Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Más allá
de las urnas y los votos, la elección de Donald Trump es un doble mensaje: para
unos positivo y para otros negativo. Las esperanzas de que la sensatez
finalmente prevaleciera, con una ventaja de más de diez puntos a apenas unos
días de la elección, se vieron truncadas —en la visión de muchos— por el papel
que el director del FBI ha tenido en ellas. Hay muchas cosas sorprendentes en
estas elecciones y esta es solo una de ellas. La prensa norteamericana recoge
hoy las afirmaciones de Hillary Clinton en este sentido, dando por cierto el
papel decisivo de James Cowley en las elecciones. Siempre es arriesgado
afirmarlo porque es una cuestión indemostrable de una forma fehaciente, pero
todo cuenta para dejar a un votante en su casa o para cambiar el voto.
Pero
eso —salvo que ocurra algo sorprendente— es agua pasada y el pragmatismo de los
norteamericanos se dirige a mirar lo que ahora realmente les preocupa: el
equipo de Trump. The New York Times advierte:
Rarely in the history of the American
presidency has the exercise of choosing people to fill jobs had such a
far-reaching impact on the nature and priorities of an incoming administration.
Unlike most new presidents, Mr. Trump comes into office with no elective-office
experience, no coherent political agenda and no bulging binder of policy proposals.
And he has left a trail of inflammatory, often contradictory, statements on
issues from immigration and race to terrorism and geopolitics.
In such a chaotic environment, serving a
president who is in many ways a tabula rasa, the appointees to key White House
jobs like chief of staff and cabinet posts like secretary of state, defense
secretary and Treasury secretary could wield outsize influence. Their selection
will help determine whether the Trump administration governs like the firebrand
Mr. Trump was on the campaign trail or the pragmatist he often appears to be
behind closed doors.*
La situación es realmente nueva. Trump carece de experiencia
política y su estilo —que
comentábamos hace un par de días— es tener personas de fidelidad absoluta
probada en décadas. Pero ese equipo, que ha podido llevarle a la Casa Blanca —y
del que se desprendió de diversas piezas en la campaña— no es el que tiene la
experiencia política necesaria para poder confrontar los problemas con los que
se van a encontrar él, los Estados Unidos y el mundo entero cuando tome
posesión.
No es ya lo caótico y negativo del programa, del que ya está
haciendo renuncias cuando es preguntado directamente. Es la forma en que se
tomarán decisiones importantes por parte de una persona que desconoce su propia
constitución, como se mostró en la campaña. Muchos van a vivir en un constante
sobresalto.
La preocupación de los analistas es precisamente que una
persona que no tiene partido —por más que haya salido de las primarias
republicanas y contra el que se manifestaron muchos sectores importantes— es
presa fácil para la entrada de los lobbies y todo tipo de influencias interesadas.
En realidad, Trump es un enigma porque su programa real también lo es. Lo único
realmente cierto es que quería ser presidente; todo lo demás puede ser una
estrategia, el camino para llegar a serlo. Su siguiente paso es mantenerse, para lo que necesitará otra
estrategia distinta.
La elección de Trump no ha gustado más que a quienes le han
votado. Esto quiere decir que el que se ha presentado como un outsider tiene
muchos elementos en contra. Sabe que los republicanos estuvieron barajando un
candidato alternativo hasta el último momento. Muchos no presionaron más ante
la certeza de que se estrellaría en las urnas, pero Trump sobrevivió y ganó.
Nadie le puede negar esa capacidad de supervivencia frente a las críticas
externas y sus propios errores, que andan a la par. Y nunca ha habido un
candidato tan sometido a una avalancha de críticas como este. Sin embargo, se
ha alimentado de ellas para mantenerse, como esos monstruos de película que se
alimentan de la energía que se lanza contra ellos. Trump ha crecido con las
críticas.
Por el contrario, Hillary Clinton ha sido hipersensible a
las críticas. El tema de los correos privados ha estado causando un gran daño
en todos los momentos de la carrera electoral hasta que con el golpe final no
hubo tiempo de recuperarse. Ya no daba tiempo a que una Michelle Obama echara
una mano y encendiera los ánimos. Hillary ha sido una candidata frágil dentro
del propio voto demócrata y eso ha sido así desde el principio. Puede
cuestionarse el papel del FBI, puede cuestionarse el papel de los hackers rusos
y de Julian Assange con Wikileaks (habrá que hacerlo en algún momento), pero
tampoco puede cuestionarse su fragilidad. Las reacciones antitrump no eran
signo de su fortaleza sino del temor a que se produjera lo que finalmente ha
ocurrido.
