Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace unos días comentábamos en nuestro seminario de doctorado sobre la cultura europea la idea de "ilustración" a través de la lectura del texto de Emmanuel Kant "¿Qué es la Ilustración?" resaltando la idea del autor sobre la necesidad de salir de la infancia mental protectora, el que otros decidan por ti. Este deseo, manifestaba Kant, trata de vivir en un estado liberado de las angustias del riesgo, condición indispensable del pensar autónomo que caracterizaría a la persona ilustrada. El miedo a lo nuevo, a adentrarse en nuevos parajes mentales, en situaciones en las que debemos decidir con el riesgo a equivocarnos, a fallar, a caer y a tener que levantarnos acababa siendo una negación propia y un vivir bajo el dominio de los otros, que servirían de luz para no asumir ese riesgo. La ilustración no solo es abrirse a los otros, sino abrirse a uno mismo, a sus posibilidades, al error como fuente aprendizaje. Frente a ello estaría ese dejarse llevar, no oponerse a nada.
El
debate tras la lectura nos llevó por muchos caminos, los que abre el contraste
con la situación presente, una situación en la que las técnicas de seducción
social se han desarrollado para hacernos
creer que pensamos. Son tiempos de adhesión polarizadas, tiempos en que nos
acercamos alejándonos y viceversa.
Ha
caído en misma manos la obra de Renata Salecl*, "Pasión por la ignorancia. Qué elegimos
no saber y por qué" (Paidós 2023) que entra de lleno en nuestra situación
actual donde el panorama ha cambiado radicalmente respecto a lo que Kant
suponía la aspiración humana máxima, poder pensar por uno mismo, que es lo que muestra
la plenitud de la persona, su plena responsabilidad.
Nos dice Renata Salecl en su planteamiento de la obra:
Cada época se caracteriza por su propia
ignorancia particular. La manera en que las personas se relacionan con el
conocimiento está muy influida por el contexto, y el hecho de que algo se
considere conocimiento o no se considere como tal no solo es un constructo
social, sino que también depende de cada individuo. Y, por si fuera poco, las
personas suelen aceptar encantadas la ignorancia o la negación (que, como
veremos más adelante, no son lo mismo) cuando más cerca están de conocer algo
que les resulta insoportable en algún sentido.
La
inversión del motor hacia la ignorancia implica muchas cosas en muchos ámbitos
y dimensiones. Esa indicación sobre el contexto en que nos encontramos, nos
marca la necesidad de entender cómo y dónde nos relacionamos. Nuestra sociedad
mediática nos envuelve abriendo un mundo de pantallas que nos diversifica en el
papel de espectadores. Se nos pide que miremos... y que sigamos mirando en un
acto sin principio ni final, un continuum. El mundo —su representación— se
muestra ante nuestros ojos de forma absorbente, fascinante; lo demás se pierde en los márgenes.
En este
mundo de representaciones, la veracidad,
el poder saber qué es verdadero o si
solamente lo parece, pasa a ser determinante. Pero a Salecl le interesa
precisamente es impulso contrario hacia la ignorancia, el agotamiento ante la decisión
permanente, el vivir en el recelo continuo ante lo que se nos ofrece como
verdadero.
Señala
Renata Salecl:
No es extraño, pues, que, con la
proliferación de las fake news, esté
en alza también la desconfianza ante todas las fuentes de noticias. La
indiferencia y la ignorancia en tales casos funcionan como un escudo protector
para el individuo actual, que continuamente tiene que valorar qué información
es fiable y cuál no. Como ha señalado William Davis al respecto, este hecho se
convierte en un problema político de primer orden desde el momento en que el
público se vuelve contra todas las representaciones y los «encuadres» de la
realidad que ven u oyen en los medios de comunicación, convencido de que todos
son igual de tendenciosos, ya que, a partir de ese momento, las personas creen,
o bien que la verdad no existe, o bien que existen fuera de los canales de
comunicación política normales otras formas de acceso a la verdad, más puras,
sin intermediarios.
En este libro, abordaré dos temas
estrechamente relacionados entre sí: el no saber (la ignorancia) y el no
reconocer (ignorar).
Creo que la idea de la autora tiene calado, que representa un problema real, especialmente para los medios que tratan de mostrar aspectos del mundo que compiten con un mundo construido por apariencias, un mundo que afirma y niega con rotundidad porque sabe que es precisamente esa firmeza lo que desarma a los que las escuchan y ven.
La
proliferación de las fake news es
solo una parte del problema. El surgimiento intenso de los negacionismos
funciona de la misma manera. Algo —cualquier cosa— vale la intensidad con que
se repite y defiende. Los ejemplos van desde el negacionismo de la violencia de género hasta los terraplanistas. La base del negacionismo
es precisamente su posibilidad de construir una burbuja protectora en la que ya
no es necesario pensar más porque en ella se encierra la verdad. Por eso la distinción entre "no
saber" y "no querer saber" (ignorar) pasa a ser algo esencial.
Uno de
los aspectos destacados en la obra es precisamente esa sensación de que no hace
falta "saber", basta con poder acceder al conocimiento que nos rodea.
Esto tiene especial relevancia en el mundo educativo donde se insistió mucho en
el "aprender a aprender" y cuyos efectos colaterales los tenemos
ahora con claridad. El énfasis en que aprendemos para trabajar y que hay que
hacerlo con el mejor rendimiento (la
menor inversión con el máximo beneficio) ha creado una sociedad que está
desnuda sin su teléfono móvil, la gran puerta de acceso al conocimiento. Las
consecuencias en la vida personal y social son enormes: vaciedad, trivialidad,
instantaneidad, inseguridad, indefensión ante el engaño por incapacidad de
diferenciar...
¿Es la "ignorancia" lo contrario de la "ilustración"? Probablemente. No deja de ser sorprendente que en estos dos siglos y medio transcurridos la abundancia de información, la multiplicación de medios, etc. haya desembocado en este universo trivial en donde uno procura no tener que "pensarse", descubrirse en un caminar de aprendizaje, sino ocultarse tras algo exterior que tapa nuestras carencias y vergüenzas, ese deseo de infancia prolonga que ya sirvió de tema a los distópicos, a los denunciadores de mundos felices con diversos sucedáneos de verdad o felicidad.
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* Tomo esta pequeña biografía de la autora:
Renata Salecl (Slovenj Gradec, Eslovenia,
1962) es filósofa, socióloga y teórica jurídica, se desempeña como investigadora
en el Instituto de Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Ljubljana y es profesora en el Birkbeck College de la Universidad de Londres.
Todos los años da clases en la Facultad de Derecho Benjamin N. Cardozo (Nueva
York), sobre psicoanálisis y derecho, y también dicta cursos sobre neurociencia
y derecho. Sus libros han sido traducidos a quince idiomas. En 2017, fue
elegida como miembro de la Academia de Ciencias de Eslovenia. En español
publicó los libros Perversiones del amor y del odio (Siglo XXI, 2002),
Angustia (Ediciones Godot, 2018), El placer de la transgresión (Ediciones
Godot, 2021), Pasión por la ignorancia: qué elegimos saber y por qué (Ediciones
Godot, 2022) y La tiranía de la elección (Ediciones Godot, 2022).
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