Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Habíamos
terminado nuestro día de trabajo y nos dirigíamos en el metro yo a coger el tren y los demás continuaban su viaje en la
misma línea. Una de mis alumnas comentó: "Profe, cuando llegué a España
hace tres años, había mucha gente leyendo en el metro; ahora están todos con el
móvil". Y así era, en efecto. Lo podemos observar en ese punto
privilegiado que es el transporte público. Ahora nos lo cuentan en El País en
un artículo titulado "Retrato robot del lector español".
El
comienzo del artículo nos da detalles de esta tarea de retratar a un ser cada
día más alejado de los que no leen, barrera que nunca se explica pero que tiene
un efecto real. Hay un leer inclusivo y socializante y hay otro, contestatario
y diferencial, que te hace leer lo que los demás no leer o no saben que existe.
Dicen en El País:
Los ocho años de crisis han servido para
desvelar que el verdadero retrato del lector español no es del todo el de una
persona entregada al best seller (que ha descendido en sus ventas del 7,9% al
4,6%) y ha aumentado su inclinación por obras menos populares, de las llamadas
más literarias y por las clásicas. Si bien es cierto que solo 50 libros
representan entre el 5 y el 10% de la facturación total, el porcentaje restante
se lo reparten los casi 80.000 títulos que en promedio se han editado, cada
año, desde 2008.
Un primer plano de ese retrato con los
títulos más vendidos desde 2009 (según la firma de medición y audiencias
Nielsen) muestra que este tiempo ha sido el reino de Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James. A esta trilogía
erótico-sadomasoquista-romántica continúa la preferencia por el thriller y la
novela negra, con algo novelado de historia y mundos fantásticos.*
Que
solo 50 libros se repartan "entre el 5 y el 10%", nos habla de esa
lectura teledirigida, de moda, que
probablemente se pudiera dar con más precisión, mostrando que ese porcentaje
tiene a su vez concentraciones. Frente a esos cincuenta libros, están los otros
80.000 títulos que el sector productor español lanza al mercado cada año,
algunos con la esperanza de entrar en ese selecto grupo de los "50
títulos", la aristocracia de las ventas, los pelotazos editoriales.
Como
sociedad nos gusta pensar, como hace El País, que ese 90 o 95% es el que nos
define como lectores; ha aumentado nuestra inclinación por los clásicos. Eluden
señalar que muchos de esos títulos reflejan las lecturas escolares de los
clásicos, es decir, aquellos de los que viven muchas editoriales, libros de
lectura obligada en cursos de colegio e instituto. No, no ha aumentado nuestra
"inclinación" por los clásicos. Sencillamente se da un efecto de
concentración por la prescripción escolar. Leer El árbol de la ciencia no es una coincidencia de gusto sino una
coincidencia de programas.
Nos
cuentan que el sector está dominado por los grandes grupos internacionales y que luego quedan a mucha distancia grupos
menores, es decir, hay una gran separación entre unos y otros, entre los que
controlan lo que más se vende —los que pueden invertir en promociones— y los
que tratan de vender algo intentando entrar como sea en un escaparate, obtener
unas líneas de reseña o una mención por boca de alguien, algo que haga salir
del silencio indiferenciado en el que se encuentran la inmensa mayoría de los
libros que se lanzan al mercado.
El País
nos da ese retrato robot en estos términos:
[...] una mujer joven universitaria y urbana
que lee por entretenimiento, según el último Barómetro de hábitos de lectura de
2013. Se sabe que el 63% de la población dice leer al menos una vez al mes,
aunque los lectores fieles apenas llegan al 30%. Se conoce que leen una media
de 10 libros al año. Y se ha revelado, este mes, que los lectores compradores
de libros más asiduos, que son quienes sostiene buena parte del ecosistema,
quieren librerías con el espíritu de una biblioteca (frente a otras opciones de
negocio) y que ellos van por lo menos una vez al mes a comprar.*
Me parece
interesante ese equilibrio expositivo
logrado con la fórmula "lectores compradores de libros más asiduos" y
también lo del "ecosistema". En realidad, lo que se nos dice es que
hay unos lectores, muy pocos, que leen mucho. Ya sean soñadores o aburridos,
desengañados o idealistas, existen esos lectores que se forjaron ya en la época
prerromántica, con el estallido de la Literatura como sistema, y devoraban
libros en la romántica, uno de cuyos rasgos fue ese afán soñador, quijotesco,
que les hace irse por las ramas librescas frente a la filistea realidad.
Para
esos lectores, el día tiene 24 horas y no pueden sostener ellos solos el
"ecosistema", apenas pueden leer más. El esfuerzo es intentar que
todos esos otros, esa inmensa mayoría bostezante, seducida por el vuelo de las
moscas mediáticas al pasar, se acerque algún día a algo con páginas y lo
compre, aunque sea para saber cómo es. Ahí es donde está la pasta.
