Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Recogen diversos medios norteamericanos la pregunta que Trump le ha hecho a un niño de siete años sobre si "todavía" cree en Santa Claus. Nos muestra el tipo de sentido común que Trump no tiene. Podría haberle preguntado si todavía creía en el presidente de los Estados Unidos. La respuesta del niño habría sido "no".
Los
ataques contra Donald Trump se suceden sin pausa. Es como si con el enfermo moribundo
en su lecho, la gente se agolpara alrededor para discutir la forma de
enterrarlo. Si ayer comentábamos el artículo que hablaba de la necesidad de
sacarlo de la Casa Blanca sin pensar en las acciones de los militares,
señalando que la función de los militares no era esa en la democracia
americana, tras la salida del general James Mattis de la Secretaría de Defensa,
hoy The New York Times le reservaba un día de Navidad poco navideño.
Esta
vez el artículo del tres veces galardonado con el premio Pulitzer, el
prestigioso Thomas L. Friedman, que manda un misil a la línea de flotación de
Trump con el artículo titulado "Time for G.O.P. to Threaten to Fire
Trump". Como puede
observarse desde el mismo titular, la responsabilidad se le exige a los
republicanos, que han sido quienes le ha puesto en la Casa Blanca. La tesis se
está convirtiendo en corriente principal en la opinión: vosotros lo trajisteis,
vosotros os lo lleváis. Se trata de dejarlo claro, no sea que los republicanos
quieran que sean los demócratas quienes tengan que realizar el esfuerzo,
responsabilizándolos después. No. Debe quedar claro que la salida de Trump no
es una estrategia de partido, sino una cuestión de política nacional, de todos
para evitar el desastre.
Al titular
de ayer de Kori Shake, "The Generals Won’t Save Us", le sigue el de
hoy, de Thomas L. Friedman, "Time for G.O.P. to Threaten to Fire
Trump". Forman los dos parte de una frase dialógica, dos enunciados
lanzados al espacio de la opinión. No les pidas a los militares lo que es
obligación de los republicanos, los causantes del lío.
El artículo de Friedman no se anda por las ramas, Ya desde
su mismo inicio expresa:
Up to now I have not favored removing President
Trump from office. I felt strongly that it would be best for the country that
he leave the way he came in, through the ballot box. But last week was a
watershed moment for me, and I think for many Americans, including some
Republicans.
It was the moment when you had to ask whether
we really can survive two more years of Trump as president, whether this man
and his demented behavior — which will get only worse as the Mueller
investigation concludes — are going to destabilize our country, our markets,
our key institutions and, by extension, the world. And therefore his removal
from office now has to be on the table.
I believe that the only responsible choice for
the Republican Party today is an intervention with the president that makes
clear that if there is not a radical change in how he conducts himself — and I
think that is unlikely — the party’s leadership will have no choice but to
press for his resignation or join calls for his impeachment.
It has to start with Republicans, given both
the numbers needed in the Senate and political reality. Removing this president
has to be an act of national unity as much as possible — otherwise it will tear
the country apart even more. I know that such an action is very difficult for
today’s G.O.P., but the time is long past for it to rise to confront this
crisis of American leadership.*
No se puede ser más claro.
¿Cómo se ha llegado a este extremo? ¿Cómo se ha llegado al
punto en el que la democracia más poderosa del globo, la superpotencia mundial,
etc. tenga que ponerse a discutir públicamente cómo deshacerse de su presidente, el presidente elegido en las urnas? No
es sencillo, aunque explicaciones hay muchas y para todos los gustos.
Las últimas decisiones de Trump han cogido por sorpresa a
todos, incluso a los afectados internacionales por ellas, como es el caso del
anuncio unilateral de la retirada de tropas en Siria y Afganistán, caso
especialmente grave.
En estos momentos, se ha producido lo que llaman el
"cierre de la administración", es decir, muchos servicios quedan en
el aire por la falta de presupuestos, un pulso que Trump, obsesionado con la
construcción de un muro con México (¿su legado?) está dispuesto a mantener si
no se realiza su voluntad. La bolsa se ha hundido tras sus críticas a la FED,
considerándola, según sus palabras, el "único problema de la economía
norteamericana". Es un alivio, porque hasta hace unos días, el gran mal de
los Estados Unidos era la prensa. Ya tiene una nueva víctima de sus
improperios.
La CIA le lleva la contraria en su defensa del príncipe
Mohamed Bin Salman, al que apadrina y defiende sin pudor, pese a ser
considerado el responsable del secuestro, asesinato y descuartizamiento de Jamal
Khashoggi, el periodista saudí disidente secuestrado en el consulado turco.
