Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nuestra
conversión en una Sociedad de la Información, es decir, un espacio mediatizado
surcado por múltiples y diversos flujos de informaciones, con una explosión de
emisores interactivos y la externalización de las memorias, como elementos
principales, aunque no los únicos, ha dejado al descubierto una debilidad
específica, la desinformación tendenciosa. Entre la ignorancia, un mal claro, y
la sobre información está la cuestión de la calidad de la información. Sirve de
muy poco tener mucha información si esta no tiene la calidad y veracidad
necesarias para que esta sea realmente beneficiosa.
La
información beneficiosa es la que nos permite decidir con el máximo grado de
libertad e independencia. Pero esto es un desiderátum,
algo que apenas se cumple porque en la realidad la información crea un espacio
conflictivo, un espacio de lucha de informaciones con el objetivo de
seducirnos, de convencernos de su bondad. La bondad de la información es
presentarse como "veraz", "desinteresada" y
"objetiva". Sin embargo, las informaciones tienen siempre un
"sesgo", la marca de quien las selecciona, filtra, modela y envía, y
buscan un determinado resultado que se traducirá en determinadas acciones y
decisiones por parte de que la recibe.
El
elemento con el que se ha resuelto —en parte— este problema es la libertad de
prensa, la posibilidad de que existan diversos medios que puedan recoger las
diferentes formas de pensar, de mirar el mundo e interpretarlo. La solución es
imperfecta, pero mejor que la que determinados espacios políticos asumen, la
visión única, la propaganda convertida, por única, en verdad oficial. En
determinados especias culturales, la "verdad" es una potestad del
poder: el poder no dice la verdad, sino que es verdad aquello que se dice desde
el poder. Ese poder puede provenir de la verdad de un libro divino o de un
partido único que se identifica con el pueblo de forma paternalista. El
resultado es el mismo: una verdad oficial y la condena de todos aquellos que la
critican o niegan.
La
desinformación es una forma de sembrar el desconcierto, la duda sobre lo que se
escucha, ve o lee. Vivimos en sociedades mediáticas, es decir, en aquellas en
las que los individuos poseen un conocimiento adquirido desde los medios y un menor
conocimiento basado en la propia experiencia. Es decir, gran parte de lo que "sabemos"
nos viene a través de la confianza en los otros, en experiencias ajenas.
El País 19/11/2027 |
La
facilidad que nuestra sociedad tecnológica y mediática tiene para recibir y
enviar información hace que la desinformación prolifere en intensidad y
precisión. Es una auténtica guerra de informaciones, como la que estamos viendo
hoy en el caso de la invasión rusa. Rusia ha estado utilizando mecanismos de
desinformación internos y externos. Los primeros son los que se producen en los
regímenes autoritarios y con poder de clausura informativa. El régimen de Putin
ha cerrado las vías de acceso a la información, que han quedado restringidas a
las oficiales, las que establecen aquello que es "verdad" y penalizan
y silencian cualquier otra opción informativa. De esta forma, solo existe la
verdad gubernamental. Los que salen a la calle tratando de hacer que sus
conciudadanos sepan lo que ocurre, son detenidos. El caso de la periodista rusa
que sale con una pancarta de denuncia en un noticiario oficial de máxima
audiencia nos muestra el grado de represión al que se puede llegar. "Os
mienten" es un mensaje lo suficientemente claro.
Las
escandalosas cifras de ciudadanos rusos que apoyan la invasión de Ucrania
creyendo que están liberándola de nazis, gais y corruptos son el resultado de
esta forma interna en la que la propaganda se convierte en desinformación.
Rusia
no es, evidentemente, el único país que hace esto. Hay ejemplos múltiples en
los que las restricciones informativas y la imposición de un programa oficial
de reinterpretación de la realidad sirven como apoyo del poder y herramienta
para perpetuarse. Es estas páginas virtuales hemos dado cuenta de la progresiva
reducción de la información en Egipto tras la Primavera Árabe y, poco después,
con el cierre informativo que ha supuesto el mandato del general Abdel Fattah
Al-Sisi, autor del "no-coup". La desaparición de periodistas
críticos, el cierre y la compra de medios críticos han servido para crear un
clima cerrado en el país. En unos pocos años, no existen en el país más voces
que las que el gobierno acepta. Se ha equiparado la información en las redes
sociales con las restricciones a los medios, por lo que un comentario en una
página de una red social se considera como la publicación de un artículo en un
diario. La excusa era la proliferación de los grupos terroristas, pero la práctica
se ha extendido a cualquier opinión crítica con la presidencia, que es
intocable. Se ha tipificado como delito el intentar "separar al pueblo del
Ejército", rizando el rizo de la manipulación para poder presentar como
enemigo a cualquiera que disienta. Los periodistas críticos se han exiliado a
diversos países desde los que pueden escribir desde perspectivas muy distintas,
aunque esto supone un riesgo y una amenaza para ellos y sus familias, que son
puestas bajo vigilancia y a las que se les puede complicar la vida.
