Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Es
posible que el presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi se considere a sí mismo
como un "moderado" destinado a imponer la moderación a todos? Eso es lo que podríamos pensar tras leer el
titular del diario Egypt Independent "Egypt’s Sisi calls to confront
extremism and spread moderate thought" que hoy está en su edición. El
titular no debe sorprendernos demasiado si conocemos la trayectoria del
dirigente que provocaba hace apenas unos días titulares como "Biggest wave
of arrests since Sisi took office: 1909 people detained" (Mada Masr 26/09/2019) o "118
Terrorists Killed During Anti-Terror Operations in Egypt’s Sinai" (Egyptian
Streets 28/09/2019).
¿Qué
significa, pues, "moderación" para un dirigente que ha encarcelado a
todos los candidatos a disputarle la presidencia (mayormente militares), que
amenaza con reunir a la gente en lo que llama un "mandato" popular cuyo
antecedente fueron casi mil muertos? ¿Qué es "moderación" para aquel
bajo cuyo mandato se ha perseguido a ateos, homosexuales o los que difunden un
"meme" en el que aparece sonriente con unas orejas de Mickey Mouse?
¿Cómo entender la "moderación" cuando se secuestra, tortura, asesina
y se arroja su cadáver a una cuneta (el estudiante italiano Giulio Regeni) o se
mata a sangre fría a una mujer que lleva flores en recuerdo de los caídos en la
Primavera Árabe, como Shaimaa al-Sabbagh, la llamada "mártir de las
flores", se intenta culpar a sus compañeros socialistas y finalmente se
libera tras un año al oficial de Policía que la mató? ¿Qué tipo de
"moderación" es la que lleva a cerrar miles de medios y a crear la
ley más represiva sobre comunicaciones que se conoce? ¿Qué tipo de "moderación"
es la de un régimen que te condena al ostracismo laboral por hacer un chiste
sobre el Nilo (Sherine)?
Shaimaa al-Sabbagh |
¿Qué "moderación"
es la que le lleva a modificar la constitución para prolongar el mandato, como hizo
Hosni Mubarak, contra el que el pueblo se sublevó? ¿Qué significa
"moderación" si cuando la gente dice que tiene hambre se propone él
mismo como modelo de austeridad y les habla de su frigorífico y una botella de
agua?
Podríamos
seguir páginas y páginas. Todo lo dicho —y mucho más— ha sido visto aquí en
estos años pasados. Demuestran, al menos, que el resto del mundo no tiene el
mismo diccionario que el presidente, que la palabra "moderación" no
tiene el mismo significado para él o para el resto de la humanidad.
Sin
embargo, todos los discursos del presidente —incluso en los momentos de máxima
represión— tienen como centro retórico la "moderación". Aquí hemos
ironizado sobre su lucha constante con las instituciones religiosas,
especialmente la Universidad de Al-Azhar, a la que se pide que "renueve"
o "modernice" el discurso religioso. Mientras tanto, la misma
institución despliega en el metro de El Cairo casetas para atender las dudas
religiosas de sus viajeros.
La
contradicción permanente entre los discursos y los hechos define al régimen
egipcio. Lo ha hecho desde el principio, pues en su origen está la sangre de la
brutal represión que siguió al "no-coup". La obsesión en negar la
realización de un golpe de estado militar en toda regla ayuda a entender la
mente de este militar, jefe de la Inteligencia, nombrado ministro de Defensa en
el gobierno islamista de Morsi, que se hacen con el poder junto al Ministro del
Interior, un conocido represor en diversos momentos, desde la época de Mubarak,
a la que sobreviven ambos.
La
negación de la existencia de un golpe militar nos dice mucho de la teatralidad
compulsiva del régimen que trata de establecer sus cimientos en el apoyo del
pueblo. El pueblo no pedía entonces masacres como las que se produjeron, sino
la renuncia de Morsi y la convocatoria de elecciones. Pero lo que se hizo no
fue precisamente eso, sino establecer una brecha de sangre en la sociedad
egipcia, una zona insalvable que asegurara la necesidad de los militares en el
poder. Pronto, todas las fuerzas políticas democráticas que habían apoyado el
golpe ante la deriva autoritaria de los Hermanos Musulmanes y la ineptitud y
ceguera de Mohamed Morsi, fueron desmarcándose de al-Sisi al darse cuenta que
habían sido utilizados para una fraudulenta fotografía y que aquel militar, que
había prometido a todos que no tenía aspiraciones de poder y que no habría
gobierno militar, volvía a una situación peor que la anterior, según las
valoraciones de todos.
