Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Una
gigantesca figura de Donald Trump, con un mohín en sus labios, recorre las
calles nocturnas de la ciudad de Niza, la que fuera golpeada en julio por el
terrorismo yihadista. Está junto a otras figuras de la política francesa, quizá
como invitado deshonroso a la celebración por antonomasia de la crítica al
poder y a los poderosos.
El
carnaval de este año, nos dicen en el diario La Croix, tendrá unas grandes
medidas de seguridad, tratando de acordonar y controlar el perímetro elegido. Se ha evitado el Paseo de los Ingleses por motivos obvios.
"Jamais le niveau de sécurité n'a été
aussi élevé sur un événement de cette nature à Nice", a assuré le préfet
des Alpes-Maritimes, Georges-François Leclerc, à quelques jours de ce temps
fort du folklore niçois avec ses batailles de fleurs et son corso illuminé dont
Donald Trump devrait tenir la vedette.
Sur l'un des 17 chars qui paraderont derrière
le "Roi de l'énergie", thème choisi cette année, le président
américain est caricaturé sous les traits d'un affreux gaspilleur, sa tête
géante posée sur des barils de pétrole percés, et encadrée par une batterie de
sèches-cheveux électriques soufflant à tout-va dans sa célèbre mèche blonde.
"Le char a été décidé quand l'élection
de Trump n'était encore qu'une blague", précise-t-on à l'office du
tourisme.*
Así
como han tenido que incorporar alguna "cabeza" a los miembros de las
carrozas, algún político que ha ganado notoriedad en los últimos meses, la de
Trump solo ha cambiado de estatus; de ser una "broma aspirante" a ser
una broma pesada. Los que le eligieron, como tantos otros, no esperaban que la
carroza llevara al presidente sino al pretencioso candidato. No acertaron; el
destino electoral les jugó, como a todos, una mala pasada.
El
diario francés le llama la vedette del
carnaval de este año. En efecto, tiene todos los requisitos para conseguir aquí
también el protagonismo anhelado por el presidente. La paradoja del carnaval es
que ya no invierte el poder, sino que
lo confirma sometiéndolo a la ira del pueblo. No hace falta nombrar al
"rey de los locos" porque muchos locos ya son "reyes" o presidentes
o aspirantes a serlo.
La
prueba de ello es precisamente la continuidad entre el carnaval y las protestas
diarias en todo el mundo con su efigie y su mechón dorado y puntiagudo,
sometido a operaciones físicas y químicas, ariete de sus ideas, cuyo color —le
ha sido preguntado a muchos— sigue siendo indefinido.
La
presencia de Trump en carnavales de todo el mundo no es más que una
continuación de su omnipresencia en boca de todos, en titulares y portadas, del
centrifugado mediático de su imagen como símbolo de una nueva era de la
política espectáculo, la que los tiempos reclaman y en la que se lucha por el
protagonismo, sabiendo que la mera presencia mediática es garantía de un número
suficiente de votos como para llevarte a la Casa Blanca, convertida en plató
universal.
Otro
diario francés, Nice-Matin**, nos
muestra imágenes del carnaval en Düsseldorf, Alemania, en donde una Estatua de
la Libertad hace burla a un Trump enfurecido y cuyo largo tupé sirve de soporte
a la frase "Make Fascism Great Again!" Las imágenes son del carnaval
del año pasado y nos muestra un Trump aspirante a presidente con la parte
trasera de su cabeza convertida en un trasero. No necesitarán hacerle muchos
retoques. Quizá cambiar el semblante burlón de la Libertad y ponerla compungida,
triste porque el matón que la acosa, finalmente se salió con la suya. Causó
escándalo en Alemania la portada reciente de Der Spiegel en la que un Trump
yihadista decapitaba y sostenía en su mano cabeza de la estatua de la Libertad.
Algunos lo consideraron excesivo, pero ¿cómo sacudir conciencias en este choque
continuo de imágenes, en este torbellino? El exceso es lo que el personaje pide
cuando él mismo trasciende la normalidad.
