Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En un
día como hoy, a pocas horas de la Nochebuena, hay que volver la mirada hacia
aquellos que carecen de muchas cosas, desde las más elementales hasta las más
necesarias.
Hay que
acordarse hoy de la situación de las mujeres afganas, condenadas al encierro, a
la ignorancia, a la violencia ejercida en su propia casa, en las calles e
instituciones. Carecen de lo más necesario, el reconocimiento de su identidad,
al ser consideradas un mero apéndice instrumental de unos varones fanáticos e
insensibles. Nos acordamos de ellas.
Hay que
acordarse de los ucranianos, invadidos, sometidos a la crueldad del poderoso
vecino que solo desea su extinción radical. Se les priva de lo indispensable
para pasar un invierno gélido para minar su resistencia, pero están dando
ejemplo de lo que sentir la tierra propia.
Hay que
acordarse de las víctimas del maltrato machista. Lo son de falsas creencias, de
mitos masculinos que se resisten a mostrar su debilidad anacrónica, su
resistencia a desaparecer. Mucho me temo que determinadas actitudes están
provocando en los más jóvenes el regreso de muchas cosas que creíamos vencidas.
Nos acordamos de ellas.
Hay que
acordarse de aquellos que son arrastrados por el empeoramiento de la salud
mental, un mal que nos aqueja —sobre todo infantil y juvenil— sobre el que
existen demasiados miedos y poca prevención. Que nadie se tenga que enfrentar en
soledad a ello. La creciente agresividad e indiferencia que padecemos hace que
esa mano que podría ayudarnos se mantenga alejada. Nos acordamos de todos.
Hay que
acordarse también de los que padecen acoso de todo tipo, de las víctimas del
bullying, algo que algunos consideran como una prueba de supervivencia, de
preparación para una vida social. La realidad es que se traslada después a
otras instancias y deja marcadas a sus víctimas.
Hay que
acordarse de aquellos que carecen de techo, un grupo creciente bajo nuestras
apariencias de riqueza. Hay muchas bolsas de pobreza y con un poco de nuestra
parte podemos ayudar. Nos acordamos de ellos.
Hay que acordarse de aquellos en los que la enfermedad ha anidado, creciente en este tiempo.
Nos acordamos
de los que están lejos de los suyos, de los que salieron un día de sus hogares
dejando atrás familia y miseria y buscan hueco entre nosotros. Nos acordamos de
ellos.
Pasemos con los nuestros unas Nochebuena y Navidad lo mejor posible, pero hagamos un hueco pequeño en nuestro recuerdo a
tantos y tantos que la pasarán como puedan por todo el mundo. Hagámoslos también de esos nuestros. ¡Felices fiestas
y recuerdos para todos aquellos que lo necesitan!
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