Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
unos días, el 28 de diciembre, los titulares de la prensa egipcia nos contaban
una gran noticia: la condena a tres años de cárcel a una mujer por manipular
los genitales de un mono en una tienda de animales, grabarlo en vídeo y animar
a los observadores, según se decía en las noticias. La noticia estaba en lugar
preferente de diversos periódicos.
La
opinión pública, en cualquier caso, se dividía en dos líneas: las que les
parecía que el delito se había realizado contra la dignidad del mono (la
modernidad) y los que opinaban que era un atentado a la dignidad del público y
una incitación al libertinaje (los tradicionalistas). Algunos incluso mencionaban
como algunos monos habían sido considerados como animales sagrados en el
antiguo Egipto, apelando a la historia y a la falta de respeto. Algunas fuentes
señalan que la mujer se dedicaba a la prostitución y usaba el vídeo como "promoción".
Ya se
tomara por el lado de los derechos animales o por el del escándalo público, el caso del mono
manipulado (o del público manipulado, pues es claro el fenómeno de
identificación buscado), una vez más la sociedad egipcia se encontraba dividida.
La difusión por los canales de televisión del debate público no hizo sino
aumentar la notoriedad del caso del mono acosado.
Egypt Independent explicaba así el caso:
The Mansoura Misdemeanor Court on Thursday
sentenced a housewife to three years in prison for sexually harassing a monkey
in a pet shop in Mansoura city, al-Dakahlia governorate, by touching its
genitals.
The court charged her with inciting sedition
and provoking emotions and lewd acts in public.
A video of the incident went viral on social
media in October showing the defendant while she was touching the genitals of a
monkey in a public store with the intention of arousing the animal’s sexual
instincts and inciting the public to commit adultery.
The police identified the suspect and found
that she is named Nesma, 25, and a resident of a village in Dakahlia. She, with
help from a friend who recorded the video, made moves to arouse the monkey
sexually while it was in a cage in a shop by fondling its genitals.*
Ya se sintieran conmovidos por el pobre animal o por los que
miraban, lanzados a la depravación por la imagen de tanta lascivia, el caso no
dejó a nadie indiferente, creándose una situación de esas con las que se
disfruta discutiendo mientras que la vida pasa por delante como el falso gorila
del experimento de percepción, como el gorila invisible entre los jugadores de
baloncesto.
El hecho de que se pueda hablar cada vez de menos cosas y
que de las que se habla sean cada vez más arriesgadas, lleva a la prensa
egipcia a convertirse en una especie de feria friki en la que este tipo de
acontecimientos caseros alcanza una inesperada expansión social.
Uno de los comentaristas extranjeros de la noticia pone el
dedo en el centro de la dolorosa cuestión en un tuit: "Woman sentenced to
3 years in jail for ‘sexually harassing’ monkey in Egypt. The same Egypt hardly lifts a finger when women
are routinely harassed and raped." El comentario es del editor Charles
Onyango-Obbo y resulta ilustrativo de la situación egipcia y de la enorme
hipocresía social con la que se encara el acoso.
Si hemos traído la noticia del mono acosado al que todos
defienden y ante cuyo caso se rasgan las
vestiduras ha sido precisamente a la luz de una noticia en el estatal Ahram
Online, con el titular "Egypt court upholds two-year sentence for activist
Amal Fathy":
A Cairo appeals court upheld on Sunday a
two-year prison term for prominent Egyptian activist Amal Fathy, who was
arrested after posting a video online about being sexually harassed earlier
this year.
The court rejected an appeal by Fathy against a
two-year prison sentence in September and a fine of EGP 10,000 over charges of
spreading false news that threatened national security in a video that went
viral where she spoke about her experience with sexual harassment at a local
bank.
Fathy, a member of the now-banned 6 April Youth
Movement, was arrested in May, days after she took her rage online, accusing
the government of failing to protect women from sexual harassment, and
criticising poor service at a state-owned bank and the deterioration in living
conditions and public services.
Sunday's decision comes less than a week after
she was granted a conditional release in another case with similar charges,
including joining an outlawed group; requiring her to report in to a police
station one day a week.
Fathy can still appeal Sunday's sentence with
the Court of Cassation.**
El contraste entre las dos noticias nos permite apreciar
directamente la sinrazón que se vive en Egipto y el estado distorsionado de
percepción de la realizada que el régimen impone a la opinión pública.