Acaba de decir que hay países "ricos" que son
protegidos por los Estados Unidos, ahorrándose el gasto en defensa. Es la
vuelta a los viejos temas. Más de una vez se ha manifestado a favor de cobrar
la "protección". Esto no sería tan grave si no fuera porque es él
quien está garantizando con sus crisis la necesidad de defenderse de los
países, como ha ocurrido con la crisis con Irán a cuenta del tratado nuclear o
en la situación de Israel. Desde que Trump llegó al poder, el mundo es mucho
más peligroso. No se ha solucionado nada y se han reabierto o creado nuevas
crisis.
El artículo de Friedman no se priva de ningún tipo de
crítica y habla directamente de la personalidad de Trump, de su ignorancia de
la que derivan todas sus desastrosas acciones:
Trump’s behavior has become so erratic, his
lying so persistent, his willingness to fulfill the basic functions of the
presidency — like reading briefing books, consulting government experts before
making major changes and appointing a competent staff — so absent, his
readiness to accommodate Russia and spurn allies so disturbing and his
obsession with himself and his ego over all other considerations so consistent,
two more years of him in office could pose a real threat to our nation. Vice
President Mike Pence could not possibly be worse.
The damage an out-of-control Trump can do goes
well beyond our borders. America is the keystone of global stability. Our world
is the way it is today — a place that, despite all its problems, still enjoys more
peace and prosperity than at any time in history — because America is the way
it is (or at least was). And that is a nation that at its best has always stood
up for the universal values of freedom and human rights, has always paid extra
to stabilize the global system from which we were the biggest beneficiary and
has always nurtured and protected alliances with like-minded nations.*
Pero difícilmente se puede reconocer ese modelo americano en
las acciones y actitudes de Donald Trump, empeñado desde el principio de su
mandato en reunirse y abrazarse con los dictadores más cruentos del panorama
mundial, mientras discutía con aquellos líderes de países democráticos (Macron,
Trudeau, Merkel...) que trataban de hacerle ver lo que estaba provocando.
No se puede llegar a la cima de la política mundial y actuar
como si se estuviera en una partida de Monopoly. Y es lo que ha hecho Trump,
exhibir su ignorancia monumental como una especie de virtud frente a un mundo
que no ha entendido jamás, desde sus atalayas de las torres Trump, los grills
de sus campos de golf o las mesas con velas de sus restaurantes, hacia los que
ha derivado sus negocios costando millones a los norteamericanos. Nada estaba
bien; solo lo suyo.
En este panorama, el tono hacía su sustitución en la Casa
Blanca (Mike Pence no puede ser peor, dice
Friedman) crece y habrá que esperar la respuesta airada de Trump, que se
resiste a entenderlo. Y es imposible que lo hagan.
Repetimos que el paso de Trump por la presidencia de los
Estados Unidos ha de ser cuidadosamente analizado. Por complejo que sea, por
doloroso que pueda resultar, es necesario comprender qué está ocurriendo en la
política mundial para que este y otros fenómenos conectados se estén
produciendo.
Eso que se ha dado en llamar el "populismo" forma
parte del fenómeno. Hay que investigar las formas en que se está influyendo en
la política de terceros mediante la financiación, infiltración de grupos, redes
sociales, etc. Hay que tratar de reconducir la política hacia los ciudadanos y
que estos no se sientan marginados o pisoteados por unas clases privilegiadas
que controlan los resortes del poder y sometidas a intereses exteriores. Hay
que acabar con el aventurerismo político que lleva a los partidos a personas
sin más interés que el del poder, de hacer carrera en las administraciones.
Hay que recuperar el sentido de servicio de la política,
actuar para la mayoría y fomentar la estabilidad social, algo esencial en un
mundo interconectado. Es necesario dejar de lado la imagen y empezar a trabajar
sobre los principios buscando la confianza perdida que arroja a las masas a
manos de personas como Donald Trump. No es el único caso. Son peligrosos porque
sus metas son muchas veces inconfesables.
No es fácil encontrar otro Trump, no. Pero es fácil
encontrar personas capaces de hacerse con el poder desde los intereses y
arrastrar a los pueblos con su demagogia. El conocimiento de la psicología, del
funcionamiento social, etc. con el añadido de las tecnologías de las
comunicaciones hacen mucho más fácil la demagogia. Y aumenta el peligro si el
sistema da síntomas de debilidad y hace tiempo que los está dando. Con todo, el
sistema democrático es más consistente que este aventurerismo populista que
está arrastrando a los conflictos, disolviendo los acuerdos internacionales y
proponiendo el uso de la fuerza como manera habitual de resolver los
conflictos.
* Thomas L. Friedman "Time for G.O.P. to Threaten to Fire Trump" The New York
Times 24/12/2018 https://www.nytimes.com/2018/12/24/opinion/impeach-fire-president-trump.html
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