Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme
avanza y empeora la situación, los estragos son grandes y la necesidad de
volver a repetir una y otra vez lo esencial queda relegada por las novedades y
la búsqueda de protagonismo mediático.
El
mensaje de los jóvenes de Logroño es muy claro y sencillo frente al caótico de
los manifestantes violentos. Orden y caos. Los que destruían y desordenaban se
han visto rectificados por los que han recompuesto los destrozos causados por
esa reivindicación incongruente y ridícula de escucharles gritar "¡libertad!",
palabra demasiado noble como para ser usada por los energúmenos, clasistas y
egoístas reivindicadores de no se sabe muy bien qué, ¿quizá del derecho de
robar bicicletas y venderlas horas después en Wallapop, como ha sido el caso
del ladrón de la otra noche, joven emprendedor donde los haya?
Los que han salido a limpiar las calles con sus cubos y escobas, limpiando las basuras que los violentos héroes de la libertad habían esparcido, han dado una lección más allá de los energúmenos. La lección ha sido, como decíamos, de compromiso con los demás, algo que falta bastante en estos tiempo del "cómo va lo mío" y del "yo, yo, yo", donde el mundo está a mi servicio y capricho.
En estos días escucho testimonios de amigos que han sido contagiados por amigos en inocentes encuentros en terrazas para saber cómo les iba a la vida y ¡cuánto tiempo sin vernos! Familias en las que solo un miembro, un par de doras, bajó la guardia y ahora están todos en cuarentena o a la espera de resultados de los análisis.
La
actitud suele variar muy poco: no acaban de entenderlo, ¡si fue un minuto! ¡Si
solo se quitaron la mascarilla para el café! etc. Hay cierta perplejidad,
cierta sorpresa, mezclada con un sentido de culpa, de haber fallado a sus
familias, que ahora se encuentran contagiadas.
Por eso
no entiendo la actitud de lo que anteponen lo que les gusta, divierte o
favorece, frente a una ética del comportamiento responsable, de sacrifico de lo
propio en beneficio del conjunto. Pero, ¿es eso lo que enseñamos cada día? ¿No
será más bien lo contrario? Quizá sea o no sea el momento del moralismo, pero
sí de la moralidad, como han demostrado los jóvenes de Logroño, dando una lección
a muchos que predican el egoísmo productivo. Me vienen a la mente las estafas y
engaños en los primeros momentos del confinamiento de marzo, los negocios
turbios para traer a España materiales que hacían falta y de los que nunca se
ha dado una explicación convincente, de quiénes era aquellos
"emprendedores" visionarios.
¿Recordamos
que hubo que fijar el precio de las mascarillas por decreto para evitar el
sangrado económico de los precios oportunistas? El mayor escándalo de estos
meses ha sido descubrir cuánto cuesta una mascarilla en Portugal y cuánto
cuesta en España. Las imágenes de los españoles cruzando la frontera con miles
de mascarilla (pensamos que para sus uso personal y familiar) han sido muy
impactantes. ¡Es el mercado!, nos dicen. ¡Pues vaya con el "mercado"!
Creo
que los jóvenes de Logroño nos han devuelto algo de ilusión y energía. También
han dejado en videncia a los que buscan sacar tajada de esto ya sea en las
urnas o los negocios o para su simple solaz egoísta. El futuro está en ellos y
con ellos. Esperemos que crezcan pronto y manifiesten ganas de ayudar, de
servir a sus comunidades y no a servirse de ellas, que de esos parásitos ya
tenemos muchos.
Deberían
aprender los que siembran caos y violencia, los que agitan los hilos o
simplemente los que se aprovechan para vender las bicicletas robadas. No creo
que lo hagan, no soy tan ingenuo.
Dice el presidente del gobierno que somos "ellos", que nuestro país es esto. Pero no hay que engañarse: somos ellos y los otros. La vida es así, siempre hay escoger de qué lado quieres estar, de los que ensucian o de los que limpian, de los que aclaran o de los que confunden, de los que se juegan la vida por y de los que te la tienes que jugar por su irresponsabilidad. Sí, me gustaría ser como ellos; me gustaría que el futuro fuera con ellos.
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