Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El País recoge hoy mismo un artículo de Juan Luis Cebrián, con el título
"La prensa libre, frente a la posverdad". El texto comienza hablando
del debate mundial sobre dos términos que se han relevado el uno al otro: "fake
news" y "posverdad". Le parece a Juan Luis Cebrián que estas dos
palabras reflejan el conflicto planteado por la crisis de la democracia y de la
representación, causa del desentendimiento, desapego o rechazo que las
instituciones suscitan en los ciudadanos desde hace tiempo.
"La
democracia se ve amenazada", escribe Cebrián, "por la emergencia de
sistemas sociales y políticos que conviven difícilmente con los valores del
liberalismo clásico"*. Es cierto que la democracia se ve amenazada en
muchos espacios, incluido el nuestro, por los ataques de descrédito interesado
y la erosión constante de las instituciones que ha sido alentados desde
múltiples fuentes buscando el colapso del sistema.
La
democracia requiere una voluntad expresa que los sistemas autoritarios acallan.
La democracia implica la defensa de esos valores que garantizan nuestra propia
existencia en equilibrio con los otros. Lo que se está haciendo ante nuestros
ojos es precisamente minar los valores de la democracia en favor de otros tipos
de planteamientos mucho más oscuros y mistificadores. Los enemigos de la
democracia, que es el ejercicio de la voluntad decisoria, son los que enarbolan
el destino de la raza, de la religión o de la clase. Destino y libertad son
contrapuestos en sus arquitecturas mentales. Mientras unos buscan la aceptación
del destino en nombre de Dios o de la sangre o la Historia, las democracias
renuncian a esos discursos en favor del individuo, el consenso y el respeto a
los otros. Pero estos tres elementos requieren del respeto a las propias instituciones
que garantizan el juego democrático y la justicia de las decisiones.
Cebrián
resalta el papel de la prensa en el sistema democrático. No es una novedad,
desde luego. Trata de ligar ambas crisis, la de la democracia y la de la
prensa, y estos son sus argumentos:
Un elemento sustancial para el ejercicio de
la democracia lo constituye la vertebración de la opinión pública. Los medios
de comunicación, la prensa libre e independiente, forman parte de la
institucionalidad de los regímenes representativos. Frente a la pretensión
onírica de que los periodistas estamos fuera de palacio, la prensa moderna se
incluye en el entramado y sostenimiento del sistema democrático, actuando como
un contrapoder necesario y una tribuna de debate capaz de defendernos del
griterío y la demagogia.
De este modo durante la Transición española,
el papel de los periódicos y medios de comunicación fue esencial en la
elaboración del consenso que facilitó el advenimiento y defensa de la
democracia. Hoy el panorama de los medios en nuestro país es, sin embargo,
descorazonador. A los efectos de la crisis económica, hay que añadir los
inducidos por el cambio tecnológico. En la última década, los diarios han
perdido prácticamente el 50% de su circulación impresa y un 70% de los ingresos
publicitarios. A cambio han visto multiplicada su presencia en las redes y
llegan así a millones de usuarios a los que de otro modo nunca hubieran
accedido. Pero el cambio de modelo de negocio obligó a la totalidad de las
empresas del sector a abordar dolorosas restructuraciones. Miles de periodistas
perdieron su trabajo y asistimos a la desaparición de muchos medios.*
Democracia,
prensa, cambio tecnológico... crisis económica. Se podrían añadir algunos otros
factores dentro del cambio complejo que se ha ido produciendo entre los
sistemas, sociales, económicos, informativos y de valores.
