Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tras la
reunión de ayer, se ha publicado un documento con los protocolos comunes de las
universidades ante la situación del COVID-19. El documento tiene por título "RECOMENDACIONES
DEL MINISTERIO DE UNIVERSIDADES A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA PARA ADAPTAR EL
CURSO UNIVERSITARIO 2020-2021 A UNA PRESENCIALIDAD ADAPTADA Y MEDIDAS DE
ACTUACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES ANTE UN CASO SOSPECHOSO O UNO POSITIVO DE
COVID-19" y es una actualización del publicado el 11 de junio pasado.
En este
documento (puede accederse desde aquí)
se establecen una serie de medidas, unas muy concretas y otras muy generales, y
una mezcla entre hechos y deseos. Así, entre lo posible y lo
deseable, el documento navega dejando a las comunidades unas veces y a las
universidades otras el desarrollo de muchas de las cosas esenciales.
Como es
evidente, muchas de las cosas que se dice que se deberán hacer, especialmente
en la necesaria digitalización de los campus, necesitan de concreciones
presupuestarias. Pero eso es solo una parte, el proceso de adquisición es lento
y mediante concursos públicos pasada ciertas cantidades. Eso implica tiempo y
esto es una carrera contra reloj, ya que el curso avanza. Esto se debería haber
hecho mucho antes, como suele ser la queja general. Pero, de nuevo, todo esto
se ha visto sometido a la esperanza de que se acabaría rápido y pronto estaría
olvidado. ¡Tremendo error! Ni el calor del verano acabó con el coronavirus ni
las vacunas llegaron en septiembre, dos premisas sobre las que se construyo la
inacción.
El
dinero se va en ayudas y subvenciones, pero no en reformas de los sectores para hacerlos viables. Eso hace que las
instituciones, en diferentes niveles, sean más débiles para enfrentarse a las
situaciones. Pagamos, como ha ocurrido en la Sanidad, el deterioro de años, el
olvido y los recortes en el campo de la educación.
Ya que
hay que cambiar hagámoslo bien, no pongamos parches, lo que sería una mejor
forma de invertir.
El
documento está dividido en dos partes, estando en la primera los principios más
generales y en la segunda los detalles de la aplicación, también actualizado
respecto al documento de junio mencionado.
Uno de
los primeros puntos es la cuestión del cuerpo docente, que ha tenido una
política muy restrictiva en cuanto las concesiones de plazas y la situación de
estabilidad del profesorado. Ahora, para evitar la petición de nuevas plazas,
se elimina la reducción del tamaño de los grupos, con la combinación de modos.
Se señala en el documento:
4. Teniendo en cuenta la escasez de recursos
docentes a corto plazo, no se considera conveniente doblar las clases por
grupos para mantener la presencialidad, porque ello implicaría una sobrecarga
inasumible para el profesorado.
La
medida es una forma de reconocimiento de la situación del profesorado, pero
también una "advertencia" implícita a la tentación de hacer recaer
sobre el profesorado lo que son las carencias del sistema duplicando (o
triplicando) el trabajo.
Frente
a esa imposibilidad presupuestaria, llamada "escasez de recursos a corto
plazo", las apuestas van a por otras vías que, sin embargo, también
requieren un esfuerzo presupuestario.
Más
adelante, entre los últimos puntos de la primera parte, leemos:
10. Las medidas propuestas requieren una
estrategia de digitalización reforzada del sistema universitario tanto para las
posibles situaciones de emergencia como para una flexibilización de las
modalidades de enseñanza. Dicha estrategia implica una mejora del equipamiento
informático y redes telemáticas de las universidades, una capacitación del
profesorado en el uso de la comunicación digital y una ayuda de la
administración universitaria para la conectividad adecuada del conjunto del
estudiantado, de forma que ningún estudiante sea discriminado por la
persistencia de la brecha digital. Tenemos que evitar que nos sorprenda de
nuevo cualquier circunstancia que interfiera en el normal desarrollo de la
actividad universitaria.
11. Las medidas de digitalización y formación
de los docentes tienen implicaciones presupuestarias que deberán ser tenidas en
cuenta por las administraciones competentes. Las transferencias presupuestarias
a las Comunidades Autónomas que el Gobierno de España ha aprobado con el fin de
ayudar a que el sistema educativo, incluido el sistema universitario, puedan
superar los efectos adversos de la pandemia pueden constituir un soporte
presupuestario para atender a las necesidades sobrevenidas.
Es
evidente que esto supone inversión y esta viene determinada por el presupuesto.
Los dos párrafos apuntan a que el dinero ("transferencias
presupuestarias") que llegue a las universidades se invierta en
digitalización de las aulas, en mejora de las redes y en formación digital del
profesorado (aunque este último punto es un tanto oscuro en su sentido final).
Lo que
es evidente es que todo esto no se improvisa en ninguno de sus niveles y que
conlleva esfuerzo, inversión y tiempo, algo de lo que no se dispone demasiado.
Cada
universidad dispone de una serie de recursos, incluidos los de personal
informático y de redes, algo que no se menciona pero que será esencial y requerirá
—sí o sí— un aumento del personal porque su papel en el mantenimiento de las
redes y la solución de los frecuentísimos problemas que dan es imprescindible.
Sin embargo, muchas universidades también han aplicado reducción de su personal
con estas funciones o la externalización
a través de empresas contratadas para este fin. Esto conlleva también sus
propios y variados problemas.
