Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
doctrina de que uno no se debe meter en los asuntos internos de los demás tiene
sus límites. Depende a lo que llamemos "asuntos internos". En el caso
egipcio, los "asuntos internos" en los que nadie se debe inmiscuir es
la cuestión de los derechos humanos. Cada vez que el presidente sala al
extranjero a algún país donde hay Libertad de Reproche (deberíamos incluirla
como una importante variación de la libertad de expresión), los medios les
sacan los colores con las acusaciones sobre esta cuestión, sobre la que por otro
lado el presidente ha realizado declaraciones diciendo que no le producen
ningún complejo, que Egipto puede vivir sin ellos.
Pero
los "asuntos internos" tienen muchas posibilidades. Hay cosas en las
que no es necesario entrar los demás ni les importa más que a los afectados en
sus decisiones. Pero hay otras, las que suponen violaciones de ciertos
principios o acuerdos internacionales, que sí se deben tener en cuenta porque
es la forma de hacer ver que una parte de la comunidad internacional no aprueba
lo que se hace.
Cuando
los países árabes hacen sus acuerdos de no meterse en lo que hacen unos y otros, no están más que formando una
alianza de silencio e impunidad. Tratan de evitar que los que salen corriendo
de sus países les incordien desde los vecinos. La cuestión de Qatar dejó en
evidencia este hecho, ya que lo primero que exigían Egipto, Arabia Saudí y sus
aliados complacientes es que se cerrara Al-Jazeera.
Lo que les preocupaba es
perder el monopolio de la verdad, que es algo consustancial al poder y que, por
ello, llega hasta donde las fronteras pueden reivindicarlo. Es la
"voluntad de verdad". Pero lo que deber ser aceptado bajo pena grave
en Egipto o Arabia, no tiene por qué ser creído ni creíble en el resto del
mundo.
En
estos días se han producido hechos de este tipo en Egipto de los que hemos dado
cuenta aquí. Se ha condenado y llamado traidores a personas que han dicho fuera
del país lo que opinaban sobre las enmiendas constitucionales que buscan mantener
en el poder al mariscal de paisano al-Sisi. Se ha condenado a la cantante
Sherine por decir en Líbano que "por fin podía hablar". Se
equivocaba. No se trata de que no se puede hablar en Egipto (también se ha
sancionado a extranjeros por quejarse por Facebook o Twitter); se trata de que
los egipcios no pueden hablar, son una propiedad del estado. No pueden conceder
entrevistas fuera de su país a medios que no gusten al régimen, como Al-Jazeera
(ya ha ocurrido) o participar en foros que no gusten al régimen porque se les
critique. Acaban de condenar a 8 años a un actor por haber participado en un
foro en los Estados Unidos, un foro institucional.
El
diario estatal Ahram Online vuelve a publicar otro artículo intentando
desprestigiar a aquellos que se atreven a decir algo que no les guste, por un
lado, y recriminando a Trump por la cuestión del apoyo a Israel. La cuestión es
doble, ya que se trata de atacar a los críticos, por un lado, pero por otro
tratar de que los egipcios no se sientan mal con el buen amigo Donald Trump, un
lío al que le ha llevado tanta amistad, admiración y felicitación. Lo firma Said
Okasha y su título "Facing reality".
Este artículo es uno más en la
secuencia que el autor ha ido dedicando al análisis de las relaciones egipcio
norteamericanas. La secuencia de los títulos lo dice todo: al principio "Towards
stronger Egyptian-US relations", después "Different views, similar
goals", más tarde "Interests stronger than differences", hace
poco "Impact and repercussions of Trump’s decision on the Golan
Heights" y finalmente este "Facing reality" publicado ayer, con
la visita. La lectura de los títulos de los artículos nos muestra el sentido de
las relaciones, de la ilusión esperanzada de "stronger" al realismo
desesperanzado del "Facing reality", de la euforia a la depresión.
¿Pero qué esperaban de Trump, el poderoso amigo del presidente? Es poderoso
quien tiene amigos poderosos era la estrategia. Hoy es poderoso quien te hace
tragarte tus intereses.
