Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
entrevista a la investigadora de la Brookings Institution, Alina Polyakova,
"experta en propaganda rusa", tal como es definida por el diario El País de ayer, tiene dos líneas bien
definidas. La una es la tecnológica, sobre los medios sociales y su
funcionamiento; la otra es más ideológica y establece una distinción clara
entre Occidente y Rusia. El titular del diario une las dos: "“El futuro de
la propaganda digital será mucho más terrorífico”. La Brookings Institution es
un "Think tank" de orientación liberal, creado hace 102 años para el
análisis y propuestas de las políticas norteamericanas.
La
parte ideológica de la entrevista, dada la especialidad de la investigadora, se
centra en la evolución de Rusia y el poder de Putin, el regreso a la Guerra
Fría, etc. Es la otra se centra en lo que ocurrirá con las redes de
comunicación. Polyakova habla de los peligros a los que nos veremos sometidos
por la presión de Rusia, empeñada en la desestabilización occidental a través
de las falsas noticias, el apoyo a los populismos y, en general a todo aquello que
favorezca la desunión y siembre la discordia.
La
entrevista a Alina Polyakova tiene como fondo la presentación en el Real
Instituto Elcano de su informe "Democratic Defense Against Disinformation"
una cuestión que preocupa a países e instituciones que se ven confrontadas a
una situación compleja, enfrentándose a focos de noticias cuya finalidad es
crear desinformación en entornos en los que se respeta la libertad de
información.
La
cuestión es central y hemos tenido intentos en los que se ha aparcado alguna
solución, como ha sucedido con la Comisión Europea y que ya analizamos aquí. La
complejidad es enorme como toda cuestión que afecte a las libertades y
especialmente a una cuya función es el respeto a la diversidad de opiniones, la
de expresión. Sin embargo, las "fake news" no son una cuestión de
expresión, sino de mentiras instrumentalizadas para conseguir objetivos de
desestabilización.
La
cuestión de más interés, desde mi perspectiva, son sus respuestas ante la
actitud de las empresas que actúan como portadoras de los virus:
Las redes sociales, ya sea Facebook, Google,
Twitter u otras, basan su modelo de ingresos en atraer dinero de anunciantes,
así que tienen un incentivo para ofrecer herramientas cada vez más sofisticadas
y refinadas a compañías que quieran llegar a sus nichos de audiencia. Estas son
exactamente las mismas herramientas que usaron los rusos para tratar de influir
en elecciones, exactamente las mismas. Reconocieron el valor de ellas no solo
para anunciar productos, sino para difundir ideas. Creo que finalmente estas
compañías tendrán que aceptar que mientras estén en este mercado movido por
anuncios van a encontrarse siempre con los mismos problemas por muchos pequeños
arreglos que hagan. La desilusión del público es tan grande que creo que
acabará emergiendo una nueva generación de compañías de redes sociales.*
La
respuesta de Polyakova contiene una mezcla de hechos y una profecía. La
cuestión del origen de las noticias parece lo suficientemente clara como para
ser unánime. Hoy nadie duda —a menos que su política sea esa— de las injerencias
exteriores sobre la política en occidente a través de desestabilización minando
la confianza en el sistema y apoyando grupos minoritarios, populistas y
secesionistas por Europa.
La
política rusa es clara: máximo control de los medios en su terreno y máxima
desinformación hacia el exterior. Para ello cuenta con las propias redes
informativas que Occidente ha creado. Aquello que Al Gore saludó como las
"superautopistas de la información" considerándolas como una forma de
desarrollo y expansión han sido aprovechadas en sus debilidades para reeditar
la guerra fría. Cuanto más crece el negocio, mayor capacidad de subvertirlas.
Es el modelo de negocio el que es débil, ya que es abierto y masivo.
Comparto
la idea de que este modelo actual es difícil de defender ante agresiones porque
no se basa solo en la tecnología, sino en las interacciones que esta permite,
es decir: es un modelo psicológico. La base de las redes es la interacción, el
contacto entre unos y otros. Ese es realmente, como ya señaló Mark Zuckerberg,
el centro del negocio. Es lo que su alto ejecutivo, actuando como abogado del
diablo, reconoció: el modelo de Facebook es reunir a la gente aunque sea para
mal.