No
todas las universidades se han tomado su digitalización
de la misma manera ni con modelos coherentes, especialmente en cuanto a la didáctica,
concentrándose la mayoría de los casos en aspectos meramente técnicos y sin
ahondar suficientemente en la función de las herramientas y la adaptación a la
función del aprendizaje. No es lo mismo tener muchos ordenadores que tener un
buen uso docente de ellos.
Pero es
importante diferenciar el hecho de que se tengan buenas instalaciones al hecho
de que exista una docencia digitalizada. Los ordenadores de las universidades,
es obvio decirlo y hay que recordarlo, están en la universidades y no en la
casa de los alumnos, que es donde deberían recibir la enseñanza a distancia. Y
este factor depende de muchas otras cosas, que van desde la disponibilidad de
líneas rápidas en los hogares, el problema de que no haya ordenadores
suficientes para todos (puede haber varios estudiantes en casa o varios
teletrabajadores), pasando por el de las zonas que no tienen cobertura en
lugares apartados. Todos estos problemas surgen porque no todo depende de la
universidad. Algunos se pueden resolver de forma más o menos sencilla, pero
todos tienen el problema de fondo, el tiempo, su paso consume el curso.
El
documento sigue insistiendo en la prioridad de la enseñanza en los centros.
Siempre que se pueda, nos dice, debe ser presencial. Eso sí, manteniendo las
distancias reglamentadas de 1,5 metros y dividiendo los grupos rotativamente,
unos en el aula y otros en casa accediendo a la retransmisión. Aunque sobre el
papel es fácil decirlo, esto presenta bastantes problemas por la necesidad de transmisiones
dentro del horario de clases. ¿Aguantarán los sistemas la demanda de flujo
necesaria para que todos puedan emitir en directo sus clases? La inversión se
hace más necesaria que nunca y el aumento de personal, pues lo que antes era
alternativo y minoritario, un complemento, ahora se convierte en una demanda
masiva y simultánea.
Pero
hay otra parte en el documento. Las "recomendaciones" del Ministerio
fijas aspectos de la enseñanza en sí, pero no desatienden los problemas reales
de los contagios entre el alumnado, profesorado y personal de administración y
servicios. Contagiados y contactos próximos deben seguir protocolos similares a
otros casos porque aquí no hay distinción más que del espacio. Las normas de
higiene son las que debe seguir cualquiera y se incluyen las normas de
ventilación tras cada clase o mantener abierto mientras se pueda.
El
problema de todo esto es que no es autónomo respecto al sistema general, como
hemos explicado días anteriores. Lo que ocurra en la Universidad no es
independiente de lo que ocurra fuera. Cualquier seguridad está expuesta a los
que no cumplen sus medidas y que no será fácil detectar en Facultades numerosas
que tendrán que extremar las medidas de vigilancia cada día en sus entradas.
Una Facultad no es una escuela o guardería donde pueden controlar los
movimientos de los niños. El movimiento es mucho mayor y las edades del
alumnado están en la franja precisamente del mayor número de contagios, de 20 a
35. También parte del profesorado, administración se encuentra tanto en la
parte alta de la franja y otra en la parte de riesgo, establecida en los 60
años.
Los
problemas del COVID-19 y la docencia universitaria son muy diferentes a los de
las escuelas. Del transporte (el ministerio de Educación, como titulaba el ABC,
recomendaba el uso de bicis y patinetes, como alternativa a los autobuses
escolares) al tipo de interacciones de las personas, tanto alumnos como
profesorado. El mayor contacto físico de los más pequeños se contrapone al la
mayor vida social de los jóvenes universitarios. El problema es que estos
protocolos, que muchos se han saltado cuando les ha parecido, se pretenden
ahora imponer con fuerza de norma dentro del ámbito universitario, que es un
sistema de enseñanza, sí, pero a efectos nuestros es un espacio de encuentro
donde da igual de qué hables y lo importante es lo que haces.
No va a
ser fácil y no se puede pedir al profesorado que ejerza de Policía en sus
centros, en constante vigilancia de incumplimientos, algo de los que no se
habla en el documento. Como en otras esferas, el problema no es el que cumple,
sino el que no lo hace. ¿Habrá que ir disolviendo reuniones? ¿Puedes hacerlo en
la entrada de los centros, lugares de encuentro? ¿Es tu función?
Todo
dependerá de las actitudes, pero lo que hemos visto a lo largo del verano, con
el rebrote masivo de casos, los incumplimientos flagrantes y el desprecio de
muchos por las normas, etc. puede ser un factor constante de choque. ¿Llegará a
muchos la responsabilidad que todavía ayer no tenían?
Todos
tenemos en mente las imágenes de la vida anterior en las aulas, pasillos, bares
y salidas y entradas de las facultades. No es fácil desprenderse de ellas ante
este futuro incierto. Hará falta estar pendiente de tantas cosas que no será
fácil concentrarse en lo esencial, al menos para la institución, la docencia.
Presupuesto (y agilidad presupuestaria) y actitudes son los dos factores esenciales. El primero es importante para poder disponer de medios y recursos necesarios para lo que se pide. Lo segundo, la actitud de las personas, es fundamental, porque dará igual lo que gastemos o invirtamos si después se pierde por la irresponsabilidad de algunos. Hay que invertir en lo que se supone es nuestro fuerte, educar en la conciencia y la responsabilidad de cada uno de nosotros. Sin ello, como se ha podido ver en julio, no vamos a ninguna parte. O peor, iremos al caos.
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