Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Algunos
países árabes (por no decir casi todos) se encuentran con un problema: tras ser
abrazados y felicitados por Donald Trump, se encuentran que les ha dejado
clavado un puñal en la espalda. Los primeros movimientos en la política
exterior fueron hacia los países árabes, con las famosas fotos de la Danza de
la Espada y de las manos juntas con el Rey Salman y el presidente egipcio Abdel
Fatah al-Sisi.
En su
momento, cuando se mostraban los egipcios tan orgullosos de que su presidente
fuera abrazado y alabado sin límite por Donald Trump, se sintieron felices por
ver que tan importante personaje (me refiero a Trump) tuviera tanta admiración
por el militar. Incluso lanzaron a los cuatros vientos la idea de que habían
sido los primeros en felicitarle por la grandiosa hazaña de llegar a la Casa
Blanca con más de dos millones de votos menos que su rival, Hillary Clinton.
Pero, como acaba de expresar, puede que Dios quiera que Trump esté en la Casa
Blanca. Son las ventajas del monoteísmo, ya que una suerte similar se le
atribuye a al-Sisi.
Pero
Donald Trump, por si la política no fuera bastante sucia, ha incluido en ella
todas sus malas artes aprendidas durante años "negociando" por todo
el mundo con sus negocios inmobiliarios y situando sus "torres" en
los sitios más variopintos, incluida una futura torre en Moscú, que va por buen
camino.
La
amistas con Trump le está saliendo un tanto cara a al-Sisi, enfrentado ahora al
referéndum para sacar adelante las enmiendas constitucionales y asegurarse otro
largo reinado a lo Mubarak, por más de treinta años a ser posible. Lo que
parecía una prueba de lo importante que era su presidente que hasta el de los estados
Unidos le echaba flores, se ha convertido en una situación delicada al tomar
una dirección nítidamente hacia la política expansionista de Israel y,
especialmente, la vulneración de todos los acuerdos internacionales sobre los
conflictos. Pero esa la especialidad de Donald Trump, cuantos más principios
vulnere, más convencido está de ir por el buen caminos. Pero no opinan así en
el mundo árabe.
Ahram
Online dedica a esta cuestión un artículo de opinión servido desde el think
tank del Al-Ahram Weekly. El artículo, titulado "Confronting Trump
diplomacy", lo firma
Hussein Haridi, antiguo asesor del Ministerio de Exteriores egipcio. Tras hacer
un balance de los aspectos importantes de la línea seguida por las partes
tratando de mantenerse dentro de los acuerdos internacionales, Haridi comienza
a plantear los problemas con la llegada de Trump a la presidencia:
More importantly, nine American administrations
(four Democrats and five Republicans) since 1967 before the Trump
administration have guided American diplomacy in the context of UN resolutions
concerning the Arab-Israeli conflict. Needless to say, peace-making between the
Arabs, the Palestinians and the Israelis has not been smooth sailing, but
still, American diplomacy from 1967 till the election victory of President
Donald Trump in 2016 succeeded in working out peace deals that served the
long-term peace cause in the Middle East.
Arab countries and the Palestine Liberation
Organisation and later on the Palestinian Authority, established by the Oslo
Accords, considered the US role in the pursuit of peace in the region to be
crucial and some of them believed that the United States is an “honest broker”
between the Arabs, the Palestinians and the Israelis.
Some Arab leaders had gone as far as claiming,
erroneously, that 99 per cent of what they had liked to describe as the “deal
cards” were in the hands of the United States.
But this was an over exaggeration and a major
strategic miscalculation. The decisions by the Trump administration recognising
Jerusalem as the capital of Israel, on 6 December 2017, and recognition of
Israeli sovereignty over the Syrian Golan Heights, on 25 March 2019, should
debunk this belief.
These two decisions, that run against UN
resolutions pertaining to the Arab-Israeli conflict and legitimise the annexation
of foreign territories by the use of force, mark a very serious development in
American diplomacy in the Middle East and accordingly pose a grave challenge to
the Arab world.
From June 1967 onwards, the Arabs negotiated
with the Israelis through American mediation on the assumption that the United
States would respect the spirit, if not the letter, of applicable resolutions
in brokering peace deals and arrangements between Arab countries, the
Palestinians and the Israelis.*
Como puede apreciarse, con mucha educación, pero con
firmeza, se le está diciendo algo que ya es un coro, que los Estados Unidos de
Trump no son un socio fiable ni un negociador neutral. Han perdido el crédito
que les convertía (y permitía) sentarse en una mesa a negociar. Estados Unidos
ahora es más el mánager del púgil, el que le grita consignas desde la esquina
del ring, por usar una metáfora clara.