¿Condenar por "amenaza a la seguridad nacional";
condenar por "difundir noticias falsas" la persona que denuncia su
propio acoso? Es posible solo desde un principio general que el régimen de
al-Sisi ha instaurado: los problemas no existen. De nuevo, no se solucionan los
problemas sino que se penaliza hablar de ellos.
El régimen carece de cualquier tipo de principio que no sea
encarcelar al que protesta, acallar al que denuncia. Me vienen a la memoria las
palabras de dos egipcios sentados entre el público, amenazando a una de las
editoras del número dedicado a las mujeres en la Primavera Árabe, en la revista
Espéculo que dirijo. "¿A ver qué vas a decir?", le dijeron. El
matonismo es un acto constante, una forma de intimidación a cualquiera que se
atreva a dar una imagen distanciada de la oficial. Y eso afecta a Egipto o al
control que las embajadas hacen de sus residentes en cada país. De ahí el
interés de la ministra de hacer un censo de expatriados, de egipcios en el
extranjero. Así se les tiene bajo vigilancia, controlados de forma permanente.
Y en esto, como ya hicieran las dictaduras militares de Cono Sur
latinoamericano, comparten informaciones con sus aliados. El caso reciente del
asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado de Turquía es una evidencia de que
el papel de las embajadas no es servir a los ciudadanos extranjeros, sino para
vigilarlos.
La condena a dos años a Amal Fathy por denunciar el acoso
sexual al que fue sometida, tras la inutilidad de las denuncias, que vienen a
ser peores, es un ejemplo claro de la deriva de un estado policial y vigilante.
La denuncia estos días de cientos de periodistas sobre la
condena al silencio o a la cárcel de aquellos que se atrevan a dar una versión
distinta a la oficial, la única posible, es un ejemplo más de cómo está viviendo
el país lo que fue descrito por su presidente como el "final de la hoja de
ruta a la democracia". Denuncias y renuncias, como señalábamos hace unos
días.
Hace unos meses, una turista libanesa fue detenida y acusada
de insultar a los egipcios después de que se desahogara en las redes sociales
subiendo un vídeo en el que denunciaba el episodio de acoso sufrido. Ahora le
toca a Amal Fathy, con el agravante aquí del carácter político de la detención.
No se trata solo de una "turista enfadada", sino una activista de los
derechos civiles que denuncia el acoso y la inoperancia del régimen.
Durante la Revolución de 2011, el acoso sexual fue usado
como una forma de terrorismo (se llegó a usar el término "terrorismo
sexual") contra aquellas que salían a manifestarse contra el régimen y las
actividades de los militares. Recordemos los "exámenes de virginidad"
realizado por los heroicos médicos militares para garantizar a los padres de
las manifestantes que sus hijas estaban en "perfecto estado". Era
claramente una forma de abuso e intimidación por parte del estado, al igual que
cuando se hace desaparecer a alguien se amenaza con difundir informes sobre la
"vergonzosa" homosexualidad del desaparecido. Es lo que se hizo
inicialmente con Giulio Regeni en cuanto se empezó a exigir cuentas sobre su
paradero. Forma parte de loa infames prácticas del régimen egipcio durante
décadas y así se han formado sus cuadros y bases, difamando, encarcelando,
acusando a las personas que les criticaban. Ni Regeni ni otra víctima, Shaimaa
al-Sabbagh tuvieron la suerte de sobrevivir. También se intentó acusar de la
muerte de al-Sabbagh a sus propios compañeros, que se vieron detenidos cuando
acudían como testigos. Afortunadamente los vídeos y fotografías mostraban con
claridad la mano del oficial asesino. Pero para todos aquellos que no tienen la
suerte de tener detrás un país, como en el caso de Regeni, o un grupo, como en
el de al-Sabbagh, las cosas son más difíciles y oscilan entre el silencio y la
difamación.
Considerar "amenazas a la seguridad nacional" la
denuncia del acoso es peor una bellaquería. El grupo político, el Movimiento Juvenil
6 de abril, con una larga historia de denuncia de la dictadura desde 2009, fue
prohibido por el régimen actual en 2014. De nada han servido las denuncias
contra esta decisión. El régimen se deshace de los grupos, fabricando su propia
oposición (como se pudo ver en la pantomima de las presidenciales de este año y
tras ellas, con el intento de organizar una "oposición" parlamentaria),
y también de las voces individuales, que son como en el caso de Amal Fathy,
condenadas a penas cárcel por delitos absurdos.
