Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No,
esto no es una reseña, sino un montón de ideas atropelladas y sentimientos al salir de ver Barbie (2023),
la película de Greta Gerwig. No es una reseña porque no voy a hablar de la
película, una sátira feminista en la línea de otros trabajos de la autora,
actriz y directora.
Mi
crítica no va al filme, sino a su manipulación comercial para llenar las salas
de niñas de entre 5 y 12 años que van ilusionadas a ver una película que no
está pensada para ellas.
El
fenómeno no es nuevo. Recuerdo la salida del estreno de una estupenda película,
Un puente a Terabithia (2007), basada
en la novela del mismo título de Katherine Paterson. Niños absolutamente
traumatizados por lo que habían visto, en absoluto una película infantil, preguntando a sus padres sobre qué era aquello que habían visto. ¿De
dónde el malentendido? En este caso las secuencias de animación existentes, que
fueron las que se promocionaron. Por extraño que parezca, seguimos pensando que
la "animación" es "infantil" y que todo lo que no es
"realista" puede ser visto por los niños más pequeños. De nada sirve,
por ejemplo, que el anime japonés tenga todo tipo de niveles. En España, los
"dibujos" siguen siendo interpretados como algo destinado a los
niños, cuando no lo son.
Bastan
los primeros segundos de Barbie para darse cuenta de que los niños no se van a
enterar, que Barbie va ser una riada de ideas que no entiende y un montón de
imágenes "infantilizadas" de lo que se supone que el mundo de las
barbies, Barbiland. Las imágenes
aniñadas forman parte del infantilismo que se le atribuye en la separación
entre los dos mundos, el real y el de las barbies. ¿Cuántos menores, niños o niñas, han visto 2001 Una odisea espacial, el filme de Stanley Kubrick para entender la broma del tráiler?
Ya no
se trata de los continuos juegos de palabras sobre "meterla" o no, de si tienen no "pene" ni "vagina", sino de la complejidad de ideas frente a la simplificación de las imágenes. El
propio mundo de las barbies está lleno de color y falto de sentido. Lejos de
reflejar el mundo real, el exterior, Barbieland es una mediación irreal.
Nada
hay en la película destinado a las niñas (esto es parte del sexismo previo, que se
critica en la película mediante diversos juegos dialécticos). Sin embargo, la
película es un continuo desfilar de familias con niñas de esa edad señalada,
menores de 10 años. Los padres y adultos han visto una película; las niñas
otra, algo que nos debería hacer reflexionar.
Sin embargo, no se trata de eso. Uno de los misterios de la película es la implicación en la producción por parte de Mattel, la empresa propietaria de Barbie. Las críticas a la empresa o a sus políticas se hacen evidentes en momentos, pero confusas en otros.
Todo este juego, que puede ser criticado o defendido, es totalmente incomprensible para un público infantil que solo se siente fascinado por los colores y por esas muñecas que cobran vida en ese universo artificial y tonto. Nos cuentan las noticias que Mattel se está forrando pues siempre ganan los mismos. No solo se ha ampliado su público, sino que han aumentado las ventas de barbies de todo tipo al hilo de la película.
Si se
trataba de hacer tomar conciencia del "patriarcado" a través de Ken y
los suyos, algo que descubren al salir al mundo real, el mensaje sigue siendo absurdo para las niñas: Ken y los
otros ken deben aprender a ser hombres por sí mismos y no como dominadores de
las mujeres.
La
película desencadenará una tormenta mental en aquellos que deseen saber qué
sentido tiene todo este mundo de colorines al que regresarán transformadas. Todo
esto, claro, le da exactamente igual a los fabricantes, que solo miran las
ventas. Y eso les funciona.
Esto no
es una crítica de la película sino de los desaprensivos que meten menores en
las salas con películas no destinadas a los infantes. Ya la calificación de
algunas películas calificadas para "12 años" deja bastantes dudas,
especialmente cuando se ve las que en otros países les conceden. En España
hemos asumido que la responsabilidad es de los padres, por más irresponsables o
mal informados que estén.
Todo el
movimiento de captación está hecho para llenar la sala de niñas antes de que
corra el boca a boca y se corte el flujo al advertirse unos a otros que no es
una película infantil.
Cada
película tiene un público que es fácil de determinar. El lenguaje contiene
diversas alusiones sexuales; los chistes se hacen sobre conceptos complejos o
que están fuera del ámbito infantil. No
será fácil explicar a nadie lo que ha ocurrido en la película.
Insisto,
no es una crítica del filme, sino de los que llevan al público a las salas, sin importarles demasiado el método. Si
el resultado son menores confundidos y aumento de las ventas de barbies por el mundo, algunos habrán
conseguido su objetivo; otros, en cambio, habrán quedado un tanto perplejos y
deseando cambiar de tema.
El ejercicio satírico sobre Barbie que acaba vendiendo barbies es algo un poco complicado de entender. Los que entienden la película ya no están en edad de jugar con muñecas, mientras que los que sí lo hacen no entienden la película. No está mal el plan del río revuelto. El mensaje crítico queda reducido, anulado o simplemente incompresible.
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