Ser
periodista crítico puede suponer que te ocurra como al saudí Jamal Khashoggi,
torturado, asesinado, desmembrado y hecho desaparecer desde la trampa que le
tendieron en el consulado saudí en Turquía, al que había ido para sacar una
licencia matrimonial. Los servicios secretos lo detectaron y le dieron cita
para unos días después. Una vez que entró, nunca más se supo. ¿Su delito? Escribir
para The Washington Post reclamando más democracia en su país y criticando al
Príncipe Heredero, del que se supone que salió la orden de eliminarlo.
Son
varios los periodistas rusos hechos desaparecer por sus escritos críticos. La
guerra en Ucrania ha dado ya varios ejemplos de muertes de periodistas rusos
eliminados mediante bombardeo selectivo al detectarlos por sus emisiones desde
lugares del frente de combate. Puede decirse que estos se han convertido en una
preocupación importante de Putin dadas las posibilidades de acercarse a las
audiencias rusas-
La otra
forma es fomentar la duda informativa es la exterior a través de múltiples
fuentes que aprovechan la libertad de los medios y de grupos para difundir las
desinformaciones. Mientras otros regímenes autoritarios tratan de mantener si
círculo protector cerrado, el caso de Rusia es diferente ya que su posición
expansionista y sus relaciones exteriores para la formación de un
"bloque" requiere de una política más "activa" en cuanto a
la desinformación. Rusia busca sembrar el desconcierto a través de mecanismos
bien planificados de confusión. Esto no ha ocurrido con la invasión de Ucrania,
sino que es algo que se lleva denunciando desde hace años como una forma
organizada. Rusia ha creado toda una serie de dispositivos organizativos para
expandir todo tipo de desinformaciones tratando con ello de desestabilizar
países creando corrientes de opinión que le sirvan de parapeto a posibles actos
de sanción o sencillamente minando la confianza en los gobiernos y creando
grupos que reciben apoyos para ser oposición.
En mayo
de 2019, podíamos leer en la edición conjunta del diario argentino Clarín y The New York Times International Weekly la siguiente información:
LONDRES — Unos días antes de las cruciales
elecciones para el Parlamento europeo, una constelación de sitios en Internet y
cuentas de redes sociales vinculadas con Rusia o con grupos de extrema derecha
está difundiendo desinformación, fomentando la discordia y ampliando la
desconfianza hacia los partidos centristas que han gobernado durante décadas.
Por ejemplo, sitios marginales de comentarios
políticos en Italia ostentan las mismas firmas electrónicas que websites
pro-Kremlin, mientras que un par de grupos políticos alemanes comparten
servidores usados por los hackers rusos que atacaron al Comité Nacional Demócrata
en Estados Unidos.
La actividad ofrece nueva evidencia de que
Rusia sigue resuelta en su campaña por ampliar las divisiones políticas y
debilitar a las instituciones occidentales. Pese a los esfuerzos de vigilancia
online, sigue siendo mucho más fácil propagar información falsa que detenerla.
Rusia se mantiene como una fuerza motriz,
pero los investigadores también descubrieron imitadores, en particular en la
extrema derecha. Esos grupos a menudo hacen eco de los puntos de conversación
del Kremlin, lo que vuelve difícil discernir las líneas entre propaganda rusa,
desinformación de extrema derecha y debate político auténtico.
Los investigadores creen que redes de
perfiles de Facebook, cuentas de Twitter, grupos de WhatsApp y sitios en
Internet difunden historias falsas y divisivas sobre la Unión Europea, la OTAN,
los inmigrantes y otros asuntos.