Aprendamos la lección: en Egipto, denunciar el acoso es una
amenaza a la seguridad nacional y decir que no te hacen caso "difundir
noticias falsas" contra el estado. No se sabe cuánto tiempo podrá estar
calentándose el agua antes de que hierva. En poco más de tres semanas, volverá
a repetirse el momento del año que el régimen más teme, el aniversario del
levantamiento del 25 de enero de 2011, el comienzo de la primavera árabe.
Con la narrativa bien ensayada de que cualquier protesta o
crítica es una maniobra de los Hermanos Musulmanes (¡hasta se dijo que el
movimiento francés de los chalecos amarillos estaba controlado por los
Hermanos!), los que se atrevan a salir a la calle corren el riesgo de acabar
como Shaimaa al-Sabbagh, la mártir de las flores, asesinada por llevar una
corona de flores en recuerdo de los caídos. Pero en Egipto no hay recuerdo que
no sea manipulado y apropiado por la narrativa del régimen militar. El miedo a
las amenazas, reales o ficticias, es lo que justifica la vigilancia, el control,
por más que sea inútil (como se ve en cada atentado, cada vez más simples, de
las bombas al paso de los autocares turísticos a las encerronas a las patrullas),
como ha ocurrido en varios ocasiones, para irritación del régimen.
El año 2018 ha sido de nuevos recortes de libertades. Por
muchos Foros de Jóvenes que se organicen, por muchas tumbas que se desentierren,
por muy escandalizados que se muestren ante faldas o películas, por más que se
quiera negar la evidencia del acoso y se quiera dar imagen de una sociedad idílica,
etc. lo cierto es que cada día se tienen
noticias de nuevas tropelías, de nuevos intentos de silenciar lo que es un
hecho: la vida política no es más que un farsa y la social una aventura
peligrosa.
El debate social así es imposible o se convierte en un
sarcasmo, como ocurre con el caso del "mono acosado" en un país donde
no se puede denunciar el acoso bajo riesgo de ser acusado de difamar al país o
ser una amenaza nacional. El caso del mono, además, se produce en el contexto
de convertir a perros y gatos en alimento cotidiano (una vez comprobado que no
va contra el Corán, como informaron los eruditos) o exportable (a Corea), por lo que el estatus de las
mascotas está un tanto devaluado. No hablemos de los burros despellejados para
exportar sus cueros a Asia, donde son apreciados por la medicina tradicional.
Ninguno de esos casos se ha considerado como un problema. El del mono sí; hay
que defender a las familias egipcias. Las mujeres acosadas no existen, no
deberían vestirse así, ni estar en la calle o... Tenía razón el tuit. Si el
mono se hubiera quejado públicamente del acoso, también habría sido condenado
como amenaza a la seguridad.
Los egipcios han aprendido la lección: le sale caro a una mujer acosar a un mono y sale caro denunciar el acoso a las mujeres. Sale caro quejarse porque va contra la imagen idílica de la sociedad cuyos principios sirven para defender a los monos y a los varones de las mujeres lascivas de largos y perversos dedos.
Como egipcia, Amal Fathy debe sufrir en silencio las provocaciones su manera de actuar, hablar, vestirse, etc. causan a los píos varones que abandonan sus deberes seducidos por sus perversas maniobras. En la defensa del mono, ven muchos la propia. ¡Ay, la lascivia femenina sin límite!
Deseamos que Amal Fathy logre justicia en el recurso que
tiene por delante. Hay que recordarla porque el silencio es lo que se traga la
vida egipcia diariamente, sus esperanzas de un futuro mejor, en paz y libertad.
Hay que mantener visibles sus casos, pues es el silencio lo que se busca.
¡Libertad para Amal Fathy!
*
"Egypt court imprisons woman for sexually harassing a monkey" Egypt
Independent 27/12/2018
https://ww.egyptindependent.com/egypt-court-imprisons-woman-for-sexually-harassing-a-monkey/
**
"Egypt court upholds two-year sentence for activist Amal Fathy" Ahram
Online 30/12/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/320947/Egypt/Politics-/Egypt-court-upholds-twoyear-sentence-for-activist-.aspx
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