Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Interesante
espectáculo el de la nueva confusión de las lenguas en versión europea al que
asistimos desde dentro de la Babel comunitaria. Castigados por nuestra soberbia,
los europeos hemos sido condenados a no entendernos entre nosotros, aunque
pongamos caras de interesantes.
Grecia,
la madre intelectual de una Europa a la que dio nombre, se encuentra aquejada
de la misma confusión entre sus ciudadanos y sus dirigentes, que —la verdad sea
dicha— dirigen unos más que otros.
El
espectáculo de los pobres griegos esperando a que desalojen la plaza Sintagma
los del No para manifestarse los del Sí, me parece una metáfora de lo que está
pasando Europa, un "sí, pero no" y un "no, pero sí", un
"ni contigo ni sin ti", según los casos.
Nadie
sabe ya si lo de Grecia, después de tanto tiempo, tiene algo que ver con la
"soberanía nacional" que orgullosamente rechaza pagar las deudas pero
pone la mano para recibir los préstamos. Puede que haya que redefinir el concepto de "soberanía", pero habrá que hacerlo también con otros.
Para
intentar sembrar la claridad (después hay que regarla cada día), el diario El
País ha decidido llamar a las cosas por su nombre, pero en griego, cosa que
aclara bastante las cosas a los griegos que lean El País y dejara sorprendidos
a los demás. Esto ocurre porque Alexis Tsipras se ha pasado de frenada en sus
continuas idas y venidas de Bruselas y ha tirado por la calle de en medio. Los
del Eurogrupo se han plantado y ha decidido tomarle la palabra hartos de que su
retórica sea una en Bruselas y otra en Atenas. Ya se lo estaban advirtiendo: ¡no cuentes milongas cuando regreses!
Pero él, ni caso. Hasta que se ha roto la cuerda de tanto tirar.
El País
lo plantea así en su editorial:
Al mismo tiempo, el Gobierno de izquierda
radical y derecha ultranacionalista intenta engañar sobre la naturaleza del
referéndum que ha convocado. Lo presenta como un mero recurso democrático —que
lo es: aunque no siempre sea la herramienta más perfecta de las democracias,
también lo usan las dictaduras—, de carácter inocuo, para que el pueblo griego
“decida si acepta o no” las propuestas de los socios europeos. Así lo conceptúa
Tsipras en una carta a los primeros ministros de la eurozona, pidiendo de nuevo
una prórroga de un mes al rescate que acaba esta noche.
Pero esa apariencia de equidistancia oculta
que el propio Tsipras convoca a votar contra las propuestas europeas porque
suponen, dice, “humillar” a los griegos. Y ahora tiene la increíble audacia de
insistir a los socios/acreedores en que le den una moratoria para votar luego
contra ellos.
Por eso, ante la torticera retorsión de un
mecanismo democrático, el planteamiento del presidente de la Comisión,
Jean-Claude Juncker, a primera vista simplificador, acierta de lleno. “Un voto
no significa que Grecia dice no a Europa”, resumió. Por eso pidió el sí —né, en griego demótico— a los ciudadanos
de la República Helénica.*
Y así
ha titulado precisamente El País su editorial, "Né", es decir,
"sí" para animar a los griegos a llevar la contraria a Tsipras. Si la
jugada le sale mal a Tsipras, puede encontrarse con su dignidad en la calle o en su casa, a elegir. No sabemos, en realidad,
de qué están hartos. Probablemente de estar
hartos, como decía el poema canción de Serrat: "Harto ya de estar
harto, ya me cansé / de preguntar al mundo porqué y porqué." Los griegos
llevan tiendo pidiendo explicaciones de ese porqué no salen de agujero en el
que su clase política les ha metido. Uno elige entre lo que le ofrecen o deja
de elegir, hace la maleta y se va harto
de estar harto.
Es
mucho tiempo ya con Grecia de fondo, como límite y amenaza. Es mucho para los
propios griegos. El País pone el dedo en la llaga: la cuestión ya no es
económica; es política. Si Tsipras hace y dice en cada lugar una cosa distinta,
aprovechen para decidir qué es lo que quieren.
La táctica
de los gobiernos y oposiciones jugando la
baza europea se tiene que acabar. Se está o no se está; pero la doble retórica, no. No es una cuestión
de dignidad, sino de lealtad. Llevan tiempo diciéndole a Tsipras que unifique
el lenguaje y las versiones, que hable de la misma manera en Grecia que en
Bruselas, que no pacte una cosa y después regrese victorioso contando otra.
Puede que
Tsipras hay cavado su tumba política además de la económica. Ocurra lo que
ocurra, el referéndum es la manifestación de su incompetencia más allá del
micrófono prometiendo soluciones que no están en su mano. La idea de excluir al
FMI de las negociaciones futuras no deja de ser un sarcasmo maniqueo.
Europa
puede salir o quedarse de forma igualmente digna y soberana. Lo que no pueden
hacer sus dirigentes es pensar que, hagan lo que hagan, pueden recibir sin
compromiso y rasgarse después las vestiduras. Lo malo es que la demagogia
política es una fachada; el realismo hace comprender los problemas y la
retórica los disfraza para mantener el tipo ante un electorado al que se le
vende que con el simple deseo se cambian las cosas. Esto es infantilismo
político.
La
desgracia es que esa Ley del Deseo no funciona más allá de los sueños y los
griegos llevan ya mucho tiempo con insomnio. Tsipras cree que con llevar a los
griegos a las urnas va a conseguir un respaldo que le fortalecerá en las
negociaciones. Se olvida que los que se sientan enfrente también tienen sus
responsabilidades ante sus electores. A Tsipras solo le falta proponer un
referéndum en los países acreedores para ver si deben cobrar o no.
Se
pregunta Joaquín Estefanía en otro lugar de El País "si el euro es
compatible con el modelo social europeo"*, pero creo que la pregunta es "si
el modelo social europeo es posible sin
dinero y pagado por terceros". La política es el arte equilibrado de tener
sueños y poder financiarlos. Pero si tienes sueños y te los tienen que
financiar otros... Entonces, la política es otra cosa.
Dicen
que el austero filósofo griego Diógenes señaló "Todo pertenece a los
dioses; los sabios somos amigos de los dioses; los bienes de los dioses amigos
son comunes. Por eso los sabios lo poseen todo". Quizá por eso a Grecia le
iba bien con el politeísmo. Pero hay una gran diferencia entre ser sabio y ser
listo. Cuando los políticos no pueden ser sabios, intentan ser listos, pero los
resultados no son los mismos. Grecia —todos— necesita políticos sabios y no
listos. Ser listo es correr mucho para que no te pillen; ser sabio es no tener
que correr.
Alejandro
Magno dijo aquello que "de no ser Alejandro, me gustaría ser
Diógenes". No creo que nadie quiera ser Tsipras en ninguna de sus
versiones. Tsipras no solo quiere que Alejandro se aparte y no le quite el sol, sino que le financien el remodelado del barril.
* "“Né”" El País 30/06/2015
http://elpais.com/elpais/2015/06/29/opinion/1435604059_468320.html
** "La camisa de fuerza dorada" El
País 1/07/2015
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/30/actualidad/1435685812_590007.html
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