Los
retoques de las redes sociales no van a resolver los problemas. Las redes, por
decirlo así, están hechas para "tiempos de paz", no para ser campos
de batallas en la nueva guerra fría. Como otros sectores (el turismo, por
ejemplo), parten del principio de la estabilidad y las buenas relaciones. No es
el caso actual, en donde las relaciones se han deteriorado.
La
profecía de Alina Polyakova es la aparición de otro tipo de redes sociales. No
es la primera vez que esto ocurre, pero tiene varios factores en contra.
Igualmente provienen de los aspectos psicológicos y sociales antes que de los
tecnológicos. Cambiar de redes es más complejo, por ejemplo, que cambiar de
coche. Uno cambia un dispositivo por otro cuando el nuevo le ofrece más
ventajas. Pero en las redes hay un factor acumulativo en dos órdenes: actúa
como memoria personal (los usuarios dejan recuerdos de sus actos) y es escenario
colectivo (una red de vínculos, los "contactos") que ser vería
modificado.
Cuanto
más tiempo se pasa en una red social, más difícil resulta abandonarla. Los
elementos que se acumulan actúan como lastre y la soledad es una amenaza en
cuanto a los otros si no nos siguen. Facebook ha intensificado su política de
"recuerdos" mandándonos viejas fotos, por ejemplo, de las amistades
indicando cuánto tiempo llevamos allí. Es un chantaje emocional contra la
tentación de huir y perder lo que tenemos, lo que hemos acumulado allí,
recuerdos y contactos. El proceso de migración a nuevas redes, por ello, sería
lento y "doloroso".
El
problema político actual, en cualquier caso, no se resolverá con nuevas redes
si estas siguen el mismo exitoso comportamiento. La solución, nos dice
Polyakova está en la gente:
Necesitamos pensar en cómo resolvemos este
problema a largo plazo. Por lo tanto, el asunto se centra en cómo formamos a
los llamados “ciudadanos digitales críticos”. Es decir, gente protegida por
lentes críticas, de modo parecido a las que usaban los estadounidenses y los
europeos occidentales en los años de la Guerra Fría para diferenciar entre
propaganda soviética e información fiable. No hemos construido un sistema
inmune como el que teníamos en la era soviética durante los años de la Guerra
Fría.*
"¡Cristo,
echo de menos la Guerra Fría!" (Christ,
I miss the Cold War), decía Judy Dench en su papel de "M", en
Casino Royale. Y hacía bien, porque la Guerra Fría ya no es lo que era. La
diferencia es la que va de los medios convencionales, verticales, a los
actuales, horizontales. Lo que antes se arreglaba con un buen jefe de
redacción, hoy no tiene el mismo arreglo. Nadie actúa como filtro de sentido común, verificación, etc.
La
formación de los "ciudadanos digitales críticos" es poco más que una
ingenuidad cuando precisamente lo que estamos creando es una sociedad que
retrocede en la crítica y se deja llevar por las emociones hábilmente manipuladas
gracias a las nuevas técnicas derivadas de las neurociencias aplicadas: neuropublicidad,
neuromárketing, neuropedagogía, neuroeconomía, etc. Todas ellas se basan en la
comprensión del cerebro para poder superar las barreras de defensa, las
resistencias.
Lo que
Polyakova describe en el primer párrafo es lo que dificulta la realización de
lo que propone en el segundo párrafo. Precisamente lo que se anula es la
capacidad crítica de los ciudadanos ofreciéndoles una mentira a su medida, que
es lo que hizo Cambridge Analytica con los datos ofrecidos por el
neurocientífico de la Universidad de Cambridge que burló las defensas de
Facebook en cuanto a contrataciones dejando al descubierto la forma en la que
se manipuló el Brexit y las elecciones que le dieron el triunfo a Donald Trump.
El
énfasis puesto en Rusia es acertado, pero no es el único problema. Lo es el
sistema en sí, ya que todos —de la política a las empresas— usan los mismos
medios aunque sea con distintos objetivos. ¿Deben los "ciudadanos críticos
digitales" defenderse de todos o solo de unos?
La
cuestión se agrava con la desconexión alternativa, mecanismo que estamos viendo
apuntar en distintos países con regímenes autoritarios. Es la creación de
nuevos "muros de Berlín" digitales fraccionando el espacio
informativo global. En efecto, si no se puede controlar los contenidos y no se
puede evitar la manipulación individual ni colectiva, la solución es la
cirugía, cortar el miembro, o desconectarse del sistema general.
