La
mujer acaba alienada y satisfecha con su papel dependiente, su mundo gira sobre
la satisfacción de los deseos y fantasías de lo varón en sus distintos roles. No es de extrañar que el estudio
señale:
Women were not so different, they also didn’t
show progressive attitudes towards their social and economic rights. However,
young women were more to defend their rights and equality compared to older
women.
In Egypt, findings of the study show that the
patriarchy is alive and well, in both public and private life. Both men and
women, on the whole, hold inequitable attitudes about the rights and
responsibilities of women compared with those of men.
In Morocco, it showed vast gap between public
and private perspectives. “Masculinity and the patriarchal mindset. It affects
men, as well, because the norms or the roles assigned to each sex, at the heart
of society, are disadvantageous,” according to the study.
In Lebanon, the study showed some levels of
support of gender equality. Also, many male respondents report putting more
equitable ideas into practice.
In Palestine, findings indicate that the
division of labour in the household still reflects inequitable, gendered power
relationships.
“This inequitable division of housework puts a
greater burden on women, hindering their involvement in societal or political
issues and maintaining their marginal position within the family and society,”
according to the study.*
Por encima de los efectos de la superficie cotidiana están
los movimientos profundos que son los que estructuran la sociedad y establecen
los límites de lo posible social. Y
lo posible es cada vez más limitado para las mujeres.
El sistema patriarcal es un reparto de poder delegado desde
Dios hasta la casa más humilde, que cree estar defendiendo un orden divino en el encierro, la
invisibilidad o la violencia contra las mujeres. Nadie renuncia a ese poder en
un mundo de sumisiones, de ciudadanías débiles en favor de otros criterios de
identidad como son los de la religión y el género, que se ratifican y refuerzan
el uno al otro.
La virulencia contra lo que supuso la revolución es en gran
medida una reacción tradicionalista. El empeño en considerar que los derechos
igualitarios de la mujer suponen una subversión del orden divino, que enseña
que la mujer debe ser obediente, que la muestra con falsas limitaciones que
convierten al varón en su "guardián" en todo momento de su vida, etc.
ha sido usado políticamente.
No existe democracia sin la igualdad de género, de derechos
reales. En Egipto, los síntomas son diarios y se confirman con los datos del
estudio. Se percibe en las propuestas de algunos parlamentarios, claramente
contra las mujeres, en legislación puesta ya en marcha.
No hay una defensa clara de la igualdad de derechos. Y
cuando la hay, queda muchas veces en un mero discurso propagandístico, incapaz
de enfrentarse a las fuerzas reaccionarias que mueven la sociedad en su fondo.
El gran fracaso de las fuerzas políticas democráticas es
haber sido incapaces de frenar el crecimiento social, desde la base, del
islamismo anti reformista que ha estado actuando pese a su marginación de lo
público. La ideología retrógrada, proveniente en gran medida de los países como
Arabia Saudí y otros de la zona, ha financiado las campañas y ha apoyado a los
más conservadores. Esta explicación no debe mostrar a la sociedad egipcia como
una víctima saudí, como en ocasiones
se presenta. Tiene plena responsabilidad, de los gobiernos a la calle, de no
haber sido capaz de profundizar en la igualdad real de las mujeres y
establecerlo como un modelo a través de la educación. La educación ha fallado
por el desastroso periodo de Mubarak en el que esos derechos eran los que
usaban las élites, pero no se defendían los de los demás, abandonados a su
suerte, es decir, a la expansión del pensamiento tradicionalista y patriarcal.
En 2015, un
reportaje del HuffPost titulado "New Report Paints Devastating Picture Of
Violence Against Women In Egypt" señalaba:
A leading human rights group said Wednesday
that Egypt is failing to protect its women from widespread violence and
criticized the country’s authorities for “token” legal reforms that have not
translated into real change.
The damning report, released by Amnesty
International, urged the government to present a comprehensive strategy to
combat violence against women before the upcoming parliamentary election.
“Recent measures to protect women taken have
been largely symbolic,” Hassiba Hadj Sahraoui, Deputy Director of the Middle
East and North Africa Programme at Amnesty International, said in a press
release. “The authorities must prove that these are more than cosmetic changes
by making sustained efforts to implement changes and challenge deeply
entrenched attitudes prevalent in Egyptian society.”
