Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay
muchos tipos de guerras, pero la más difícil de definir y a la que enfrentarse
es a la guerra contra las mujeres. Afganistán está en guerra contra las
mujeres. Hay guerras civiles, coloniales, fronterizas... pero la guerra contra
las mujeres es una guerra tan cotidiana en tantos lugares, que no se presentan
como una guerra, sino como una costumbre, como una tradición, como un mandato
divino, algo interno que escapa a las definiciones de guerra a las que estamos
acostumbrados entre países, culturas o ideología.
La
guerra contra las mujeres admite grados que van desde del maltrato con la
bendición de las autoridades porque es "por su bien" a casos como el
que estamos viendo en Afganistán donde se está redefiniendo esta guerra hacia
términos absolutos, prohibiendo trabajo y educación.
Bastaron
unas horas para comprobar que el abandono de Afganistán a su suerte era un
trágico error, la condena de medio país a ser explotado, castigado, encarcelado
por el otro. El abandono de Afganistán a su suerte, decidido por los Estados
Unidos, sin más garantías que unas vergonzosas negociaciones que las propias
mujeres tuvieron que denunciar señalando que ellas eran la moneda de cambio.
Pero al gobierno norteamericano solo le importaba salir causando un desastre
cuyas imágenes todavía están en nuestra memoria por lo trágico. La gente
colgando de los trenes de aterrizaje en los despegues era una imagen lo
suficientemente desesperada como para entender el drama de lo que llegaba.
Unas
élites corruptas que pronto se fueron o se amoldaron a lo que los talibanes
exigían y un incumplimiento tras otro, con chantajes incluidos ya que las mujeres
son los rehenes que el gobierno del país siempre tiene a mano. Ocupar un país
tiene alguna responsabilidad y aquí se apostó por la irresponsabilidad histórica.
Las
noticias que llegan de Afganistán son malas, pésimas. Las prohibiciones se
suceden y todas se hacen con el Corán en la mano. En RTVE.es leemos:
El gobierno talibán ya prohibió hace un año la
educación secundaria para las niñas, con la excusa de adaptar la educación
a la ley islámica. Sin embargo, pese a las promesas de reapertura de
los fundamentalistas, el régimen mantiene el cierre de los centros.
Desde agosto, las autoridades han impedido que
las alumnas de curso superior a sexto se reincorporen a clase, algo
que sí han autorizado a los alumnos.
El ministro para Promoción de la Virtud y la
Prevención del Vicio, Mohamad Jalid Hanafi, defendió que el gobierno
está comprometido a defender los derechos de las mujeres
"definidos por el islam" y ha rechazado la interpretación dada
"por la comunidad internacional" a estos derechos fundamentales.*
Es difícil mostrar mayor cinismo. Todo, se nos dice, se hace por el bien de las mujeres, pues la ley islámica no puede ser mala; solo es lo que Dios quiere, dice, en la más burda falsificación del dominio.
El control de las mujeres es esencial para los fundamentalistas porque es el único sujeto sobre el que pueden ejercerlo. Durante siglos, la única opción ha sido el control de las mujeres. Para ello han construido todo un aparato ideológico que lo justifica. Es la idealización absurda de un pasado reaccionario, querido por Dios porque fue el tiempo de Mahoma. Sobre esta base pobre, solo se acepta como avance aquello que permite controlar mejor, castigar mejor, encerrar mejor. Los objetivos internos son las mujeres, los herejes y los ateos. Los exteriores son el mundo entero porque ellos son los únicos a los que Dios ama por hacer lo que hacen, una explicación tautológica que si no te convence te quita de en medio.
Decir que los talibanes van en sentido contrario al mundo es quedarse cortos. No son los únicos, pero sí los que retroceden a más velocidad hacia ese punto imposible de alcanzar, el de un pasado absurdo e idealizado que les sirve de horizonte. Lo peor es que las mujeres son el indicador, el termómetro de su acercamiento a la voluntad de Dios tal como la prescribe la ley islámica en su interpretación radical e integrista.
Hay países musulmanes en los que esto no es así, aunque muchos corren un serio peligro de involución. Las autoridades saben que siempre pueden negociar con los integristas un punto: las mujeres y su condición. Saben que la forma de "calmarlos" es recortar derechos, retroceder en el tiempo hasta el momento justo, aquel en el que la mujer queda sin conocimientos, sin palabras, sin imagen, sin identidad propia, simplemente un "mal histórico", un "error" del devenir que solo puede ser controlado por los varones piadosos, los encargados de vigilarlas en su encierro familiar. Parir y callar.
¿Qué puede hacer la comunidad internacional después de haberse retirado dejando a estos retrógrados, a estos anacrónicos peligrosos? Es difícil contestar a esto cuando tras mucho tiempo, salieron disparados dejando todo lo construido al borde del abismo.
Según
el Ministro para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, ellos
defienden los derechos de las mujeres en sus encierros. El mundo está
equivocado y camina en dirección contraria. Su mundo es medieval,
orgullosamente arcaico, retrógrado. Lo suyo no son tradiciones, sino
maldiciones sobre aquellos que las padecen. No hay cultura respetable que
extienda el sufrimiento, condene a la mitad de su población a la ignorancia y
encima se sienta orgullosa por ello.
Hay mucha complicidad desde otros países desde los que el integrismos se financia y apoya. Ya sea estatal o privadamente, el dinero, armas y demás fluyen desde los que ven esto como algo natural. Saben que la represión en algunos países les ayuda a ganar terreno en los suyos propios. Los talibanes existen porque hay intereses en que existan; sus políticas represivas benefician a algunos que ven en ellos el respaldo de la santidad.
Hemos
visto imágenes de mujeres llorando ante las puertas cerradas de sus colegios y
universidades. Son las lágrimas que todos debemos derramar por esta vergüenza
en el nombre de ese Dios manipulado, construido a imagen del varón cruel y
dominante.
Afganistán está cometiendo el mismo error de Irán en una mutua realimentación. Será su perdición porque está claro que no hay un futuro sin mujeres en igualdad, en libertad para definirse y construir su propio futuro. No hay mayor peligro que los ignorantes armados, fanáticos de sí mismos.
* "Estudiantes afganos protestan por la expulsión de las mujeres de las universidades: "O todos o ninguno"" RTVE.es https://www.rtve.es/noticias/20221221/protestas-estudiantes-afganistan-expulsion-mujeres-universidades/2412580.shtml
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.