Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
política parece tener una sola ley, la del derribo del contrincante. Los medios
se han acostumbrado a ello y lo alientan. La polémica, como ya nos explicó
Deborah Tannen, en su obra La cultura de
la polémica (1999) pasa a ser una forma dominante de discurso. Ha pasado bastante
tiempo desde las observaciones de Tannen. En la página 112 de la obra, Tannen
cita a Kenn Walsh, un corresponsal en la Casa Blanca. Este comenta que años
atrás cuando decía cuál era su trabajo, a la gente le parecía "muy
interesante", pero ahora señala Walsh le cometan "¡Qué diablos os
pasa a los medios de comunicación!" Tras citar esa fuente exterior, Tannen
escribe:
Esta transformación en la cultura popular es
ciertamente palpable. Hace años, en el cine, cuando la policía no conseguía
resolver un crimen, el guión recurría al clásico papel del reportero que
siempre daba con el asesino. En la actualidad podemos ver películas como Mad City, donde Dustin Hoffman
interpreta a un reportero de televisión que intencionadamente agrava una
situación en la que intervienen rehenes, en beneficio propio. (Tannen 1999:
112)
La
observación es atinada porque el "buen reportero", alguien que ayuda
a resolver problemas donde otros no llegan, pasa a ser en esa cultura popular
citada la fuente de los problemas con el deseo de sensacionalismo y una grave
falta de ética. Hemos pasado del medio que aclara
al medio que oscurece, que revuelve las aguas creando turbulencias sociales de las que se aprovecha para atraer la atención.
Más
recientemente podemos encontrarnos con películas como Nightcrawler (2014), una película nominada al Oscar al mejor guión
que precisamente nos muestra el carácter morboso que van adquiriendo los medios
para conseguir más intensas (y extensas) reacciones de los espectadores.
Cuando
Tannen escribió su libro, en 1998 en su edición norteamericana, las redes sociales
solo estaban comenzando en gran parte del mundo. No había un acceso tan
generalizado como lo hay hoy y la idea de una conexión permanente no se había
instalado en nuestras vidas. 24 horas de recepción y búsqueda, 24 horas de acceso continuado, de
lucha por nuestra atención, el bien más buscado.
El
cambio ha sido tan rápido que ha arrastrado a los medios tradicionales, que no
han sabido enfrentarse a esta gigantesca explosión en la que todos compiten con
todos, en las que las entradas de información son permanentes, con distribución
casi instantánea de información, sin verificaciones ni forma de controlar los
efectos.
Cada
vez son más las personas que desconectan de las redes, que hacen sus periodos de
higiene mental por los peligros que trae la exposición continuada. Del niño acosado en
la escuela a la campeona de Tenis, todo están expuestos a una forma de ser
empaquetados y difundidos que no conoce respiro ni límites.
Frente
a la profesionalidad, las redes imponen el anonimato y lo que unos lanzan otros
lo repiten por el simple hecho de que ya está ahí, circulando, imparable. Todos
quieren lanzar la primera piedra.
Durante
un tiempo se ha pensado que la prensa profesional estaba ahí como una garantía,
como una muralla frente a esos flujos peligrosos. Pero cada vez más comprobamos
que no es así. Los contables y gerentes toman las riendas de la información y
exigen más intensidad y menos costes, que es la receta de la época; llamativo y
barato. Lo que no es transcendente se intensifica mediante los tratamientos
retóricos, las titulaciones exageradas o inquietantes.
La
barrera que señalaba Tannen, el cambio del periodista al que la sociedad
agradecía su profesionalidad al ponerla al tanto de todo aquello que necesitaba
saber, se rompió ante la nueva perspectiva. En meses, hemos visto como grandes
periódicos internacionales, como serias cadenas de televisión, se transformaban
en parcelas donde se diversificaba la siembra. Zonas de seriedad, cada vez más
acosadas, y zonas de trivialidad llamativa, la verdadera materia prima de una
nueva sociedad que no quiere realmente saber. ¿Para qué? Quiere ser entretenida,
ver el gran circo en el que se comen unos a otros, en el que se polemiza sin fin.
De ese océano mediático masivo salen las imágenes que dan la vuelta al mundo, las que tienen la capacidad de dar codazos a aquellas otras con las que compiten. La atención es limitada y selectiva. Dar el salto de la trivialidad a lo serio es cada vez más difícil. ¿Cómo definir lo "serio"? No es fácil, quizá sea aquello que nos importa sin que lo sepamos; aquello que desconocemos, pero que nos es imprescindible. La función del buen Periodismo es precisamente hacernos conscientes de todo ello.
En un mundo como el actual, en una crisis profunda, es necesario comprender para poder decidir y actuar. Pero parte de nuestra crisis tiene su origen en la propia cultura producida por nuestro entorno. Hay un punto en el que la calidad informativa se nos hará extraña, no la sabremos apreciar porque no la reconoceremos. Esta cultura de exceso y trivialidad, de la polémica como atracción, crea sus propios públicos y estos su demanda, aquello que les satisface.
Llegará un punto en el que será imposible luchar contra esta oscuridad de neón.
Tannen, D. (1999) La cultura de la polémica, Madrid, Paidós.
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