In June 2014, Egypt criminalized sexual
harassment for the first time. Women’s rights advocates have been skeptical of
the new law, and have noted that some of its burdensome requirements — such as
requiring women who are sexually harassed or assaulted to have two witnesses to
the crime — may render it difficult to enforce. While no official data are
available, Amnesty said the new law does not appear to have resulted in
increased prosecutions or convictions.***
En 2014 se planteó —ante el enorme escándalo continuo de los
medios de comunicación mundiales por los datos y sobre todo por la focalización
en las imágenes producidas durante la revolución, el apaleamiento por la
Policía, en plena calle, de la llamada "mujer del sujetador azul",
los exámenes de virginidad a las manifestantes por los militares, las filmaciones
de violaciones en grupo, etc.— una ley de penalización del acoso, algo
inexistente oficialmente, como tantas otras circunstancias que afecta a la
mujeres, que se trataba de alejar de los juzgados.
El artículo sobre el acoso sexual y demás violencia contra
las mujeres se cerraba con unas declaraciones:
Mona Eltahawy, an Egyptian-American women’s
rights activist, said it was incredibly important that Amnesty connected
domestic, street and state violence against women.
“Women in Egypt are entrapped by institutional,
systematic violence,” she told The Huffington Post by email. “Unless combatting
that violence becomes a priority, unless women can live safe and dignified
lives, no revolution has taken place. We must overthrow the Mubarak at home as well
as on the street, not just the one who sat in the presidential palace. That
double revolution that us women must undertake — against the misogyny of the
state and the street, and by extension the home, is Egypt’s key to freedom.”***
La idea de Eltahawy —conectar todas las formas de violencia—
es esencial para comprende el fenómeno y, sobre todo, para comprender por qué
no solo no se soluciona sino que se incrementa el acoso, a pesar del mínimo
margen ya que abarca a más del 90% de la población femenina. El acoso es una
forma de resistencia patriarcal, una forma de poner a la mujer en su sitio ante lo que el varón
entiende como desafío o provocación. Casa, calle e instituciones son reflejo
del patriarcado y dan por sentado el papel inferior de la mujer, por más que
proclamen en las instancias superiores la igualdad, por más que se escriba en
sus constituciones, inferiores porque han sido hechas por los hombres y no por
Dios. La única ley válida es la que llevan grabada a fuego desde el nacimiento
y que repite una y otra vez la superioridad del varón. Es la cultura patriarcal
que sobrevive bajo cualquier apariencia de modernidad. No hay revolución, no
hay modernización sin hacer desaparecer la misoginia presente en todos los
rincones.
Los datos del estudio muestran que la reacción avanza
desmantelando uno de los primeros movimientos de derechos de la mujer, como fue
el egipcio, ya en los años 20. Pero el Egipto cosmopolita, aspirante a una
modernidad real, se fue perdiendo en la atracción del abismo patriarcal de la
misoginia estableciendo una curva en la que se refleja un continuo descenso. La
batalla cultural la perdió la modernidad en cuanto se limitó a formular leyes
sin voluntad de hacerlas cumplir. Las instituciones no han respaldado a las
mujeres.
Lo que se ha podido avanzar, se está retrocediendo. La
desaparición de las voces políticas que defiendan la igualdad y —todavía más
importante— que la defiendan, a lo que hay que sumar las campañas contra las
ONG feministas a las que se ataca y desprestigia considerándolas como una
"cuña occidental" para destruir la familias y la moral sagradas de
Egipto. La falta de recursos y los impedimentos a que reciban muchas veces
financiación exterior para ayudarlas a realizar su labor es determinante.
La excusa de la crisis económica no es más que una maniobra
para evitar que las mujeres tengan independencia. Es la forma de seguir
controlándolas, antes, durante y después del matrimonio. Antes porque deben
aceptar las decisiones de los padres; durante porque quedan supeditadas al marido
al no poder salir por falta de recursos; después porque incapacitadas para
trabajar, siguen dependiendo de las pensiones que quieran pasarles si es que lo
hacen. Sin formación, dependen de ellos para siempre.
Lo que el estudio muestra es un retroceso social dramático. Muchas
mujeres aceptan esa dependencia ante el riesgo que el acoso permanente en los
trabajos supone. En marzo, Mada Masr
publicó un artículo firmado por Mona Ezzat, titulado "Working women and
policy assessment", en el que daba cuenta del acoso laboral detectado en
estudios anteriores:
Women in Egypt are subject to sexual harassment
in their places of work at a very high rate. In 2009, we conducted a study on
women working in economic zones in Alexandria and the governorates along the
Suez Canal. We interviewed women at their houses in villages or waited for them
as they were leaving the factories they worked in, because we were not allowed
to go inside. We also discovered cases of sexual harassment against women
inside government institutions, which prompted a study on sexual harassment in
public and government agencies in 2015, and another one on sexual violence in
health and education facilities.
