Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El País clasifica como "baja amistosa" la salida de la Casa
Blanca de Sarah Sanders. La administración de Trump es lo más parecido a una
serie de guerras internas, medias y externas que forman un espectro. Las
internas suponen un diverso grado de profundidad y van de los asuntos domésticos
(¿son los adulterios públicos causa de conflicto o de tranquilidad en casa?),
las luchas dentro de la Casa Blanca y su equipo a los republicanos. En los dos
primeros niveles Trump tiene poderes especiales porque es un entorno que diseña
con sus deseos, quita y pone. No sucede lo mismo en el bando republicano, en
teoría el suyo, pero donde los afectos son repartidos del amor al odio. Eso se
verá con más intensidad conforme se acerque el tiempo de la reelección. Me
imagino que habrá bastantes republicanos que no jueguen la baza Trump. El
respaldarlo o no para la reelección va a poner a los republicanos contra la
espada y la pared. Hacerlo supone respaldar lo que está haciendo en su
integridad y eso es muy difícil de asumir. Las salidas constantes de la Casa
Blanca, con diferentes grados de hartazgo, son una muestra de ello.
Las
guerras medias son las que Trump ha abierto en los Estados Unidos. Su lucha en
este campo es con los demócratas, con los alcaldes de las ciudades, con las
cámaras en las que ha perdido el apoyo y que le cercan o desobedecen cada día
más. El ejemplo de las ciudades santuario es claro. Otro frente importante,
vinculado con lo anterior, es el de los jueces que son los que han frenado
muchas de sus iniciativas internas declarando inconstitucional sus intentos y
manejos. Este estrato, el judicial, será decisivo en el caso de que se produzca
una ofensiva intensa desde cualquier otro frente de batalla. Es en esta zona de
guerra donde está el peligro del "impeachment", algo que sigue
rondando y en lo que no cejarán al presentarse a la reelección.
Junto a
los jueces, las guerras de las zonas intermedias han sido marcadas con sus
enfrentamientos con la prensa. Nunca creo que haya habido un presidente (casi
de cualquier país) en una batalla abierta tan gigantesca con los medios.
Exceptuando a la FOX, la mayor parte son medios menores los que le apoyan o los
que lo hacen en temas puntuales.
Las
guerras con la CNN, The New York Times o The Washington Post han tenido
momentos como el conflicto con Jim Acosta, el corresponsal de la CNN en la Casa
Blanca, un ejemplo de las tormentosas ruedas de prensa.
Los
medios tienen un porcentaje elevado (habría que medirlo en unidades de algún
tipo) de su tiempo y espacio dedicado al análisis de la penúltima del
presidente. Los informativos se abren y cierran con él, pues es muy probable
que entre el principio y el cierre haya mandado algún tuit, insultado a alguien
(de Merryl Streep a Nancy Pelosi, del alcalde de Londres al presidente Macron),
o amenazado a algún país.
Los
medios no saben cómo escapar de esta atracción trumpiana. Han debatido en
columnas y editoriales la necesidad de alejarse, pero Trump se mueve en esa
guerra, que es su favorita, arrastrando a parte del pueblo norteamericano al
odio contra la prensa, el enemigo del pueblo.
Una a una,
Trump ha ido dejando en carne viva a las instituciones y personas que le son
adversas. No deja a nadie sin despellejar y sus palabras atentan cada vez más
contra los principios de la convivencia, por un lado, y de la constitución por
otro. El gran demagogo ha llegado; el hombre que pisaría los pilares
democráticos del diálogo, del respeto a los valores, está en el ojo del huracán
permanentemente arrastrando a su paso todo lo que encuentra, dejando en ruinas a la
República.
La tercera
de las zonas de guerras es la exterior. Trump usa las guerras exteriores con
retroalimentación de las interiores. Le sirven para acallar voces o ser jaleado
en el interior por los que le siguen y han adoptado su estilo. ¿Cuál es este?
Evidentemente el del poder bruto, descarnado, insultante. Para Trump solo
existe la amenaza o el negocio. Por supuesto, uno y otro son caras de la misma
moneda: se amenaza para ganar en los negocios. Sus relaciones internacionales
son motivo de preocupación internacional porque causan incertidumbre en los
mercados y en las situaciones bélicas.
Trump
no entiende el equilibrio internacional. Tampoco le interesa porque para él,
pensar y evaluar son solo reacciones de los débiles. Cuando se tiene poder, hay
que ejercerlo y este se muestra como ganancia, por un lado, y sumisión por
otro.
Lo que
ha hecho con las amenazas a México con subir los aranceles es un ejemplo claro.