Los analistas que todavía se preguntan por qué han fallado
tan estrepitosamente los cálculos de las encuestas se vuelven de nuevo hacia el
profesor Allan Lichtman, del que hablamos no hace mucho tiempo contando su
sistema antiestadístico, basado en trece preguntas sobre el estado de la
cuestión.
Lichtman no cree demasiado en el poder predictivo de las
encuestas y cree más en los movimientos subyacentes como forma de determinar
las elecciones. The Washington Post le entrevista de nuevo:
Few prognosticators predicted a Donald Trump
victory ahead of Tuesday night. Polls showed Hillary Clinton comfortably ahead,
and much of America (chiefly the media) failed to anticipate the wave of
pro-Trump support that propelled him to victory. But a Washington, D.C.-based
professor insisted that Trump was lined up for a win — based on the idea that
elections are “primarily a reflection on the performance of the party in
power.”
Allan Lichtman uses a historically based system
of what he calls “keys” to predict election results ahead of time. The keys are
explained in-depth in Lichtman’s book, “Predicting the Next President: The Keys
to the White House 2016.” In our conversations in September and October, he
outlined how President Obama's second term set the Democrats up for a tight
race, and his keys tipped the balance in Trump's favor, even if just barely.
At the end of our September conversation,
Lichtman made another call: that if elected, Trump would eventually be
impeached by a Republican Congress that would prefer a President Mike Pence —
someone whom establishment Republicans know and trust.
“I'm going to make another prediction,” he
said. “This one is not based on a system; it's just my gut. They don't want
Trump as president, because they can't control him. He's unpredictable. They'd
love to have Pence — an absolutely down-the-line, conservative, controllable
Republican. And I'm quite certain Trump will give someone grounds for
impeachment, either by doing something that endangers national security or
because it helps his pocketbook.”
So while Republican voters clearly came home
before Nov. 8 — network exit polls show 90 percent of GOP voters cast ballots
for Trump — it's less clear that the party leadership is on board. (Lichtman
actually isn't the only person to predict a Trump impeachment; this morning,
the New York Times's David Brooks
suggested that a Trump impeachment or resignation was “probably” in the cards
sometime within the next year.)**
Se puede discutir durante años los beneficios de cada uno de
los métodos, pero creo que la interpretación de Lichtman es correcta más allá
de las 13 preguntas de su método histórico.
El segundo mandato de Obama ha debilitado a los demócratas
por muchos motivos. Obama ha hecho lo que se había comprometido a hacer, pero
dejar para el final de su mandato cuestiones como Cuba o Irán, ha complicado la
carrera dando argumentos y descontento a Trump y sus insatisfechos seguidores.
La "América débil" que había que hacer grande se ha nutrido en muchos
sentidos de los pasos dados por Obama. Su estrategia era salvar la primera
elección y llegara a la segunda, en la que haría lo que no se arriesgo a hacer
en la primera. Los resultados, evidentemente, pasan al siguiente, en este caso,
a Hillary Clinton.
Hillary Clinton había abandonado el equipo de Obama dejando
de ser Secretaria de Estado precisamente para poder pasar lo más limpia posible a la fase de candidata
presidencial. Los correos pertenecen precisamente a su fase primera y se le han
sacado en la segunda a la que se ha juntado el descontento de muchos por las
medidas sobre Cuba e Irán, que no todos comparten. Responsabilizarla de la
situación de Oriente Medio ha sido otra estrategia que no ha podido frenar.
Mientras Trump recibía toneladas de críticas, las de Clinton iban a los puntos
precisos y hacían mucho daño. La dureza de la nominación en la campaña contra
Bernie Sanders ya daba muestras del problema al que se tendría que enfrentar.