La
prensa tiene encima —siempre lo ha tenido— los condicionamientos tecnológicos,
económicos y políticos. Es una institución cuya eficacia está afectada por los cambios
y limitaciones que el propio entorno social provoca en ella. Es indudable que
el papel de la prensa durante la transición española no es el mismo que hoy
pueda jugar en un espacio social y mediático muy diferente. Durante la época
del franquismo, se llegó a hablar de un "parlamento de papel", como
alternativa mediática a través de la cual se escuchaban voces y propuestas que
estaban fuera de la oficialidad. El mapa de los medios era muy limitado en
comparación al existente hoy. Y un factor esencial: entonces la democracia era
lo que se tenía por delante, como futuro, el deseo de la mayoría. Hoy es lo que
muchos se dedican a criticar como si fuera un viejo trasto que siempre hubiera
estado ahí. No se ha sabido educar en el respeto al sistema y la forma de
canalizar el descontento para que no debilite al sistema.
El
anquilosamiento ha pasado factura a todos los partidos y se ha tenido que recurrir
a formas populistas, como el nacionalismo secesionista o el antisistemismo, para enganchar a las
nuevas generaciones.
Las
"fake news" y la "posverdad" son formas de asalto a la
propia democracia que se basa en la limpieza informativa, por un lado, pero
también por la honestidad política en el trato con los ciudadanos, a los que se
debe respetar. "Fake news" y "posverdad" son el
reconocimiento del "todo vale" con que una clase política centrada en
la "comunicación" (diferente a la Prensa) manipula para acceder al
poder y mantenerlo.
Hace
tiempo, probablemente desde los años 70, en los que la prensa norteamericana se
enfrentó victoriosa al poder político para dejar al descubierto sus mentiras.
Eran tiempo de luchas por los derechos civiles y tiempo de inocencia que se iba
desmoronando con cada nuevo escándalo.
El
panorama de la opinión pública no se hace hoy en la Prensa, como entonces. Se
hace en un oscuro entramado de redes cuyo control es imposible y cuya ética ha
quedado reducida a polvo precisamente como resultado de la búsqueda de la
influencia. Hoy, en los Estados Unidos, se encuentra en la Casa Blanca, un "comunicador",
alguien que se enfrenta a la prensa sabiendo que cualquier tuit que salga de su
teléfono tendrá una inmensa repercusión que hará que tengan que escribir sobre
él miles de profesionales de todo el mundo. Y así uno tras otro. La batalla de
la opinión pública está abierta a miles de personas cuya función es
"influirnos" y que recurren a todo tipo de argucias desde un "nuevo
maquiavelismo" que justifica la lucha por el poder con cualquier arma. No
hay reglas, no hay principios; solo objetivos.
Los
peligros de esto los estamos viendo claramente allí donde llegan al poder estos
nuevos dirigentes que mantienen peligrosas agendas basadas en el populismo, el
nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo y el retroceso de la
ciencia y de los derechos humanos.
Su
propia esencia antidemocrática les hace jugar con la "ventaja" de su
propia falta de respeto a las instituciones, la Historia o la verdad misma.
Cualquier cosa puede ser dicha desde esta perspectiva.
La
cuestión se complica mucho más si el escenario ya no es local, sino solo una
pieza de un entramado global mucho más complejo en el que los intereses no son
confesados pero se perciben por las acciones negativas que padecen los países.
El condicionamiento de Rusia, por
ejemplo, a los países no solo de su entorno próximo —como Ucrania— sino de
Oriente Medio, de muchos países europeos o su participación en la política de
los Estados Unidos es clara y requieres ser tomada en serio, como lo están
haciendo la mayor parte de los países afectados. Esta influencia se realiza a
través de la información en una gran parte; también a través del mundo de los
negocios, tejiendo intereses, como vemos también en Norteamérica.
El
periodismo de calidad es importante. ¿Qué entendemos por "calidad"?
Sencillamente, aquel que nos ayude a decir de forma menos condicionada por los
intereses. El periodismo no es el ejercicio de la "verdad" en un
sentido científico, religioso o filosófico. Es algo mucho más sencillo,
cotidiano, modesto, construido en función de lo que sabemos cada día. Muchos
diarios importantes de todo el mundo apuestan por recuperar un momento de su
historia (y de la nuestra) en la que las cosas eran más sencilla. Hoy no lo son
y el caos que se está creando es muchos más peligroso pues puede haber muchas
situaciones irreversibles.
