Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No
sabía que había algo llamado una "fiebre ufológica", pero eso es lo
que nos proponen desde RTVE.es con su titular "Se dispara la fiebre
ufológica en España: "Nos sentimos como Cristóbal Colón, cuando nadie
creía en su descubrimiento"". Después de miles de programas, reportajes,
series, artículos..., de cualquier formato posible, volvemos a esa
"fiebre" que se nos anuncia.
Es
cierto que no se ha conseguido bajar la fiebre desde que esta apareció
mostrando sus síntomas. A ello ha contribuido la ilusión de los géneros de
ficción, que nos ha dejado recuerdos visuales y literarios de avistamientos,
llegadas, contactos, persecuciones y demás formas interacción con los que
llegaron de fuera. Pero eran, claro está, ficciones. Cuando ves o película,
lees una novela o ves un cómic, etc. lo vives, te lo crees; es parte del
proceso imaginativo. Pero cuando se acaba la lectura, debes volver a tu vida
normal, sin fantasmas, sin vampiros ni hombres lobo, sin extraterrestres.
El
artículo de RTVE.es está lleno, en cambio, de "creyentes", de
personas que los viven, que los dan por seguros, son "Expedientes X"
(¿por qué no reponen nunca esta serie? ¿Habrá algún motivo... extraño?). El
comienzo del artículo trata de mostrar cierto equilibrio entre los que creen y
los que no se dejan arrastrar:
Noche cerrada en la montaña de Montserrat, en Barcelona. Como cada día 11, desde hace más de 30 años, decenas de aficionados a la ufología se reúnen para mirar el cielo a la espera de un avistamiento ovni: "Es una montaña mágica, tanto por su formación geológica como por la energía que trasmite, y es el lugar ideal para establecer contacto con los seres que nos visitan", relata Fran Recio, responsable de un programa radiofónico local que versa sobre temática paranormal.
"Que la NASA se haya decidido a investigarlo seriamente es un punto de inflexión. Por fin se lo toman en serio, y vamos a tener datos registrados científicamente más allá de relatos personales que en muchas ocasiones están viciados", remacha.
Y he ahí el quid de la cuestión, que ironiza Luis Alfonso Gámez, periodista y divulgador que dirige el blog Magonia dedicado a tratar de forma crítica el fenómeno paranormal: "Muchos avistamientos son el planeta Venus, que brilla, o luces de un avión, o misiles, o drones, o globos atmosféricos… Porque vamos, lo de decir que una luz en el cielo es un ovni es como atribuir un asesinato sin resolver a Drácula".
"De 122 casos de avistamiento ovni en España desclasificados por el ejército del aire, se han desmontado 114 con explicaciones humanas y científicas, y los 8 restantes no se ha podido hacer porque son tan antiguos que ya no tenemos los datos", concluye Gámez.*
Pero el creyente se define por su fe, no por los hechos. Como ocurre en algunos campos, se exige la demostración de lo imposible como forma de confirmación. Es decir, hay que demostrar que "no ha sido Drácula", algo difícil de hacer porque lleva implícito creer en su existencia.
Ir cada día 11 de cada mes a la montaña de Montserrat es un acto de fe, una reafirmación no de lo que ocurre, sino de lo que podría ocurrir, es decir, de la fe de quien sube. Si además permite crear un pequeño club de escalada de creyentes en lo que puede ocurrir y escépticos sobre el hecho de que ocurra nunca (alguien lo oculta), pues mucho mejor, más entretenido. ¡Hay tantas cosas que aceptamos solo porque nos las dicen! Puede que muchos de los que creen en los Ovnis, por ejemplo, nieguen que el hombre pisara la Luna y afirmen que todo fue un montaje, como se recogió en aquella vieja película.
"Yo he grabado miles y miles de horas de ovnis. He descubierto con el tiempo que cerca de mi casa hay un portal dimensional", nos relata Santiago Martínez, más conocido como 'el cazador de ovnis' en su domicilio de Casares, en Cantabria.
Alejado hoy del foco mediático por
petición de su familia, nos atiende a nosotros de forma medio clandestina para
no recibir una regañina: "Mis hijos no quieren que hable más de
ovnis… Pero yo los he visto como te estoy viendo a ti ahora mismo",
afirma delante de un televisor mientras proyecta una de las múltiples
grabaciones que guarda en un armario de la casa. "A esto no ha tenido acceso
ni Iker Jiménez", ríe. *
No es fácil, como periodista, que te den acceso a lo que no ha visto "ni Iker Jiménez", aunque te la juegues. Nadie ha pensado en las familias de los creyentes, tampoco en su soledad cuando empiezan a mirarles mal, a vigilarles para evitar que desaparezcan o, peor, que puedan ser abducidos.
La ficción ha debido cubrir todas las posibilidades, por lo que los miedos deben ser grandes. Pero eso no debe ser un motivo de renuncia; al contrario, es un aliciente para seguir en la brecha pese a quien pese, familia, extraterrestres o servicios secretos. El que se aburre es porque quiere.
El artículo, tras algunos creyentes y escépticos más, se cierra con un nuevo producto de esa fiebre ufológica de la que se nos hablaba:
Alberto Casás y Danielle Wikman, dos vecinos
de la zona de Vigo, han decidido poner fin a toda especulación. Han comprado
un autobús que han adaptado como caravana para recorrer
durante un año toda la península en busca de puntos calientes de
avistamiento OVNI.
"El objetivo es catalogarlo todo y establecer contacto con ellos para demostrar que los OVNIS existen, que hay naves de tuercas y tornillos, y si podemos subirnos a una y cogerles un cenicero en un despiste para llevarlo a analizar y demostrar que son de verdad… Pues lo haremos", afirma Alberto ante la mirada atónita de este redactor, que nunca hubiera imaginado que un extraterrestre se echara un cigarrillo.
Y concluye Alberto: "Nos sentimos como Cristóbal Colón, cuando nadie creía en su descubrimiento".*
La vida es injusta y seguro que cuando lleguen inevitablemente los extraterrestres se presentarán ante un granjero de algún sitio recóndito, alguien que nunca sintió interés por el gran momento, el de la llegada, el del encuentro, el momento en el que un escéptico o, peor, un ignorante, se verá ante un visitante lejano que le saludará con la mano (o lo que sea) al bajar por una escalerilla.
Entonces dejarán de subir cada día 11 a lo alto del monte mágico, las familias se reconciliarán de nuevo y veremos a Pedro Sánchez hacer alguna declaración al respecto.
Dicen que había "mensajes claros" de que este año pasado, el 2022, sería el de las llegadas masivas de extraterrestres y no digo que algo de lo que nos ha pasado no pudiera parecerlo, pero finalmente no, era nuestra "nueva normalidad". Pero ¿qué es un error de unos años o décadas en el cálculo del gran momento anunciado?
Espero que la fiebre ufológica remita, que sea un efecto secundario de la pandemia (¿qué no lo es?), que podamos volver a los viejos problemas de siempre, los del ocio nocturno (que se lleva a muchos ufólogos al campo y los aleja) o al fenómeno inexplicable de por qué compramos trenes que no caben por los túneles, pero que podrían usarse para los portales dimensionales, que no dan tanto problema.
A ver si este año llegan.
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