Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
un astrónomo adelanta que se producirá un eclipse tiene una seguridad: ni el
sol ni la luna va a leer sus predicciones para hacer que se cumplan sus
cálculos o burlarse de él. No ocurre lo mismo con los sociólogos, los
historiadores y otros profesionales de la cultura, cuyas predicciones, ideas,
etc. son conocidas por muchos de aquellos a los que afectan. La cuestión no es
nueva y nos deja la pregunta de hasta qué punto conocer las predicciones
inclinan la balanza hacia su cumplimiento.
Se van a cumplir los veinte años del libro de Samuel P. Huntington
"The clash of civilizations and the remaking of world order", la obra
en la que amplió y explicó su artículo seminal de 1993 que puso sobre la mesa el
papel de las civilizaciones en el mundo que estamos y sus conflictivas
relaciones. En el prólogo del libro Huntington explicaba:
El presente libro no es, ni
pretende ser, una obra de ciencias sociales. Intenta ser más bien una
interpretación de la evolución de la política global tras la guerra fría.
Aspira a ofrecer una estructura, un paradigma, para ver la política global, que
sea válida para los estudiosos y útil para los decisores políticos. La piedra
de toque de su validez y utilidad no es si da cuenta de todo lo que está
aconteciendo en la política global. Evidentemente, no da cuenta de todo. Su
piedra de toque es si proporciona un filtro más válido y útil que cualquier
filtro paradigmático análogo a la hora de considerar las nuevas circunstancias
internacionales. Además, ningún paradigma es válido eternamente. Aunque una
aproximación desde el punto de vista de la civilización puede ser útil para
entender la política global a finales del siglo XX y principios del XXI, esto
no significa que hubiera sido igualmente útil a mediados del siglo XX ni que lo
vaya a ser a mediados del XXI.*
La lectura actual de la obra de Huntington es una lectura
distinta, como él mismo sabía sobradamente, de la que se pudo hacer en su
momento, una década después y ahora a los veinte años del libro y veintitrés de
la publicación del artículo en el que se preguntaba (Huntington hizo notar la
poca atención de que el título de su artículo en la revista Foreign Policy llevara una interrogación:
"The Clash of Civilizations?") por el nuevo orden del mundo.
Es un principio teórico de la hermenéutica que no podemos
escapar de nuestra época. Aunque los libros sean antiguos, quienes los abren
son lectores que viven su momento histórico y no pueden prescindir de lo que
saben o dejan de saber. Los lectores de hoy no son los lectores de ayer o de mañana, sino del momento,
categoría que afecta al presente como contendor del pasado y de las
expectativas de futuro que en él se cimentan. El momento es siempre donde
habitamos y, por ello, donde leemos e interpretamos.
Leer o releer hoy, con lo que está ocurriendo en el mundo
cada día, el libro de Huntington es una aventura reflexiva. El libro ha
navegado por la Historia con lectores que han pasado por el 11-S, la Primavera
Árabe y la actual guerra de Siria, forma incorrecta, anticuada quizá, de
comprender un fenómeno de enormes dimensiones históricas reduciéndolo a un
pequeño espacio geográfico. Desde que Huntington escribió su artículo y después
su libros han pasado los años, pero sobre todo han pasado acontecimientos que son las puntas del iceberg de ese movimiento de
placas tectónicas de la cultura.
La lectura hoy de la obra es un ejercicio apasionante. La
lectura actual está afectada por lo que vemos y sabemos, por lo que podemos intuir
y por nuestros deseos de que los movimientos vayan en una dirección que evite
la catástrofe que amenaza las próximas décadas con inestabilidad constante. La
obra, como dice su autor en el fragmento citado, es un "filtro", un
modelo de paradigma en el que encajar los hechos, los que conocía, pero ahora también los que hemos vivido desde entonces y estamos viviendo.
El propio Samuel Huntington se encargó de establecer los
principios generales de su propuesta y de cómo sería desarrollada en cada una
de las partes de la obra:
Primera parte: por primera vez en
la historia, la política global es a la vez multipolar y multicivilizacional;
la modernización económica y social no está produciendo ni una civilización
universal en sentido significativo, ni la occidentalización de las sociedades
no occidentales.