El
primero en hacerlo fue China, que tiene su "great firewall", viviendo
prácticamente en una red paralela a la del resto del mundo. Pero se está
empezando a producir como fenómeno de desconexión del conjunto en países que
abogan por tener sus propias redes sociales lo que les permite dos cosas: no
ser afectados desde el exterior y controlar los datos de sus propios
ciudadanos, que quedan sometidos a vigilancia constante. Aquí hemos mencionado
en ocasiones el caso del "facebook egipcio" que están intentando
introducir.
Son los
primeros intentos, pero ya ha habido otros países que ven las redes sociales
como una forma de penetración informativa incontrolada e incontrolable, por lo
que les resulta más fácil la desconexión. Esta implica un control mucho mayor
de los datos circulante. La vigilancia aumenta.
El día
3 del pasado abril, Expansión recogía la preocupación de la Comisión Europea:
Julian King, el comisario europeo de
Seguridad, exige un “plan de juego claro” para que las redes sociales operen
durante periodos electorales sensibles, empezando por las elecciones al
Parlamento Europeo en mayo de 2019. Una carta de King a Mariya Gabriel,
comisaria de Economía Digital, pide más transparencia sobre los algoritmos
internos que utilizan las plataformas de Internet para destacar historias,
límites a la “recopilación” de información personal para fines políticos, y que
las tecnológicas hagan público quién financia los “contenido patrocinados”.
King propone una “estrategia más vinculante”
que la regulación interna, que incluya “indicadores de rendimiento definidos
con claridad y minuciosidad”. Sus propuestas cuentan con el respaldo de otros
comisarios que están diseñando la primera política de la Unión Europea contra
la “desinformación online” que se publicará este mes.
Las revelaciones sobre Cambridge Analytica
han acelerado el debate y las autoridades de la UE presionan para que se
establezcan directrices más firmes sobre el comportamiento que deberían seguir
las plataformas para proteger la democracia. Los “métodos psicométricos” como
los empleados por Cambridge Analytica son sólo un “anticipo de los efectos
profundamente perturbadores que podría tener esa información sobre el
funcionamiento de las democracias liberales”, escribía King en la carta con
fecha del 19 marzo. “Está claro que la amenaza para la ciberseguridad que
afrontamos está pasando de afectar a los sistemas a utilizar cada vez más
cibermedios para manipular el comportamiento, agravar las divisiones sociales,
subvertir nuestros sistemas democráticos y plantear dudas sobre nuestras
instituciones democráticas”.**
El
Comisario de Seguridad frente a la Comisaria de Economía, un debate
interesante. La precisión imposible que Julian King pide a su colega de
Economía se basa en el control de lo incontrolable en un mundo en el que todos
se creen con derecho a revender tus datos a terceros, a inspeccionar tu
ordenador cada vez que entras en cualquier página o en el que estás recibiendo
publicidad durante meses sobre una consulta que hiciste. Estar en las redes tiene un precio... y cada vez más elevado en términos muy distintos.
Mis
derechos como ciudadano no son los mismos que los que me han dejado como
usuario de redes o simple navegante de página en página. No se me deja acceder
a información si no activo mi geolocalizador o acepto su política de cookies,
etc. Vivo como universal lo que es un servicio privado con unas condiciones que debo aceptar sí o sí para poder desarrollar la vida social, acceder a servicios, etc. Las noticias falsas se producen por una debilidad del sistema y una intención clara de subvertir.
En la
sociedad digital todo está interconectado. Las redes son de unos, los
contenidos de otros. Nosotros somos de todos. La preocupación ha surgido en los
políticos cuando han visto que se pueden modificar elecciones. Han hecho bien,
desde luego, pero la cuestión va más allá.
Sería perfecto que hubiera ciudadanos críticos (no solo digitales), un bien para todos. Pero precisamente la manipulación convence a muchos de que lo son. La lucha es muy compleja, larga y no siempre clara. Por supuesto, hay que hacerlo desde la democracia y defendiéndola contra los que buscan un mayor autoritarismo.
* Entrevista Alina Polyakova "“El futuro
de la propaganda digital será mucho más terrorífico”" El País 6/05/2018
https://elpais.com/internacional/2018/05/04/actualidad/1525433704_371730.html
** "Bruselas toma medidas contra las
noticias falsas en las redes" Expansión 3/04/2018
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Alina Polyakova |
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