Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo
ocurrido en Bucha y lo que esperan encontrarse es la consecuencia de una forma
de entender la guerra. Está claro que Rusia no esperaba esa resistencia calle a
calle, casa a casa. ¿Quién se equivocó en el cálculo? No lo sabemos y nos
llueven las interpretaciones de las relaciones entre Putin y el ejército ruso,
sobre la mentalidad de los soldados sobre el terreno, etc.
Salvo
en muy contadas ocasiones, no es fácil ponerse medallas cuando aparecen
cadáveres con las manos atadas, con tiros en la nuca. Y es lo que está saliendo
a la luz, nada heroico; solo torturas y asesinatos viles, a sangre fría. Son
gente caída en los bordes de las carreteras, gente disparada mientras iba en
bicicleta, restaurantes y mercados ametrallados; son personas, familias, arrojadas
a un pozo tras torturarles.
La
resistencia ucraniana ha ido más allá del papel de los ejércitos y los rusos
los están masacrando. Es una forma de intimidación, de sembrar el terror en la
población. No es nada nuevo. Lo hemos señalado en varias ocasiones, lo que
vemos en Ucrania no es un caos, sino una forma premeditada de intentar anular
la resistencia, algo que los ucranianos en masa anticiparon que iban a hacer,
defender sus casas y ciudades palmo a palo. Acompañaron a mujeres y niños, a
los ancianos, hasta las fronteras o lugares seguros y regresaron a defender lo
suyo, sus tierras y su identidad. Lo que se juega en este combate es algo más
que la tierra; sí, es el poder seguir siendo ucranianos en un país con una
parte que lo niega, lugares donde la siembra rusa ya recoge cosecha.
En
titulares, el diario El País afirma que Putin está aplicando en Ucrania las
mismas tácticas arrasadoras que ya se aplicaron en la guerra de Chechenia. Ahora,
el diario ABC nos habla de los chechenos en la guerra, a los que califica como
una Gestapo cuya función es eliminar a los propios rusos que se resisten a combatir
por diversos motivos. Es la forma en la que el dictador checheno devuelve los
favores a Rusia y, a la vez, mantiene a sus huestes entrenadas en sangre.
Hay una
cierta paradoja en la forma en que Rusia se maneja. Sabedora de que las grandes
potencias militares o la alianza de la OTAN evitan el choque para no llegar a
una devastadora confrontación mundial, se dedica a arrasar pueblos, deponer
gobiernos y poner dictadores títeres que los gobiernen. Pasado cierto tiempo,
esos gobiernos son los que han silenciado y eliminado la oposición que pudiera
quedar. Comienza entonces el periodo de la propaganda absoluta, de inculcar el amor a Rusia por su "acción
liberadora". Es lo que se hizo con el avance por la Europa del este en la
II Guerra Mundial, llevando esta táctica hasta el corazón de Berlín; se tragó
media Europa. Salvo algún periodo muy corto de intento de relacionarse de
manera "normal", como se relacionan los estados en paz, esta ha sido
la forma habitual de comportarse de Rusia. Lo mismo ha ocurrido con sus
"aliados" distantes, de Cuba a Siria. Son gobiernos represivos y apoyados
por las fuerzas rusas, son sus protegidos internacionales.
Los
opositores muertos, ya sea por venenos, caídas de puentes, disparos o
simplemente desaparecidos, son —desgraciadamente— noticias
"normalizadas" por frecuentes en Rusia y en los países que se apoyan
en ella. Esto vale para un grupo de música como las Pussy Riot o para un opositor
encarcelado como Navalni. No, Rusia no ha modificado sus tácticas bélicas ni
represivas; están en su ADN gobernante, de carácter siempre autoritario y
propagandístico.
La
insistencia con la que niegan todo lo que el mundo ve es una de sus marcas de
identificación. Mientras periodistas de todas partes se despliegan por Ucrania
para dar cuenta de las atrocidades cometidas, las autoridades de Rusia se
dedican a negarlo todo y han limitado el acceso de los rusos a los medios
internacionales. Es Ucrania, según repiten, la que se dedica a autodestruirse
para así negar la acción "liberadora" rusa sobre los ucranianos.
Rusia ha pensado que todo iba a ser como Crimea y se equivocó. La resistencia
ha sido total, esta vez sabedores de lo que implicaba dejarles pasar. Y eso es
lo que Rusia no esperaba. La resistencia es feroz y cada día que pasa se vuelve
contra la desinformación y la propaganda rusas.