Segunda parte: el equilibrio de
poder entre civilizaciones está cambiando: Occidente va perdiendo influencia
relativa, las civilizaciones asiáticas están aumentando su fuerza económica,
militar y política, el islam experimenta una explosión demográfica de
consecuencias desestabilizadoras para los países musulmanes y sus vecinos, y
las civilizaciones no occidentales reafirman por lo general el valor de sus
propias culturas.
Tercera parte: está surgiendo un
orden mundial basado en la civilización; las sociedades que comparten
afinidades culturales cooperan entre sí; los esfuerzos por hacer pasar
sociedades de una civilización a otra resultan infructuosos; y los países se
agrupan en torno a los Estados dirigentes o centrales de sus civilizaciones.
Cuarta parte: las pretensiones
universalistas de Occidente le hacen entrar cada vez más en conflicto con otras
civilizaciones, de forma más grave con el islam y China, mientras que, en el
plano local, las guerras en las líneas de fractura, sobre todo entre musulmanes
y no musulmanes, generan «la solidaridad de los países afines», la amenaza de
escalada y, por tanto, los esfuerzos por parte de los Estados centrales para
detener dichas guerras.
Quinta parte: la supervivencia de
Occidente depende de que los estadounidenses reafirmen su identidad occidental
y los occidentales acepten su civilización como única y no universal, así como
de que se unan para renovarla y preservarla frente a los ataques procedentes de
sociedades no occidentales. Evitar una guerra mundial entre civilizaciones
depende de que los líderes mundiales acepten la naturaleza de la política
global, con raíces en múltiples civilizaciones, y cooperen para su
mantenimiento.*
Estas son las bases, pero los detalles en su desarrollo son muy
interesantes al aplicarse a países y áreas. Muchas de las afirmaciones y
previsiones de Huntington en la obra son perfectamente identificables en el
presente. Como él señala, eso significa que el paradigma de las "culturas"
funciona en la medida en que permite
interpretar los hechos del presente.
A pocos días del estallido de la Primavera Árabe, el
columnista David Brooks publicó en The
New York Times un artículo titulado "Huntington’s Clash
Revisited". En esos momentos, algunos de los supuestos de Huntington
parecían removerse y debilitar el modelo. Los pueblos árabes se estaban sublevando
contra los dictadores que llevaban décadas en el poder y parecía que un modelo
democrático podría a triunfar. En la obra de Huntington ya está prevista la
posibilidad de un levantamiento popular basado precisamente en el estallido joven producido por la
expansión demográfica y la falta de oportunidades.
Brooks reconocía la importancia de la obra de Huntington y
señalaba los aspectos que le parecían relevantes:
Samuel Huntington was one of America’s greatest
political scientists. In 1993, he published a sensational essay in Foreign
Affairs called “The Clash of Civilizations?” The essay, which became a book,
argued that the post-cold war would be marked by civilizational conflict.
Human beings, Huntington wrote, are divided
along cultural lines — Western, Islamic, Hindu and so on. There is no universal
civilization. Instead, there are these cultural blocks, each within its own
distinct set of values.
The Islamic civilization, he wrote, is the most
troublesome. People in the Arab world do not share the general suppositions of
the Western world. Their primary attachment is to their religion, not to their
nation-state. Their culture is inhospitable to certain liberal ideals, like
pluralism, individualism and democracy.
Huntington correctly foresaw that the Arab
strongman regimes were fragile and were threatened by the masses of unemployed
young men. He thought these regimes could fall, but he did not believe that the
nations would modernize in a Western direction. Amid the tumult of regime
change, the rebels would selectively borrow tools from the West, but their
borrowing would be refracted through their own beliefs. They would follow their
own trajectory and not become more Western.**
En esos momentos, la observación de Brooks era relevante. La
predicción de Huntington, cuyo punto fuerte era la idea de relevancia de la "cultura"
y, en particular, la "religión", parecía en el aire ante lo que
estaba ocurriendo. En la teoría de Huntington, en su interpretación, son los
elementos de la "cultura", esencialmente las religiones las que
determinarían las relaciones y los agrupamientos futuros. La geografía, las
fronteras, son menos determinantes que el aquello que hace formarse alrededor
de valores.
La idea expresada varias veces por Huntington y tomada del título
del libro del orientalista francés Gilles Kepel, la "revancha de
Dios", apuntaba a que la religión sería determinante de las relaciones
conflictivas.
