Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En todo
el mundo se repasan las propuestas realizadas por Donald Trump durante su
campaña. Pese a advertir en cada momento que la mayoría eran barbaridades, eso ha
importado muy poco a sus electores, que le han llevado a la Casa Blanca. Trump
ha tenido menos votos que los anteriores candidatos republicanos, pero es la pérdida
de voto demócrata lo que ha hecho ganar a Trump. Pese a los 300.000 de votos de
ventaja sobre Trump, Clinton necesitaba
bastantes más por la peculiaridad del reparto. La América profunda, la de los
pueblos y ciudades pequeñas es la que ha llevado a un candidato como Donald
Trump hasta la presidencia.
Se
puede analizar desde un lado o desde otro, pero resulta evidente que la pérdida
demócrata ha sido la decisiva. Se habla de la batalla del "campo"
contra la "ciudad", de las ciudades pequeñas contra las grandes.
Trump, nos indican, no ha conseguido ganar en ninguna población de más de un
millón de habitantes. Ahora esas ciudades se manifiestan contra el electo
presidente.
Visto
el mapa* que The New York Times nos
ofrece, vemos unas grandes concentraciones de color azul salpicadas por motas
de color rojo, casi el escenario de un crimen. Los americanos urbanos sienten
que han sido arrastrados por un sistema que consideran injusto, aunque como
señalan los analistas, nadie se decide a cambiarlo porque es el mismo con el
que ganan todos. Solo se acuerdan de él los que pierden, en este caso, los
demócratas.
Lo que
se elige en Estados Unidos nos afecta a todos; es la servidumbre del imperio.
Lo menos que se le debe pedir al candidato a la Casa Blanca es un nivel de
conocimientos sobre el mundo que garantice que no lo desestabilizará con sus
desatinos y errores. El ganador, Trump, desconoce la propia constitución
americana, así que pedirle algo más es un esfuerzo inútil. La complejidad del
mundo en un pequeño post-it.
Su estilo empresarial, dice, es el que se pretende
llevar a la Casa Blanca. The Washington
Post realiza un retrato de Trump basado en sus propias descripciones y en
las de sus colaboradores. Quizá el elemento central sea este:
“The guy doesn’t read,” said Jack O’Donnell,
who served as president of the Trump Plaza Hotel & Casino in Atlantic City
at the height of Trump’s casino empire in the late 1980s. “He reacts to what he
sees and hears in the moment; he is a poor listener.”
To correct for those qualities, O’Donnell said,
Trump learned to delegate much of his work and give managers broad authority.
But those who have worked with him say that Trump’s delegating requires extreme
loyalty, and if anything goes amiss, the boss will explode.**
No hay que ser demasiado profundo para entender las diferencias
entre el que se arriesga tomando decisiones para su empresa y aquel que
considera que el país se puede gestionar de la misma manera, desde ese sentido
de la propiedad.
Trump ha dicho que va a trasladar el "mundo Trump"
a los Estados Unidos. En estos dos párrafos se concentra su modelo: Toma de
decisiones rápidas sobre lo que le facilitan las personas de confianza. No es
de extrañar que la prensa americana comience las apuestas para ver quiénes son
esas personas de confianza, ese círculo en el que se basará para equivocarse lo
menos posible. En ese círculo formado durante décadas, se nos dice, la lealtad
debe ser absoluta. No puede ser de otra manera. Pero los que forman la
administración no están al servicio de una persona sino de todos los
americanos, tienen una responsabilidad. Tampoco aquí funcionan las recetas empresariales.
La superficialidad del personaje, que presume de que el narcisismo es una virtud, abruma ante
la complejidad de los asuntos que nos envuelven a todos. Sus recetas son en
realidad un anti programa. No hay muchas más ideas más allá de desmontar todo lo
que se haya producido durante la era de Obama. Y las que son novedosas son para
echarse a temblar.