Sin embargo,
la parte interesante del artículo es seguir mostrando el mismo patrón de excusa
con el que Egipto trata de mostrar en el interior que planta cara al exterior.
El uso que los amigos poderosos de Egipto hacen de ellos no es demasiado
considerado. Arabia Saudí se queda con las islas y Congreso y Senado
norteamericanos, periódicos, televisiones reciben al presidente como un
dictador árabe más, una reedición grandilocuente. Recordemos lo ocurrido en la
visita anterior con la entrevista del "60 minutes", de la CBS. Hubo
que intentar parar su emisión, lo que provocó más ridículo y tener que "avisar"
que no se diera cuenta en ello en la prensa nacional egipcia.
Esta
vez se vuelve a apelar a la desinformación del resto del mundo, a las
conspiraciones y a los asuntos internos. Escribe Okasha:
The problem with such an argument is that it is
based on unfounded and unacceptable generalisations. President Al-Sisi’s
supporters in Egypt have long insisted that organisations such as the New York
Times and the human rights groups provide names, dates of arrest, legal status
and other concrete evidence to corroborate their claims that more than 60,000
Egyptians have been jailed. The burden of proof, after all, is on the accuser.
The accused are innocent until proven otherwise.
Although Egypt, the victim of numerous slur
campaigns of this sort, has reiterated these principles on numerous occasions,
none of the agencies pressuring Trump to punish Egypt have furnished evidence
to sustain their claims. Surely, it is only right for President Al-Sisi to ask
his counterpart in Washington to pressure newspapers and other organisations to
at least to check their facts before clamouring to punish Egypt.*
Hay que leerlo varias veces para no creer que es un día de
bromas. ¿Piensa Okasha que alguien va a llamar a The New York Times a
regañarles por denunciar la situación de los derechos humanos en Egipto? ¿Que
los va a castigar? ¿Tanto ha interiorizado la situación mediática de Egipto
como para creer que el resto del mundo funciona así?
Queda en evidencia que esto no está escrito para el público
exterior, sino para hacer creer al público interior que existe una enérgica
repuesta del estado ante los "desmanes" propagandísticos de países
como los Estados Unidos. Todos deben pensar que el presidente le puede exigir a
Donald Trump que pare a los suyos, como él para a los propios. La diferencia es
evidente. Seguro que a Trump le gustaría poder cerrar The New York Times o la
CNN pero no está en su mano. En eso Trump envidia a al-Sisi. Si pudiera lo
haría. Tuvo que readmitir en la sala de prensa de la Casa Blanca al
corresponsal Jimmy Acosta después de haberle retirado el pase de entrada,
alegando que le había tocado el codo a la becaria que llevaba el micrófono,
como se recordará. No coló.
Luego, como siempre se ofrecen las consabidas explicaciones
sobre las conspiraciones de esas organizaciones mentirosas y dedicadas al
crimen que se llaman "asociaciones de derechos" que tienen un
concepto de democracia bastante distinto al que tiene y practica el régimen
egipcio. El foco se pone en el papel de los medios extranjeros en tratar de
hundir la zona al criticar las enmiendas de la constitución que mantendrá a
al-Sisi en el poder:
On the referendum on constitutional amendments
it appears that the same newspapers and organisations have decided to exercise
a political role beyond their legal or moral remit. Countries with political
party plurality, periodic elections, elected legislatures and the like are, by
definition, democratic.
No foreign agency has the right to cite
“democratic” pretexts in order to meddle in the national institutions of
another state.
The proposed amendments and the need for them
at this time were debated at length in parliament. Opponents of the amendments
aired their views in the press and on social media without impediment or
harassment, with the sole exception of a handful of individuals who took
advantage of the situation to commit crimes such as slander and incitement to
violence. But rights organisations have repeatedly attempted to confuse the
issues by suggesting that the arrest of such individuals had to do with their
opposition to the amendments. What they did not do was to attempt to answer the
very logical question as to why thousands of others, who expressed the same if
not more radical opinions, were not arrested.
The constitutional amendments are a domestic
concern and should not be exploited to impose international political agendas.