Todo indicaba un resurgimiento de la religión frente a un mundo,
el Occidental, que había perdido la identidad religiosa al aceptar la visión escéptica
de la Ciencia con la consiguiente pérdida de valores —si Dios no existe, todo está permitido, escribió Dostoieveski en plena época nihilista— y la soledad
del individualismo. Las religiones representan, por el contrario, valores, comunidad y permanencia. Huntington daba por hecho el resurgir de las religiones —la revancha de Dios— y su peso en la reordenación social y en las relaciones conflictivas con otras culturas de religiones diferentes.
Brooks criticaba este planteamiento que llamaríamos "esencialista"
de las culturas:
Huntington’s thesis set off a furious debate.
But with the historic changes sweeping through the Arab world, it’s
illuminating to go back and read his argument today.
In retrospect, I’d say that Huntington
committed the Fundamental Attribution Error. That is, he ascribed to traits
qualities that are actually determined by context.
He argued that people in Arab lands are
intrinsically not nationalistic. He argued that they do not hunger for pluralism
and democracy in the way these things are understood in the West. But it now
appears as though they were simply living in circumstances that did not allow
that patriotism or those spiritual hungers to come to the surface.
It now appears that people in these nations,
like people in all nations, have multiple authentic selves. In some
circumstances, one set of identities manifests itself, but when those
circumstances change, other equally authentic identities and desires get
activated.
For most of the past few decades, people in
Arab nations were living under regimes that rule by fear. In these
circumstances, most people shared the conspiracy mongering and the political
passivity that these regimes encouraged. But when the fear lessened, and the
opportunity for change arose, different aspirations were energized. Over the
past weeks, we’ve seen Arab people ferociously attached to their national
identities. We’ve seen them willing to risk their lives for pluralism, openness
and democracy.*
La primera crítica de Brooks a Huntington, nos explica, se
debe a haber pensado que lo que era circunstancial era sustancial y formaba
parte de la idiosincrasia de los pueblos árabe musulmanes. La idea occidental de
"universalidad", dice Huntington, es "occidental", proyectada
a todos, no asumible por otras culturas —como la islámica esencialmente—, donde
la religión lo llena todo. Es el argumento en el que algunos dictadores se
amparan cuando dicen que la "declaración universal de los Derechos
Humanos" no es "universal" sino "occidental", una
imposición que no tienen porqué respetar. Los escuchamos con cierta asiduidad
en políticos de regímenes con déficit de democracia, otro invento occidental
según los mismos.
La tesis de David Brooks, por el contrario, rechaza las
esencias invariables y se apuntan a las identidades contextuales: los pueblos
son como pueden ser en función de las
circunstancias. En esos momento, la Primavera Árabe era un movimiento general
que reclamaba democratización y no solo modernización. Y el modelo de
democracia estaba claro. Su ausencia en los países musulmanes era prácticamente
total. Y al levantar la cabeza vieron un modelo posible: Turquía, un país
musulmán y democrático, perteneciente a la OTAN y aspirante a Europa. Esa era
una opción; podía haber democracia en un país musulmán y laicismo en el estado.
El análisis que Samuel Huntington hace de Turquía en 1997
deja abierta como una posibilidad (entre tres) el retroceso de la democracia a la occidental y la salida de Turquía
hacia el mundo islámico, algo que, llega a decir expresamente. Lo que está
ocurriendo hoy, el retroceso democrático a un estado autoritario, las purgas de
miles de personas y la toma de las
instituciones por su partido islamista, etc. muestran que la Primavera Árabe tenía
un modelo poco estable en Turquía. Y da la razón a Huntington en su posible movimiento de retroceso
hacia un estado islámico.
David Brooks critica la idea de cultura de Huntington
precisamente para permitir la posibilidad de cambios y no el retroceso
constante hasta un grado cero de la cultura:
I’d say Huntington was also wrong in the way he
defined culture.
In some ways, each of us is like every person
on earth; in some ways, each of us is like the members of our culture and
group; and, in some ways, each of us is unique. Huntington minimized the power
of universal political values and exaggerated the influence of distinct
cultural values. It’s easy to see why he did this. He was arguing against
global elites who sometimes refuse to acknowledge the power of culture at all.
