miércoles, 6 de septiembre de 2023

Avisos y sorderas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Los destrozos que estamos viendo por todo el mundo, de incendios a inundaciones pasando por "danas" como la que acabamos de padecer nos muestran un problema, que da igual que aceptemos o no, está ahí. Podemos negar el cambio climático incluso dudar de la conveniencia de las alertas sobre tener cuidado, no salir de casa o evitar trayectos.

Eso es lo que apreciamos gracias a la tendencia de las personas a coger sus móviles y mostrar su vocación reportera y, en muchos casos, su propia estupidez. En estos días hemos visto a gente grabando desde lo alto de un puente que se derrumbaría poco después arrastrado por la fuerza y cantidad de agua. Este último fenómeno es tan inquietante como la propia dana en sí y demuestra lo mal repartida que está la inteligencia en la especie humana. Este y otro fenómenos nos muestran que somos inconscientes de muchas cosas que están frente a nosotros.

Un programa emitido esta madrugada se preguntaba "¿Cómo hacer casas que duren mil años?" y se mostraban casas que habían sido construidas hace ese tiempo. ¿Cómo hacer algo de esa duración?, se preguntaban. Lo primero que se preguntaban era por el dónde se puede construir una casa con esa perspectiva de duración. Lo primero que se excluían eran los lugares afectados por el cambio climático, aquellos en los que se había construido pensando en unas condiciones y ahora nos encontrábamos con otras. Por supuesto, había que huir de zonas con fallas, tendentes a terremotos, elegir materiales adecuados (dejar la madera y buscar un cemento más "eficiente"), etc.

No sé si se pueden construir casas pensando desde hoy en sus habitantes dentro de mil años, pero sí creo que es absolutamente necesario ser conscientes de que mucho de lo que hemos hecho plantea un enorme riesgo ante los cambios que se están produciendo.

Ese construir sin tener en cuenta estas oleadas de calor extremo allí donde antes era moderado, esos lugares que antes eran húmedos y ahora son zonas secas, las zonas frías que ven cómo aumentas las temperaturas.

Cuando vemos los estragos de las danas, de las tormentas como "Filomena", cuando vemos que puentes centenarios son arrastrados por las corrientes que nunca habían llegado a esos niveles, que los bosques se queman cada año en proporciones mayores, etc. etc. deberíamos ser más prudentes en los que hacemos y, sobre todo, prevenir lo que pueda ocurrir.

No son solo las construcciones, como esos pueblos a los que se les ha creado un cauce que arrastra todo a su paso y confluye en una plaza o se encuentra con muros donde no debe haberlos, etc. Y es que las actividades económicas van a cambiar drásticamente si las zonas cálidas quedan calcinadas por los fuegos y las zonas frías se templan.

A su vez —esto se plantaba en el documental— la subida de los niveles de agua por el calentamiento global, hace que esas construcciones tan bonitas con salida a la playa se hayan convertido en próximas zonas catastróficas. Los que querían tener su casita junto al mar, van a empezar a ver el mar de otra manera, como algo amenazante, algo que en cualquier momento puede llevarse por delante esas bonitas zonas construidas en  ramblas o con el mar en la puerta. Todo esto no es nuevo, pero nadie se hace cargo de lo que va a suponer un cambio tan rápido de modelo económico.

En la turística España, nuestros políticos y empresarios, los que controlan este modelo, no quieren ni oír hablar de un cambio que vaya más allá de lo que ahora tenemos: sol, golf y demás. Todo eso puede quedar con diferentes oleadas arrasado, tanto por sequías e incendios que las acompañan, como por lo contrario, furiosas danas que se llevan por delante zonas del interior y costeras. España y Grecia, en el otro extremo del Mediterráneo, pero con un modelo parecido, están pagando esto, mientras en Centroeuropa pagan con calor cuando tenemos frío y frío cuando aquí nos abrasamos.

Los registros climáticos baten récords día tras día. Tormentas como nunca hemos visto y calores como nunca hemos tenido. Los que nos quieren convencer de que esto es pasajero, deberían ser más conscientes y no hacer, como hemos comentado, críticas a los sistemas de aviso por "no perjudicar" a la economía. Lo que perjudica y perjudicará más todavía es la ceguera ante lo que tenemos delante. Se han desoído toda la advertencia de los científicos desde hace mucho tiempo.

Se construye mal y donde no se debe. El ejemplo lo tenemos muy claro en el conflicto vergonzoso de Doñana con la construcción. Mientras los políticos y empresarios, todos nosotros, sigamos desoyendo los avisos que se nos dan, estaremos más cerca de un desastre cada vez más amenazante.

El mundo cambia; lo que no cambia es la codicia y el poder, empeñados en seguir manteniendo un modelo que la propia naturaleza ha mostrado caduco. Hay que mirar de otra manera lo que nos rodea, con otra mentalidad, con sensatez, de forma sistémica y responsable. Nadie está aislado en esto. Ignorarlo es suicida.

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