También sus insinuaciones de que existen cláusulas secretas. Eso solo puede
entenderse como un dejar caer sobre el asunto que le obsesiona: qué México
pague la construcción del muro. Es una obsesión enfermiza. Seguramente,
comenzarán las veladas alusiones a que se podrá realizar el muro con el pago de
alguna forma. No va a dejar de intentarlo.
La
humillación a México solo es comprensible desde ese supremacismo que
caracteriza su pensamiento manifiesto e insinuado las más de las veces. Trump
necesita reforzar el populismo nacionalista con la idea que Estados Unidos es
la superpotencia hegemónica y que nadie discutirá sus deseos. Pero el deseo de
Trump pasa siempre por el insulto y la humillación, por la creación de la
discordia, como no ha dejado de hacer con el tema del Brexit y otros derivados
de la Unión Europea. El hecho de que se hayan enfrentado a él en la cuestión de
un Ejército europeo para la defensa de la Unión, le ha irritado y ha dejado al
descubierto sus estrategias: primero amenaza con puntos de fricción alrededor
de Europa y después impone el gasto militar que debe llegar a sus bolsillos a
través de la industria armamentísticas, como hace en Oriente Medio.
La
guerra comercial con China ha desbordado el concepto de "comercio"
jamás se ha visto una maniobra tan monopolística sobre las comunicaciones
mundiales como lo ocurrido con Huawei. El lanzamiento de todo tipo de informaciones,
sin fundamentación alguna, como han reconocido países como Alemania o reino Unido,
muestra cómo al al igual que le gustaría recibir información sucia de sus
rivales a la presidencia de países extranjeros, es capaz de producirla sin rubor,
creando esos focos de duda, que van de la detención de la hija del presidente
de Huawei a las acusaciones de espionaje futuro.
Hoy
Trump ha abierto conflictos con todo el mundo, de Oriente Medio a México, de China
a Turquía o Irán y Rusia. Cualquier movimiento ya solo es posible mediante
amenazas o creación de ambientes turbulentos. La venta de armamento a Polonia
(aviones) y el traslado de soldados de Alemania a Polonia forma parte de sus
formas de negociación Ha metido una cuña en las relaciones europeas, que es de
lo que se trata. Con sus enviados especiales por Europa, la cosa se plantea
difícil, ya que se dedica a la organización del sentido antieuropeo de las
fuerzas populistas.
Su gusto por los gobiernos autoritarios, de Egipto a Hungría o Arabia Saudí, etc. hace que no haya líder mundial democrático quiera estar a su lado. El gusto por los dictadores refleja su propio sentido autoritario. Esto ha intensificado otros conflictos, ya que se han sentido respaldados por Trump, como han señalado múltiples analistas. El caso del asesinato de estado del periodista Jamal Khashoggi ha sido clarificador, poniéndose del lado del príncipe de Arabia saudí y contradiciendo los informes de la propia CIA, que le señalaban como responsable.
Todas
estas zonas bélicas son recorridas transversalmente. Se producen interacciones entre
los niveles. Cuando le aprietan en casa, Trump dispara en el exterior o crea
nuevos conflictos dentro o fuera. El punto de convergencia es él. Él es el ojo
del huracán.
Los
ataques a los petroleros en el estrecho de Ormuz son un nuevo punto caliente
que puede aumentar la fricción hasta llegar a niveles muy peligrosos para la
situación del mundo entero en cuestiones de seguridad y de incertidumbre
económica por las subidas de los precios del petróleo. La zona ya es bastante
complicada, pero no la única. Los mares de Asia Pacífico también nos cuentan de
peligros o el acercamiento a Irán de nuevos buques.
Hay otra zona importante de conflicto más allá de la guerra o la economía: es el efecto del cambio climático sobre el planeta en el que vivimos. La idea, digna de Trump, dada por Mike Pompeo sobre que el deshielo podrá servir para tener nuevas vías para el comercio es una de las más necias escuchadas. Revela algo más que estupidez; es un desafío a la inteligencia, a la comunidad científica. No se debe ignorar esta zona porque afectará a los conflictos (provocando hambrunas por sequías o riadas, nuevas migraciones y nuevos conflictos fronterizos provocados por el cambio). Trump no vive en un planeta; cree ser su dueño y que puede verse favorecido por catástrofes que serán bienvenidas para la economía norteamericana. Cuando arda al completo California habrá que preguntarle. Pero California es un estado adversos a sus políticas. Ya se apañarán.
No
sabemos lo que pasa por la cabeza de Trump, pero pocas veces será bueno para el
mundo a la vista de su historial. Demasiados conflictos y un mundo interconectado en el que todo cuenta. Los temores crecen. Cada nuevo conflicto es una tensión de una cuerda invisible. ¿Cuánto resistirá?
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