Los Estados Unidos de Trump ya no son un socio fiable para
nadie. Incluso, podríamos decir, que ni para él mismo, puesto que lo que está
destruyendo es su propia credibilidad.
En la época de Obama, los países árabes miraban a la
presidencia con recelo. Obama, pensaban, les había intentado colar la
democracia a ellos, a los veteranos dictadores del mundo árabe, a través de la
Primavera Árabe. Nadie había tocado un pelo de Arabia saudí, pero todos se
habían visto arrastrados por mareas populares, primero, y por oleadas de
islamismo que llegaron después de que les hubieran sacudido el árbol.
Comenzaron a decir que eran los Estados Unidos los que estaban detrás del
estado islámico (y lo siguen diciendo), pero esto forma parte de sus propias
estrategias internas, vendiendo al pueblo las conspiraciones que quieren
destruirles. Y el pueblo las cree unas más que otras. Pero el caso de Israel es
distinto.
La presunta neutralidad de los Estados Unidos era necesaria
para poder aspirar a mediar entre ambas partes, pero siempre dentro del marco
de los acuerdos internacionales. Ahora, la cuestión es muy distinta, con los
Estados Unidos negando el valor de todo lo suscrito en cualquier foro anteriormente.
El traslado de la capital a Jerusalén y el anuncio hace unos
días de reconocer como israelís zonas ocupadas, los Altos del Golán
concretamente, dejan en una situación bastante complicada la zona y hacen que
los socios se resientan y tengan que dar la cara. Lo malo es que,
envalentonado, Netanyahu ha incluido en su programa electoral tragarse unas
cuentas tierras más para la ampliación de Israel. El descaro es enorme.
En la zona, es dinamitar a los que están bajo la
"amistad" de los estados Unidos. Les coloca en una situación
difícilmente tolerable. El más afectado es Al-Sisi, que es el que más ha
explotado la amistad con Trump, para después ser pisoteado. Las amenazas de cortar
las inversiones oficiales en el Ejército o en otro tipo de ayudas dejan ver
claramente que Trump se cobra su amistad con creces. Lo malo es que al-Sisi no
puede nadar y guardar la ropa, especialmente en un momento en el que tiene
necesidad de manejar el prestigio guardado para lucirlo de cara al referéndum
constitucional que le asegurará la presidencia por décadas.
El control de los medios es necesario para evitar males
posteriores, pero la cuestión palestina es especialmente fácil de manipular por
la oposición, a la que le es muy útil recoger el anti americanismo sembrado
desde hace mucho tiempo. Lo deja claro el final del artículo de Ahram Online:
The era of the Americans holding 99 per cent of
the “cards” is history. The year 2019 is not 1979. The final declaration of the
Arab Summit in Tunisia incarnated an Arab consensus rejecting any peace deal
that is not based on United Nations resolutions pertaining to the Arab-Israeli
conflict and to the Palestinian question.*
La conjunción negativa de Trump y Benjamín Netanyahu puede
ser demasiado para la situación actual. La declaración citada representa el
consenso de los países árabes. Trump puede despreciarla, pero no ignorarla. El
riesgo que se corre es que lo que se cree que ha terminado, vuelva a empezar de
nuevo con nuevos focos. La comunidad internacional se ha ido manifestando en
favor de los acuerdos de Naciones Unidas, pero es otra institución
"fallida", según la perspectiva de Trump y su administración.
Son muchos los riesgos sistémicos que cualquier incidente
puede provocar y, sobre todo, obligará a algunos países árabes tener que elegir
entre su conexión americana y sus pueblos si se produce algún incidente grave.
Netanyahu y Trump haciendo electoralismo es más de lo que la
zona puede resistir. Ya muchos añoran a Barack Obama, que al menos fue claro medianamente claro. En el baile de la política no es sencillo cambiar de parejas, pero el desparpajo con el que Trump pasa de abrazar a saudís y egipcios para después engañarles con Israel demuestra algo más que el arte de la negociación. Es más bien el arte de la infidelidad, algo de lo que Trump sabe mucho o, quizá, sea su estado natural.
Creo que Mike Pompeo se equivoca.
* Hussein Haridi "Confronting Trump diplomacy"
Ahram Online 4/04/2019 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/329459/Opinion/Confronting-Trump-diplomacy.aspx
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