“El objetivo aquí es más grande que cualquier elección en sí”, dijo Daniel Jones, cuya organización sin fines de lucro, Advance Democracy, recientemente señaló como sospechosos varios websites y cuentas de redes sociales ante las autoridades judiciales. “Es dividir constantemente, aumentar la desconfianza y socavar nuestra fe en las instituciones y en la democracia misma. Están trabajando para destruir todo lo que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial”.*
Los
casos se intensifican allí donde se producen fenómenos electorales, apoyando la
radicalización y, en muchas ocasiones, como sabemos del partido de Marine Le
Pen, financiada desde los bancos rusos. A Rusia, igualmente, acudían con
frecuencia los partidarios del Brexit, que le hicieron el favor de dividir a
Europa.
La
desinformación no es exclusiva de Rusia, pero sí es quien tiene unos planes más
amplios de actuación. Se trata de subvertir las democracias aprovechando lo que
Putin y otros autócratas consideran su punto "débil", la información.
Esta es utilizada como un arma capaz de debilitar, crear el caos y
especialmente la sensación de hartazgo que finalmente favorece a los grupos más
radicales, con los que finalmente el Kremlin establece buenas amistades en términos económicos y militares. Otros están
copiando sus métodos en clave interna porque les resulta un arma barata y
eficaz en un mundo de redes sociales en las que todos están colgados de
teléfonos y pantallas de ordenadores.
Las
denuncias de las intromisiones desinformativas de Rusia han sido constantes, especialmente
en Europa y Latinoamérica, donde ha encontrado diversos aliados que la imitan.
El grado de impacto es diferente, pero está claro que en la lucha entre las
reglas y la ausencia de reglas habrá un ganador si no se pone remedio.
La necesidad de defenderse ante la desinformación es cada vez más clara. En Antena 3, Patricia Escalona entrevista al Director de Medios del Parlamento Europeo, Jesús Carmona, bajo el titular "Así combate la desinformación el Parlamento Europeo: aprendizaje y retos para 2024":
El organismo actúa con una libertad de mandato. El director de Medios del Parlamento Europeo deja claras diferentes líneas de actuación.
La primera, la agenda activa. El papel del Parlamento es "no parar de informar. Informando sobre lo que hace el organismo también contraatacamos las posibles falsedades", señala.
La segunda, seminarios; como al que ha asistido Antena 3 Noticias estos días en Estrasburgo, y campañas de información sobre la actividad del Parlamento.
Otra parte relevante es dar el apoyo máximo a periodistas y fact checkers de toda la Unión Europea: "Apoyo muy amplio, no solo en términos de desinformación. Vamos a lanzar un programa de formación para periodistas en temas de la UE, becas para jóvenes periodistas... Queremos fomentar el periodismo serio. Todavía tenemos mucho que hacer, estamos en ello".**
La sencillez del programa es clara: no dejar de informar es básico, pues los vacíos se cubren pronto por la desinformación que tiene a expandirse con velocidad; la formación de periodistas es esencial, potenciando los valores de la honestidad, el rigor de las fuentes y la defensa ante la manipulación a la que están sometidos de forma permanente.
Desde que aumentó la desinformación, los medios más profesionales han destinado una parte de recursos a los "fact check" que, no lo olvidemos tuvieron como objetivo preferente inicial las mentiras y desinformaciones del ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. La necesidad de informar a la opinión pública sobre las malas prácticas de un presidente en un país democrático han marcado el camino para aplicar la misma receta a lo que nos llega de Rusia y de otras partes del mundo.
La propaganda es la versión hacia el público interno controlado; la desinformación es el arma allí donde la opinión pública está diversificada y donde, como se señalaba en Clarín/TNYTIW, la división es una forma de destrucción del sistema convirtiéndolo en confusión y enfrentamiento.
No solo hay que mantener la libertad de los medios que realmente están al servicio de la libertad de prensa, fomentar su profesionalismo y su autonomía de otro tipo de fuerzas que pudieran buscar su propio provecho; hay que defenderse también de aquellas formas de información que son armas camufladas, que no representan realmente la libertad sino su perversión para acabar con ella.
* Matt Apuzzo y Adam Satariano "Los hackers rusos siembran desinformación en Europa" Clarín y The New York Times International Weekly 17/05/2029 https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/hackers-rusos-siembran-desinformacion-europa_0_W0yMZfhsm.html
** Patricia Escalona "Así combate la desinformación el Parlamento Europeo: aprendizaje y retos para 2024" Antena 3 Noticias 9/04/2022 https://www.antena3.com/noticias/mundo/asi-combate-desinformacion-parlamento-europeo-aprendizaje-retos-2024_2022040962510694b5d74200019e6ead.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.