El
diario muestra también imágenes carnavalescas de un gigantesco Trump quemado
—para eliminar el mal humor, nos dicen— en Villahermosa, México, junto a otros lugares de Brasil o incluso de España, desde Navarra. Con ellas y miles más, el
carnaval queda expandido más allá de sus fechas tradicionales, convertido en cotidiano. Es el efecto Trump sobre el carnaval.
The Huffington Post, con el titular "Donald
Trump’s Hair Evolution Is Almost As Scary As His Politics" nos proponía en
junio pasado un recorrido histórico por el peinado y color del cabello del ahora
presidente con un viaje fotográfico que va de 1974 a 2016. El reportaje se cerraba
con otro objeto carnavalesco: "A Children’s Book About Donald
Trump’s Hair That’s Perfect For Bedtime", firmado por el artista Guy
Larsen. El libro "infantil" es la historia de cómo el tupé de Trump
tiene vida propia. Ilustración tras ilustración, vemos las andanzas del malvado
tupé que corona la truculenta cabeza hasta abandonar a su pedestal. ¿Algo más carnavalesco que esto?
Durante
años, el antiamericanismo consistió en quemar banderas de los Estados Unidos.
Donald Trump ha conseguido personalizarlo —no podía ser menos—, dirigir la
irritación del mundo hacia él. En esto tiene mucho que ver el propio pueblo
norteamericano, que salió a la calle de forma multitudinaria al día siguiente
de su toma de posesión. No ha habido un momento en el que haya bajado la
guardia frente al intento de expansión de las políticas contra los
derechos de las personas. Eso han querido dejar bien claro al presidente y al
mundo: no comparten sus puntos de vista, sus maneras, sus discursos. El movimiento anti
Trump tiene su epicentro en los propios Estados Unidos. Son los que lo han
llevado a la Casa Blanca y serán quienes lo quiten.
Las
dudas de The New York Times, comentadas en su momento, sobre cómo tratar a un
presidente que era el primero en no respetar la presidencia, se disiparon
pronto. No tuvieron más que ver las calles y las protestas, el espectáculo
dentro y fuera de los Estados Unidos. El mundo se había carnavalizado con Trump
como propuesta central, como "vedette". No sería una presidencia normal en ningún sentido y en solo tres semanas lo ha demostrado.
Las
imágenes y muñecos que por todo el mundo reproducen la efigie de Donald Trump muestran
precisamente la carnavalización de su figura. No hay un Trump "serio"
y otro, inverso, "carnavalesco", sino una indiferenciación entre ambos que lleva a
abolir las barreras temporales del carnaval para ocupar todo tiempo y
espacio. Todo lo que está en contacto con él queda encerrado en la esfera carnavalesca, como muestran las parodias de quienes le rodean en Saturday Night Live.
El
carnaval ha llegado y se quedará con nosotros mucho tiempo. Todos podrán, en carnaval, en Halloween o cualquier otra celebración o protesta (lo uno y lo otro se funden), disfrazarse de Donald Trump. Todos menos Donald Trump. Ha conseguido ser "rey" y "rey de los locos". No necesita disfraz, no hay diferencia.
*
"Carnaval de Nice: gros renforts de sécurité et Trump en vedette" La
Croix 9/02/2017
http://www.la-croix.com/France/Carnaval-Nice-gros-renforts-securite-Trump-vedette-2017-02-09-1300823576
**
"Trump au Carnaval de Nice est sans aucun doute la plus réussie du
monde" Nice-Matin 7/02/2017 http://www.nicematin.com/insolite/la-grosse-tete-de-donald-trump-au-carnaval-de-nice-est-sans-aucun-doute-la-plus-reussie-du-monde-112816
***
"Donald Trump’s Hair Evolution Is Almost As Scary As His Politics"
The Huffington Post 14/06/2016
http://www.huffingtonpost.com/entry/donald-trump-hair-evolution_us_576025e9e4b0e4fe5143c597
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