Las mentiras, por más que nieguen todo, tienen una vida corta más allá de sus controlados medios de comunicación. No es fácil controlar un planeta mediático como en el que vivimos, donde la telefonía móvil permite convertir simultáneamente a los poseedores de un teléfono móvil en testigos, informadores, agentes e historiadores. En Libertad Digital nos contaba sobre esto:
La invasión
rusa de Ucrania es el primer conflicto bélico moderno que está
siendo retrasmitido de forma parcial a través de teléfonos móviles. La
alta penetración de tecnología en territorio ucraniano —hasta en las más
remotas localidades hay usuarios de móviles con internet y se está manteniendo
la conexión de forma más o menos estable—está permitiendo al mundo seguir los
acontecimientos con una cercanía inaudita hasta ahora.
Los ciudadanos ucranianos suben a sus redes
sociales –Tik Tok está siendo la gran triunfadora, aunque Facebook,
Instagram o Twitter le siguen de cerca– los vídeos que hacen con sus teléfonos
e, incluso, lo que graban de forma mucho más discreta desde el interior de sus
casas con webcam o vigilabebés. También los contendientes en el
conflicto están participando de esta grabación masiva de contenido bélico.
Está siendo habitual ver vídeos y fotografías
captadas por los militares ucranianos tanto de los combates como de lo
que queda en el escenario de esos combates después de la batalla. Es a través
de estos vídeos como se están comprobando las pérdidas materiales de
cada ejército o los problemas de suministro rusos que hace que abandonen
vehículos por falta de combustible o vayan a supermercados o saqueen tiendas
para aprovisionarse de comida y agua.
A los soldados rusos se les quitaron sus teléfonos
móviles antes de invadir Ucrania para evitar que pudieran contar a sus familias lo
que estaban haciendo, pero esa limitación no la tienen las fuerzas chechenas
que se han incorporado con la invasión ya iniciada. Sus efectivos se graban
vídeos y son subidos a las redes sociales, con el objetivo de presumir y
atemorizar a los ucranianos, por el mismísimo líder de esta fuerza militar, Ramzán Kadýrov.
Esas imágenes y la complicidad ciudadana han permitido a los defensores ucranianos asestar golpes importantes a las tropas de Rusia. De forma local, los ciudadanos estaban remitiendo a sus militares o milicias urbanas la posición de las unidades enemigas, con el objetivo de que se le pudieran hacer emboscadas y causarles el mayor daño posible minimizando de la mayor manera posible el riesgo que corrían los suyos.*
Los teléfonos y cámaras disponibles permiten, además de documentar,
localizar la distribución de los invasores y estar preparados esperándolos. Nos
contaban en los noticiarios televisivos ayer sobre la requisa y destrucción por
parte del ejército ruso de los teléfonos móviles que encontraban en su
invasión. Pero es difícil encontrar teléfonos si sus usuarios deciden
esconderlos. Estos pasan a ser esenciales en la anticipación planificada para
frenar los avances.
Durante la Primavera Árabe, hace diez años, el gobierno de Túnez no pudo
controlar el uso de las redes: poco después el gobierno egipcio sí supo provocar
un apagón digital y telefónico para evitar la comunicación entre los rebeldes.
Lo hizo durante varios días y llevó a que la gente se concentrara para no verse
desconectada o manipulada. Aquí es otra la situación. Los rusos destruyen los
medios, las torres de comunicaciones, pero no han conseguido su objetivo de
envolver en un cerco de silencio y desinformación al país entero.
Lo que se nos cuenta de los teléfonos de los chechenos es también reflejo
de una mentalidad. No solo hay que cometer crímenes, sino que hay que ilustrarlos para el cultivo de su propia
imagen terrorífica. Es una táctica con miles de años, crear y proyectar el
monstruo que aterrorice y haga huir al enemigo, que se paraliza ante tanta
atrocidad. Pero, por lo que nos dicen, la vanidad chechena tiene su castigo con
esas localizaciones que permiten saber dónde están realizando sus criminales
andanzas.
La resistencia ucraniana ha servido para compensar las diferencias enormes de fuerzas. La motivación invasora es difícilmente resistente a su propio desgaste, mientras que la motivación para resistir y tratar de salvar el país para tus compatriotas, tu familia, etc. es muy importante. Resistir genera su propia fuerza.
¡Solidaridad con Ucrania y el pueblo ucraniano!
* J. Arias Borque "La guerra de los teléfonos móviles: Ucrania pide a sus ciudadanos que geoposicionen tropas rusas" Libertad Digital 5/03/2022 https://www.libertaddigital.com/internacional/europa/2022-03-05/la-guerra-de-los-telefonos-moviles-ucrania-pide-a-sus-ciudadanos-que-geoposicionen-tropas-rusas-6872932/
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