Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
" brutal dictator" calificaba ayer The Washington Post al presidente
al-Sisi desde su titular; The New York Times usa otra descripción contundente
"Authoritarian Leader" para referirse a él. Es este último periódico
el que dedica un extenso artículo a lo que implica el apoyo de Trump a al-Sisi,
el "fantastic guy".
En el artículo, titulado "Trump Shifts Course on Egypt,
Praising Its Authoritarian Leader", como era previsible, las críticas se
hacen en dos sentidos que interrelacionan: se describe la represión que lleva a
calificarle como "líder autoritario", se establecen los motivos de la
sintonía de ambos y, finalmente, se señalan las consecuencias para los Estados
Unidos y su imagen internacional por haber roto sus normas democráticas. El
artículo llega a establecer los paralelismos entre ambos en el plano personal,
explicando su sintonía.
Como ya señalábamos, la visita contiene la foto que al-Sisi quería y que Trump
ofrece. Sin embargo, Egipto sale dañado en su imagen pública, tanto
norteamericana como internacional. Mientras la prensa egipcia habla de que la
prioridad del presidente era la economía, ese aspecto no es mencionado por la
norteamericana, que critica la entrega de material militar señalando que es lo
que al-Sisi necesita enseñar a la vuelta a sus colegas de los cuarteles.
El primer párrafo del artículo nos describe la entrada en la
Casa Blanca del presidente al-Sisi junto a Donald Trump, para seguidamente mostrarnos
el valor simbólico del acto:
“We agree on so many things,” Mr. Trump said as
he sat beside Mr. Sisi in the Oval Office. “I just want to let everybody know
in case there was any doubt that we are very much behind President el-Sisi.
He’s done a fantastic job in a very difficult situation. We are very much
behind Egypt and the people of Egypt. The United States has, believe me, backing,
and we have strong backing.”
In that one moment, Mr. Trump underscored a
fundamental shift in American foreign policy since he took office. While his
predecessors considered authoritarians like Mr. Sisi to be distasteful and at
times shied away from them, Mr. Trump signaled that he sees international
relations through a transactional lens. If Egypt can be a partner in the battle
against international terrorism, then in Mr. Trump’s calculation, that is more
important to the United States than concerns over its brutal suppression of
domestic dissent.
Nothing could have made Mr. Sisi happier. He
arrived from Cairo with a list of financial, security and political requests,
but effectively he got what he really wanted in the six minutes that news media
photographers were permitted in the Oval Office to record the visit that
President Barack Obama had denied him. The picture of the
general-turned-president in the White House, hosted by an American leader
lavishing praise on him, was the seal of approval he had long craved, the
validation of a strongman on the world’s most prominent stage.
That big hug was just what Mr. Sisi’s
government sought, said Eric Trager, a scholar on Egypt at the Washington
Institute for Near East Policy. “It wants to see the White House legitimate it,
and set it on a new course.”*
Sin embargo no todo es tan sencillo. La aprobación, las
bendiciones de Trump son bastante precarias dado su propio estado de
desprestigio internacional y su hundimiento en aprobación. La foto buscada,
como se señala, puede ser una "victoria" para al-Sisi pero es una
"derrota" para Trump, al que se le abre otro flanco conflictivo, como
los propios artículos muestran ya. De esta forma, las críticas al régimen
egipcio serán críticas a Donald Trump, mostrando su aproximación como un
defecto y un problema más al que ha arrastrado a los Estados Unidos.
Mediante la asociación, ambas figuras quedan unidas de forma
indisociable, explicándose retóricamente la una a través de la otra:
“I just want to say to you, Mr. President, that
you have a great friend and ally in the United States and in me,” Mr. Trump
told Mr. Sisi.
Mr. Sisi responded in kind, sometimes in
language mimicking a Trumpian sales pitch. “You will find Egypt and myself
always beside you in bringing about an effective strategy in the
counterterrorism effort,” he said. He also vowed to support Mr. Trump’s effort
to negotiate peace between Israelis and Palestinians, calling it an effort to
“find a solution to the problem of the century in the deal of the century.”
While Egypt has long been a crucial American
ally in the Middle East, Mr. Trump’s admiration for Mr. Sisi seems to mirror in
some ways his appreciation for President Vladimir V. Putin of Russia as a
fellow tough figure. After their first meeting in September, on the sidelines
of the United Nations General Assembly when Mr. Trump was running for
president, he hailed Mr. Sisi as “a fantastic guy” and spoke admiringly of his
iron-fisted methods. “He took control of Egypt. And he really took control of it,”
Mr. Trump said in an interview with Fox Business Network.
Mr. Sisi has rejected suggestions that he rules
like a dictator. Speaking to The Financial Times in December, he said he was
“building love between Egyptians, a wave of respect for the other that will
start in Cairo and spread across the region.”*
El último párrafo tiene un claro sentido sarcástico. Estas
afirmaciones del presidente sobre el "amor" y la "ola de
respeto" son una burda forma de encubrimiento de la represión y como tales
son entendidas fuera de la burbuja egipcia. Las referencias a la forma de
hablar del presidente imitando al propio Trump no hacen sino reforzar lo
grotesco de la figura de Trump y la imitación de su lenguaje de vendedor por
parte del propio al-Sisi.
La depreciación de la figura del presidente egipcio se hace de
nuevo mediante la introducción de una tercera figura, la de Vladimir Putin, que
ambos dicen admirar. En un momento en el que la figura de Rusia aparece en
muchos artículos e investigaciones, la mención de Putin para definir al
presidente egipcio es otra forma negativa de presentación.