Los periódicos norteamericanos están llenos de artículos sobre
la frustración provocada por la elección de Trump. Todos intentan convencerse
de que Trump no llevara adelante
sus promesas, pero entonces ¿para qué le han votado? ¿Lo sabe alguien? ¿Es
capaz alguien de poner orden y coherencia en una campaña salpicada de amenazas, insultos, absurdos
y reacciones fuera de tono ante sucesos como el asesinato en el Club gay de
Orlando o los desprecios a los padres musulmanes del oficial del Ejército americano
condecorado?
De esta amalgama de ideas sobresale unas con claridad: el racismo
y la xenofobia. Trump ha salpicado sus mítines con insinuaciones racistas para
luego decir que tiene buenos amigos entre las minorías. Tampoco se ha inventado
nadie sus insultos a los hispanos y la amenaza de construir un muro y hacérselo
pagar a los mexicanos. Tampoco se ha inventado nadie sus ataques a los
musulmanes, a los que quería impedir la entrada en los Estados Unidos. Nadie se
ha inventado eso. Si además de por eso, le han votado por otras virtudes, el
mundo no ha sabido apreciarlas.
La "américa más blanca" ha llevado a Donald Trump a la Casa Blanca. Él los ha buscado, desenterrando lo que estaba pudriéndose en los corazones más reaccionarios. Ha antepuesto su elección, llegar al poder, a cambio de dejar una Norteamérica desunida sobre un tema esencial para la convivencia, el racismo. Nadie lo ha inventado tampoco. Los que intentan lavarle la imagen rápidamente lo tienen muy complicado.
El editorial de The
New York Times contiene unas desoladoras palabras que anticipan lo que será
la próxima legislatura en los Estados Unidos:
We can hope against hope that he will shed his
campaign persona for one befitting a nation’s leader. We do so without
illusions — ready to support him, without denying the many disgraceful things
he did and said to get elected, the promises he may or may not keep, the
falsehoods he peddled that were either delusions or lies.
It’s a strange, distressing situation for
citizens to be in — to acknowledge the danger of having a reckless, unqualified
leader, while maintaining respect for the office he holds. But we cannot give
in to fear or despondency. There is too much to be done.***
Creo que es difícil encontrar un sentimiento tan
descorazonador como este, tan asentado en la conciencia de que lo que se ha
elegido es un patán millonario, un evasor orgulloso, un iletrado, un narcisista
egocéntrico, un misógino... y la necesidad de mantener el respeto a las
instituciones que encarna. El sistema, le recuerdan, no estaba amañado y ha
posibilitado su elección. Se lo dicen al hombre que sembró la duda sobre si
aceptaría los resultados en el caso de no ganar.
El artículo de David Brooks en The New York Times, tras manifestar la desesperación que hay
todavía a su alrededor, se cierra con dos frases en las que se entremezcla el
deseo y el conocimiento, sin saber cuál es su proporción:
Trump’s bigotry, dishonesty and
promise-breaking will have to be denounced. We can’t go morally numb. But he
needs to be replaced with a program that addresses the problems that fueled his
assent.
After all, the guy will probably resign or be
impeached within a year. The future is closer than you think.****
¿Profecía? ¿Deseo? Va a ser un tiempo muy largo.
*
"Presidential Election Results: Donald J. Trump Wins" The New York
Times 10/11/2016
http://www.nytimes.com/elections/results/president?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=span-abc-region®ion=span-abc-region&WT.nav=span-abc-region
**
"Trump’s huge transition will start with his tight inner circle" The
Washington Post
https://www.washingtonpost.com/politics/trumps-style/2016/11/10/138bbd8a-a761-11e6-ba59-a7d93165c6d4_story.html
***
Editorial "Being American in the Trump Years" The New York Times
9/11/2016 http://www.nytimes.com/2016/11/10/opinion/being-american-in-the-trump-years.html
**** David
Brooks "The View From Trump Tower" The New York Times 11/09/2016
http://www.nytimes.com/2016/11/10/opinion/being-american-in-the-trump-years.html
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