domingo, 3 de noviembre de 2024

Por una mejor cultura informativa

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Estamos rodeados de información. Somos el blanco de miles de fuentes que nos llegan cada día — nos gusten o no, las pidamos o no— a nuestros teléfonos. Los medios nos dan cuenta de una "realidad" muy "redirigida" hacia focos muchas veces intrascendentes, pero que afectan a su economía, Todo esto ha desarrollado una serie de teorías explicativas que se encuadran en la llamada "economía de la atención", en la que nuestra atención es el objetivo; buscan atraer y mantener nuestra mirada en un espacio altamente competitivo. Quien logra retenernos, gana. Es así de simple. Con este objetivo se ha desarrollado docenas de técnicas y estrategias, fundamentadas en la psicología y en la sociología.

En mitad de esta hiperinflación informativa surge la queja común de que nadie está informado. Es la respuesta que se obtiene cuando se suspenden vuelos o trenes, cuando ocurre algo inesperado. Podemos obtener información más fácilmente sobre la ruptura de un torero o futbolista, el noviazgo de una deportista, o cualquier otro tipo de información banal hacia la que se nos empuja para obtener nuestros "clics", ni siquiera "likes".

Se juega con nuestra atención y, por ello, con nuestros criterios de lo que es relevante y aquello que no lo es. Hemos perdido (nos han hecho perder) nuestro sentido de lo valioso, de lo realmente relevante en cada momento. No hay una cultura de la relevancia informativa. ¿Cuántas veces se ha encontrado con que al buscar algo, otra noticia se interponía entre usted y lo que buscaba, que algo ha surgido y se ha ido tras ello?

El mundo de la información es una jungla competitiva en la que usted, yo, somos las piezas en manos de los depredadores. Cuente con cuántas personas se cruza con el teléfono en la mano y a las que tiene que esquivar; cuente cuántas personas llevan sus teléfonos en la mano en el transporte público o aprovechan las paradas de sus coches en los semáforos; cuente cuántas personas terminan una llamada y comienzan otra... ¡cuente...!

Las informaciones urgentes, las verdaderamente necesarias en caso de emergencias, quedan bloqueadas en nuestros teléfonos, en donde se agolpan todo tipo de aplicaciones innecesarias. Muchas veces ni tan siquiera las tenemos instaladas. Sin embargo, son decenas las que vienen de fábrica en nuestros dispositivos.

Por parte de las administraciones, sensibles a las políticas e intereses de los gigantes de las comunicaciones, no hay un interés excesivo en mantener unos servicios de alarmas, de registros de casos y atención a los interesados, que llaman y no reciben respuestas. Hoy los bots pueden hacer llamadas de desinformación automáticas, pero parece ser que no cuentan para responder llamadas a los avisos de emergencia, registrar casos, etc. Es cierto que un caso de estas dimensiones no es frecuente, pero también lo es que los expertos nos previenen de que habrá más y quizá peores. Hoy mismo se nos avisa de zonas en las que habrá de nuevo lluvias torrenciales.

Cuando se producen casos como este es fundamental que las personas reciban instrucciones claras y sencillas de lo que deben hacer. Deben existir protocolos. Pero el miedo a interferir en otros procesos económicos (como los intereses turísticos, por ejemplo) hace que todo nos llegue tarde. Nadie quiere ser responsable de haber arruinado un fin de semana con un festivo, como el 1 de noviembre, Halloween. Quizá de haber sido otro fin de semana sin tantas expectativas, el resultado habría sido otro. Es pura especulación, pero no es la primera vez que se adelantan o cierran medidas por temor a un fin de semana festivo. Es la maldición turística. Ahora, en cambio, nadie quiere ser acusado de "no actuar a tiempo" y las medidas se aceleran y agolpan. Se ha tenido que restringir el paso de voluntarios a las zonas más afectadas por temor a la acumulación ineficaz de personas que puedan llegar a interferir.

Es fundamental una mejor gestión de la información y una mayor información sobre la información, valga la redundancia. Creo que esto, a la vista de lo ocurrido, es esencial. No podemos seguir escuchando esto de "no tenemos información", "no obtenemos respuesta" o "no sabemos dónde acudir". Esto esencialmente depende de las administraciones, pero también de los usuarios, que son los más interesados en obtener la información clave.

Para que esto funciones, hay que tener planes prefigurados que se acerquen a los posibles y previsibles resultados de las distintas catástrofes naturales, de terremotos a inundaciones brutales como las ocurridas con la DANA. Existen múltiples formas de hacer esto, empezando por las "simulaciones", que pueden darnos cierta idea de lo que puede ocurrir partiendo de lo fijo (terreno, construcciones...)  e incorporando lo variable (la intensidad de los fenómenos). El hecho de que se haya informado de los riesgos de esto desde distintos ámbitos sin que se haya hecho nada al respecto es muy significativo de la forma en que pensamos en los fenómenos.

El miedo a ser responsable político de algo que puede producirse de manera distinta a las previsiones causando daños a la "economía" queda bien ejemplificado en la negativa de muchas empresas a liberar a sus trabajadores ante los avisos de desastre. Hasta que no lo tuvieron encima no intentaron que sus trabajadores pudieran ponerse a salvo o reunirse con sus familias. De esto se han quejado los sindicatos con razón. Las empresas no iban a "perder dinero". Como decía una camarera a RTVE: "Nos hemos jugado el pellejo por vender cuatro menús", ha señalado en el Canal 24 Horas de TVE. Según ha explicado, su supervisor "no les dejó" irse a casa porque "no lo veían suficientemente grave". "Hasta que llegó la alerta al móvil, pero ya era tarde", ha lamentado."*

Esto es más que una anécdota. Es una forma de ver los acontecimientos, de desconfiar en la información dada y de confianza interesada en la suerte; es una forma de recelo que implica que no basta con tener acceso a la información. Hay que creerla y seguirla.

Hace falta un cambio en la cultura informativa, un nuevo entender de su valor y eficacia. Esto se debe enseñar en las escuelas, en los ayuntamientos, que la gente crea y siga las instrucciones, algo que no ocurrirá si está información llega a destiempo.

Los interesados en sabotear la información —sabemos que los hay— intentarán que esta no se crea, intentarán que no se siga. Las cifras de muertes siguen creciendo. Lo seguirán haciendo por carecer de esa información y de planes para ejecutarla. Planes e información tienen que ir más allá de algo que escuchamos "precaución". ¿Qué es eso? ¿Qué significa en un país como el nuestro, con nuestras malas costumbres?

Son ya más de 210 muertos localizados. Lo que nos espera en estos días es un recuento de muertes que se hace angustioso ante los cientos de desaparecidos. Hay que organizar planes, hay que tener buena información, accesible, constante... y el hábito de consultarla, de valorarla. No basta con  ese "precaución" que parece dejar todo en manos de las víctimas.

La posibilidad de un desastre de la misma o superior magnitud hace que debamos recapitular sobre lo hecho. Esta "post eficacia" sirve de muy poco. Hay que prepararse para que estos efectos no se vuelvan a producir. Puede que no podamos impedir la lluvia, pero sí controlar los daños. La información es esencial en esto. Pero está claro que muchas cosas han fallado en este terreno.

* "Atrapados tras ser obligados a trabajar pese a la DANA: "Nos hemos jugado el pellejo por vender cuatro menús"" RTVE.es 30/10/2024 https://www.rtve.es/noticias/20241030/cc-oo-denuncia-empresas-obligaran-a-ir-a-trabajar-con-aviso-dana/16309830.shtml

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