They are necessary in the framework of Egypt’s domestic stability needs.
Terrorist groups such as the Muslim Brotherhood and their jihadist and
anarchistic allies, continue to pose a grave risk to the security of Egypt and
the entire Middle East.
To ignore such dangers on the pretext of
enabling democratic transformation is to play with the fate of the peoples of
this region, rehashing slogans that have been used many times in the past and
which have invariably produced catastrophic results. It is enough, here, to
point to how the US and other Western countries relied on the uncorroborated
reports of human rights organisations to encourage the Islamist movements
involved in the Arab Spring revolutions. Among the consequences were the
destabilisation of Yemen, Syria and Libya, millions of displaced people and
refugees, and the death of more than a million in less than eight years.
Demands for human rights caused far greater human rights violations than those
perpetrated by the purportedly dictatorial regimes.
The lesson to be learned here is that stability
is the greatest bulwark against human rights violations. As for the goal to
eliminate human rights abuses, that is best achieved by promoting development
which can never happen in the absence of stability.**
Lo último es, desde luego, una broma. El concepto de "estabilidad"
en Egipto es militar y de orden público. Esto se dice en un entorno en el que
para "transmitir" confianza se dan todo los días las noticias de
"terroristas muertos", suponemos que no se trata de encarcelar a
nadie o de juzgarlos o de comprobar si lo son; en el que se llama y condena por
"traidor" si discrepa; o donde ser prohíbe trabajar a la cantante
Sherine por haber hecho un chiste sobre el agua del Nilo y acusarla de difundir
noticias falsas. Otros van a la cárcel por "insultar al estado"; si
un militar se presenta a las elecciones se le acusa querer separar al pueblo
del Ejército y un larguísimo etcétera de acusaciones, a cual más ingeniosa, que
son encuadradas bajo la etiqueta "estabilidad". Cantantes,
escritores, periodistas, actores, ateos, homosexuales... ¿Todos deben ser
"estabilizados" para que pueda haber "derechos humanos"?
Lo que el artículo intenta disfrazar es que hay una alternativa entre la dictadura islamista y el gobierno autoritario de los militares. Es la democracia, que han repetido muchos egipcios, políticos, intelectuales y pueblo llano. Hay que jugar menos con el destino y otras grandes palabras y no fabricar la ilusión de que lo que tienen ahora es democrático y que todos los que discrepan son "terroristas". Considerar que la hoja de ruta hacia la democracia ya había llegado al final es un enorme pero revelador despropósito. No van a dar más.
De nuevo, todo el mundo conspira. ¿Es posible que no se
perciba que esta forma de actuar no es democrática? ¿Por qué se sigue
insistiendo en que el mal es la Primavera Árabe, que no fue un movimiento
islamista, sino que fue aprovechado por ellos para llegar al poder y hacer lo
mismo, autoritarismo? ¿Cómo se puede alejar Egipto de un modelo instaurado que
se basa en que quien gobierna elimina al otro mediante la violencia? Es difícil
porque aleja —con buenas o malas maneras— a todos aquellos que proponen
soluciones democráticas, es decir, critican el poder autoritario.
La idea de que los detenidos por oponerse a las enmiendas
constitucionales lo son por otra cosa es seria y forma parte del auto engaño.
Las acusaciones son tan ridículas como las de Sherine, por ejemplo. Los
tribunales sirven para fabricar las coartadas que justifican las detenciones.
No te detienen por criticar las enmiendas, sino por "extender noticias
falsas", que sería decir que "no puedes criticar las enmiendas".
Suena ridículo, quizá porque lo es.
Si se critica al presidente, por ejemplo, se está
"atacando al estado" (en la cárcel hay uno por hacer un meme); si te
presentas a las elecciones, estás separando al "pueblo" del "Ejército".
La capacidad creativa para detener en Egipto a la gente es enorme y se amplía
con cada nueva detención.
Visto el contenido del artículo, el título —Facing Reality—
se convierte en un chiste.
*
"Facing Reality" Ahram Online 11/04/2019
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/329876/Opinion/Facing-reality.aspx
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