Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cada
vez se nos hace más evidente la complejidad de la idea de
"educación", campo de batalla político en el que las víctimas son
siempre civiles. Este país es muy dado a discutir sobre ella y muy poco a
pensar en su traducción práctica. Seguimos dudando entre meter la vida real en
las aulas o meter la cultura en la vida cotidiana. Por dudar tanto, la
educación se encuentra en esa tierra de nadie que es la incomprensión de su
sentido por parte del que la recibe, aceptador pasivo y olvidador temprano.
La
esencia de la educación es tratar de comprender la vida desde el conocimiento
necesario y enriquecerla con lo accesorio de la tradición, que es lo que nos da matices. Rivalizando las materias
unas con otras, tradición muy española, se olvida que se dan cita todas ellas
en la mente de quien las recibe, que ha de salir de las aulas preparado para
enfrentarse a la vida y a sí mismo, que no es obstáculo leve. Educar es enseñar lo necesario y a necesitar lo que nos hace más cultos. No es un sistema de compartimentos estancos, sino un despertar de apetencias futuras. La persona bien educada siente el deseo de aprender toda su vida.
Nos
traen los periódicos —junto a alguna disquisición aburrida sobre quién tiene la
culpa de lo que ocurre en la Universidad— un doblete interesante. Por un lado
el ABC nos da cuenta de la introducción de la enseñanza de finanzas en las
aulas para evitar que los banqueros y bancarios sigan ofreciendo cosas que
desconocemos con una sonrisa, mientras que por el otro se nos da cuenta de las
quejas sobre el desconocimiento de nuestros clásicos literarios en la presentación
de la colección de la Real Academia de la Lengua.
Nos
dicen en ABC:
La historia reciente ha hecho aprender a base
de golpes la importancia de tener ciertas nociones de economía a los españoles.
De ahorrar, de gastar con responsabilidad. Varias organizaciones
internacionales como la OCDE o la Comisión Europea llevaban tiempo alertando a
nuestro país para que mejorara la cultura financiera de sus ciudadanos. «Las
carencias en este ámbito pueden conducir a las personas a adoptar decisiones
erróneas», advertían.
En este sentido, en el año 2008 el Banco de
España y la CNMV pusieron en marcha un programa que pretendía introducir
conceptos económicos básicos en las aulas. En el último curso hasta 414 centros
han participado en un proyecto piloto para impartir una nueva asignatura de
economía financiera a los alumnos de tercero de la ESO.*
Algunos explicarán el olvido desde el
tradicional desprecio hispano por las cuestiones relacionadas con la práctica
del dinero, pero también puede explicarse modernamente desde el distanciamiento
de la economía real del sistema educativo. Como en tantos otros campos, en este
se produce la reducción teórica desconectada de la realidad, que hace que una
vez más los alumnos se sientan distantes de lo que se les cuenta. Este mal de
los saberes desconectados es, a mi entender, uno de principales enemigos del sistema de aprendizaje español.
Ningún
campo es tan proclive a la desconexión como el educativo. Y esto se produce
porque priman los intereses sectoriales antes que los del alumnado y sus
necesidades reales. Las materias clásicas se blindan ante la posibilidad de que
otras nuevas puedan rivalizar con ellas y generan un "purismo"
aislacionista de las materias que evitan así su adaptación a la realidad del
día a día. Lo que se genera de esta forma es una parrilla mental en la que las
materias quedan tan aisladas como lo están sus manuales y horarios. Justo lo
contrario de lo que es la vida real, en la que no existen estas distinciones y
la mente necesita jugar con la relación de los conocimientos para interpretar
el mundo.
Se hace
recaer demasiado la responsabilidad de la crisis educativa en los alumnos, la
parte sin voz. Es una forma vil de eludir las responsabilidades de aquellos que
diseñan planes y métodos.
Es
revelador que haya que introducir la economía financiera como materia práctica
en algunas de nuestras escuelas después de que muchos de los padres de esos
niños se hayan visto afectados por la letra pequeña, el lenguaje complejo y la mala voluntad
explicativa.