Por
todas partes proliferan leyes o intentos de legislar el control de los medios
excusándose en la propagación de informaciones contrarias a los Estados; en
otros se ataca a los informadores desde esos mismos estados o desde el público
cuando realizan su labor en las calles. Los casos proliferan demasiado.
El periodismo
de calidad es necesario, pero es necesaria la calidad de sus lectores. De poco
sirven brillantes artículos elaborados por bienintencionadas mentes si no
existe un receptor capaz de valorarlos y digerirlos para transformarlos en
debate y opinión. El foco no se puede poner solo en los medios sino en la
educación para las libertades y el respeto. Sin ello, como vemos, sirve de muy
poco.
El
cambio tecnológico es solo una parte, pues las ideas se adaptan a los nuevos
canales. Lo que ha cambiado es la capacidad de resistir a las manipulaciones al
convertirnos en una sociedad embrutecida y trivial, como es la que estamos
viviendo. Mientras hay países a los que se mantiene en la ignorancia para que
sus elites sigan controlándolos, nosotros —las sociedades modernas y
democráticas— padecemos gobiernos sin miras, incapaces de percibir que el
desarrollo de las libertades es un camino que nunca se debe abandonar no dar
por seguro. Nos hemos desarmado ante la confianza en que no se retrocede, pero
vemos que lo hacemos cada día.
Somos
más débiles, más manipulables, más fácil de arrastrar. Nuestras debilidades son
exhibidas y ridiculizadas por aquellos que las quieren alejar de sus pueblos,
vendiéndoles la fortaleza del autoritarismo
y la verdad de la intolerancia.
La
democracia es joven; el autoritarismo, las dictaduras son viejas. Son las formas
que han controlado la vida de los pueblos durante siglos y milenios. Pero la
ignorancia hace ver lo contrario al carecer de un sentido correcto de la
Historia que permita evaluar cómo es nuestra vida hoy y cómo fue anteriormente.
Es
penoso ver a países occidentales renunciar a la democracia en favor de ideas
autoritarias. Es penoso también ver países africanos, de Oriente Medio y Asia
en los que se muestra la debilidad de la
libertad y se ensalzan los líderes fuertes, aclamados en sus retrógradas
proclamas. Es penoso que todo ello se haga en un mundo global en el que cada
vez importan más los negocios de unos y otros y menos la ciudadanía en
cualquiera de sus niveles.
La democracia
es un medio de alcanzar objetivos de más libertad, justicia y solidaridad entre
los ciudadanos. Hoy se dispone de medios suficientes para alterar esto. No basta la prensa, si bien es una pieza importante del conjunto. A
ella le corresponde defenderse de los cantos de sirena que intentan distraerla
de sus funciones y a todos defender su libertad para defender la nuestra.
Hace
falta más actividad social e institucional, más dinamismo y profundidad, que
haga que todos los agentes involucrados actúen positivamente para recuperar el
peso de instituciones que tanto ha costado estabilizar para poder vivir todos mejor.
Hoy por hoy, no es lo que está ocurriendo.
Cada momento histórico requiere su propia corrección informativa para poder seguir avanzando hacia metas mejores. El diseño del nuevo espacio mediático no permite ser demasiado optimistas. Todo ayuda hoy a la demagogia y al autoritarismo. Hará falta mucha voluntad y unir a todos los que siguen pensando que la democracia es un campo habitable, con futuro, capaz de permitirnos mejorar. Corremos el riesgo de retroceder hasta niveles insospechados.
El mapa bajo estas palabras es lo suficientemente "rojo" como para preocuparnos a todos.
* Juan
Luis Cebrián "La prensa libre, frente a la posverdad" El País
11/02/2018 https://elpais.com/elpais/2018/02/10/opinion/1518278689_351481.html
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