Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer
supimos que Pete Seeger había fallecido a los 94 años de edad. En estos tiempos
en los que la música es sobre todo espectáculo y negocio, la figura de Seeger
se muestra como algo del pasado, distante, casi incomprensible.
Hace
mucho que no escuchaba sus canciones, por más que muchas de ellas me hayan
acompañado de forma activa en la vida. Escogí unas cuantas y las puse como
homenaje para compartirlas y que las pudieran escuchar. Más que un cantante,
creo que Seeger era un maestro de
canciones, alguien que se dedicaba a enseñarnos a cantar, alguien cuyo
interés es que penetren en nuestros cerebros y en nuestras vidas, que no salgan
de allí por el resto de nuestra existencia.
Entre las canciones que escogí, la más antigua
era de Seeger en un teatro abarrotado, en 1956. Se trata de If I had a Hammer y Seeger maneja al
auditorio para hacerles vibrar con el poder de la canción. Todos debemos desear
tener ese martillo en nuestras manos, reclamarlo con nuestras voces. Nos anima,
una y otra vez. No quiere que le escuchemos, quiere que nos escuchemos a
nosotros mismos, que nos descubramos cantando, formando parte de esa voz común.
Seeger, como hará el resto de su vida, adelantará los versos de cada canción
para que podamos cantarla junto a él. Es el cantante que quiere que cantemos;
su voz es algo accesorio, un reclamo para que nos unamos.
La
última de las canciones que pongo nos lo muestran cantando This land is your land, la canción de Woody Guthrie, que Seeger
interpreta en el Lincoln Memorial, de Washington, ante 400.000 personas que
celebran la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, en el concierto "We
are One". Aunque el nombre del concierto no fuera por él, ninguno me parece
más adecuado, pues no era otro su viejo sueño que el de la unidad. La idea del
coro, de las voces que se van sumando enganchándose a un mensaje que hermana.
Cantar es compartir ilusiones, no un acto solitario, distante o narcisista.
Aquella
actuación junto a un admirador constante, Bruce Springsteen, cantando a Woody
Guthrie, con ese himno paralelo, Esta tierra es tu tierra, debió ser un momento
muy feliz para él. Un Seeger animoso y generoso con noventa años, tocado con un
gorro de lana, compartiendo los restos de su voz con los presentes, ante la
estatua de Lincoln, celebrando la llegada a la Casa Blanca de un presidente
negro. Para un Seeger que se jugaba el
tipo en los cincuenta y sesenta cantando para sacar adelante el movimiento de
los derechos civiles, debió ser un momento especialmente emotivo, el signo de
que su vida, sus miles y miles de canciones recorriendo el mundo, enseñando a
juntar las voces para que se unieran las voluntades, había tenido un sentido.
En el movimiento folk se habían juntado la idea de legado musical, de mantener vivo lo que había sido historia, pero también la rabiosa actualidad de los problemas, la protesta. Era la música como tradición y la música como arma para combatir y ayudar a combatir en el presente. Era música conciencia, música energía, música denuncia, música arma, música poesía. Había nuevos problemas que requerían nuevas canciones, pero había problemas eternos que podían ser cubiertos con los lamentos y advertencias musicales de siempre. Las cadenas del hombre no eran nuevas, ni su sufrimiento, ni la injusticia. Había que recordar las canciones para no olvidar los problemas.
Cuando
se llega a la edad de Pete Seeger y se tiene tanto reconocimiento como él tuvo,
la vida se justifica a sí misma. Se adquiere el sentimiento de plenitud, del
trabajo realizado, de que se acertó en el camino elegido, por muchas
dificultades y duro que fuera en sus inicios.
La
primer vez que escuché a Seeger fue en un viejo disco, un "Tributo a Woody
Guthrie" que reunió para cantar sus canciones a gente como Tom Paxton,
Odetta, Joan Baez, Bob Dylan, Richie Havens, Judy Collins, y su hijo, Arlo Guthrie.
La portada del disco mostraba el rostro de Woody y en la base, pequeños,
aquellos cantantes sobre un escenario. El disco recogía las canciones
interpretadas en dos conciertos, de 1968 y 1970. Aquel disco me sirvió de
introducción a Guthrie y a todos aquellos cantantes, que fueron enriqueciendo mi colección de discos con
sus obras. En los setenta habría muchas otras formas musicales y el llamado
"folk" se fue perdiendo con las nuevas corrientes que iban entrando
de mano de los sintetizadores y demás movimientos de la música. De las
canciones con "mensaje" y del "folk" se pasó a la música disco, el heavy metal, el glam rock,
el punk o cualquier otra línea
musical que fueron llegando. Después el vídeo mató a la estrella de la radio (video killed radio star), como cantaron
proféticamente The Buggles. Pero la semilla sembrada creció de la mano de los
que habían escuchado a Dylan, a Seeger, a Guthrie, y brotaba esporádicamente, navegando
contra los torrentes de imágenes y sonidos, contra la potencia de los watios y los dólares.
Y
mientras todo esto ocurría, Seeger siguió siendo él, que era ser todos. Porque
lo más curioso es que Pete Seeger seguía siendo la persona empeñada en
enseñarnos a cantar, en que lo hiciéramos con él, una y otra vez. Y siguió
diciéndonos las cosas que otros habían dejado de decirnos, que éramos cajitas
(Little boxes), todas iguales, con pretensiones de ser distintas, que nuestras
vidas se parecían horriblemente, que eran vulgares, aunque nosotros no nos
diéramos cuenta. Nos contaba que las guerras solo servían para acabar con las flores con tantos funerales y que si se quería de verdad a los hijos de la patria había que traerlos de vuelta a casa e invertir en otras armas más eficaces:
The world needs teachers, books and
schools,
Bring them home, bring them home.
And learning a few universal rules,
Bring them home, bring them home.
Bring them home, bring them home.
And learning a few universal rules,
Bring them home, bring them home.
Y a
fuerza de repetirnos esas canciones, se hicieron parte de nuestras vidas. Y él,
un hombre con un modesto banjo, con su aspecto de anciano simpático, seguía
cantando y haciéndonos cantar para que no olvidáramos aquellas cosas que eran
importantes para nosotros. El mundo cambiaba y vivía de las modas. Seeger no
tenía necesidad de cambiar porque él vivía de las verdades que permanecen y nos
las repetía periódicamente para que siguieran junto a nosotros en nuestras
vidas triviales y evitar que nos devoraran.
La
mentiras son de cada uno, pero lo que es verdad nos pertenece a todos. Y esas verdades
son las que quedaron en esas canciones que podemos hacer nuestras y seguir
cantando ahora que nos ha dejado el hombre que unía nuestras voces, que nos
adelantaba los versos para que nadie se quedara fuera y perdiera el ritmo o la
palabra.
Descansa
en paz, Pete Seeger. Nos enseñaste a cantar juntos para que pudiéramos ser por
separado. Nos enseñaste que se puede pasar por la vida recitando versos en los
campos, en las fábricas, entre edificios de hierro y cristal, en las granjas o
en las escuelas, que es una vida noble. Que las canciones que vale la pena
cantar son las que nos unen a los demás y nos despiertan del sueño prolongado
en que vivimos.
Little boxes on the hillside,
Little boxes made of ticky tacky,
Little boxes on the hillside,
Little boxes all the same.
There's a green one and a pink one
And a blue one and a yellow one,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.
If I Had a Hammer (1956)
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