Son muchos los países que han visto la necesidad de introducir la comprensión de las finanzas y de la economía real en sus sistema educativos. Lo han hecho de formas muy diversas, desde creando pequeñas empresas con los alumnos hasta metiendo a sus personajes de cómic favoritos a maestros, como el acuerdo realizado entre Visa y Marvel para que Los Vengadores enseñaran el funcionamiento de las finanzas. Hasta la fantasía puede ser buena para aterrizar en la realidad.
En el
otro extremo, la queja recurrente de que no se lee a los clásicos, que nos trae
el diario El País con motivo de la presentación de la colección de la Real Academia:
Hay aspectos en los que un británico y un
español —o un irlandés y un peruano— raramente coincidirán. Ayer Mario Vargas
Llosa, recién llegado de Londres y Cambridge, reflexionó con pesar sobre uno de
ellos. Había observado que la cartelera del West End incluía una docena de
versiones de Shakespeare —once eran producciones privadas— y que los
estudiantes de Cambridge eligen obras clásicas para sus representaciones. “En
el mundo de lengua española, que tiene una tradición cultural no menos rica que
la anglosajona o la francesa o la italiana, los clásicos han perdido el
contacto con el gran público y viven confinados entre minorías”, lamentó el
Nobel de Literatura. “Un desperdicio”, remachó antes de reivindicar la lectura
de los clásicos para entender “de dónde venimos” y, lo que es más importante,
“para divertirse”.**
Si alejamiento
de lo práctico afecta a la comprensión de las finanzas, el alejamiento de los
clásicos no es menor. Sería un error decir que se trata de los clásicos tan solo, que son aburridos,
etc. Se trata más bien de la Cultura en casi todas sus formas, aquejadas del
mismo mal todas ellas, de la Literatura a la Música, pasando por las Bellas
Artes: su mero recitado sin sentimiento estético, su mecanización. Es la falta
de sensibilidad cultural la que produce el aburrimiento y no al contrario. Los
bueyes van siempre delante del carro.
Los
clásicos —como tantas otras cosas— son identificados, por el aislamiento antes
señalado, como parte de una fase escolar que se deja atrás. Mal comprendidos
por la distancia y la falta de conocimientos que requieren, las obras clásicas
se reducen a respuestas estereotipadas y olvidables con el paso al curso
siguiente. En el ejemplo inglés, el teatro forma parte de la vida escolar por
lo que tiene de cultura y también por lo que tiene de ejemplar: disciplina,
responsabilidad, compromiso. Aquí estamos más volcados en cobrar las
"extraescolares" o en salir corriendo para llegar a judo, violín o
inglés.
La necesidad ha hecho que los profesores de Clásicas hayan promovido muchas veces un mejor acercamiento al teatro en los centros educativos que los de "Hispánicas", que al amparo de su "seguridad" se han adocenado bastante. Hay casos loables como el del Instituto Pedro de Luna, de Zaragoza, con compañías de profesores y alumnos para la representación de los clásicos, que siguen después más allá de las aulas. Crean así el semillero para los estudios de "clásicas" a través del rico teatro y de su puesta en práctica. Eso es enseñar a amar lo que se aprende y a aprender lo que se ama.
Es
aburrido por reiterativo e inútil escuchar las mismas discusiones
"políticas" sobre la educación. Mientras no exista una reflexión
profunda sobre la crisis de la educación, de sus valores y fines, seguiremos
dando vueltas en el molino, cambiando de burro, pero con la misma muela. La
educación es un espejo en el que no nos gusta reconocernos; pero somos nosotros.
*
"Educación para acabar con el analfabeto económico español" ABC
23/06/2013
http://www.abc.es/economia/20130623/abci-mision-lomce-acabar-analfabeto-201306181425.html
**
"Clásicos que fueron osados y prohibidos" El País 21/06/2013
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/20/actualidad/1371756400_659443.html
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