El artículo recuerda que mientras los líderes hablan de
"amor", en El Cairo han condenado a 17 personas y se recuerda el caso
de Giulio Regeni, el joven italiano, señalando que los abogados de la familia
ya han identificado a dos funcionarios de alto grado implicados en su
secuestro, tortura y muerte. Es el contrate entre las palabras y la foto
oficiales y la dura realidad que Trump está apoyando.
A continuación, el diario aproxima a las dos figuras
resaltando rasgos comunes:
Beyond a shared love for harsh rhetoric warning
against the dangers of jihadist Islam, Mr. Trump has striking similarities with
Mr. Sisi’s brand of authoritarianism in Egypt, according to Middle East
analysts. Both leaders came to power promising splashy projects derided by
experts — an expensive extension of the Suez Canal for Mr. Sisi, and a giant
wall along the Mexico border for Mr. Trump. In speeches, both leaders have been
ridiculed for making exaggerated claims, embracing conspiracy theories and
speaking in a limited rhetorical style.
Egyptians also often mock Mr. Sisi for speaking
in a rustic form of Arabic that contrasts with the formal version usually
favored by national leaders. Mr. Trump has the grammar and vocabulary of a
fifth-grade student, one study last year found.
Both leaders are notoriously thin-skinned and
project a sense of unfiltered self-regard. In recent months, Mr. Trump branded
critics in the “fake news” media as the “enemy of the American people”; last
year, in a fit of exasperation, Mr. Sisi told Egyptians, “Please, do not listen
to anyone but me!”
Yet in many other ways there are vast differences
between their styles. While Mr. Trump wrestles with a hostile media and
recalcitrant factions in his Republican party, Mr. Sisi’s government has
imprisoned dozens of journalists — fewer only than China and Turkey, according
to press freedom groups — while the national Parliament is stuffed with his
supporters.*
Como puede apreciarse, la foto le está saliendo muy cara al
presidente al-Sisi. Las comparaciones con Trump son para hundir al inquilino de
la Casa Blanca mediante el resaltado de sus limitaciones, para lo que se
aprovechan los defectos del visitante.
Las visitas de al-Sisi a Nueva York, a la asamblea de
Naciones Unidas, nunca han sido fáciles. Ninguna de sus visitas al exterior lo es,
pero tratan de ser más discretas. Sin embargo, en esta la visita es oficial a
la Casa Blanca y la atención concedida es mayor. Y eso es lo que menos favorece
a Egipto, que queda expuesto y estigmatizado. Incluso lo que ponderen la "mano
de hierro" de la presidencia lo harán por motivos que otros rechazarán.
Ser amigo de Trump tiene un elevado riesgo: que te midan por
él. La ridiculización de la figura de Trump arrastra a los otros. Que se diga
de él que un estudio muestra que tiene un nivel de lenguaje de un estudiante de
quinto grado se conecta con las burlas egipcias a la incorrección del
presidente en el habla del árabe clásico, una forma recurrente de medir a un
líder salido de los cuarteles por parte de las clases cultas. En el texto se
menciona negativamente dos veces su forma de hablar, en inglés, como un vendedor, como un inculto en árabe.
Las críticas a la prensa, con mención de los
encarcelamientos de periodistas, es otro paralelismo. La prensa misma no iba a
dejar de resaltarlo. Todos mienten, menos ellos, que es a los únicos a los que
se debe escuchar.
El tratamiento mediático de la visita es negativo para el
presidente y para Egipto. Cada uno se contagia de las críticas al otro. Pero el
futuro puede ser más complicado para al-Sisi si se produce una divergencia
entre los intereses norteamericanos y las propuestas sobre la cuestión de
Palestina que obliguen a Egipto a tomar posturas contrarias a las tomadas por
los países árabes. Egipto puede encontrarse entre la espada y pared si tiene
que tomar posiciones.
Los movimientos mediáticos, las propuestas públicas del
presidente al-Sisi en estos meses últimos tenían como objetivo permitir a Trump
mostrarlo como el "fantastic guy" que necesita en Oriente Medio. Lo
malo es que esas propuestas no han conseguido salir adelante. Sus peticiones a
Al-Azhar sobre el cambio religioso no han tenido respuesta eficaz y sí
polémicas a su alrededor. No hay moderación religiosa, solo control de los
sermones por parte del ministerio, que es otra cosa. El aumento de la violencia
sectaria contra los coptos tampoco ha tenido un apoyo más allá de su deseo —que
considero sincero—; se ha buscado más bien que no se quejaran, para irritación
de muchos. El fracaso económico no tiene forma de ocultarlo y, lo que es peor,
no hay forma de solucionarlo más que a muy largo plazo y de forma dramática,
pues Egipto al completo es una maquinaria ineficiente, una máquina que funde el
dinero que recibe por un sistema incontrolable.
La foto está hecha. Al-Sisi regresará y el país volverá a
sus rutinas, tapando agujeros y bocas para evitar que se vean y escuchen muchas
de las cosas que han salido a la luz en estos días de visita. El presidente regresa con muchas palmadas en el hombro, pero no se habla mucho de lo que pueda traer de vuelta en la maleta.
En contraste, la prensa egipcia se centra en la "química personal" entre ambos (Ahram Online). Ver en Trump a un héroe es un efecto más de las distorsiones de la burbuja egipcia. Pero para el egipcio sencillo saber que los presidentes son como una especie de hermanos es un síntoma de un futuro de bienes y alegrías. ¡Qué pena que no puedan emparentar!
*
"Trump Shifts Course on Egypt, Praising Its Authoritarian Leader" The
New York Times 3/04/2017
https://www.nytimes.com/2017/04/03/world/middleeast/-egypt-sisi-trump-white-house.html
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