Al
lector compulsivo no hay que llevarle a ningún sitio; ya se encargan ellos
solitos de ir a las librerías o pedirlo por Internet. Es a los otros a los que
hay que cazar con lazo, colocarles uno, dos o tres volúmenes de lo que sea, de
sombras o anillos, de crepúsculos o lo que toque. Ese lector es el que les
tiene desquiciado porque hay que encontrarle ese "producto"
específico que le satisfaga en su deseo de vulgaridad compartida, que le adule
el ego pensando que es un "gran lector" y que le permita compartir
sus opiniones con otros, que le preguntarán cuando le vean con el volumen que
toque bajo el brazo.
El súper
lector reclama librerías variadas, llenas de libros diferentes entre los que
escoger. El otro, en cambio, pide que se lo lleven a la cola del supermercado
para acordarse mientras compra la leche. Dos expertos en retratos-robot, Pedro
J. Domínguez, de Nielsen, y David Peman, de GFK, encargados de registrar las
ventas de libros en España le cuentan a El País que existen preocupantes
movimientos en todo este planteamiento. Unas cosas se mantienen, pero otras
están cambiando:
— Más del 50% de las ventas se hacen en las
grandes superficies y librerías en cadena; el resto, en las 3.650 librerías
pequeñas e independientes, coinciden los dos expertos.
— “Estamos viviendo una lucha feroz por el
tiempo de ocio, donde los grandes triunfadores han sido smartphones y tabletas; dispositivos que han facilitado el acceso a
infinidad de nuevos contenidos prácticamente gratuitos, y eso ha afectado
especialmente a los best sellers”, dice Peman.
— Tras cierta bestsellerización del mercado, estos libros han descendido sus
ventas y “cada vez les cuesta más hacer grandes cifras”, según Domínguez.
— “La demanda de libros está ahora mucho más
centrada en los gustos del lector tradicional y exigente, con lo que se venden
menos libros, pero sobre todo mucho menos best sellers” (Peman).
— “Ante la competencia del libro con otros
entretenimientos se necesita de educación en las nuevas generaciones para el
acercamiento a la lectura como disfrute. Cada vez se ve con más fuerza y tienen
más peso en el mercado los libros de saldo en grandes superficies y una fuerte
promoción en la venta de libros”, afirma Domínguez.*
Resulta
que el bestseller se nos convierte ahora en "menos seller" y eso
estropea las estrategias actuales. Al final la observación de que los teléfonos
y tabletas se usan para matar el rato, que vimos en el metro, es cierta.
Aquella teoría de algunos de que se pasa del bestseller a Joyce, parece que no
funciona. Y había servido de coartada a muchos para justificar empezar por lo
facilón y terminar en no se sabe qué. Ahora, nos dice, se pasa del bestseller a
la nada o a aplastar burbujitas virtuales o similares. Se venden menos
bestsellers, nos dicen. Habrá que llamarlos de otra forma.
Pero lo
que resulta sorprendente es el descaro de la última observación y
recomendación: cuando decaen las ventas de los bestseller, hay que "educar
a las jóvenes generaciones para el acercamiento a la lectura como disfrute".
Todo el sistema educativo debe trabajar para que se compre en la cola los
volúmenes de las Sombras de Grey.
Creo
que también necesitamos que alguien nos haga el "retrato-robot" de
los editores españoles o de los aquí asentados como colonia. Necesitamos que
nos digan si les importa algo la cultura o solo las ventas. Como docente, me
interesa la lectura de calidad, la que nos lleva a ser más exigentes como
lectores y a crecer a través de los libros, en interacción con ellos. La
tendencia fomentada desde el sistema cultural (editoriales, televisiones,
teatros...), por el contrario, ha sido a la chabacanería, a lo facilón y a la
repetición hasta agotar cualquier fórmula. Han puesto a buenos escritores a escribir bazofias programadas, de venta segura, echándolos a perder; han encumbrado a auténticos impresentables haciendo que les duela la muñeca de tanto firmar. Lo importante era vender.
Como sistema educativo hemos
fracasado estrepitosamente porque no conseguimos crear lectores progresivos,
que vayan avanzado en la vida junto a los libros que realmente merece la pena
leer, que son un porcentaje mínimo de los que nos ofrecen como tentación golosa.
Quieren
lectores robot, programados para recibir lo que se les da. Cuando deja de
funcionar, el resultado es ese que vimos en el metro.
*
"Retrato robot del lector español" El País 26/06/2015
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/06/25/actualidad/1435257178_961935.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.