miércoles, 2 de abril de 2025

Avisos polacos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El grado de preocupación por el destino de Europa ante una amenaza rusa depende mucho de la experiencia de cada país. La proximidad, mayor o menor, ha creado experiencias históricas y políticas muy diversas, por lo que la respuesta es también diferente en cada caso.

En esto difieren las élites, que se tienen que ver en Europa, con las bases de cada país, que observan con distinto grado de preocupación y conocimiento lo que ocurre lejos. Hay países que no pueden evitar ser interrogados o interrogar sobre los futuros posibles. Otros —como el nuestro— siguen viviendo como si no hubiera riesgo alguno y jugando con las palabras, especialmente en las cuestiones de defensa. Los juegos de diferencias entre "defensa" y "rearme", por ejemplo, están  a la orden del día reflejando la lucha política constante en vez de entender que la "seguridad" es una cuestión común, algo que nos afecta a todos, un objetivo común.

En RTVE.es se nos ofrece una entrevista con el ministro polaco de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, al que se le pregunta sobre los conflictos y las relaciones con Rusia: 

PREGUNTA: Polonia es país con una larga tradición de desencuentros con Rusia, unos políticos y otros militares. ¿Perciben ustedes realmente a Rusia como una amenaza en estos momentos?

RESPUESTA: Rusia nos ha invadido muchas veces durante los últimos 400 años, así que, cuando nos amenazan, tenemos que tomarlo en serio. Fuimos una colonia rusa durante el siglo XIX. Y este país está intentando reconstruir su imperio y dominar otras naciones.

P: ¿No tiene usted la impresión de que en esta parte de Europa no nos acabamos de creer esa amenaza?

R: Sí. A ustedes nunca les ha ocupado Rusia y probablemente nunca será así, pero también les llega la desinformación rusa. Rusia también está intentando manipular la situación interna y fomentar diferentes divisiones en España. Sabemos que está intentando llevar a cabo una guerra hibrida en Europa.* 

Son muchas las cuestiones que se abren en estas breves respuestas. La primera de ellas es la tradición imperialista rusa. No hace falta imaginarla, está ahí, en la historia y en la experiencia. Nos olvidamos, por ejemplo, que hubo que comprarles Alaska a los rusos, que podían haber "bajado" por América hasta no se sabe dónde. La experiencia europea la tenemos más clara. Rusia se tragó media Europa llegando hasta la mitad de Alemania, quedándose todo lo que había en medio. Si la hubieran dejado habría llegado a la costa francesa. Los países que quedaban bajo su yugo eran invadidos inmediatamente si osaban intentar distanciarse o rebelarse contra el poder soviético, la máscara política que Rusia adoptó tras su revolución. Rusia abrazó el comunismo porque era lo más cercano a su propia visión totalitaria. Se deshizo de los zares, pero no del imperialismo ni de su mesianismo visionario. Rusia seguía siendo "santa", pero de otra manera. Su misión transformar el mundo, que en sus términos era hacerlo "ruso".

Todo eso no se lo tienen que contar al ministro polaco porque lo han vivido en sus carnes. Tampoco muchos de los países que fueron ocupados en diversas ocasiones y sobre los que Putin ha fijado su mirada codiciosa.

El presidente ruso comparte muchas cosas con los Estados Unidos de Trump. Uno de los más preocupantes es su fijación con Europa, contemplarla como un obstáculo en sus planes de expansión y dominio. Una Europa fuerte y unida es una pieza molesta para ambos, que juegan en ella —y con ella— como si fuera un tablero ajedrecístico.

La ilusión de una Europa próspera y en paz se aleja cada vez más si el entorno se va convirtiendo, como lo ha hecho, en zona de guerra. Que Europa no lo desee no significa que no tenga que enfrentarse a ello, tratar de garantizar su seguridad mediante el fortalecimiento de su defensa.

No se trata, como pretenden algunos, de volvernos belicistas, sino de lo contrario, que vean que no somos una pieza fácil, entregada, que se puede invadir con una "guerra relámpago" en su momento con la Alemania de Hitler.

Pero es el segundo aspecto, el que afecta a España, el que debe ser considerado y traerse a primer plano para que sepamos a qué nos estamos arriesgando. La mención a la desunión española y el ejercicio de una "guerra híbrida" no es nuevo y está bien que el experimentado ministro polaco nos lo recuerde.

La idea de "guerra híbrida" supone que podemos estar inmersos en ella sin saberlo si quiera. Hay zonas, como Ucrania, en que la guerra es tradicional, un choque armado, mientras que en otras se maneja otro tipo de recursos, como son la información, la economía, etc.

El ministro polaco cita algo conocido: la financiación y apoyo a la ultraderecha, al separatismo y demás grupos. No es casual, como vimos ayer, que Putin, Trump, Viktor Orbán, nuestro Abascal, etc. se duelan de la condena de la francesa ultraderechista Marine Le Pen. No es casual porque la ultraderecha europea ha pasado por Moscú a recoger apoyos, consejos y fondos. Tampoco es casual que Nigel Farage, el padre del Brexit, que sacó a Reino Unido de la Unión Europea, contará con las bendiciones de Putin y Trump. En España se ha hablado de la financiación de varios separatismos desde Moscú.

Lo que gana Rusia, como bien señala el ministro polaco es debilitar a Europa, hacerla enfrentarse en calles y parlamentos. Frente a esto, en Rusia, los opositores caen por puentes y ventanas, mueren encarcelados. Pero nadie le hace ascos a las financiaciones y al poder que permiten.

Por nuestra parte no se trata solo de militarismo. Fortalecer las defensas es fundamental, pero no lo es todo. Es más importante dar una sensación real de unidad, que es lo que transmite fortaleza. El problema es que estamos más desunidos que nunca, lo que favorece esa debilidad ante los problemas reales. Y Rusia es un problema real. 

* Óscar Mijallo "Entrevista en directo con Sikorski, ministro de Exteriores de Polonia: "Rusia intenta fomentar la división en España, es una guerra híbrida"" RTVE.es 1/04/2025 https://www.rtve.es/noticias/20250401/radoslaw-sikorski-ministro-exteriores-polonia-no-se-pueden-cambiar-fronteras-fuerza/16516835.shtml

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