But it seems clear that many people in Arab
nations do share a universal hunger for liberty. They feel the presence of
universal human rights and feel insulted when they are not accorded them.
Culture is important, but underneath cultural
differences there are these universal aspirations for dignity, for political
systems that listen to, respond to and respect the will of the people.**
Eso se puede expresar cuando las calles de varios países
están llenas con millones de personas reclamando libertades frente a unos
sistemas corruptos. Pero qué ocurre con esas aspiraciones de
"dignidad", "democracia" y respeto al deseo del pueblo
cuando lo que tenemos en estos momentos es un retroceso democrático o una
situación bélica con la excepción de Túnez, que ha conseguido resolver las
dificultades y donde esas aspiraciones han conseguido mantenerse.
Creo que con lo que no contaban ambos, Huntington y Brooks,
es con el fenómeno de la conflictividad interior de las culturas hasta niveles
como los vistos en estos momentos. Me estoy refiriendo esencialmente al
fenómeno del Estado islámico y lo que representa realmente dentro de la cultura.
La última
crítica a Huntington por parte de Brooks es breve: «Finally,
I’d say Huntington misunderstood the nature of historical change. In his book,
he describes transformations that move along linear, projectable trajectories.
But that’s not how things work in times of tumult.» Para el articulista de The New
York Times, la Historia no se mueve como señala Huntington, sino a través de
los pequeños pasos que la gente va dando. Pero lo que finalmente ha ocurrido es
que los pasos que se deban comenzaron a ir en direcciones distintas, creando el
conflicto que hoy tenemos, cuyas consecuencias son imprevisibles y en cadena.
Una
cuestión importante: Brooks está hablando de lo que acaba de ocurrir; es más
sencillo. Huntington, en cambio, está hablando de un futuro descrito en 1993 que
es posible discutir en 2011, como hace en el artículo. El de Huntington puede
seguirse discutiendo mucho tiempo; el descrito por Brooks ya tiene que ser
interpretado de otro modo desde que el fenómeno Al-Qaeda se transformó en el Estado
Islámico cuyo papel es muy diferente. Lo que era un grupo terrorista es hoy la
punta del iceberg de la radicalización cultural que quiere regresar a una
raíces fundamentales e imponerlas a los que considera propiedades culturales.
Parte
del problema que hoy vivimos es precisamente heredero de un concepto
propietario y esencialista de las "culturas": las personas son
propiedades de los que se han erigido en autoridades omnipotentes. Lo que los
propios musulmanes padecen tras el paso de los yihadistas no tiene precedentes
en los tiempos modernos porque suponen una inversión de la Historia hacia un
estado mítico, que es el de los antepasados, fuera del cual solo hay muerte.
Todo esto fue disparado
por el fracaso de la Primavera Árabe o, si se prefiere, por su éxito al
derribar a los dictadores. Huntington los describe como confirmación de su
teoría. Todos los dictadores árabes laicos se habían vuelto religiosos para evitar ser criticados y
poder continuar con sus manejos y controlar la sociedad. Todos creyeron que
podrían controlar a los islamistas cuto programa parte del principio de que
"El islam es la solución", cerrando cualquier esperanza evolutiva
hacia modelos centrados en las libertades, al igualdad, etc.
Creo que todos estos dictadores habían leído a Huntington.
¿Por qué no hacerlo si les confirmaba que el futuro era suyo, un futuro religioso
y antioccidental? Lo habían leído
también los gobiernos occidentales que apostaron por partidos islamistas —por los
Hermanos Musulmanes o por el de Erdogan en Turquía, por ejemplo— creyendo que,
como era inevitable, mejor tener amigos conocidos que enemigos por conocer. Lo
había leído cabalmente también los intelectuales árabes, que decidieron que el
modelo de libertades occidental era un fracaso y que era mejor intentar
encontrar uno bueno que, por cierto, todavía no han encontrado, por lo que se
limitan a la crítica de Occidente.
Por mi parte solo quiero hacer una pequeña crítica a la obra
de Huntington, que me parece de un enorme valor: la ausencia de las mujeres.
La obra, como tantas otras, tiene una visión masculina de la
Historia y de sus motores y cambios. Carece de un elemento que me parece clave en la
transformación cultural interna hacia el futuro: son las mujeres las que están manteniendo
mayoritariamente el espíritu de la revolución porque la vieja cultura las deja
fuera, las ignora y reprime. Las culturas que describen son masculinas, patriarcales.
