Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme avanzan las designaciones de candidatos a los grandes cargos, aumenta un sentimiento que se mueve entre el asombro, el miedo y la irritación. Ni el peor enemigo de los Estados Unidos habría diseñado un aparato del estado con estos personajes al frente, de Musk desmantelando a Robert Kennedy cuidando de la salud general, pasando por todo tipo de radicales y negacionistas. ¡Es la troupe de Trump!
Inmediatamente
surgen hipótesis sobre lo sabido de los futuros nombramientos, siempre que las
cámaras los acepten. Algunos de los nombres conocidos, nos dice, siembran
serias dudas entre los representantes republicanos en las cámaras. En RTVE.es,
Anna Bosch comenta:
Lo anunció el hoy presidente
electo en la campaña electoral y lo mismo hizo su entorno más cercano: Donald
Trump ya ha sido presidente y ya conoce cómo funcionan el Gobierno y la
Administración. De modo que, y ese fue el anuncio, en
esta segunda presidencia no se rodeará de cargos que puedan decirle que conocen
mejor esos mecanismos que él, el criterio de selección será que sean fieles a
él. Su pretensión es gobernar con cargos que ya
le ha demostrado lealtad.*
Es
un argumento que implica que Trump conoce ya lo que puede y no hacer (algo
dudoso) y, esto es lo relevante, que se rodea de "protagonistas", es
decir, de personas que han practicado el dogmatismo y el bulo para atraer la
atención. Es decir, lo que Trump ha seleccionado son "mini-yoes",
reproducciones de sí mismo en cada territorio transitado, de la salud a la
seguridad o el ejército, por citar solo algunos campos.
El
"criterio de la fidelidad" es un argumento precario a menos que se
entienda que Trump los ha elegido con la intención de no tener que hacer él lo
más criticable. En eses sentido, Trump tiene a quien responsabilizar de las
decisiones que no funcionen. Sería una maniobra de distracción multiplicando los
frentes.
Si
el primer mandato consistió en cómo rodear a un loco de personas sensatas, en este
segundo mandato la estrategia sería la contraria: rodear a un loco de otros más
locos para parecer cuerdo. De esta forma, Trump diversificaría los ataques
contra él al hacer responsables a los demás.
Para
esto hay que partir de un principio claro: a Trump le importa poco el presente
y futuro de los Estados Unidos. A Trump solo le importa Trump y el poder que
pueda tener. Es un narcisista patológico al que solo le importa él. Todo lo
demás es un medio para él mismo; solo le importa él y su gloria. Si alguien
cree que le importa la salud del norteamericano, la guerra de Ucrania o el
futuro del pueblo palestino, es que no conoce a Trump.
El
gran misterio sigue siendo —lo repetimos una y otra vez— cómo esta persona ha
logrado volver a la presidencia con un programa "vacío", basado solo
en el desmantelamiento y en una promesa vacía de "hacer grande América de
nuevo" sin especificar cuándo "fue grande" por primera o última
vez (suponemos que se refiere a su anterior mandato).
Solo un gran deterioro del estado general de los norteamericanos, traducido en una enorme "credulidad" puede hacerles confiar en este millonario que se presentaba como "alternativa" al sistema, que ha logrado convertir en un erial al partido republicano, donde ya solo sobresalen esos "mini-yoes" que cifran su éxito en radicalizarse a imagen de su jefe, a cuyo carro se subieron para alcanzar cargos. Muchos de ellos cargaron contra él diciéndole de todo en las primarias, pero todo se perdona en nombre del éxito electoral. Y eso es lo que han logrado.
¿Hay
dos Américas? ¿Cómo se ha producido
esta terrible escisión, este sentido de revancha contra el mundo que hoy
sienten muchos norteamericanos? Creo que es una suma de factores, internos y
externos. La sociedad norteamericana es incapaz de discernir entre los bulos y
la desinformación. Está claro que las fuentes de información ya no se basan en
los medios tradicionales y que muchos prefieren la información de refuerzo de
sus actitudes a salir de su propio marco de referencia. Las oscuras nubes
activas de la desinformación son constantes y repartidas. Trump ha sabido crear
puntos fijos de información controlada, como ha ocurrido con Fox News, una
referencia de desinformación y promoción.
Frente
a esto, las informaciones de medios que habían sido rectores de la opinión pública
quedan tapadas en el nuevo escenario mediático en el que se utiliza una
combinación de automatismos activos y borrados de las noticias relevantes. Hoy
asuste ver qué tipo de noticias llegan a mucha gente, envuelta en flujos
cuidadosamente planeados para la desinformación. En estas turbulencias emerge
la figura del "arreglador", de un Trump que se presenta como un
elegido de Dios para salvarles.
El
atentado que le hiere la oreja se convierte en un ángel en forma de bandera
norteamericana y, viceversa, en una bandera que se convierte en ángel. Pronto,
todo adquiere sentido: Dios ha salvado a Trump para que este salve (sane) a los
Estados Unidos.
La repetición de este tipo de mesianismo cala en una parte del pueblo norteamericano al que se lleva siglos convenciendo de ser el "nuevo pueblo prometido". Sectas y grupos evangélicos apoyan a un personas amoral como Trump en su deseo de atacar todo aquello que es antiamericano: la inmigración, el feminismo (que rechaza, dicen tener hijos) o el sagrado individualismo mediante el que Dios reparte según los méritos.
Trump
y sus equipos han conseguido convencer a millones de personas de que Dios está
con ellos y que deben enfrentarse a los antiamericanos infiltrados en el país,
a los traidores de dentro.
Hace
unos días comentábamos aquí la urgente necesidad que tienen los estadounidenses
de leer a Alexis de Tocqueville, su La democracia en América, para poder
comprobar lo que se han distanciado de sus propios logros. La América de Trump
es la tierra del dogmatismo mesiánico, del autoritarismo, de la negación de la
ciencia. Es un pensamiento agresivo y contra la razón y lo razonable.
Al
mundo nos queda esperar y tratar de defendernos del crecimiento de este
mesianismo dogmático que tiende a extenderse en forma de nacionalismo
ultraliberal y solo favorecerá a las grandes compañías apuntadas a este cambio
para obtener más beneficios. Para ello, el desmantelamiento del llamado
"estado de bienestar" es decisivo. El crecimiento de la desigualdad,
la falta de cobertura a los más débiles y el aislacionismo cultural son algunas
de las consecuencias. Lo es también una nueva forma de agresividad
internacional haciendo ver que la "grandeza de América" consiste en
doblegar a terceros países, en abandonar acuerdos internacionales que les
limiten, cobrar por la "protección", como con la OTAN, u obligar a comprar
sus productos (de armas a coches) sancionando a los que no lo hacen.
*
Anna Bosch "Estados Unidos: trumpismo sin frenos" 16/11/2024 https://www.rtve.es/noticias/20241116/trump-nombramientos-eeuu-cargos-gobierno/16332095.shtml
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