Al-Sisi
comenzó una espiral de represión y autoritarismo, siempre en "nombre de la
moderación", pero la contradicción era evidente. La excusa del terrorismo
le servía para deshacerse de cualquier crítico, para la depuración política, la
censura en los medios y el culto a su propia personalidad, convertida en
"sisimanía", convenciendo a los egipcios —que se dejan convencer con
mucha facilidad— de que es la salvación nacional y religiosa de Egipto.
Al-Sisi
impone con mano de hierro un tipo de "moderación". La represión
aumenta superando al régimen de Mubarak, corrupto y pragmático. Pero al-Sisi va
más lejos: se ve a sí mismo —o lo hace creer— como un enviado, como un
visionario cuya visión del Islam se debe imponer. Y su visión no es otra que la
idea, implícita en el islam, de la obediencia, de la sumisión, que es lo que
significa literalmente "islam". Dentro de la idea islámica de
liderazgo, la obediencia de le debe al gobernante que garantiza la doctrina coránica,
da igual por qué medios haya llegado al poder. Es el gobernante piadoso quien
debe gobernar. Recordamos aquí, por ejemplo, casos en los que cuando los
funcionarios protestaron por su mala situación las autoridades religiosas (que
apoya a al-Sisi porque les da poder) afirmaron que "hacer huelga iba
contra el islam"; solo lo malos musulmanes hace huelga. Es un ejemplo,
pero dice mucho de cómo percibe el régimen el uso de la religión para el
control social.
Su idea
de la "moderación" es siempre desde la imposición, lo que
difícilmente conlleva una moderación sino, como ocurre, una mayor
radicalización del régimen, lo que se demuestra en la propia represión.
Al-Sisi
tiene un componente visionario del
que carecía Mubarak. Las visiones de al-Sisi son órdenes para sus ministros o
el parlamento, que debe —como sea— intentar llevarlas a la práctica. Fomenta el
miedo mediante la constante apelación a los ataques que Egipto padece por
múltiples conspiraciones., Toda crítica a lo que hace es presentada como parte
de esos movimientos internacionales destinados a la destrucción de Egipto y del
Islam, pues, como decía uno de sus ministros religiosos, "los egipcios son
religiosos por naturaleza", lo que implica que todo el que no lo sea es un
enemigo, un traidor o una aberración.
La
diferencia entre una "sociedad moderada" y un "islam
moderado" no entra en los pensamientos de al-Sisi. La primera no tiene
sentido, mientras que la segunda es la que guía sus acciones visionarias. Eso,
por ejemplo, le lleva decidir que Japón es "el Corán en marcha", es
decir, la idea de perfección, por lo que se empiezan a construir escuelas
japonesas para "transformar" el país. Se olvida de dos cosas, que
Japón no es precisamente un país islámico y que Egipto no es tampoco Japón, dos
pequeños detalles que no impiden que se empiecen a construir algunas
"escuelas japonesas", en donde se empieza por vestir a los niños con
kimono, como atestiguaban las fotografías.
Dos años de retrasos y un silencio
discreto para el proyecto de transformar a los egipcios en japoneses por medio
de doscientas escuelas (solo se han hecho una parte) en un país de 100 millones
de personas, con un retroceso de las condiciones escolares y de alfabetización
denunciadas en los últimos años. Pero el presidente considera que Japón es el
modelo, ignorando que las culturas van en direcciones diferentes por su propia
historia, que no son las escuelas las que hacen a los japoneses hasta que los
japoneses hacen las escuelas.
El ejemplo
dice mucho de la mentalidad presidencial y de su admiración por las formas
autoritarias. Japón es un país "disciplinado" en el que hasta no hace
mucho el emperador era Dios. Egipto ha tenido y tiene sus faraones, también
dioses con la capacidad de disponer de la vida de sus súbditos.
No, no
hay moderación ninguna en la visión de al-Sisi. No es moderación hacer actuar a
todos a golpe de tus iniciativas y asegurándose por décadas el mando del país
transformado en cuartel disciplinado. Esa es su moderación y no ha mostrado
otro. Su guerra contra los terroristas radicales no puede ocultar su propio
radicalismo disfrazado de moderación. Su mentalidad militar es trasladada a la
sociedad que debe obedecer lo que él y los suyos han estimado que es lo mejor
para ellos. Es puro paternalismo social, la creencia en un pueblo inmaduro que
debe ser guiado hasta una meta fijada.
No, no
hay "moderación", concepto que pierde sentido cuando se impone a los
demás. No hay "moderación" cuando se censura, reprime, encarcela y se hace desaparecer. La idea es una contradicción, como se percibe en la realidad cada día. La idea de un "islam moderado" no es la de una "sociedad moderada". Las diferencias son evidentes. Lo que se pedía en 2011 era democracia, algo que al-Sisi ha pisoteado y convertido en una farsa parlamentaria. La religión que busca es aquella que le permitirá seguir con el control. Obediencia y poco más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.