La revolución de las mujeres es de otro orden y de otra
visibilidad. Al igual que el Estado Islámico
es una reacción al intento de conseguir sacudirse el imperativo cultural de una
generación que efectivamente —como señala Brooks— aspiraba a una universalidad
de la dignidad personal y de la representación colectiva en la Historia, los
ataques a las mujeres son la reacción con la que se intenta frenar su revolución
en países como Pakistán, que han dado un referente como Malala.
Son las mujeres las que pueden cambiar el mundo y sus
civilizaciones. Es la reclamación de la dignidad y de la igualdad femenina la
que mantienen en alto el conflicto en el interior de las culturas. A Huntington
(y a muchos otros analistas) les falta por comprender el papel de esa otra
batalla que son las cuestiones de género, que llevan su propio ritmo según los espacios.
La incapacidad para entender hechos culturales como el del
"burkini" es grave. Que las mujeres puedan participar en las
olimpiadas como nadadoras, levantadoras de pesa, tenistas, vóley, etc. es una
batalla que la cuestión del velo no debe hacer malinterpretarse. Es un gran
logro y abre muchas puertas en sus países, las mejores defensas contra el
integrismo. La tontería de Manuel Valls solo demuestra que nunca ha conversado
con mujeres con velo para comprobar lo que hay debajo.
Comprender las culturas es esencial, como señalaba Huntington.
Su modelo es muy válido, pero necesita de una reconsideración constante de los
factores que las hacen moverse. Su idea, como expresa ya en el título, era cómo
habían dejado de valer las agrupaciones producidas por la Guerra Mundial y la
Guerra Fría posterior y se preparaba un nuevo orden o quizá un nuevo desorden,
algo que también es visto por Huntington si las civilizaciones no consiguen
tener un elemento central fuerte que controle las periferias. Los bloques,
concluye, ya no funcionan y habrá que establecer otro tipo de relaciones, que
consideraba que serían conflictivas durante un tiempo pero no eternamente. El
mundo, al final, se reordenaría.
Cualquier visión que maneja grandes unidades corre el riesgo
de perder de vista a las personas. En esto Brooks tiene razón: son los pasos de
las personas las que hacen avanzar la Historia. Lo malo es cuando se tira en
distintas direcciones y una de ellas es hacia un pasado imposible. Lo que en los sistemas democráticos se decide entre un partido y otro, en una cultura no democrática la pugna se eleva a niveles dramáticos. Todo está en juego.
Las relaciones interculturales son esenciales, pero también
lo es entender que las culturas no pueden ser cárceles esencialistas, objetos cerrados y estáticos, en las
que todo es siempre igual.
El gran
drama del mundo islámico es precisamente que a lo largo de
la Historia se ha evitado su transformación y evolución. Se ha perseguido a los
que abogaban por reformas capaces de hacer unas sociedades habitables en las
que fuera posible vivir sin las tensiones actuales.
Si no se cambia, algo natural en todo lo humano, la vida se
vuelve trágica en todos sus momentos porque sentimos que habitamos un mundo que
no es el nuestro, aquel que podemos construir para intentar ser felices. Se nos obliga a vivir en un mundo construido por otros, convertido en
pesadilla.
La Primavera Árabe fue un intento, pero la persecución
constante de las personas que podían haber contribuido a los cambios necesarios
lo ha frustrado en muchos lugares. Pero su fuerza continúa por debajo de la superficie.
A diferencia de la Naturaleza, como decíamos al principio,
la Historia es leída e interpretada, y de ella sacamos consecuencias y consejos.
No es una "ley", solo un discurso que recoge nuestra comprensión de
lo que hemos hecho, hacemos o podemos hacer. El libro de Huntington merece
leerse no tanto por ver si acertó o no (describió
bien mucho de lo que vendría) sino para evitar cometer los errores que nos
llevan por los malos caminos.
* Samuel P. Huntington (1997 4ªr 2001) "El choque de
civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial". Paidós, Buenos Aires.
** David
Brooks "Huntington’s Clash
Revisited" The New York Times 3/03/2011 http://www.nytimes.com/2011/03/04/opinion/04brooks.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.