Lo que llama la atención en las "predicciones" de
Lichtman —que escruta el futuro basándose en el pasado, como buen historiador—
es que finalmente acaba hablando de "impeachment". Ya dimos cuenta
aquí del enigmático último párrafo del artículo de David Brooks al que se
refiere el artículo de The Washington
Post. [ver entrada "La Casa (más) Blanca"]
El que haya gente que ya está hablando de
"impeachment" es sorprendente. No habían pasado unas horas y ya
estaba circulando la idea. Esta vez el historiador recurre a sus
"tripas", a su intuición, y no a las 13 preguntas esclarecedoras. El
sistema no está hecho para establecer predicciones.
Las "13 preguntas" se basan en lo hecho durante la
presidencia saliente (“primarily a reflection on the performance of the party
in power.”), es decir en el descontento. Es probable que el horror causado por
la candidatura y la campaña de Donald Trump haya escamoteado muchas de las
críticas a Barack Obama y a su "legado", con un congreso en contra y
limitado en sus acciones. Sea real o ficticia la impresión, su tiempo ha sido
percibido por muchos como de debilidad y ha generado descontento en distintos
campos, incluido el propio bando demócrata, que le acusó de no meter en cintura
a Wall Street.
La diferencia de talla humana entre el presidente saliente y
el que llega a ocupar la Casa Blanca es tan enorme que Donald Trump está
condenado al silencio como mejor forma de que sus carencias no sea tan
espectaculares. La lucha porque deje de
ser "Trump" ha comenzado para el que será su equipo. ¿Podrá
conseguirlo? ¿Es un imposible?
Sin embargo, lo más terrible de la elección de Trump es cómo
puede —ya lo han hecho— ser manipulada para convertirse en un apoyo para el
respaldo de lo peor en cada país. El triunfo de Trump en la primera democracia
del mundo es un duro golpe a las aspiraciones de democracia de muchos países y
es también un elemento de desestabilización ante las expectativas de evolución
en otros países.
Si el "populismo" funciona como lo hizo en el "Brexit"
y ahora en la presidencia de los Estados Unidos, el mundo se volverá más
demagógico y peligroso. Políticos
irresponsables que buscan atraer de cualquier forma la atención de la gente
para conseguir sus votos. Una política sin sensatez, visceral, que llama a la
empatía y no a la racionalidad puede empezar a ganar terreno en diferentes
países con el respaldo de lo ocurrido con Trump.
La mayor parte practica el programa del deshacer. Y eso incluye a la propia Unión Europea, que
se enfrenta a un destino complicado si siguen cogiendo fuerza los populistas de
diverso signo empeñados en su destrucción. Con Trump debilitando la OTAN y los
populistas locales debilitando la unión, Europa es la víctima perfecta.
Mientras los expertos se preguntan por qué han fallado las encuestas, las personas sensatas se preguntas qué esperan los votantes de Trump, incluso qué cree Trump que esperan sus votantes que haga.
El problema real no son las encuestas sino por qué tomamos las decisiones que tomamos. Si el sistema del profesor Lichtman se basa en tratar de establecer el descontento, habrá muchas más sorpresas en el futuro. Nunca ha habido tantos medios para influir en la opinión pública, para sembrar el descontento.
Las tripas de Lichtman se han retorcido, como las de medio mundo, al ver a Trump camino de la Casa Blanca. No sabemos si sus tripas son tan fiables como su método histórico de las 13 preguntas. Habrá que esperar.
Mientras tanto las manifestaciones anti Trump siguen por las ciudades norteamericanas. Nunca la elección de un presidente ha causado tanta desesperanza, mayor sensación de impotencia. Es la que se desprende del descubrimiento de que un candidato no necesita esconder sus defectos para poder ganar; que puede, por el contrario, exhibirlos sin pudor como grandes virtudes. La ignorancia, el racismo, la xenofobia, el autoritarismo, la misoginia... ya no son carencias que ocultar. Eso el lo más demoledor.
En efecto, se revuelven las tripas.
*
"Trump’s Hires Will Set Course of His Presidency" The New York Times
13/11/2016 http://www.nytimes.com/2016/11/13/us/politics/donald-trump-administration-appointments.html
**
"‘Prediction professor’ who called Trump’s big win also made another
forecast: Trump will be impeached" The Washington Post 11/11/2016
https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2016/11/11/prediction-professor-who-called-trumps-big-win-also-made-another-forecast-trump-will-be-impeached/
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