As gender issues are not reflected in official
statistics, that’s what we have focused on during our interviews with working
women. We have have heard accounts of sexual violence, unfair wage practices
and the inability to secure maternity leaves, issues mainly occurring in the
private sector. We also measure the efficacy of state policies. For example,
there are units in all government agencies that are meant to ensure that equal
opportunities are provided regardless of gender, but they are not activated.
However, this only came to light when we conducted interviews with women
working in government.****
El fenómeno es total. No es una cuestión de las calles, es
una cuestión de la cultura que se expande a todos los ámbitos. Los miembros de
la sociedad desempeñan distintos roles en distintos espacios, pero no cambian
su mentalidad. El que es violento en su casa, acosa en las calles y trata de
taparlo desde las instituciones. Son muchos los problemas que afectan a las
mujeres que son tapados desde este sentido de mantenimiento de la hipocresía
social.
Lo más terrible es lo precario de los avances de los
derechos de las mujeres, rodeadas de una intensa cultura machista, refrendada
por muchas mujeres que han asumido este estado y no perdonan los intentos de
otras de cambiarlo. Esta es la parte más oscura siempre de analizar, pero el
patriarcado no es una cuestión estrictamente masculina sino una forma de
ordenar la sociedad y determinar sus posibilidades de existencia. El fenómeno
se llama "alienación". Por ello se trata de silenciar, invisibilizar
los esfuerzos de muchas mujeres para que comprendan la situación y poder
combatirla.
Esta precariedad queda reflejada en la forma en que se llevaron los avances de las mujeres, según explica Miwa Kato, en su artículo del actual número de The Cairo Review of Global Affairs, de la Universidad Americana de El cairo:
Egypt’s recent history shows the importance of
pushing a cause as important as gender equality and women’s empowerment with a
movement supported by a large segment of the citizenry. Social transformation
needs to evolve as a part of a wider social aspiration, growing beyond what is
often referred to as the First Lady Syndrome. In Egypt, the limiting of the
voice of civil society and of ordinary women prevented women’s rights from
taking root in transforming the society. Top-down legislative action and policy
development driven by the clout of the First Lady failed to sufficiently change
the social norms and perceptions of ordinary citizens. This left the progress
of the Mubarak years vulnerable to a regressive backlash.
Thus, when the first post-Mubarak elections
brought conservative Islamist forces into government for the first time in
Egypt’s history, the close association of the women’s rights movement with the
Mubarak regime placed its accomplishments in a highly precarious position. The
breakdown of law and order in the immediate aftermath of the uprising created
the opportunity for a violent backlash against women seeking equal engagement
in civic life. The shocking sexual assaults on women in the streets were
manifestations of deep-rooted societal norms and perceptions about women’s
right to choose and assert in public settings.*****
El síndrome de la Primera Dama podría aplicarse en muchos otros casos en los que la personalización del poder se produce al ponerlos bajo la imagen del poderoso. es una forma de asociación de los derechos a las personas poderosas, que son sus garantes. Pero eso no significa que calen en la sociedad más allá de ciertos niveles. Como se señala, puede ser contraproducente, incluso.
Igual que se visibiliza al poderoso concediendo o amparando derechos de los ciudadanos, los elementos negativos se esconden porque se consideran que son malos para la imagen del régimen o el país. Así ocurre con fenómenos como el reflejado en el estudio o muchos otros que no deben salir a la luz porque así oficialmente no existen. Ocurrió con el acoso y ocurre con otros, como los crímenes de honor, un tema tabú.
La respuesta egipcia suele ser siempre matar al
mensajero, destruir o estigmatizar a aquellos que les ponen el espejo delante
de la cara.
*
"Majority of Arab Men Think Women’s Right Place is Home, Don’t believe in
Equality: Study" Egyptian Streets 3/05/2017https://egyptianstreets.com/2017/05/03/majority-of-arab-men-think-womens-right-place-is-home-dont-believe-in-equality-study/
** Understanding Masculinities http://imagesmena.org/en/
***
"New Report Paints Devastating Picture Of Violence Against Women In
Egypt" HuffPost 1/21/2015 http://www.huffingtonpost.com/2015/01/21/egypt-women-violence_n_6517346.html
**** "Working women and policy assessment –
Feminist testimonies from Egypt" Mada Masr 10/03/2017
http://www.madamasr.com/en/2017/03/10/feature/society/on-workingwomen-femini***** Miwa Kato "Women of Egypt" The Cairo Review of Global Affairs nº 24. 2017 https://www.thecairoreview.com/essays/women-of-egypt/
2014 |
2014 |
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